Estilo y estética.
Villeneuve es un maestro
estilista. No es de extrañar que Ridley Scott haya depositado en él su
confianza para la secuela de “Blade runner” (Ridley Scott, 1982), “Blade runner
2049”, ya que en muchos momentos su estilo, tempo narrativo, movimientos de
cámara, búsqueda de una atmósfera y tono en el que atrapar al espectador,
recuerdan al director inglés. También a David Lynch, y es que Villeneuve
también va a adaptar un libro que fue adaptado ya por Lynch, “Dune” (2019).
Es en este trabajo estético donde
Villeneuve se encuentra en su salsa. Es un auténtico maestro de las atmósferas
y el tempo. Mide con precisión matemática los movimientos de cámara fundiéndolos magistralmente con el de los actores, la puesta en escena y la fotografía de
colores fríos. El uso de los azules y los grises, en esa atmósfera densa, casi
claustrofóbica, que nos llevará del campamento a la nave extraterrestre, es
extraordinario.
En varias ocasiones la cámara sale
de la oscuridad de los tejados para encuadrar el escenario, un contexto en
grises, como en la casa de Louise Banks (Amy Adams), una prestigiosa lingüista,
solitaria y aparentemente depresiva. Grises en un interior que contrasta con la
blanquecina claridad del exterior de la vivienda, que apreciamos tras los grandes ventanales que dan a la naturaleza. Y es que los cristales, los
plásticos y las pantallas forman parte esencial de la estética, la textura y la
decoración del film. Los trajes antiradiación naranjas son un profundo
contraste con ese cromatismo apagado del film, que curiosamente escenifican la
impersonalidad de la masa.
Villeneuve tiene el don. Ese que
logra mantenerte pasmado ante la pantalla, creando un increíble suspense,
mientras ves como unas personas miran otra pantalla gris, brumosa, en la
penumbra, donde sólo se intuyen unas figuras insinuantes, unos tentáculos… Una
bruma que irá aclarándose para dejar ver indefinidas formas.
Heptápodos, como pulpos que
escriben con tinta, y sus símbolos circulares en negro en ese fondo gris, son un nuevo elemento intrigante y estético. Muy en la línea del Cthulhu lovecraftiano. Esto por no comentar ese extraño sitio
al que acude Louise en soledad tras ser transportada por una pequeña nave (suponemos que es el interior protegido al que no había podido acceder), con una textura
acuosa y neblinosa fascinante repleta de sombras sugerentes.
Y es que los movimientos de cámara
son una gozada, en ellos radica gran parte de la esencia de esa atmósfera
particular e inquietante que tiene el film, que alcanza la perfección al
fusionarse con la fotografía citada de grises y azulados en especial cadencia.
Movimientos lentos, esos travellings y panorámicas por la desierta universidad,
esa curiosa y tímida cámara que avanza hasta adentrarse en el despacho de
Louise… Dentro del campamento militar también tendremos grandes travellings
sostenidos siguiendo a los personajes mientras se describen esos interiores
entre vacunas e investigaciones.
Es majestuosa la presentación de
la nave, sólo al alcance de un director del talento visual y seguridad como
Villeneuve. Un plano sostenido, largo, aéreo, que nos la muestra en todo su
esplendor según se acerca el helicóptero que transporta a Louise, para luego
mostrar también el campamento con los precavidos militares.
Un maestro jugando con la luz, los
contrastes lumínicos, el expresionismo moderno en suma. Un ejemplo: la
aparición del helicóptero en el sueño de Louise, en perfecto encuadre, con ese
foco que aparece en segundo plano.
Angulaciones imposibles para esa
particular gravedad que tiene la nave, una cámara que encuadra al revés, por
ejemplo. Tiene encuadres muy característicos, como esos en los que deja mucho
aire en un lado del encuadre, dejando al objeto o personaje principal
desencuadrado en apariencia, apartado. También dedica muchos planos a nucas, un
recurso muy de Villeneuve (Adams, Renner, Whitaker…). Y el uso de los desenfocados,
habitual.
