miércoles, 1 de febrero de 2012

Crítica: LOS DESCENDIENTES (2011) -Última Parte-

ALEXANDER PAYNE





El signo de los tiempos.
Las referencias a la superficialidad son constantes, habrá recriminaciones por los frívolos hobbies de Elizabeth, referencias a las excesivas calorías de los helados y el problema que suponen para una buena figura (a este respecto debo comentar que la pequeña Scottie es una fan de los helados y saldrá comiéndolos varias veces, sin mencionar lo que supone esta idea en el ya de por sí memorable plano final), la fría y distante forma con la que se habla de los familiares enfermos (como en la escena donde una amiga de Scottie va a ver a la madre de ésta al hospital)…

Si bien Matt se permite su catarsis y reproches, no se lo consentirá a su hija. En el fondo es una necesidad propia, pero entiende que el recuerdo de la madre debe mantenerse intacto con las partes positivas. La madurez del personaje en progreso. Así le dará un azote cuando Alexandra comience con su retahíla de reproches. Seguramente las asociaciones infantiles protesten por semejante salvajada, pero es tratada con total normalidad y sin trascendencia, incluso con humor. El azote ni siquiera sale en plano.
Payne encuadrará en muchas ocasiones, como dije antes, a uno de los personajes, generalmente Clooney, en unos solidarios y muy expresivos primeros planos, dejando aire a un lado del encuadre donde suelen estar o aparecer otros personajes. Un ensimismamiento, una intimidad nostálgica, triste, dolorosa, unos momentos personales ajenos al entorno.


Un gran detalle de guión es la elaboración del personaje de la mujer, nos queda un buen retrato de cómo es sin que intervenga y no pronuncie ni una palabra al pasarse toda la película en coma, salvo la primera escena en la lancha. Vitalista, alegre, superficial, egoísta…
Payne demuestra talento para el humor, especialmente el basado en la elipsis, como ejemplo la escena en la que el padre decide ir al lugar donde el amante de su mujer está pasando unos días, un viaje que pretende hacer solo pero a lo que Alexandra se opone, dice que irá. Su padre se niega argumentando que debe quedarse con Scottie pero Alexandra responde que van todos de excursión. En el siguiente plano al primero que veremos será a Sid en el avión, con el que en principio no contábamos, al pensar que sería un viaje familiar. La guinda la pone la cara de circunstancias de Clooney mirando al distraído chaval con sus auriculares. Magnífico y sutil.


Aquí se inicia un segundo viaje, el definitivo en la madurez del protagonista. Un viaje a la tierra, al pasado, al legado, a los recuerdos, a los ancestros de la familia. Un viaje nostálgico, lo bueno del pasado, que supondrá un cambio, una evolución. El reencuentro con uno mismo y lo que le ha forjado.
Son maravillosas las escenas cotidianas, de una naturalidad total, un sentido del humor muy cercano y universal, una grandísima labor de Payne y su elenco de actores. Un buen ejemplo lo tenemos en la escena donde la pequeña Scottie habla de las películas porno que se pueden alquilar, realmente divertida y una actriz, Amara Miller, de la que hablaré después, absolutamente portentosa. Los niños americanos tienen una facilidad para la actuación que no deja de asombrarme.


Fijaos en como habláis delante de mí, como si no respetarais la autoridad”.
El mero azar lleva a Matt a encontrarse con Brian Speer (Matthew Lillard), el amante de su mujer, y como es normal no podrá evitar seguirle y espiarle, descubriendo que es un feliz padre de familia. Una escena con mucho humor y planos en la onda de Wes Anderson.

 

La siguiente escena nos mostrará a la familia en la playa con la secreta intención de Matt de encontrarse con la mujer de Speer. La aparición de la mencionada familia será en segundo plano dejando en un primerísimo el rostro de Clooney nuevamente, en la línea de los planos solidarios reseñados antes.


El guión da un nuevo giro al conocerse que uno de los mayores beneficiados de la elección de la familia sobre a quién vender las tierras será el propio amante de la mujer de Matt. Esto complica la decisión. Es posible que la decisión final de Matt se viera afectada por este hecho pero no de forma definitoria, fue un elemento más para ayudarle a hacer lo que realmente quería hacer. La conversación en el bar entre Clooney y Beau Bridges es de una naturalidad excepcional nuevamente. Clooney vuelve a estar brillante en ese conflicto interior que se acentúa con la información recibida.


El encuentro entre marido y amante llega por fin en una escena llena de tensión contenida y humor sutil. Tras hacer lo que tenía que hacer, Matt se tomará una necesaria y sencilla venganza besando a la mujer del amante de la suya.

