“Matrix” (hermanas Wachowski, 1999) es, sin lugar a dudas, una de las películas más
influyentes, si no la que más de las últimas décadas, a nivel general, pero
sobre todo en el género de la ciencia ficción. Una influencia básica, bastante
superficial, incluso exprés, basada primordialmente en la estética. Así, la
saga “Matrix”, aunque debo centrarme en la primera en realidad, ya que el resto
sigue su senda de forma mediocre, fue saqueada a conciencia en los años
posteriores con infinidad de títulos que imitaban y usaban su estética y uso de
los efectos especiales, con el efecto bala y las cámaras lentas, sin ir más
allá ni interesarse mucho en los conceptos que se desarrollaba.
“Equilibrium” se inserta en ese grupo de películas que
tienen una evidente influencia de la de las hermanas Wachowski, pero
más allá de ciertos aspectos visuales, es una influencia, sobre todo,
conceptual, es decir, “Equilibrium” es una digna alumna o hijastra de la
película nodriza que es "Matrix", que a su vez le debe la vida a cintas como
“Blade Runner” (Ridley Scott, 1982).
“Equilibrium” es una película interesante por sí misma, y aunque tiene múltiples referencias y conceptos vistos muchas veces en la ciencia ficción y sus clásicos, son aspectos que no desvirtúan la propuesta, atractiva e inteligente. Una nueva distopía totalitaria, donde el gobierno, tras la 3ª Guerra Mundial, pretende anular de forma química toda capacidad para sentir, ya que lo considera la principal causa de todos los males de la humanidad, lo que provoca la violencia, la muerte, las guerras... Así se lograrían evitar todos esos males y toda esa destrucción, creando un mundo uniforme y controlado. Por supuesto, esa cesión de derechos, obligada en toda dictadura, no será fácil ni sumisa en todos lados, y para solucionarlo el gobierno tiene diversos métodos de control: la química, con una droga llamada “Prozium”, y la policial, con un cuerpo especializado liderados por los llamados “Clérigos”, poseedores de unas habilidades especiales, que se encargan de sofocar cualquier atisbo o intento de rebelión, oposición a las reglas o signo de sensibilidad. Una lucha que se centra en los sectores exteriores al centro neurálgico de dicha ciudad, ya que las ciudades están divididas en estratos. No son gratuitas las imágenes de Stalin o Sadam Husein, como ejemplos de asesinos dictatoriales.
En esta descripción del planteamiento de la película y la ciudad que nos muestra, se aprecian evidentes postulados platónicos, muy típicos en este tipo de distopías totalitarias y de ciencia ficción. La cesión de derechos, el sometimiento a cambio de paz, de tranquilidad, de seguridad, es la clave de las dictaduras. Libria, así se llama esa nueva metrópolis con ese nuevo orden social donde se pretende evitar la ira, el odio, la furia, la guerra o la venida de nuevos Hitlers eliminando toda emoción. Todo al mando de un líder, al que sólo vemos en videos lanzando su panfleto de manera continua, un eterno discurso al estilo de los Fidel Castro o los Hugo Chávez. Un mundo totalitario donde la delación es premiada, es uno de los pilares básicos para conservar el orden y el control. Los eufemismos con los que se engaña, con los que se pretende dar apariencia de libertad, de sistema organizado y que respeta al individuo y sus derechos, están muy bien mostrados. Tanto Partridge como el personaje que interpreta Emily Watson se ríen de las seguridades legales que menciona Preston, incluso le matizarán cuando hable de “procesos”, que en realidad son “ejecuciones”. La idea de un “proceso” es dar apariencia de legitimidad. Es un error táctico del sistema prescindir de ellos finalmente, una vez creen que tienen el control absoluto, ya que puede llevar a rebeliones, aunque una vez el sometimiento es extremo reduce burocracias, bien es cierto…
“Hemos querido superar la individualidad y reemplazarla por
la conformidad, reemplazarla por la uniformidad, por unidad”.
Se pretenden vidas idénticas, el orden, la idea de comunidad
que anule a la individualidad, completamente integrada con los totalitarismos
comunistas o socialistas. Un buen ejemplo está en la escena donde Bale tiene
que explicar por qué reorganiza su escritorio, el "desorden" sobre lo establecido
habitualmente en él. Hay un toque nazi en el símbolo de Libria.
-Brandt (Taye Diggs): ¿No le gustaba como estaba antes?
-Preston: No es cuestión de gusto, sólo intento optimizarlo.
“No es el mensaje lo que importa, sino nuestra obediencia a
él. La voluntad del padre… llámelo fe". “No es decisión del consejo, es decisión
del Padre. Y él es la ley”.
Muchos aspectos levantan interesantes reflexiones, como la
idea de la renuncia a la propia esencia, a la propia naturaleza, a la propia
humanidad para la supervivencia de la misma, para nuestra propia supervivencia.
Renunciar a ser nosotros mismos para sobrevivir.
Nuestro protagonista, el Clérigo John Preston (Christian
Bale), será presentado con su silueta haciendo ejercicios y luego de espaldas,
junto a su compañero, Partridge (Sean Bean), antes de la primera exhibición de
sus habilidades. Lo flipáis con el Clérigo, se coloca rodeado de gente
dispuesta a matarle y muy armados, pero no tienen narices de alcanzarle ni una
sola vez. Rapidez e intuición, geometría, una flipada como otra cualquiera,
pero así es. Una escena muy expresionista, a oscuras, sólo iluminada por los
fogonazos de las armas al dispararse.
Sentido y sensibilidad.
