Las referencias a clásicos de la ciencia ficción, más allá
de “Matrix” (hermanas Wachowski, 1999), “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982) o
“Metropolis” (Fritz Lang, 1927), son numerosas, por ejemplo en esa quema de
libros y cuadros, de obras de arte, como la Mona Lisa, La Gioconda, que nos
remiten a cualquier sistema totalitario y tienen un evidente toque a “451
Fahrenheit”, la obra maestra de la ciencia ficción de Ray Bradbury. El uso de
la droga anestesiante, como en “Un mundo feliz” (Aldous Huxley), otra
influencia evidente de la película (Soma en la novela de Huxley, Prozium aquí).
El estado opresor y el sometimiento de “1984” (George Orwell) aparece
claramente en los postulados del film, otra referencia literaria
imprescindible. El polígrafo usado para confirmar la humanidad nos remite claramente a “Blade Runner” y el voigh-kampff, con la misma utilidad pero
valorando sus resultados de forma opuesta, aquí el que demuestra humanidad es
condenado.
Hay una interesante reflexión de uno de los personajes,
Brandt, acerca de su trabajo quemando cosas:
“¿Sabe, Preston? Si seguimos quemando el contrabando, al final
no quedará nada que quemar… ¿Qué será entonces de los hombres como nosotros?”
La mitología de “Equilibrium” está bien definida y es rica,
aunque en general bastante manida. Un líder intelectual, que en realidad es
como un “Mago de Oz”; una división social; los mecanismos de control del
estado, con la droga Prozium para eliminar la propia naturaleza y los
sentimientos así como evitar la depresión, y la policía liderada por los Clérigos; las luchas contra los rebeldes; los entrenamientos de los Clérigos; los
interrogatorios y el extermino al rebelde o sensible; la delación como una de
las columnas vertebrales de la sociedad... Fuera de “Libria”, del centro
neurálgico de la ciudad, se extiende un agujero de sentimientos y
sensibilidades arrebatadas, de desorden, llamado "El Abismo", que los Clérigos
deben controlar, someter, extirpar. El arte es la mayor expresión del pecado,
por lo que toda obra artística: discos, cuadros, libros… debe ser eliminada.
Una mitología bien cuidada.
Las enseñanzas y entrenamientos de los Clérigos, que son convertidos
en auténticos robots, relojes, incluso en sus geométricos movimientos, expertos
en el arte de la guerra y la pistola, son algunos de los aspectos más llamativos de
la mitología de la película.
Gran evolución.
La evolución del protagonista es uno de los aspectos mejor llevados desde el guión. Desarrollada con pausa y profundidad vamos observando sus pequeños y sutiles avances hacia la recuperación de su humanidad de una manera realmente brillante. John Preston (Christian Bale) es un ser robótico, el mejor de los Clérigos, alguien sin escrúpulos ni sentimientos, que obedece sin plantearse conflictos morales, alguien perfectamente integrado en el sistema, pieza fundamental del mismo, completamente absorbido. Poco a poco descubriremos aspectos de su pasado que lo hacen susceptible de sospecha, de cambio, aspectos que hacen posible que ese robótico protagonista, fiel siervo del sistema, en realidad sea capaz del cambio. Es el más competente en su trabajo, el Clérigo más brillante, un prodigio de intuición y empatía con dos hijos y una mujer muerta que fue delatada por una infracción que otro descubrió. Ese hecho, no ser capaz de descubrir que su mujer no era lo aséptica que el sistema requería, que era sensible, generó ciertas sospechas, algo que Preston trata de suplir con un celo máximo en su trabajo, demostrando una competencia sin fisuras, algo que se irá descubriendo que más que por creencia, tiene que ver con una mala conciencia o con la misión de eliminar esas sospechas. Su compañero, Partridge (Sean Bean), sospecha que en el interior de Preston puede albergarse la humanidad que en él ya ha brotado, incluso aceptará su personal sacrificio a manos de su compañero.
Su vida familiar también queda muy bien expuesta. Un apartamento aséptico, sin decoración, donde sólo se ve el panfleto del líder en la televisión; un hijo que no dice “papá”, buen detalle, y habla de delatar a compañeros de colegio que lloran...Un niño que da pavor y parece haber asumido las enseñanzas del nuevo orden por completo. Parece salido de “Los chicos del maíz” (Fritz Kiersch, 1984) o “El pueblo de los malditos” (Wolf Rilla, 1960). Un niño siniestro. La hija, en cambio, es más expresiva, desordenada, sonriente, lo que crea tensión e incertidumbre en el entorno familiar, ya que empezamos a vislumbrar a un Preston integrado en el sistema pero sin ser parte de él, ajeno. La escena de los cereales en el desayuno familiar, es el mejor ejemplo de esto. En la parte final veremos a Preston intentando humanizar a su hijo, de forma sutil y cuidadosa, porque el niño tiene tela. El giro con respecto al personaje del siniestro niño es excelente, satisfactorio, cuando descubrimos que las dosis que Preston guardaba tras el espejo de su baño han sido robadas para que no fueran descubiertas por los agentes por su hijo, que fingía una devoción al sistema que en realidad no tenía.