 

Otro de los momentos sublimes del film es la escena donde se le da la noticia a Scottie sobre la futura y segura muerte de su madre. La actuación de Amara Miller es antológica, contenida y emocionante, increíble lo de esta niña. Aceptación y plena conciencia de una verdad dolorosa. La escena está rematada con un vínculo familiar de miradas, detalles realmente maestros de puesta en escena por parte de Payne. Matt mirará a Scottie, que le devolverá la mirada, luego mirará a su otra hija Alexandra y ésta mirará a su madre a la que se muestra tras un encadenado ya en otra escena. Una maravilla.


Los momentos brillantes se siguen sucediendo, repletos de sutileza. El padre de Elizabeth, el suegro de Matt, va a visitar a su hija y se encuentra allí con todos. Se dedicará nuevamente a recriminar a Matt todo lo que pueda y a ensalzar las virtudes de su hija, aunque muchas de las que menciona no se correspondan con la verdad. En el momento de mayor tensión tanto Alexandra como Sid saldrán en defensa de Matt, acto que nos regala otro de los grandes momentos del film, la leve sonrisa de Clooney al sentirse defendido por ellos de los ataques del abuelo.


La escena termina con otro excepcional momento, el comentado anteriormente, del padre, el “capullo”, magnífico Robert Forster, mimando a su hija. Doloroso, tierno, comprensivo y emotivo. Después de ver esa escena nuestros sentimientos hacia ese recriminador abuelo cambiarán. Precioso y discreto momento.
Payne hace transiciones entre escenas de paisajes naturales, muy acordes con los estados de ánimo y la búsqueda de equilibrio y paz del protagonista, además de mantener el tono impresionista y también romántico de la estética.


Se inicia así la parte final donde las dos líneas narrativas deben unirse de forma coherente, la decisión final sobre la venta y el final del viaje interior de los protagonistas. Se sucederán los planos de fotos de antepasados familiares, que se relacionan como un eco con las fotos en la habitación de la convaleciente Elizabeth, esa necesidad de arraigo, de naturalidad, de pertenecer a un todo, fotos que son mucho más que mera decoración. Matt las mirará antes de enfrentarse con la familia y tomar su decisión definitiva sobre la venta.
Esas fotos son el legado, la razón de que todos los familiares, que a continuación veremos tras un encadenado, estén allí. De las estampas en la pared pasaremos a las estampas del presente, sólo cambia el tiempo pero la esencia es la misma.
Todo este clima creado, y el aprendizaje de esos días, deciden a Matt a no vender. Asume y entiende que debe resguardar el legado de la familia para la familia. Llevando la contraria a todos se negará a firmar, la potestad es suya como abogado.
Valorar lo que tienes implica muchas veces valorar su procedencia, el legado en suma, un legado que llega de padres a hijos porque los padres intentan conseguir lo máximo para esos hijos.
Un encadenado del cogote de Clooney nos lleva de la reunión familiar para la toma de la decisión sobre la venta a la reunión de la familia más directa junto a la madre comatosa. La defensa de lo mismo al fin y al cabo, velando por la familia. Es en ese momento donde aparecerá la mujer del amante de Elizabeth (Judy Greer).
Ella también tendrá su necesaria catarsis.


Una película de secretos que salen a la luz. Mucha sinceridad en todo momento.
La misma idea de transformación que vemos en los personajes protagonistas la veremos, en una nueva muestra de brillantes detalles de puesta en escena a cargo de Payne, con la muerte de Elizabeth. Así del cuerpo inerte en la cama, donde un soberbio Clooney tiene la escena que puede acercarle al Oscar declarando su amor y despidiéndose de la mujer allí tendida mientras caen lágrimas de sus ojos, también lo harán sus hijas, pasamos, tras unos planos de la naturaleza y la tierra perteneciente a la familia, a un picado sobre las cenizas de la propia Elizabeth, cenizas que serán tiradas al mar, en íntima ceremonia a la luz del día, disolviéndose en sus aguas. La trasformación terminada. La fusión total con esa naturaleza tan presente.


La última escena es sencillamente maravillosa. ¿Qué hay mejor que compartir un helado, con una mantita, con tu familia o gente que quieres mientras ves la tele? Aquel archipiélago mencionado al inicio de islas separadas torna en núcleo indisoluble con un padre que se sienta junto a su hija pequeña y comparte manta, y una hija mayor que llega después para hacer lo propio mientras comen helados compartiendo cuchara los tres juntos. Profundamente honesto, bello, emotivo. Amor y cariño puro de familia, unión y autenticidad. Un  plano final sin cortes precioso.