Gracias al dominio del encuadre y
la seguridad en los planos, sin cortar con desenfreno, logra un buen suspense
en muchos momentos. Ejemplos son esos hipnóticos planos ante la pantalla gris
con esas insinuantes figuras extraterrestres que van apareciendo, o el momento
con la bomba, donde Villeneuve pasa su cámara distraídamente por el reloj encuadrando
a la vez a los protagonistas y los visitantes en dicha pantalla.
Para redondear la cosa, la música
casi robótica, fría, de Jóhann Jóhannsson, se integra a la perfección con todo
lo anteriormente mencionado.
No se queda sólo ahí, pretende que
las sensaciones también se extrapolen al tacto en alguna ocasión, como en esa
escena donde los protagonistas acarician la nave extraterrestre. Logra además
un magnífico contraste entre la tranquilidad interna en ese campamento y esa
nave y la histeria que se desprende de los informativos con el caos mundial
(Venezuela, Sierra Leona, Reino Unido…).
Villeneuve consigue un tono entre
onírico y ensoñado en su ambición por introducirse en la psique de su protagonista,
hipnotizando con sus sugerentes y poderosas imágenes, aunque su poesía final no
esté tan conseguida porque la supuesta sorpresa no funciona como debería.
No deja bien parados al periodismo
y el ecologismo el bueno de Villeneuve, dos gremios muy apegados al alarmismo
social con cualquier cosa que pasa… o no pasa.
Tiempos.
Como el bueno de Nolan, Villeneuve se adentra en profundos y
complejos vericuetos temporales, pero desde un punto de vista casi antagónico
como planteamiento y concepción.
Logra exponer la idea del tiempo como dimensión física con
una claridad excepcional desde una sencillez pasmosa, al contrario
del barroquismo retorcido de la propuesta de Nolan. Bien es cierto que
Villeneuve se agarra más a lo poético, incluso ingenuo en ocasiones, sin
enfatizar la teoría científica, pero la tesis queda escenifica con plena
claridad, algo que Nolan no lograba del todo.
Ian explicará que la forma de comunicación extraterrestre, con logogramas, carece de tiempo, su lengua escrita no va hacia
delante o hacia atrás, lo que redunda en la idea que luego se irá descubriendo.
Villeneuve va definiendo un diálogo entre el presente y esos
viajes al pasado/futuro, donde podemos encontrar un buen número de claves y
pistas. Como ese dibujo que hace la niña con dos figuras humanas (su madre y su padre) y un canario, como el que llevan a la nave al estilo minero, o esa
figura de plastilina simulando uno de los heptápodos aliens… Lo mismo ocurre
con ese caballo desenfocado junto a una niña (la hija de Louise), la oruga con
la que juguetea ésta, el palo en el agua… objetos que se asemejan a las patas
tentaculares de los extraterrestres.
La figura circular resulta simbólica con respecto a esta
idea. Se insinúa con las primeras frases de la película en esa confusión sobre
los inicios y los finales, los nacimientos y las pérdidas, el ciclo continuo.
Lo mismo ocurre con ese juego entre pasado y futuro, confundidos en la
narración, donde todo parece regresar, en flashbacks y flashforwards… Quedará
simbolizado con las figuras comunicativas escritas por los alienígenas, todas
circulares, y un plano de una de ellas contorneando la cabeza de Louise.
En esa línea va el nombre de la hija de Louise, Hannah, un
palíndromo, un nombre que se lee igual de derecha a izquierda que de izquierda
a derecha. Circular, cerrado… El número 18 también se significativo, dos
gestaciones humanas. Cada 18 horas se abre una puerta en la base de la nave.
Louise verá el futuro que acontecerá 18 meses después, en su entrevista con el general
chino.
Incluso hay planos que se repiten, dando sensación de
estructura circular, como ese que desciende del techo de la casa de Louise al
inicio, que también vemos en la parte final.
Es un aspecto interesante narrativamente que ese
pasado/futuro vaya filtrándose cada vez más a menudo en la historia, en la mente
de Louise, teniendo más presencia en la película conforme avanzamos, en
progresiva coherencia. Imágenes semi oníricas, idealizadas, muy estéticas, que
contrastan con las de la historia central. Hay incluso reminiscencias auditivas. La hija
constantemente, el padre ausente, las enseñanzas… Esto creeremos parte del
pasado, pero no será así.