Los versos de Yeats, leit motiv de la película, que le
recitó Partridge antes de morir, una semilla que sembró en el cerebro de
Preston, irán haciendo su efecto, los recordará constantemente. La primera
ocasión en que lo hará será con una grúa que se eleva sobre su cama como
introducción al flashback del día donde se llevaron a su mujer para matarla. La
imagen de la mujer en dicho flashback es casi onírica, idealizada.
El personaje de Emily Watson será clave en la evolución de
Preston. En casa de la mujer le perturbará su reflejo y empezará a sentir curiosidad sobre lo
que atrae a la gente, el arte que guardan y acumulan, incluso le salvará la
vida. Ella le pondrá en jaque filosófico cuando le plantee la cuestión sobre
cuál es el propósito de vivir. La curiosidad innata es el germen de la
humanidad con la que se reencontrará Bale. Se produce un vínculo entre Bale y
Watson, que lleva al primero a prescindir de su dosis de Prozium. En la primera
ocasión donde Bale se salta su dosis, cabe preguntarse si fue un accidente o
una manifestación de su subconsciente.
Ese vínculo ira desarrollándose hasta un trágico final, de
redención para Preston y muerte irremediable para ella, pero que los une y lleva
a una comprensión mutua total. Un picado y un contacto manual con ella lo
certifican.
Al no tomar su dosis tendrá pesadillas, sentirá, se acelerará, algo
incómodo, pero también sentirá la necesidad de observar el amanecer, la lluvia,
y sentir y valorar su belleza, lo que atemoriza a Bale, pero que acaba siendo
una sensación, una droga, aún más fuerte que el Prozium, ya que cuando va a
inocularse su dosis rectificará…
Hay un interesante gesto simbólico en esta primera renuncia
a su dosis de Prozium. Bale puede deshacerse de ella de cualquier manera, pero
lo hará oyendo una apología de dicha droga mientras espera que se abran las
puertas de su lugar de trabajo, pisando las cápsulas. Es la decisión
definitiva, un camino de no retorno que ha decidido emprender para descubrirse
a sí mismo.
En el tiroteo con la banda que atacó una fábrica de Prozium,
Preston mirará a los ojos a la muerte por primera vez. Acto seguido tendrá un
impacto emocional tremendo en otra cálida y artística habitación, y esta parte
se finiquitará con el golpe que sufre con la muerte de unos perros, aunque logrará
salvar a uno… Un perro que acabará llevándole a la perdición con el seguimiento
del Clérigo Brandt, aunque hubiera sido fácil seguir el rastro de ese perro y
lo que pasó con él… Esto desembocará en una espectacular escena posterior,
quizá de las más espectaculares, que además termina con un magnífico picado en
el que el Clérigo acaba con 8 agentes.
Lo cierto es que el comportamiento de Preston se hace cada
vez más sospechoso y poco disimulado, cada vez más falto de control. Esto
podría justificarse por el impacto emocional de los sucesos tras tanto tiempo
sin sentir nada, pero es que llega a embotarle la cabeza... También extraña que
nadie parezca encontrar extraño ese comportamiento…
Una nueva redada muestra un paso más en Preston, Es una
redada sin arrestos, disparos a matar a todo rebelde. Preston, cada vez más
atrevido, salvará a un grupo de ellos. Esto plantea ciertas paradojas, ya que
para proteger a unos acaba matando a otros muchos.
El duelo entre Preston y Brandt, excesivamente estirado, nos
dejará un montón de sospechas e indirectas, como mayor el ejemplo la peleíta de
entrenamiento donde no paran de lanzarse pullitas… De hecho, Brandt se comporta
de una forma aún más extraña que Preston, adoptando una posición predominante y
chulesca ante éste cuando en realidad debería ser sumiso como novato y
principiante. Esto se aclarará en cierta medida, pero este antagonismo por esa
incoherencia no acaba de funcionar del todo. No será hasta que Preston llore en
público tras ver morir a Mary O’Brien cuando Brandt (Taye Diggs) parezca descubrir a nuestro
protagonista, y encima orgulloso… En esa tesitura no hacía falta un Clérigo…
En la escena del fusilamiento, Brandt probará a Preston, que
le cederá el dudoso honor de apretar el gatillo logrando una breve e infausta
complicidad con los que van a ser ejecutados.
