Mereció ser el séptimo Nobel de la literatura española. Lamentablemente, a pesar de ser indiscutible candidato, nunca se lo
concedieron.
Miguel Delibes ha sido uno de los grandes de nuestras
letras, posiblemente el más grande de la historia reciente junto a Cela y, una
vez obtenida la nacionalidad en 1993, Vargas Llosa. Pocos premios le quedaron
por lograr, y aunque no consiguiera el Nobel, su categoría está muy por encima
de tal reconocimiento.
“El camino” es la tercera obra de este magistral autor, una
novela a la que tiene especial cariño y que según él mismo supuso un punto de
inflexión en su estilo, además de definir con claridad todos los conceptos y las constantes de su universo con maestría. Delibes ejecuta el estilo indirecto libre magistralmente ya en esta obra que nos ocupa. Su lenguaje sincero,
auténtico, desnudo y preciso, lo definen.
Él mismo decía: “En El Camino me despojé por primera vez de
lo postizo y salí a cuerpo limpio”.
Aunque indefinido, el pueblo que se nos retrata se supone
situado en Castilla, (aunque posiblemente inspirado en Molledo, en Cantabria,
localidad que nombró hijo adoptivo a Delibes en 2009, y donde paso muchísimos veranos. Es donde nació y murió su padre). Allí viviremos las aventuras de un
joven, Daniel “El Mochuelo”, a través de sus recuerdos en su pueblo la noche
antes de irse a estudiar a la ciudad.
La prosa de Delibes es tan sencilla como adictiva, te va
envolviendo de tal forma que al poco de comenzar sus relatos estás
completamente ensimismado, fascinado por lo que cuenta o expresa, como invadido
por una bruma de placer, arropado por una cálida manta de letras, sea cual sea
el tema…
Como bien sabéis, la mirada infantil siempre me fascina, las
historias bajo su punto de vista siempre adquieren un sabor especial por esa
ausencia de cinismo, esa pureza e incluso ingenuidad, que permite depurar,
verlo todo con más claridad. A ello apuesta Delibes con “El Camino” y su
personaje Daniel “El Mochuelo”.
“El camino” es a la vez un viaje iniciático y crepuscular,
una historia de descubrimiento y a la vez sobre el fin de una etapa, la
infancia. La amistad, las travesuras y aventuras, la mezquindad adulta, el amor
y el sexo, la muerte… van siendo descubiertas y expuestas en la rutina feliz y
diaria de Daniel en su pueblo.
El descubrimiento y el amor por la naturaleza, la caza, las
plantas y los animales, no sólo son temas básicos de la obra de Delibes, es que
sentía verdadera pasión por ellos. La amistad de Daniel con Germán ”El Tiñoso”
y Roque “El Moñigo” es la forma ideal de tratar todos esos temas, además del de
la propia amistad, también clave en la novela.
La naturaleza, la caza, los animales, las plantas, son el
vínculo que usa Delibes para desarrollar las relaciones en la novela,
especialmente entre los amigos, pero también se sirve de esa amistad para ir
retratando la vida cotidiana y costumbrista en el pueblo. En la naturaleza será
donde los amigos descubrirán los secretos de la vida, el sexo, el nacimiento,
la muerte…
El retrato rural, siempre preciso y sin efectismos, es otra de las constantes de la obra de Delibes, tanto que dan ganas de visitar los
lugares que retrata, de vivir esas experiencias que en la vorágine urbanita
parecen olvidadas. Delibes logra imbuir de vida a sus entornos y personajes,
hace que estalle haciendo de lo rural el contenedor de la mejor experiencia
vital. Los trabajos clásicos (taberneros, el zapatero, el herrero, el cura, el
padre de Daniel es quesero…), las beatas, los prejuicios y cotilleos, el
machismo, la pulsión erótica que los niños aún no aciertan a descifrar… Pura
vida, puro descubrimiento, puro ambiente rural…
La muerte es otro tema vertebral de la novela. Habrá varias
muertes de distinto tipo, suicidios, enfermedades, accidentes, que ayudarán a
Daniel “El Mochuelo” a comprenderla mejor.
En la idea del viaje a la ciudad para estudiar, como su
padre quiere que haga, hay un evidente tono nostálgico. Es el fin de una época,
lo que convierte ese retrato iniciático de recuerdos, en uno crepuscular, ya
que Daniel no quiere irse y Delibes se hace cómplice de él. Hay algo
reivindicador en la mirada rural de Delibes, reivindicador de lo humano y el
individualismo, de las raíces. Se contrasta ese mundo rural con el urbano que
amenaza con exterminarlo. Se desnuda así una reflexión nostálgica, el recuerdo
feliz.
Una exquisita novela costumbrista, tan entrañable como poco
complaciente, que escenifica sin un orden determinado los recuerdos de un niño,
de tantos que fueron. Una obra que deberíais leer para empezar a conocer a uno
de los grandes de nuestras letras.
Ole!!!
ResponderEliminar:-)
Bss
Jejeje. Besos, Reina
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