Nunca fuiste especialmente guapa, debes reconocerlo. En ese
tema es evidente que saliste ganando tú, no puedes negarlo. Menudo morenazo
atlético te llevaste.
Lo que me enamoró de ti no fue tu belleza, no podía serlo,
esto es así. Fue tu picardía, tu decisión… y esos magníficos pechos. Me sigue
asombrando que con los años se hayan mantenido tan firmes y turgentes, es una
de esas cosas que he disfrutado sobre manera en nuestra relación. ¡Ay, tus
pechos!
Lamentablemente lo que no se mantuvo de la misma forma desde
que te conocí es tu carácter. ¡Hija mía! ¡Con lo simpática que eras al
principio y lo quejica que te has ido volviendo con los años! Todo el día
refunfuñando, incluso empezaste a soltar tacos, tú, a la que sólo le faltaba
santiguarse cuando escuchaba uno…
Ya. Supongo que tengo mucha culpa en eso. Sé que no soy
fácil. Seguramente nunca fui lo que esperabas cuando te engañé para que compartieras
la vida conmigo hace 60 años, soy consciente de mis defectos. Muchas veces me
he preguntado por qué has seguido conmigo todo este tiempo, pero puedo sentirme
afortunado. También es verdad que no te lo dije porque uno tiene su orgullo, y
no es plan reconocer según qué cosas.
He sido egoísta, lo único que me ha preocupado eran mis
inquietudes y necesidades y he mirado poco por las tuyas... Vale, no miré nada
por ellas... He sido poco detallista, creo que nunca me acordé de un cumpleaños
ni un aniversario ni un día de San Valentín. No he sido muy dado a decir
palabras cariñosas, me sentía violento sólo al pensarlas. ¡Joder! Se da por
hecho que te quiero, ¡se tiene que notar! ¡Esas cosas se notan, digo yo! Tampoco me interesé por tus
inquietudes, que me fascinaban cuando te conocí, pero que luego aparqué en un segundo
plano para poner las mías como corona de nuestro matrimonio.
Todo eso es cierto: mis silencios, mis contestaciones con
mugidos, mis ausencias para dedicarme a mis hobbies, mi prepotencia... Te hacía
daño, te cambiaron en cierta medida… Que prefiriera ir con los amigotes antes
que a una cena romántica contigo y algunos otros detallitos de estos sin
importancia son cosas que podía haber evitado sin esfuerzo.
Pero tú no te libras. No, no. Tú también tienes lo tuyo, no
vayas de santa… Siempre has sido pasiva y autoritaria, debiste ser militar o
algo así... Eres muy fría. El tema del sexo no es de tus favoritos, cosa que para
un semental como yo… Bueno, quizá no era un gran semental, pero no te hubiera
costado nada poner un poco de tu parte en todo este tiempo… digo yo… ¡Es que
ese tema sí que es de mis favoritos!
Convertiste en afición eso de criticarme y eres insufriblemente
insegura y desconfiada. Chillas mucho, esa voz estridente que me taladra aún
los oídos. No, querida, no te dotó Dios de una voz melodiosa. Menos mal que
pasados treinta segundos de chillidos desconecto, dejo de escuchar, porque si
no la cosa resultaría insoportable. No digo que no lo merezca a veces, pero a
todas luces la frecuencia y la intensidad son desmesuradas. Vamos, que los dos
tenemos lo nuestro. Sí, también pensé alguna vez qué coño hacía
contigo… No, querida, no has sido un regalito…
Lo que no puedes negar es que siempre te he hecho reír y que
he sido un buen padre de familia, al menos he creído serlo, que siempre hubo
complicidad, que nos dimos cariño, cada uno a su manera, y que nos hemos
entendido con solo mirarnos.
¡Ay, querida! Nos hacemos muy vulnerables cuando nos hacemos
viejos, pero también más conscientes de lo importante. Quizá el temor a la
soledad nos hace más sabios, sabedores de que necesitamos todo aquello que dábamos
por seguro y que estaría siempre allí esperándonos, de todo aquello que de
verdad queremos conservar. No es mala enseñanza para un gañán como yo, que la
acabo de aprender tras ochenta y un años de vida…
Ha habido de todo, pero llegamos al final del camino, que
tiene mucho más mérito del que la mayoría le da, porque cada vez menos lo
consiguen. Ha sido una gran victoria, quizá la única de mi vida, porque aquí
estoy, acudiendo a tu lápida todos los días para contarte todo aquello que
callaba, para lamentar no escuchar lo que opinas y te gustaría, sin faltar nunca a un cumpleaños, San Valentín o aniversario desde que te fuiste, con
regalos, esas flores que nunca te traía… Y aquí estoy, haciendo esto porque, en
definitiva, lo nuestro, indiscutiblemente, fue eso que llaman amor.
Sin palabras.
ResponderEliminarSegún he ido leyendo me parecía una historia con distinto final..... Y el final escrito...No me lo esperaba.
Cuánto me alegra eso, Merce! Besos!
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