Uno de los grandes detalles de la cinta está en su look,
perfectamente coherente con ese mundo homogéneo, uniforme, ordenado,
controlado, donde todo sentimiento está prohibido. Tonos oscuros, blancos,
neutros, casi una cinta en blanco y negro. El vestuario de los policías y los
Clérigos será negro, los entornos neutros, blancos, asépticos, un mundo
anodino, triste, que contrastará muy bien con otros decorados que aparecerán de
forma ocasional, donde vive gente que no renuncia a su sensibilidad y sus
sentimientos. Incluso en la intimidad los vestuarios serán neutros (camisetas
negras, uniformes), y los decorados minimalistas. El coche de Preston será de
blanco madridista al completo, neutro.
Un primer ejemplo de esos decorados que contrastan con la
neutralidad general por su colorido y calidez lo tenemos en la habitación
oculta en la casa de Emily Watson. Un primer plano de Bale con Watson al fondo
en la modesta y cálida habitación oculta y artística, colorida, que contrasta
con todo lo anteriormente visto y con los uniformes de los agentes y Clérigos. Una habitación llena de sentimiento y completamente inofensiva.
Posteriormente, cuando Preston descubre la relación de
Partridge con el personaje de Emily Watson, tendremos una escena de
planteamiento similar, primeros planos de ambos actores, Bale y Watson, dándose
la espalda con el otro al fondo y a un lado del encuadre. Uno de negro, la otra de blanco. Antagonismo.
Un segundo ejemplo lo tenemos en el recinto del tiroteo
contra un grupo que atentó contra una fábrica de Prozium. Otra habitación cálida
y llena de obras artísticas de todo tipo que serán un deleite y una orgía para
los sentidos de Preston.
La curiosidad, sumada a los sentidos y el arte, son aspectos
desarrollados y elementos imprescindibles como definición de la humanidad. El
ansia por saber más, la ambición. De hecho, la curiosidad será el germen, la
semilla, el nacimiento del nuevo Bale, de su transformación.
El Prozium trata de impedir todo esto, es el opio del pueblo
visto como algo positivo. Prozium, que se parece sospechosamente al Prozac.
La dirección de Kurt Wimmer es brillante en muchos aspectos,
con una puesta en escena y unos detalles muy cuidados. El juego que logra con
los sentidos, siempre vinculados al protagonista, es ejemplar en su evolución. La vista, el oído, el tacto,
el olfato… Todo ello también se vinculará al arte,
la manifestación total de sensibilidad, la exposición de sentimientos, algo
prohibido por el sistema, y que va llamando a nuestro protagonista, y no sólo a
él.
El tacto, una mano acercándose a la ventana ante un amanecer
lluvioso, la mirada ante el bello espectáculo. El vehículo de los
sentimientos, los sentidos, perfectamente retratado por Wimmer. En la escena
donde Bale pasea por el interior del recinto, observará el deambular
zombificado de todos aquellos que le rodean y no podrá contener sus ansias de
sentir, de nuevo mediante el tacto, por lo que se quitará un guante para que el frío acero de las barandillas roce su mano. De nuevo el tacto.
La mano de Preston pasando por los objetos encontrados en la
habitación que ocultaba la banda que atentó contra la fábrica de Prozium. Entre
esos objetos el libro de “Mamá Ganso” que popularizó Perrault.
El oído. Cuando Preston se sienta a oír a Beethoven en esa
misma habitación. La vista, con el ojo de Preston encuadrado ante el objeto
parisino decorativo y encadenado con el altavoz que empezará a susurrar música... El llanto incontenible ante tanta sensibilidad… Preston recorriendo el camino
que antes hizo su compañero Partridge. En una bonita escena a solas con el
cadáver, Preston le pedirá perdón y examinará los recuerdos y fotos del
difunto, que lo vinculan con el personaje de Emily Watson. La foto que revela
la relación de Partridge con Mary O’Brien (Emily Watson), tiene al dorso
escrito “Libertad”, lo que la hace especialmente simbólica.
No podía faltar el olfato, cuando le vemos emocionarse al
oler algunas de las evidencias y objetos del personaje de Emily Watson, que
también toca con delectación. Una cinta roja, llena de color y olor, será un
fetiche para Preston, un objeto para recordar a Watson.
Hay detalles excelentes, por ejemplo el distinto tono de una
contestación que acaba delatando a Partridge, lo que desembocará en su
asesinato a manos del propio Preston. La muerte de Partridge tiene algo de
simbólico, con ese disparo a través del libro de Yeats y en una iglesia
derruida. Los versos que recita Partridge ante Preston, acabarán marcando la
evolución del protagonista.
La música es importante, ahí tendremos los réquiems que
suenan en momentos perfectamente fijados. Del mismo modo la literatura, con
esos poemas de Yeats que lee Partridge y que serán un leit motiv de la
película. La literatura será la forma en que se desbloqueará de su asepsia el
personaje de Sean Bean. Bale lo hará con un cúmulo de cosas, sentidos, arte… La
literatura, que incrimina a Partbridge, con la mirada como sentido básico.
Wimmer recurre en muchas ocasiones a fundidos en negro para pasar
a la escena siguiente, lo que en el abuso provoca cierta sensación de
parsimonia, lentitud, morosidad. Un ejemplo llamativo lo tenemos en el
fusilamiento a varios rebeldes, donde la pantalla irá a negro en el cuerpo de
Bale. También usa el picado y el contrapicado de manera habitual para
escenificar el dominio o la sumisión.
Interesante!!
ResponderEliminarMe gustan Bale y Bean.
No crees q un referente tb es 1982 de Orwell? El prozium de aquí sería el soma…
Espero la siguiente…
Bss
Exactamente, de hecho se cita en la siguiente parte del análisis, entre otras. Es 1984, eso sí jeje
EliminarJajajaja!!!! Perdooooonnnn!!!
Eliminar;-P