La potencia y el talento visual y narrativo de Hawks queda
aquí reducido a la mínima potencia, la única razón de ser de esta película es
hacerla más fiel al original literario donde la adaptación del maestro
americano se alejaba más, además de ver a Mitchum, el otro gran detective del
cine negro junto a Humphrey Bogart, interpretando al imprescindible Philip
Marlowe.
Una cinta que desde la dirección, la fotografía, a nivel
narrativo y, como dije, visual, se acerca más a un telefilm que a otra cosa.
Evidentemente la historia es tan buena que la película se sigue
con cierto interés pero no hay absolutamente nada que destaque en ella, incluso
la interpretación de Mitchum parece desganada y sin fuerza, con el automático puesto,
un Marlowe pobre, pulcro en exceso, aunque con esto le sobra para ser uno de los
mejores en este tipo de papeles. Lo cierto es que el actor ha volado a mucha más altura en
muchos otros momentos, ya fuera en papeles de cine negro en general, como
detective o incluso como Marlowe en “Adiós, muñeca” (Dick Richards, 1975).
Todas y cada una de las escenas que componen la cinta son alarmantemente convencionales, una película de sobremesa con un buen texto a
sus espaldas.
Al menos, además de a Mitchum, podemos disfrutar de James
Stewart como el General Sternwood, en dos escenas donde él está muy bien.
Cualquier aspecto que queramos comparar con respecto a la
obra de Howard Hawks es para ponerse a llorar e ir enseguida a poner en tu DVD
la adaptación del maestro. No haré comentarios sobre las dos hermanas
Sternwood, especialmente Charlotte, por no ser sangrante. ¡Socorro! ¡Lauren
Bacall, vuelve!
La novela de Chandler es extraordinaria, como todas las
suyas, pero Michael Winner, el director de esta cinta, consigue que casi nos
desentendamos completamente de lo que sucede en pantalla, no lo logra porque el
texto es muy bueno, como he dicho, pero por momentos está a punto de
conseguirlo, lo cual es un mérito considerable. Una dirección y una narración
anodina, también con el piloto automático puesto, sin la más mínima garra. La
potencia narrativa, la nocturnidad, el juego con la lluvia, el virtuosismo en
el encuadre, en la dirección de actores, el sacar partido a todo el carisma y
elementos que contiene la historia en la cinta de Howard Hawks aquí es
sustituido por lo convencional y la insustancialidad. No puede ser más
insulsa.
Philip Marlowe es contratado por el general Sternwood (James
Stewart), para que investigue y resuelva un asunto de chantaje a una de sus
hijas, también menciona la desaparición del marido de la otra hija, alguien a
quien el general tenía mucho aprecio… Lo que en apariencia parece un caso sin
excesiva dificultad esconde un entramado de secretos, asesinatos, relaciones,
mafiosos, prostitución, pornografía, mentiras…
La relación entre Marlowe y Charlotte Sternwood, uno de los
puntos fuertes del film de Hawks con esos diálogos trepidantes y
excepcionales, aquí es mejor ni mencionarla. Lo que sí tendremos serán algunos
desnudos, una mayor fidelidad al texto ya mencionada, y una mayor explicitud a
la hora de tratar temas como la pornografía… La nada.
Un coche en plano subjetivo mientras se suceden los títulos
de crédito se dirige a la mansión de los Sternwood, cuando está llegando una
voz over nos recita el inicio del libro de Chandler, un Marlowe más envejecido
que en la novela. Disfrutaremos, tras la aparición de la pequeña de los
Sternwood, de la primera conversación entre el general interpretado por Stewart
y el propio Marlowe, donde se sentarán las bases del caso. Siempre es un
placer. De la dirección no podemos decir lo mismo, con saltos de eje sin más
justificación que su torpeza en la puesta en escena.
Una película más fiel a la novela, especialmente en cuanto a
la relación entre Charlotte Sternwood (Sarah Miles) y Marlowe, y su final.
Joan Collins interpreta a la atractiva librera cómplice de
la red de pornografía, como elemento de tensión en esa escena veremos sus uñas
repiquetear en la mesa al verse importunada por la presencia de Marlowe, unas
uñas bien cuidadas y pintadas.
