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sábado, 16 de febrero de 2013

Crítica: LOS MISERABLES (2012) -Última Parte-

TOM HOOPER










Los problemas de la narración y el estilo de Hooper.

Hooper ha apostado fuerte por un estilo muy marcado a la hora de acometer la película, como he comentado. Una apuesta con resultado irregular. Si bien su simbolismo, uso de decorados y otras cosas mencionadas resultan brillantes, otros aspectos y rasgos estilísticos, muchos de ellos servidumbres de su adscripción al musical, lastran la narración, su fluidez, además de poder incomodar al espectador en no pocos momentos.





Uno de los grandes problemas de la cinta es un incómoda narrativa, sus episódicos saltos con elipsis muy marcadas y constantes que diluyen la fluidez narrativa, una historia que va a saltos, de episodio en episodio, como “set pieces” con leves vínculos comunes que hagan mantener la narración, como simples excusas para llevarnos de una canción a otra. Todo esto se debe a un guión con muchas lagunas, poco elaborado, que parece buscar el encuentro, a menudo gratuito, de personajes para poder incluir la canción correspondiente, esa falta de fluidez mencionada. Las apariciones de personajes en los momentos oportunos, a menudo inverosímiles, gratuitas, repletas de azar y casualidades, restan autenticidad y sobrepasan con creces el aceptado artificio de un musical. Por ejemplo, ese encuentro de Valjean con Fantine, justo cuando iba a ser arrestada, que se intenta justificar con esa labor de buen alcalde samaritano que ejerce el protagonista, visitando los lugares más desfavorecidos, pero que se usa en plan “deus ex machina” poco creíble… como en muchas otras ocasiones. El artificio se acepta, así como muchas elipsis debido a la enormidad del texto adaptado, pero resulta excesivo. Curiosamente las set pieces, esas escenas separadas, valorables en sí mismas, resultan acertadas en muchas ocasiones, tienen una gran fuerza dramática, en gran medida al portentoso trabajo de los actores.


Otro increíble e improbable encuentro lo tendremos  entre Colette y Valjean, un Valjean que siempre aparece en el momento adecuado. Al descubrir quién es en tiempo récord querrá llevársela pagando por las posibles molestias ocasionadas…


Las relaciones entre personajes, en general, tampoco están bien retratadas, se deja eso a las canciones y no siempre funciona. La confianza inmediata que Cosette deposita en Valjean vuelve a resultar forzada. En esta misma línea podemos mencionar el enamoramiento exprés entre Cosette, ya de jovencita e interpretada por Amanda Seyfried, y Marius (Eddie Redmayne). Debilidades de guión.


No sólo aparecerá Valjean justo cuando se le necesita en los lugares más recónditos, también sucederá lo mismo con Javert, que en su infatigable persecución estará en demasiadas ocasiones en el lugar por donde nuestro protagonista va a pasar, como cuando viaja con Cosette justo después de haber saldado su deuda con los avariciosos taberneros Thénardier

El desarrollo de personajes y sus sentimientos, sus evoluciones incluso, no están bien ejecutados. Como la trama, van a trompicones, a saltos, sorprendiéndonos con drásticas decisiones o cambios de opinión sin meditación alguna ni evolución. El enamoramiento entre Cosette y Marius es un ejemplo. La decisión de Valjean de quedarse con Cosette, otro. Se narran estas circunstancias en una canción como explicación, pero sin desarrollo alguno que lo justifique, el espectador debe ser crédulo ante las dos o tres pinceladas que ha visto para aceptarlo. Es decir, Valjean se queda con Cosette porque le afectó mucho el drama de su madre… la cuestión es que esto no se transmite ni desarrolla, salvo en una canción con superficialidad. Se ahorra los procesos para condensar todo lo posible, lo que hace que se resienta narrativamente la película, que presente debilidades.

Todo redunda en su esquematismo excesivo y un uso de la elipsis no del todo acertado.


Otro de los aspectos polémicos del film han sido los primeros planos que constantemente inundan la pantalla. Un aspecto arriesgado y que acaba por saturar, por asfixiar en muchos momentos la puesta en escena, limitando la grandiosidad de la historia, sus elementos y trama, la grandiosidad que debería tener. La impresión al recordarla es de una película que se encierra, como de cámara, que teme salir a mostrar el ajetreo de París para cobijarse en constantes primeros planos.