Se ha cuestionado cierto aspecto de la trama por poco
riguroso. Al verse flashbacks desde el inicio, algunos han interpretado que
Louise contaba con el don antes de la llegada de los alienígenas, no después,
como parece explicitarse en la película (ese contacto a través del cristal que lleva a Louise a más visiones de su hija e inspirándola para escribir su primera
palabra en la lengua extraterrestre), como un don de estos a la lingüista, pero
en un análisis más sosegado debe insistirse en que no hay error, ya que todo el
film está contado como un flashback desde la primera voz over, por lo que no existe tal error. Juego coherente con lo explicado con anterioridad.
Es cierto que crean confusión las reacciones de la
protagonista en montaje paralelo con esos aparentes flashbacks antes del
contacto que la dotaría de tal poder, con lo que la trampa bordea con la
manipulación lícita. La cuestión estriba en si la confusión procede del uso
incoherente de los recursos narrativos con malas artes por parte del director
con la intención de engañarnos, guiarnos hacia un determinado punto únicamente
a nosotros, los espectadores, haciendo tambalearse la coherencia de la narración,
o si por el contrario se trata de una transgresión de las estructuras narrativas
convencionales a las que estamos acostumbrados y que al cambiarlas nos pillan
con el pie cambiado. Si es la segunda podría haber manipulación, pero lícita;
si es la primera la película es tramposa, por tanto un grave defecto.
Resulta algo tramposa o manipuladora, porque el lenguaje
corporal, el comportamiento de la protagonista, siempre van encaminados a
hacernos pensar que perdió a esa niña, no que va a perderla, que busca en
esos visitantes recuperar lo que perdió, como si fueran hijos suyos a los que
debe enseñar, cuando no es así.
Y no lo hace simplificando ideas, sino que además añade un
juego metacinematográfico, usando el lenguaje cinematográfico como apoyo a su
explicación, convirtiendo los supuestos flashbacks en flashforwards. Ahí
estriba la complejidad o posible elemento de desconcierto para el espectador,
pero que Villeneuve expone con solvencia para que todo el mundo pueda
entenderlo. El problema lo tenemos en que esa solución en ocasiones parece
incoherente, tramposa.
“¿Cómo es esa frase?” “Si es de ciencia llama a tu padre”. “Un
juego de suma cero”.
“Había olvidado cuánto me gusta que me abraces”.
Extraña lo mucho que saben los militares del funcionamiento
de los aliens y la nave en un principio, para lo poco que avanzan luego si no
es por Louise…
No funcionan del todo bien, o no funcionan en absoluto, esas
escenas que parecen ajenas al relato y la narración, con varios soldados, unos hablando con sus familias, otros oyendo la televisión, todo para justificar el
repentino atentado a la nave visitante… Todo para ese ataque que alejará a las
naves circunstancialmente y precipitará acontecimientos bélicos. Se supone que
en el último momento los aliens protegen a sus amigos Louise e Ian,
descubriendo su carácter pacífico. Un futuro que suponemos conocían...
También resulta absurdo que se nos oculte forzadamente el
rostro de Ian como marido de Louise, ya que la película se hace tremendamente
previsible desde la mitad del metraje y resulta imposible que, tras la
conversación con su hija sobre la ausencia del padre y una enfermedad rara, alguien no caiga en ello… Se intuye, por tanto, una pretendida sorpresa que no
funciona, un artificio entre tramposo y manipulador baldío y vano.
Desde la sencillez, Villeneuve ha logrado lo que no pudo
Nolan con su opera estelar, aunque no significa que una sea mejor que otra, ya
que “Interstellar” (2014), con sus defectos, también es una estupenda cinta, y mucho más entretenida.
Una película pura de autor perfectamente fusionada con el
espectáculo de Hollywood, que huye del tópico y parece más compleja de lo que
en realidad es una vez descubierta su particularidad.
Una película desoladora que logra no transmitir esa
sensación, lo que es un acierto del director, a pesar de lindar con la
ingenuidad. Desgraciadamente, no logra la emoción y el desgarro porque el giro
supuestamente sorprendente no lo es, lo que amortigua su impacto. Además, esa
parte final resulta en exceso reiterativa, sumado a la idea de cierta
manipulación o trampa.
Adaptación del relato de Ted Chiang, “La historia de tu vida”.
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