Marlowe hará seguimientos insípidos mientras la voz over
sigue su curso. El doblaje tampoco es excesivamente bueno, vuelve a faltar
garra y carisma. En estos seguimientos veremos la espera y la vida aburrida de
un detective al acecho de algo interesante para comenzar a desarrollar la
investigación. Observación, espera, vigilancia… La película se muestra fiel al
punto de vista subjetivo que requiere la novela de Chandler. Marlowe jugará al
ajedrez, juego que veremos también en su casa y que muestra el cerebral
funcionamiento de su cabeza.
No vayamos a creernos que la película es el colmo de la
transgresión y el atrevimiento, es más explícita ya que es de 1978 pero tiene
muchísima menos violencia, sordidez, complejidad y turbiedad… que la obra de
Hawks.
La estética, la fotografía casi de telefilm, el aire
británico, está ambientada en Londres, no ayuda tampoco a mejorar el resultado
de la película. Toques setenteros, bastante kitsch, que chocan un poco, aunque
es justo reconocer que la sobriedad es el elemento predominante. Como ejemplo
de estos elementos estéticos, aparte de la decoración de algunas habitaciones,
tenemos el uso del zoom en varios momentos.
Como suele ser habitual en Chandler, aunque variará esto en
alguna novela, tendremos una familia rica degenerada y una sociedad podrida que
tiene en el dinero a su único dios. Aquí veremos todos los vicios posibles y
pocos valores respetables, porno, drogas, sexo, chantajes, asesinatos, juego…
El único personaje con dignidad es el propio general Sternwood, el padre de las
despreciables protagonistas.
La puesta en escena es mediocre, sin matices, rígida, una
narración esquemática… como defectos a añadir a los mencionados.
Si bien el rigor en el punto de vista es total, el uso del
flashback se antoja completamente innecesario, nos recuerda casi a episodios de
“Se ha escrito un crimen”. Además estos flashback contienen la voz over de los
que cuentan la historia a Marlowe, redundando en lo mismo, subrayando de forma
gratuita lo que vemos en imágenes.
Todo es tan sumamente correcto que no se aprecia en ningún
momento el ambiente turbio, violento, de tensión y amenaza constante,
enfermizo, en el que se sumerge Marlowe, tampoco la tensión ni el estrés del
caso, ni su cansancio o abatimiento, lo retorcido del entramado…
Canino, el personaje que interpreta Richard Boone, es el más
amenazante de los villanos. Tendremos detalles de tensión con el uso de la
bebida que hace este personaje, Marlowe lo verá envenenar con una a Harry Jones
(Colin Blakely), cuando se encuentre con él en un taller al serle ofrecido una
copa éste esperará a que Canino la beba para asegurarse, famosas escenas que estaban en la novela bien traídas aquí.
Volveremos a ver a James Stewart, magnífico, en su segunda
escena, breves apariciones en las que desprende talento por todos lados,
interpreta a un hombre rico que intenta agarrarse a cualquier persona que le
demuestra estima o ser honrado en sus últimos momentos de vida, algo que no
encuentra en el entorno que le rodea, especialmente en sus hijas.
La explicitud del discurso final de Marlowe, de un burdo
adoctrinamiento, es otro de los puntos negros del film. Muy vulgar.
La película concluye con un plano idéntico al inicial, un
plano subjetivo desde el coche que recorre el camino inverso, desde la mansión
se incorporará a una carretera cualquiera, dando una estructura circular al
relato.
Una decepción predecible, como película y como decepción.
Pongo un trailer de la clásica de Hawks, porque de ésta no lo he encontrado y así la echáis más de menos de paso.
Estoy contigo. Un telefilm. Una novela tan buena no se merecevesta adaptación cinematográfica tan descafeinada. Parece como si todos hubieran firmado para pagar facturas (menos J Stewart, le tengo un cariño especial).
ResponderEliminarGracias sensei!!
Beso,
R
Totalmente R, además aciertas, Stewart es el que se muestra más acertado, el resto parece querer acabar cuanto antes.
ResponderEliminarGracias a tí. Un beso.