1832, nueve años después. París. La rebelión.

Nueva elipsis con una transición en la que una gran cruz hará de separador. Del decidido canto a la ley de Javert saltaremos, nueve años en el tiempo, a los cantos revolucionarios. 

Es la revolución de junio, republicanos que se levantaron contra el rey el 5 de junio de 1832. Victor Hugo vinculará el inevitable levantamiento a la muerte del general Jean Maximilien Lamarque. Las causas de los levantamientos se deben a multitud de circunstancias e intereses, que aquí están contundentemente simplificados.


Diferencias entre clases, protestas de pobres a ricos, el niño Gavroche (Daniel Huttlestone) como símbolo de la pureza de la reivindicación. Los reyes se suceden pero nada cambia.
Aquí se nos presentarán a dos personajes importantes e interesantes, Marius (Eddie Redmayne) y Éponine (Samantha Barks). Ella enamorada de él, es la hija de los taberneros que cuidaban a Cosette. Las cosas han cambiado, los lujos que le daban en contraposición a la pequeña Cosette ya no se dan, es Cosette, una vez se la llevó Valjean, la que ahora parece más afortunada. Él, por el contrario no se percatará del amor de Éponine y quedará prendado de la bella Cosette nada más verla. Aquí se pondrá en peligro la secreta identidad y paradero de Valjean de nuevo.

Del mismo modo y al ritmo de la magnífica canción “Red And Black” se desarrollarán los deseos, el idealismo y el objetivo colectivo de los revolucionarios, grupo al que pertenece Marius, objetivos colectivos que deben primar por encima de los personales. La lucha por la dignidad y los derechos de los ciudadanos por encima de los personales, el enamoramiento de Marius, que además procede de buena familia.

Los miserables” no es un musical al uso, su planteamiento está más cercano a la ópera, una ópera cinematográfica. Tampoco debe entenderse como una adaptación a la novela de Victor Hugo, sino al musical que se basó en ella y que lleva décadas cosechando éxitos.

Éponine, el romanticismo.

El personaje de Éponine (Samantha Barks), nos deja algunos de los momentos más emotivos y románticos, es fantástico el instante con la canción “In my life” y la parte de Éponine y Marius, su diálogo y como cantan a dúo cuando sus opuestos sentimientos coinciden con la letra de la canción. Éponine es una heroína trágica, tendrá una maravillosa escena, también con un gran primer plano larguísimo y sostenido en el que canta al desamor, su resignación y su madurez, cantando “On my own” bajo la lluvia.



Este personaje trágico se relacionará con el del protagonista, Jean Valjean, dos soledades, dos amores, una revolución y Javert… todo esto nos dejará un intenso número musical donde se mezclan varios temas a la vez, “One day more” o “Do you hear the people sing?” y donde aparecen casi todos los personajes y tramas, Marius y el grupo revolucionario, Valjean, Javert, Cosette, los Thénardier… contrastando sus conflictos y emociones. Un épico y gran momento.

El personaje de Éponine tendrá su trágico final en la carga del ejército a la pequeña resistencia, un bello sacrificio y muerte del romántico y estupendo personaje.

Una de las escenas más épicas es la de la lucha entre revolucionarios y el ejército del rey. Una escena donde, ahora sí, se muestran grandes exteriores y que se inicia con un emocionantísimo himno, “Do you hear the people sing?” cantando por todo el pueblo casi a coro. Otro gran momento. La batalla, con Javert de topo, no se hará esperar, aunque Hooper no se muestre especialmente virtuoso en mostrarla. Una vez descubierto el personaje que interpreta Russell Crowe tendremos batalla nocturna. 

Al igual que Javert, Valjean pasará a la resistencia y, como aquel, con otros intereses muy distintos a los que busca el revolucionario grupo. Él, al contrario de lo que se cantaban en el tema “Red and black” buscará un objetivo personal, aunque generoso. Proteger a Marius para que pueda reunirse con su “hija” Cosette. Una vez más, por tanto, el vínculo y la relación entre Valjean y Javert presente.



Como he comentado Valjean liberará a Javert, ante la sorpresa de éste, y fingirá que lo mata.

Gavroche, el niño que siempre supone el apoyo adecuado al grupo revolucionario, símbolo de su pureza idealista, nos llevará a la fatalidad, al final (o inicio) del viaje del levantamiento con su muerte. Es la única trinchera que queda y no hay salida, pero tampoco rendición.