Cuando Brandt crea que tiene cogido a Preston, nuestro
protagonista dará la vuelta a la tortilla, cosa poco lógica con la cantidad de
evidencias mostradas, pero que adquirirá sentido con el giro final, un giro que
linda entre lo tramposo y lo artificioso. Un giro que supone que todos los
pasos fueron calculados y dirigidos a que Preston se infiltrara en la
Resistencia sin ser consciente de que era controlado por el líder. Su aparente
éxito le llevará a la ansiada audiencia con el “Padre”, un padre que no existe,
como era de esperar, un mero títere, un “Mago de Oz”.
Preston emprende la investigación para dar con la
Resistencia, pero no con la intención de acabar con ella, sino de comprenderla
y unirse, algo que aprovechará el gobierno y el líder de la Clerecía, que se
valdrán de Preston para infiltrarse en ella. Descubriremos que todo
era un plan consistente en servirse de nuestro protagonista.
El líder de la Resistencia es Jurgen (William Fichtner), al
que vimos en la escena inicial en Libria, un hombre incapaz de sentir, pero que
focaliza cerebralmente sus movimientos a favor de la humanidad y los
sentimientos, lo que plantea un complejo e interesante concepto y reflexión.
Renunciar a sentir para que otros puedan, el sacrificio.
“Si no se contiene, si no se controla, la emoción es el
caos”.
Se define la misión: matar al “Padre”. Un golpe de estado. En
la escena donde el líder de los Clérigos llama a Preston para pedirle cuentas e
informarle de que hay un traidor en sus filas, veremos un “Hércules" sosteniendo el
mundo en el decorado, una gran estatua que resulta simbólica con respecto a la
misión de nuestro protagonista y que Wimmer se encarga de enfatizar desde el
encuadre, incluyendo a ambos en él. Lo que resulta más extraño es que el líder
de los Clérigos sí demuestra emociones: enfado, ira…
Preston entregará a la Resistencia como parte de un plan que
el gobierno intuyó. En cualquier caso, todo esto resulta muy forzado, algo
artificial, quizá incluso tramposo, pero resulta eficaz. Se debe entender así
la facilidad que encuentra Preston y la torpeza de Brandt. Resulta raro que no
aplicaran un comprobante para desechar mentiras, esa especie de polígrafo que
utilizan justo antes de la supuesta audiencia con el “Padre”.
Los videos, o sea, la lejanía, lo virtual, llevarán a
Preston a la verdad y a romperse. El video del camino de Mary O’Brien (Emily
Watson) a la muerte y el de la condena a su mujer, donde se ve él mismo. Un
nuevo zoom sobre su ojo, que de la nada ve y siente ahora la pérdida de esa
mujer, su rostro y su incineración.
Una vez descubierto, a Preston no le queda otra que
enfrentarse contra todo el sistema, como el Hércules de la estatua.
Primero a pistola y metralleta, luego a espada, luego contra Brandt, al que
mata de una manera bastante divertida, y un cuerpo a cuerpo contra el líder de
los Clérigos, que resiste algo más. Un buen clímax, variado.
La rebelión, la destrucción regeneradora de ese sistema, la
revolución consumándose ante el ojo atento de Preston, el líder, junto a sus
humanizados hijos. Una cinta redentora.
“Equilibrium” es una cinta interesante, muy digna,
inteligente, pero que queda algo lastrada por su excesiva dependencia de sus
prestigiosos y excesivamente conocidos referentes, además de faltarle algo de
garra en su ritmo pausado. Las escenas de acción tienen demasiados planos
cortos, pero el resultado de las mismas es efectivo. Sus efectos especiales son
discretos. Una cinta con buenos giros e ideas bien desarrolladas, gracias al
apego a esos referentes de prestigio, con una mitología bien definida. Un
título de ciencia ficción apreciable. Jan de Bont está en la producción.
“Pero yo, siendo pobre, sólo tengo mis sueños. He esparcido
mis sueños bajo tus pies, camina suavemente, porque pisas mis sueños”. William
Butler Yeats.
Yeats…q bonitos versos. Hacía tiempo q no m encontraba con sus palabras…
ResponderEliminarEstupendo análisis. Y grandes referencias.
Gracias por tu trabajo!!!
Bss
Sí que lo son! Los versos y las referencias jaja.
EliminarUn beso!
A estas alturas es difícil hacer ciencia ficción que no se haya hecho antes. Hay que olvidar el pasado y centrarse en la película, que es bastante buena.
ResponderEliminarPor cierto, creo que no se estrenó en los cines españoles. Una pena.
Gracias por el aporte, noX. Por lo demás, no puedo estar de acuerdo. En un análisis que se precie son indispensables las referencias, especialmente si son evidentes, para contextualizar y entender todo de la mejor forma posible, además de apreciar lo que tiene la obra de genuina.
EliminarUn saludo.
Gran analisis.
ResponderEliminarPero quien es el personaje que dice esta frase
“Si no se contiene, si no se controla, la emoción es el caos”.
La dice el líder de la Resistencia, Jurgen (William Fichtner).
EliminarGracias por pasarte por aquí :)