miércoles, 16 de noviembre de 2011

Crítica: EL ESCRITOR (2010)

ROMAN POLANSKI





Roman Polanski es uno de los más grandes maestros de la historia del cine y tenemos suerte de poder disfrutarlo aún. El bien y el mal, en especial el mal, y su conflicto, su lucha, siempre ha sido un tema recurrente del cine de Polanski. El demonio o los nazis han sido manifestaciones socorridas del director en su estudio sobre el mal. En la cinta que tratamos no iba a ser menos, y una intriga política es además una reflexión sobre la cara aparentemente amable del mal, algo muy usado por Polanski también, que está donde menos lo esperas y siempre presente.

Un escritor, Ewan McGregor, es contratado para escribir la biografía del antiguo Primer Ministro Adam Lang, y sustituir al anterior escritor en el cargo que ha aparecido muerto en extrañas circunstancias sin saberse claramente si fue un accidente o un suicido. Lo que parece un trabajo sin excesiva complicación empieza a dificultarse ante las acusaciones a Lang (Pierce Brosnan) de crímenes de guerra.
Pocos peros se pueden poner a esta película, es precisa, depurada, tiene buenas interpretaciones, es absorbente, con una progresión dramática y en la tensión perfecta y sobre todo, una dirección impecable, no puede ser mejor, lo que explica todo lo anterior.

Polanski necesita de muy poco para crear una buena película, en este caso la historia, quizá, no sea todo lo atractiva o atrayente que cabría esperar lo que puede que le reste impacto, si bien no merma su calidad en absoluto. Sería su único defecto.


La precisión y depuración de la puesta en escena se ve desde el mismo comienzo, sin palabras, donde Polanski nos va creando el clima, no se puede decir más con menos elementos. Un barco, lluvia, un coche parado que no avanza…un plano general donde se ve un cuerpo en una playa. El único peligro de tanta precisión es que resulte frío. Polanski sigue siendo un maestro para crear suspense y un clima de amenaza y extrañeza, así cuando el protagonista ha sido contratado sufrirá un atraco que acabará por meter al espectador en la historia del todo. La lujosa decoración artística podría acrecentar esa frialdad, pero es utilizada con talento por Polanski, así restaurantes, despachos y casas son modernos y lujosos. El protagonista, un correcto Ewan McGregor, siempre aparece como apartado de lo que le rodea, aislado, esto está además perfectamente retratado con el uso subjetivo del punto de vista, de hecho Polanski es uno de los mayores maestros en el uso del punto de vista subjetivo.




Como ejemplo de su uso pondré la escena donde Adam Lang ve en la televisión que la fiscal del estado va a investigarle. Tenemos un plano medio de Timothy Hutton en diagonal que habla dirigiéndose a Lang y donde salen otros dos personajes sentados, seguido de un contra plano del propio Lang donde también salen un par de personajes sentados y también en diagonal (simetría, muy de Polanski), es decir, la cámara se sitúa en el centro de ambos grupos de personajes y mira a uno y otro lado, el tercer plano de la escena es un cambio de eje del primero, así vemos a Hutton y el grupo de personajes pero nos incluye a Ewan McGregor, que es precisamente el que ocupaba el lugar de la cámara en el primer plano mencionado, situándonos por tanto en su punto de vista nuevamente. Desde luego a parte de todo esto, toda la película está vista a través de los ojos del personaje de McGregor con total rigor, pero esa puesta en escena es la que demuestra la maestría y talento de un director.




Volviendo al aspecto antes mencionado de la idea de presentar siempre al protagonista aislado, en muchas ocasiones desde la puesta en escena, tiene mucho que ver también con el punto de vista, pero en este aspecto concreto también con la sensacional muestra que Polanski nos regala del manejo del espacio. Ejemplos hay muchos durante la película como es normal, el protagonista se pasa solo gran parte del metraje, en su habitación, en un despacho, en una habitación de hotel, incluso en la barra de un bar… Pero donde todo cobra mayor sentido y expone la brillantez de la puesta en escena, profundidad del contenido y los conceptos que trata el director es en planos donde el espacio cobra importancia, como por ejemplo, en la escena donde vemos a McGregor en la cocina viendo a Lang hablando por teléfono en la parte de fuera, esa casa moderna perfectamente integrada con el exterior, donde se ve la playa de forma continua y a la cual tiene acceso directo, se convierte de alguna forma en el símbolo del aislamiento del protagonista, el escritor ve a Lang discutir desde el interior, mira hacia un exterior abierto a la playa, pero siempre con él dentro. Así también lo veremos mirar a la playa desde el despacho en el que debe leer el libro de su predecesor o cuando la mujer de Lang, Ruth (Olivia Williams), sale en la noche lluviosa a despejarse, el escritor volverá a ver la escena desde el interior de la casa mirando hacia un exterior muy abierto. Ese aislamiento además es seguridad, ya que cuando sale al exterior, todo es amenazante, siente un peligro constante, no ya por la trama política en la que se ve inmerso, sino antes incluso con el robo del libro al comienzo de la película. Esto se subraya con el único plano donde alguien le mira a él desde el interior, estando él en el exterior, es cuando pide un mapa y la mujer de la limpieza le observa, acrecentando la idea de vigilancia, de seguridad en la casa. Todo este ambiente se acentúa con esa lluvia permanente o amenaza de la misma con esos cielos nublados.