El sacrificio.

Hay muchos temas en la cinta, pero uno que reluce de forma especial es el del sacrificio. Se sacrificará Valjean por Cosette; también por Marius, rescatándolo de la batalla; lo hará Éponine por Marius; los revolucionarios por su causa, incluido Marius que está dispuesto a morir por ella; lo hará Valjean por el acusado que fue confundido con él; de alguna forma también lo hace Gavroche, lo que lo transformará en símbolo. Lo hará Valjean al renunciar a Cosette para que viva su vida feliz junto a Marius; lo hará Fantine por su hija... El sacrificio como forma de lograr los objetivos, de cambiar las cosas, una idea profundamente cristiana.


Una idea que queda muy bien plasmada en ese viaje por las cloacas, tocando fondo, lo más bajo, de Valjean transportando a Marius para protegerle, que terminará con una definitiva resurrección. De hecho cuando Marius despierte lo primero que verá será una pintura con ángeles, perfecta idea.

La batalla, la muerte, el reguero de sangre… la catarsis final que transformará a Javert de forma definitiva, una transformación que no podrá superar.



Valjean huirá, a un convento, no hacía falta ya que todo estaba resuelto. Le pedirá a Marius que guarde su secreto, pero un intento de chantaje por parte de los hosteleros ladrones, que se descubren en todo momentos como inconscientes personajes bisagra que van abriendo puertas y descubrimientos al resto de personajes, son ellos con su actuación los que hacen arrancar en muchas ocasiones la acción de nuevo, hará que Marius y su joven y reciente esposa, Cosette, lo busquen y encuentren para poder despedirse antes de su muerte.


La muerte de Valjean es un bello momento poético en ese reencuentro con los vivos y luego con los muertos (Fantine y el religioso que le redimió). Muy emotivo también. La última escena será para el himno de los miserables, todos los personajes muertos, como espíritus reivindicativos tras las barricadas, personajes inolvidables cantando “Do you hear the people sing?”.




Todo lo que vemos en “Los miserables” parece tener un interesante paralelismo con la actualidad y esta tremenda época de crisis que vivimos, lo que la dota de mucha vigencia, que por otra parte jamás ha perdido.

He comentado que “Los miserables” ha sido adaptada varias veces al cine, aunque nunca de esta forma, y generalmente y gracias al excepcional texto, no se las ha valorado mal, en ocasiones incluso muy bien. Desde las versiones mudas de Frank Lloyd (1917) y sobre todo la larguísima de Henri Fescourt (1925) a los valorados trabajos de Raymond Bernard Los miserables" (1934) o Jean-Paul Le Chanois en “Los miserables” (1958). En Estados Unidos, además de la mencionada de Lloyd también se rodó otra versión dirigida por Richard Boleslawski en 1935, sin contar la más reciente que dirigió Bille August en 1998 protagonizada por Liam Neeson y UmaKill BillThurman.

Además se han realizado varias adaptaciones para televisión.

Es evidente que el musical ha sido un éxito allí donde se ha estrenado, como seguramente lo será la película, que no es raro que guste y conmueva a un buen número de personas, aunque no sea del todo acertada. Un éxito conseguido gracias a las bellas canciones así como al extraordinario soporte literario, el texto de Victor Hugo, de primera calidad, pero también es cierto que el adelgazamiento de dicho texto no deja de ser importante y afecta con fuerza a la trama, por ello, y aunque se disfrute del musical y de la película lo que sí recomendaré es que lean la monumental obra literaria base de todo esto.

viernes, 15 de febrero de 2013

Crítica: LOS MISERABLES (2012) -Parte 1/2-

TOM HOOPER









Resulta un tanto incoherente o directamente injusto, que con tanto  prestigio y tantos premios con los que ha sido valorada esta película, tantas nominaciones a los Oscar, quede fuera de estas últimas su director, Tom Hooper, ganador de la estatuilla en 2010 por “El discurso del rey”. Es injusto e incoherente porque si se ha valorado tan positivamente una apuesta tan personal a nivel de realización lo primero que habría que premiar es la labor del director, ya que esa apuesta es plenamente suya. Da la impresión de que “Los miserables”, en musical, debía estar nominada de entrada el año que alguien decidiera llevarla a la pantalla, lo demás no se entiende. 