Clooney se va a hacer clásico de esos planos finales sostenidos, como ya pasara con “Michael Clayton” (Tony Gilroy, 2007).
La idea de legado, de la decisión de no vender, como vengo diciendo, está íntimamente relacionada con el suceso íntimo de la muerte de la mujer de Matt. La no venta resulta simbólica en relación a toda la temática y tesis de la cinta.


Lo que tienen es la obra de unas personas que se la dejan a sus descendientes. La idea de unos padres que luchan por dejarle a sus hijos el mejor legado posible, esa idea desde unos principios de arraigo es lo que impulsa a Matt King en su decisión. El recuerdo, los recuerdos, la historia, no son sólo decorativos, nos forjan y definen, aprendemos de ellos y nos ayudan a evolucionar. Obviarlos es un retroceso y significa perder ese legado un poco o definitivamente. Esto lo aprende Matt en su sufrido viaje interior, a pesar de la traición de su mujer, o precisamente por ella. Una idea que nada tiene que ver con el egoísmo y sí con el amor familiar, con la búsqueda y mantenimiento de lo auténtico. ¿Conservador? Ni idea, pero desde luego pocas cosas más verdaderas.
Los recuerdos, con esas fotos que Matt mira, son el cultivo de su creación que él riega y desarrolla con su decisión y que son rubricados con sus hijas y su familia, que continuarán ese legado. Por eso entenderá perfectamente al padre recriminador de su mujer (Robert Forster).
Mantener la herencia familiar es importante con respecto a los familiares que lo lograron y con uno mismo, aunque esos antepasados resulten lejanos, es el mantenimiento de lo genuino, auténtico, verdadero.
La dirección de Payne es realmente brillante y el guión está al mismo nivel, además ambos aspectos son de una desbordante sutileza. Con respecto a los intérpretes sólo se pueden decir cosas buenas, muy brillantes todos, desde un Robert Forster estupendo en su corto papel al colocado novio Nick Krause. Shailene Woodley está realmente extraordinaria.


Dos interpretaciones merecen matiz aparte, la de George Clooney y la de Amara Miller. Creo que se ha sobrevalorado un poco la interpretación de Clooney, es cierto que está muy bien y que su carisma es indiscutible, algo que siempre ha tenido. Pero si puedo decir que nos deja algunos de los momentos más brillantes de su carrera también debo decir que nos dedica una buena muestra de los tics que ha procurado ir corrigiendo a lo largo de la misma. Clooney es uno de los actores a los que más se ha visto el progreso en cuanto a su nivel interpretativo, el manojo de tics del principio se fue corrigiendo con bastante acierto. No es un genio pero suele estar correcto. Desde su aparición en “Urgencias”, la mítica serie que lo lanzó al estrellato, su ladeo de cabeza constante y su encantadora sonrisa de compromiso, así como el sutil gestito que hacía con los labios, son recursos que fueron desapareciendo paulatinamente pero que en esta película regresan en no pocas ocasiones. Es decir, merecidos elogios pero en algunos casos en exceso hiperbólicos.
Con respecto a Amara Miller, ya lo comenté antes. Esta pequeña actriz tiene un talento y una naturalidad asombrosa con momentos realmente portentosos. Un auténtico descubrimiento.


Los descendientes” es en suma una gran película, con irregularidad en su genialidad, un drama intenso de contención y equilibrio perfecto que en ningún momento deja lugar para el desgarro ni el gusto por el llanto fácil, lo que puede desconcertar a algún espectador predispuesto para ello. Un melodrama que es como esa mirada acuosa que tiene Clooney constantemente pero de la que nunca caen lágrimas, salvo en una ocasión. Una muy bella película.



 






2 comentarios:

  1. Genial sensei!

    Consigues como siempre un excelente estudio de la cinta con mil claves que se leen con tal fluidez que entusiasma.

    Me encantará ver esta peli. Contiene detalles muy relacionados con mi biografía y si ya me ha enternecido momentos descritos y fotos (la escena d la manta!) estoy segura q será una estupenda experiencia ver todo el metraje
    Te haré caso y la veré antes q The Artist...

    Y ya te contaré.

    Gracias de nuevo!! Eres un crack!!!

    Un besazo!

    R

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  2. Genial guapísima. Sí, hay cosas con las que te puedes identificar y escenas que vistas se sienten más. THE ARTIST algunos la ven triste, no lo es, las dos son reconfortantes en realidad al final.

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