El nombre del escritor se nos hurta constantemente de manera natural, quitándole su personalidad, un poco como la labor de “negro” por la cual le van a pagar. Es irónico que el escritor mencione el aislamiento del primer ministro. Tanto Lang como su mujer siempre están con un guardaespaldas cerca, en todo momento, y son significativos en los momentos donde son observados desde dentro de la casa por el escritor.
También podríamos decir que es una película sobre la fabulación y sobre fabuladores y “farsantes”, políticos, actores, escritores, grandes fabuladores y manipuladores de la “realidad”.

Maravillosa la sutileza con que Polanski insinúa la relación entre Adam Lang y su secretaria (Kim Cattrall). También sutil y muy brillante es el sentido del humor, todo es de una depuración extraordinaria.



Polanski también es un maestro en el uso y no abuso de la steadycam, el manejo del espacio mencionado con anterioridad cobra en los planos con steady un virtuosismo extraordinario, subrayando ese detallismo y cuidado por cada situación que tiene la película. Los grandes travelling siguiendo situaciones de tensión, como el robo al escritor al inicio de la película, o el seguimiento a personajes mientras hablan, enfatizan el clima enrarecido, preciso, detallista y de tensión no sólo de la película sino también dentro de la casa. Una casa muy limpia, donde cada habitación es un lujo y donde Polanski se recrea en enseñarnos como se abren armarios y cajones, como se mueven los personajes por ellas y como usan el mobiliario. La escena en la que el escritor examina las fotos encontradas, donde vemos como va haciendo el equipaje, es detallista, pausada, envolvente e hipnótica, sumerge al espectador en una fascinación sobre lo que sucede en pantalla, con cosas mínimas y nimias, que sorprende. Esto está en total relación con los travelling de steady mencionados y que desarrollan a los personajes y enlazan escenas. Sabemos perfectamente como es y como está construida esa casa. Vemos como la secretaria hace su ritual para sacar el libreto del anterior escritor o como acomoda al actual en su habitación. Todo con pulcritud y detalle. Algún travelling es fuera de la casa pero está en total relación con esa tela de araña que tiene que ver con la misma.

Como ya comenté es fuera de ella donde McGregor se sentirá libre. Dos de esos grandes travelling son junto a la mujer de Lang en la playa, uno posterior a un descubrimiento y otro mientras investiga. En el primero de ellos en un escenario llano en la playa que acrecienta la soledad de los personajes, la mujer hace referencia al aislamiento, tema importante de la cinta ya comentado, en el segundo el paisaje cambia algo, los dos personajes pasean entre dunas. Son varios travelling o planos donde se coge a los personajes desde la espalda además. Los ejemplos de ese ensimismamiento bien entendido, hipnótico, son múltiples, como cuando va a visitar al compañero de universidad de Lang y examina los documentos antes de ir a la casa en el interior del coche, o cuando el papel con la frase clave pasa de mano en mano hasta llegar a su destino. Aspectos y objetos mínimos que cobran vital importancia. La escena de la entrevista con Tom Wilkinson (su personaje de llama Paul Emmett), que interpreta al compañero de universidad de Lang, es soberbia, la tensión va creciendo con una total sutileza en un ejemplo maestro de suspense contenido. La posterior persecución es magistral, culminada con un plano solitario de McGregor, una vez escapa. Espectacular.

La escena en el aeropuerto antes de subir al avión de Lang me recordó lejanamente a “Con la muerte en los talones“, 1959, donde también hay una escena en el aeropuerto.
Otro personaje invisible, el de McAra, es uno de los más importantes. Su presencia ronda toda la película y el diálogo de escritor a escritor con el personaje de McGregor es fascinante. El texto escrito, las hojas, su sonido al pasar, ese manuscrito que pesa, esas pistas que acaban dando la clave a McGregor y que costaron la vida a McAra, esa afinidad y complicidad que surge entre ambos, ese paralelismo en los caminos que ambos van recorriendo…todo es fascinador, misterioso y envolvente.
Son evidentes los paralelismos que se pueden encontrar con personajes reales (Tony Blair), esto debería dotar de un interés aun mayor a la cinta, que tiene en la historia su peor defecto.


Todas las interpretaciones están muy ajustadas. Mencionar la breve aparición del veteranisimo Eli Wallach.


El plano final, con el recurso tan “polanskiano” de dar un giro brusco a la historia, es brillantísimo en lo formal, con el escritor fantasma desapareciendo como si no hubiera existido ni intervenido en la trama que nos han contado, por supuesto fuera de plano como buen fantasma. Pero también en el fondo, ya que esa resolución es una desoladora reflexión sobre la identidad, su importancia en el mundo, un mundo donde sólo existes si figuras, si firmas o si tienes una imagen, no importa tu trabajo, solo tu apariencia.


Sin estar entra las grandes obras maestras de Polanski, “El escritor” es sin duda una obra más que notable, digna de ser considerada entre las más interesantes de su excepcional filmografía.


2 comentarios:

  1. Me gustó bastante la película y tras leer tu análisis, mrsambo, creo que necesito una revisión.

    Fantástico.

    Un saludo.

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  2. Gracias Eddie, me motiva que sea así. Un abrazo.

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