El director ha tomado muchos riesgos para poner en escena el famoso musical, para llevarlo al lenguaje cinematográfico, cámara en mano que no para de moverse; primerísimos planos, largos, muy largos; gran angular; uso, irregular, de los escenarios con poder simbólico; actores que cantan en directo... Muchas de estas propuestas, como el manejo de los encuadres y uso de los escenarios con significación, ya se apreciaron de forma excepcional en “El discurso del rey”. El resultado es irregular, pero la personalísima apuesta es mérito de su director. 

No estoy diciendo que Tom Hooper deba estar nominado, no creo que deba estarlo porque su dirección y decisiones tienen tantos aciertos como errores, digo que si la Academia, como en otros tanto sitios, ha valorado tan bien la película, la primera nominación debe ser para el director. Yo no lo hubiera nominado porque no considero a “Los miserables” una de las mejores cintas del año.

Tom Hooper me sigue pareciendo un director muy interesante, creo que sus riesgos por amoldar los elementos de la puesta en escena a sus historias y a la psicología de sus personajes son brillantes, aunque eso conlleve que a veces no salga del todo bien.

Una cinta con muchos aciertos y muchos defectos.

Los miserables”, la novela que Victor Hugo publicó en 1862, pasa por ser una de las obras más conocidas y prestigiosas del siglo XIX, una obra descomunal de auténtico calado, peso y altura. Una obra maestra. La película de Hooper no adapta la novela, esto debe quedar claro, sino que adapta el musical, que a su vez coge como referente la novela.

De entrada es difícil que una obra con el sustento literario de la gigantesca novela de Victor Hugo no tenga interés, ya que una cantidad de temas, reflexiones y personajes enormes la inundan, pero tampoco implica que se haga una buena película. De hecho, casi todas las adaptaciones que se han hecho de la novela han sido bien valoradas, aunque haya de todo.

El conflicto ley y justicia, el sacrificio, la lucha, la revolución, el amor como cura, la religión, la redención, la venganza, la esclavitud, el miedo, la lucha por la igualdad, por la dignidad del hombre… son algunos de los temas que se desarrollan de forma magistral en la obra y de manera más, lógicamente, adelgazada en el musical y esta cinta.


La narración se inicia en 1815, 20 años después de la Revolución francesa. Allí veremos a nuestro protagonista, Jean Valjean, uno de los mejores nombres que se le han puesto a un personaje de novela. La bandera francesa aparecerá deteriorada, enfangada. Una vez lideró la Revolución, pero todo eso parece olvidado. Todo se inicia con un espectacular plano en un muelle con los presos tirando de cuerdas para amarrar barcos. Una escena que se presenta con un extraordinario y espectacular plano flotante. Valjean va a ser liberado, pero siempre tendrá en Javert una amenaza latente. 



Jean Valjean. Hugh Jackman.

19 años en presidio por robar una barra de pan para su sobrino hambriento, 5 por la condena, el resto por intentar escapar. No conoce la gratitud ni el bien, la vida y la injusticia le ha hecho desconfiado, pero un religioso le hará cambiar. Tremendamente fuerte físicamente. Comprobará de primera mano el poder de la gratitud, de la generosidad, de que no todo el mundo es igual, y se acercará a Dios de forma definitiva, se mirará en él para enfrentarse a su vida de forma permanente, verá su cara. Es un superviviente, flexible y adaptable a cualquier lugar, capaz de cambiar y rectificar, de pedir perdón y perdonar.


Lo primero que buscará será venganza. Veremos a su personaje en constantes renacimientos, recomenzando su vida una y otra vez. Así, una vez salga de la cárcel lo veremos enmarcado en una montaña, al amanecer, llena de tumbas con cruces. Elementos del decorado perfectamente integrados con el estado anímico del personaje. Uno de los grandes detalles de la puesta en escena, que ya comentaré.




El constante renacer y recomenzar de Valjean lo asimilan a un ave Fénix. Será otro tras salir de la cárcel, otro tras el acto de generosidad del párroco. Tendrá que volver a reinventarse cuando se descubra su identidad, al huir con Cosette

Vivirá una dura vida de ex presidiario, nadie lo aceptará, salvo un sacerdote en una iglesia, que cambiará su vida. El generoso gesto del religioso, incluso tras sufrir el robo de Valjean, hará que nuestro protagonista se replantee su forma de ser y su forma de proceder, que entregue su vida a Dios y a la bondad. Esta redención y su sentimiento de culpa serán mostrados en una extraordinaria escena, un momento de actor absolutamente sublime, una canción con primeros planos en gran angular y muy sostenidos, larguísimos, rasgo estilístico del director en la película, donde Hugh Jackman deslumbra sobre manera. "Valjean's soliloquy"



Javert. Russell Crowe.

