El mundo de “Topkapi” es falso, pura apariencia, como
corresponde a un grupo de ladrones que pretenden camuflarse para robar. En ese
microcosmos todo parece tener algo oculto, un disfraz, una segunda intención.
La misma Elizabeth lo verbalizará al inicio de la película: “Estoy empezando a
dudar de si aquí hay algo verdadero”.
Uno de los rasgos más distintivos del cine de Dassin es su
agilidad, una agilidad que procede de su realización, con un magnífico manejo
de la puesta en escena, los movimientos de los personajes dentro de los
encuadres, incluso en planos muy largos. Aquí además se añade el montaje,
también muy dinámico, por ejemplo enseñándonos estampas de Estambul, pero no
sólo como transiciones, sino dentro de la narración.
-El coche que le encargan llevar a Simpson, en realidad
esconde un arsenal de armas bajo su carrocería y cualquier departamento. Le
creerán un terrorista.
-En la casa de Cedric Page, el aficionado a los juguetes y
los gadgets, no habrá casi nada real, todo será artificial, mecánico, en honor
a su hobby.
-Las distracciones serán un truco muy socorrido para la banda
de ladrones, desviando con ellas la atención de sus verdaderos propósitos. Unas veces
para deshacerse de la vigilancia de la policía (la lucha libre), otras para
quitar guardias de seguridad de en medio y facilitar la huida (la cotorra
grabadora)…
Americanos, ingleses, rusos, turcos, egipcios… una
mezcolanza de nacionalidades.
“Es lo que más me gusta de los suizos, vuestro
apasionamiento”.
Un clímax notable.
La segunda parte de la película se centrará en la corrección
y variación del plan inicial. Preparativos, reflexiones e ilusión, escenificada
con la besucona Elizabeth. Una excursión a un espectáculo de lucha libre
con imaginería homoerótica para satisfacción de Elizabeth y utilizada como
forma de distracción para la policía que los sigue. Cuerpos musculosos de
hombres desnudos llenos de aceite luchando unos con otros y fascinando a todos…
El robo, objetivo vertebral de la película, no parece
extraordinariamente complicado, no se aprecia una excesiva dificultad ni acaban
de encontrar grandes impedimentos. Quizá a esta película le han perjudicado los
nuevos y numerosos títulos cada vez más sofisticados y dependientes de la
tecnología, por lo que ésta, mucho más artesanal, ahora casi resulta ingenua.
Con todo, tiene más sabor que otras muchas, en apariencia complicadas.
Las dificultades las encontrarán en los vértigos de Simpson,
que les hará variar los planes, adelantando la ejecución del robo, haciéndolo a
pleno día. Las vidrieras de colores de los recintos están acorde con la
estética colorista y chillona del film.
Grandes planos generales desde las azoteas y típicos tejados
turcos por donde pasean los personajes. Gran manejo de los ángulos desde las alturas, picados, creando
estupendos momentos de suspense con segundos planos y la profundidad de foco
incluso.
La relación entre Elizabeth y el tal Joseph, el compinche de
la feria, es ambigua y extraña, subrayada con extraños gestos que se dedican.
Joseph está interpretado por Joe Dassin, hijo del director y conocido cantante
francés (y estadounidense, ya que nació allí) del que tengo grandes recuerdos
de infancia… pero eso es otra historia.
La escena del robo en sí es una virguería, de encomiable
virtuosismo técnico. Una puesta en escena, una planificación, una manera de
poner la cámara con absoluta precisión y un montaje antológico que facturan un
clímax sublime y que por lógica debía ser imitado.
Perfectos encuadres y suspense para cada maniobra. Las
ventosas, el corte de la reja por parte del equilibrista para adentrarse en el
museo, el juego con la manipulación del foco, donde Elizabeth volverá a
distraer para que Page manipule las ruedas... Las palabras justas. Un uso
perfecto del plano general para que se aprecie todo con precisión, reduciendo
el encuadre a detalles cuando es estrictamente necesario. Y vemos las más
complicadas acciones sin cortes y sin efectos digitales. Ojalá aprendieran
ahora a usar tan bien el plano general… Una entrada que bien recuerda al inicio
de “La trampa” (Jon Amiel, 1999), como comenté.
Picados, contrapicados, angulaciones precisas y funcionales
de todo tipo para que se vea la escena en todo su esplendor, ausencia de
música... Poleas y un descenso que recuerda totalmente a “Misión imposible”
(Brian De Palma, 1996), que seguro se inspiró en ésta. Hay algún pequeño truco
(ese caída del equilibrista cuando se había puesto horizontal, pero que cae en
vertical al cogerlo Simpson a pulso en solitario) o elipsis oportuna (cuando el
equilibrista vuelve a separar la reja en su huida) que evitan algún posible
momento conflictivo, pero el resultado general es espléndido.
-Simpson: No puedo perderlo puesto que nunca lo he tenido.
Una dirección y un montaje antológicos. Como sólo el cine
clásico logra.
“Sí, señor Simpson, me lo ha dicho un pajarito”.
Con todo, no perderán la moral y tras su estancia en la
cárcel, en el simpático epílogo, se dispondrán a intentar el robo de las joyas
de los Romanov en el Kremlin, nada menos.
Con la divertida música de Manos Hadjidakis, que marca a la
perfección el espíritu lúdico de la propuesta, concluye esta película chillona
y de estética desfasada, pero muy entretenida. Una buena película y un buen
trabajo de Jules Dassin.
Pues sigo diciendo q Melina da miedo. Parece una psicópata lasciva de las q coyuntan y luego matan como una mantis!!! Jajaja
ResponderEliminarGenial análisis ygran apoyo gráfico.
Gracias por tutrabajo!!
Bss
Jajajaja es que muy posiblemente sea así esa mujer!!!
EliminarGracias a ti, Reina!