La otra cara de la moneda. Es la responsabilidad, el deber sin matices, la legalidad sin mirar la justicia. Monolítico, plano, rígido, incapaz del cambio y de adaptarse a un cambio en la forma de ver las cosas. En él veremos personificadas grandes reflexiones acerca de la ley y la justicia, donde una abusa de la otra. No es un villano convencional, ni siquiera es un villano, simplemente lleva su obsesión y exceso de celo hasta las últimas consecuencias, de prejuicios imperturbables.


Javert no persigue a Valjean por maldad intrínseca, también apelará a Dios como guía de su causa. No cuestiona el orden establecido del que él es engranaje principal, un peón. Servil y tenaz. Su personaje incita a la siempre interesante reflexión sobre la ley y la justicia. Él es la ley y no cuestiona que sea injusta porque no le cabe en la cabeza que no lo sea, identifica a ambas como la misma cosa, es su error. Su vida es su responsabilidad, intachable en ese sentido, no conoce de grises, las cosas son o blancas o negras, un esquema sencillo que le permite vivir, simplificar las cosas, poder moverse y subsistir en esos tumultuosos tiempos.


Cuando Valjean le perdona la vida, sea generoso sin aparente motivo, Javert quedará anulado. Vacío de contenido. Su persona sólo tenía sentido para hacer cumplir la ley, su deber, cuando la actitud de Valjean trastoca sus esquemas, queda desconcertado, lo normal es que uno huya y otro persiga, que sean rivales, blanco o negro. Valjean le muestra el gris. Su propósito y forma de vida pierden su sentido e, irónicamente, cuando se humaniza no ve sentido a nada, sólo le queda un camino porque no se comprende a sí mismo ni a eso que siente, a eso que le impulsa a dejar escapar a su obsesión. Carece de sentido en sí mismo y no puede aceptarlo ni rectificar, queda desnaturalizado.

Todo esto queda remarcado en dos momentos, las dos canciones que canta desde las alturas. “Stars” y “Javert’s suicide”. El primero en un tejado, donde apelará a Dios para justificar el cumplimiento del deber, seguro de sí mismo y de su propósito, acompañado por un gigante águila en ese tejado y una dirección que recurre a solemnes travellings y acentuados picados y contrapicados para remarcar ese ego y decisión. Esto contrastará con la canción de su suicidio, también desde la altura, al límite, en un puente, símbolo de duda, de transición, una transición, una frontera y un cambio que no es capaz de ejecutar, la duda y la incertidumbre que desembocarán en suicidio.


El duelo entre estos dos personajes es uno de los grandes pilares de la novela, quizá el más interesante. También en la película.

8 años después. 1823.

Las transiciones temporales de Hooper, llevándonos al cielo generalmente para luego situarnos de nuevo, son brillantes, aunque esteticistas.

Aunque Tom Hooper haga predominar los primeros planos sobre cualquier otra cosa, habrá estampas de miseria y podredumbre en lo que es una buena recreación de época, aunque algo kitch en ocasiones. También de sordidez y suciedad, como en la escena de las prostitutas donde Fantine va a vender su pelo, incluso sus muelas, y donde acaba enfangada en ese mundo, siendo una más del gremio… todo por querer mandar dinero a la familia que acoge a su hija, algo imposible una vez la despidieron de su trabajo. Las circunstancias la llevarán a lo más bajo, momento en el que nos deleitará con la escena que posiblemente le dé el Oscar, la canción “I dreamed a dream”, en un solo plano y con la emoción desbordada. El fondo que mostrará Hooper en esta canción con Hathaway en primer plano será abstracto. La desmitificación del amor, los sueños rotos, los anhelos… Bellísima canción.


Subiremos un peldaño, de la esfera más baja a trabajadoras, tejedoras, es la presentación de Fantine, Anne Hathaway. Con una muy buena canción, “At the end of the day”. Esta elipsis temporal nos sorprenderá con un próspero Valjean, alcalde y con vistosas ropas, dueño de un floreciente negocio. En esta escena se tocarán, con superficialidad, como tantos en la cinta, temas como la envidia, el prejuicio, la lascivia… que llevarán al despido de Fantine por el mero hecho de tener una hija.



Valjean y Javert se volverán a encontrar, aunque la situación da un giro de 180 grados, ironías de la vida. Ahora Javert está al servicio de Valjean, pero sigue siendo una presencia inquietante para el protagonista, ya que rompió su libertad condicional, por ello se nos presentará desde un contrapicado en esta escena mirando a Valjean. No lo reconocerá de inicio, pero sospechará al verle levantar un carro a pulso, eco del levantamiento del grueso mástil con la bandera de la primera escena.


Valjean ayudará a todo desfavorecido que vea, su mala conciencia por su dejadez con respecto a Fantine y su despido lo llevará a desvivirse por ayudarla.

El perdón.

En la relación entre Valjean y Javert la generosidad, el perdón, tendrá mucho que ver. De hecho, el perdón es uno de los pilares de la obra. Será el perdón lo que hará cambiar su vida a Valjean, el perdón del eclesiástico que no le denunció. Será el perdón a Javert por su denuncia lo que desembocará en la confesión de su verdadera identidad y le obligue a huir de nuevo del agente de la ley. Será el perdón a Javert, cuando lo tenía a su merced para matarlo y así poder vivir en paz, cuando los revolucionarios lo tenían preso, lo que acabe perturbando y desnaturalizando al personaje que interpreta Russell Crowe. Un perdón que será devuelto cuando Javert no sea capaz de detener a Valjean, por el impacto que le supuso que le dejara escapar con anterioridad.


Valjean confesará su identidad, lo que supondrá la persecución de Javert, incapaz de flexibilidad o piedad alguna. Todo esto ocurre en el momento en el que decide hacerse cargo de la hija de Fantine, Cosette, tras la muerte de la desgraciada mujer. Será su protector. En este nuevo duelo Javert confesará que también proviene de la cárcel, que nació en una. Más vínculos entre ambos, un duelo lleno de matices.

La narración saltará para presentarnos a Cosette, de niña (Isabelle Allen), que cantará sus sueños…y recuerdos. Recuerdos vagos de su madre. Está al cuidado de unos hosteleros ladrones, contrapunto cómico de la narración, que alivia así un poco tanto sufrimiento. Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen interpretan a los hosteleros Madame Thénardier y su marido. La canción dedicada a ellos es la estupenda “Master of the house”.







Las canciones.

La mayoría de las canciones del musical son estupendas, claves del éxito constante de la obra durante muchos años, extendido ahora al cine. En muchas ocasiones las canciones funcionan como sustitutas de la propia narración, algo que cojea a menudo, en cambio cuando desarrollan los sentimientos de los personajes funcionan mucho mejor.

Valjean tendrá un conflicto al saber que va a darle una vida de secretos, ocultaciones y huidas a Cosette, mala correspondencia con la incondicional confianza que la niña deposita en él.

Ahora veo lo que no podía ver”. El amor y la compañía llegan a Jean Valjean.

Las virtudes de una apuesta arriesgada.

Hooper nos deleitó con una puesta en escena de extraordinaria significación en “El discurso del rey”, aquí propone algo parecido aunque cede en demasiadas ocasiones al puro esteticismo. Con todo, su búsqueda de fusionar puesta en escena con lo que ocurre en ella, con la psicología de los personajes en esos momentos y sus situaciones, hacen de este director alguien a tener muy en cuenta, incluso aunque no acierte del todo, como ocurre en esta “Los miserables”. 

Aquí el juego con los decorados vuelve a ser brillante. Las dudas o las rectificaciones, las decisiones duras que deberá tomar el protagonista, serán mostradas siempre en lugares sagrados, ante cruces o como si de una plegaria religiosa, una conversación con Dios, se tratara. Lo veremos en la escena donde se redime al inicio y comienza su carrera de buen samaritano tras el acto de generosidad del párroco. De igual manera lo veremos cuando tenga que decidir si confiesa su verdadera identidad para salvar a un falso culpable. En la escena donde pide que salve a Marius, hacia el final de la película, veremos un ojo, símbolo de Dios, que desenfocado comparte encuadre con su rostro, una escena que acabará con un plano picado, cenital, que subirá hasta las alturas, un bello mensaje lanzado a Dios, que nos muestra varias calles adyacentes de la ciudad. Una escena bien rodada.


Cuando pida a Marius que no diga nada sobre su pasado, y se lo confiese a éste, habrá una cruz en una desnuda pared, presidiendo la conversación. Una escena que se inicia con un plano inclinado.


Cuando Valjean pide a Dios, en el convento, reunirse con él al final de la cinta, otra cruz tendrá una importante presencia en la escena… Dios siempre será su guía.



En la escena donde Valjean se debate entre decir su verdadera identidad o callar para salvarse de manera definitiva, se preguntará quién es, momento en el que su rostro aparecerá algo borroso, forma en la que Hooper muestra esas dudas internas del personaje.

De igual forma Hooper usará planos inclinados para acentuar el estado anímico de personajes, sus conflictos internos, o elementos del escenario nuevamente, como la escalera de caracol donde Valjean descubre el amor de Cosette hacia Marius.


Decorados que descubren el interior de personajes o cómo les hacen sentir los acontecimientos de esa época, que explicitan sus sentimientos, lugares desnudos, míseros o destruidos como el que contiene a Marius cuando canta a sus amigos muertos, los sueños incumplidos, el idealismo derrotado, el fracaso de la revolución… una vez más con largos primeros planos sostenidos en otro gran momento de actor, dedicado en este caso a Eddie Redwayne, que está excelente en la escena.


La apuesta por la cámara al hombro y su continuo movimiento ha sido también muy cuestionada, pero en este caso no veo el problema. Se ha exagerado tremendamente este aspecto ya que Hooper encuadra con tacto y ese movimiento acentúa la tensión y tremendos conflictos de los personajes y las situaciones, pero en ningún caso satura o marea, es bastante estable en todo momento. Esto parece obedecer a que algún lumbreras ha leído alguna entrevista y de repente se ha fijado en dicho rasgo estilístico, con lo que para dárselas de entendido, vete a saber qué, lo ha mencionado para cuestionarlo al no  gustarle la película. Esto sólo puede tener esa explicación, porque entiendo que pueda extrañar la cantidad de primeros planos y el uso del gran angular, así como ciertos excesos en el montaje que sí puede tener, más incómodos que la cámara al hombro, pero que se cuestione este rasgo por mareante cuando el 90 por ciento de los taquillazos e incluso de muchas cintas independientes o movimientos de prestigio lo han usado no una, ni dos, sino 74 veces con más exageración, pronunciamiento y a menudo de forma, esta vez sí, tremendamente mareante, clama al cielo. Lo dicho, parecen haber descubierto algo y echado el anzuelo. La cámara al hombro da dinamismo y transmite la pasión, pulsión y tensión de personajes e historia.



Una de las grandes virtudes de la cinta es que, aunque la fluidez narrativa se resiente, aunque todo resulta episódico, como mencionaré, en set pieces, logra conmover enormemente en no pocas ocasiones, de forma sincera, especialmente cuando Hooper muestra, casi obscenamente con sus primeros planos, los sentimientos de los protagonistas (la redención de Valjean, el desolado canto de Hathaway-Fantine, la muerte de Éponine, su canto al desamor bajo la lluvia…).


Si por algo se recordará a los miserables será por sus interpretaciones, deslumbrantes, todos y cada uno de los miembros del reparto, aunque haya algunos que vuelen a una altura tal que puedan hacer olvidar otros excepcionales trabajos. Russell Crowe está magnífico, aunque no sea el que más brilla, como lo está Eddie Redmayne, pero son Anne Hathaway y Hugh Jackman lo que se han llevado, merecidamente, los mayores elogios y parabienes. Los dos están extraordinarios, Hathaway en sus pocos momentos en pantalla y su interpretación de “I dreamed a dream” y Jackman con una interpretación emocionante, sentida y desnuda, el mejor trabajo de su carrera. Helena Bonham Carter, Sacha Baron Cohen, la modosita y algo más sosa Amanda Seyfried… todos muy bien. Otra apuesta del director, que prefirió actores que cantaran, a pesar de las limitaciones que supondría, y que lo hicieran en directo para dotar de mayor naturalidad a todo, que cantantes que interpretaran. La excepción la tenemos en el extraordinario trabajo de Samantha Barks.

Y la música…