
La película recrea una ficción sobre lo que pudo ocurrir en un poderoso banco de inversión horas antes de la crisis financiera de 2008. Centrándose en 8 trabajadores especialmente, se mirará la fauna de esos tiburones de los negocios desde distintas perspectivas y posiciones.
El cine siempre ha sentido fascinación por el mundo de las finanzas y empresas, tratándolo en multitud de ocasiones de forma directa o indirecta (“Wall Street” de Oliver Stone 1987, “Glengarry Glen Ross” de James Folley, 1992, las recientes “Inside Job” el documental de Charles Ferguson o 2010, “The company men” de Ben Affleck, 2010…).
También está muy presente, especialmente presente, incluso a nivel estético, Michael Mann y su “El dilema” (1999), por ejemplo.
"Margin Call" comienza con una escabechina en forma de despidos en la mencionada firma, una sangría producto de los problemas extremos que tiene la empresa, veremos la frialdad de la ejecución en la escena donde Stanley Tucci es despedido y recodaremos la reciente y muy apreciable “Up in the air” de Jason Reitman (2009).
Esta tribu se siente totalmente ajena al resto de la humanidad, están ellos y el resto de las personas, la gente normal, ellos son excepcionales, Seth lo expresará en alto diciendo: “esto va a afectar a la gente normal”. Will mostrará su profundo desprecio por esa gente normal, afirmando de forma implícita la excepcionalidad y superioridad de los de su “especie”. Ni siquiera tienen un planteamiento moral, simplemente no llegan ni a valorarlo. Sólo en un momento alguien hace una pregunta al respecto. Sólo es ganar dinero.
Una de las escenas clave tiene lugar en la casa de Eric Dale (Stanley Tucci), cuando van a buscarle para que regrese a la firma y cobrar la indemnización. Allí Dale explicará con datos y números, el único idioma que parecen entender, lo que supuso para él como ingeniero que es, el haber hecho un puente. Ese puente hace más por la gente que todo el trabajo dedicado a las finanzas, que le dio un cuantioso sueldo pero es intrascendente para los demás. Una vez más la vacuidad del trabajo al que se dedican, algo que asumen tanto Peter, que renuncia a sus estudios como ingeniero aeronáutico porque se ganaba más dinero en ese intrascendente trabajo como Will, que también lo asume al reconocer que sin ellos todo sería más justo pero en el fondo son útiles, o el propio Eric Dale en la escena mencionada.
La escena de la venta de activos es absolutamente impersonal, escenarios de compra-venta, monitores y multitudes trabajando y una voz en off haciendo operaciones, el inicio de una crisis mundial consciente de la que se salvarán sólo unos cuantos de rostros invisibles.
El personaje de la mujer de Sam (Mary McDonnell), al final de la película, sirve como contraste y demostración de todo lo mencionado. Sam es un personaje acabado, solitario, que sólo tiene el dinero que logrará ganar y su trabajo, el patetismo de la última escena lo resume todo. Un personaje que ya no vive allí pero entierra a su perro en el jardín de la casa de su mujer de forma obsesiva.
La película acaba siendo más casi un análisis sobre cómo son esa gente, su psicología, que sobre cualquier otra cosa. Una película de reparto descomunal que aunque con buenas intenciones y grandes pretensiones queda floja, falta de empuje y visceralidad en su crítica, de mordiente, siendo esquemática unas veces y en exceso didáctica otras, pero que no acaba de ser esa película que analizara los sucesos y cuestiones de la gran crisis que acontece, el referente actual.

Esta frialdad será la normal común durante la película mezclada con una apatía y desprecio social muy bien resaltado desde la dirección, que hace pequeña la película y cada vez más claustrofóbica rodando casi en exclusiva en el rascacielos de la empresa, una claustrofobia que incluso se muestra dentro de los planos creando burbujas aisladas de esos personajes.
En la cinta se ven multitud de planos de luces de neón, cristales que se superponen a los personajes... resaltando ese mundo burbuja donde viven, coches, grandes edificios, personajes siempre rodeados de metal y mobiliarios, personajes hundidos en ellos. La banda sonora, metálica, industrial, subraya toda esta sensación de frialdad y ajenidad, como si de un universo inhóspito y extraño se tratara.
Las conversaciones entre los personajes son de una vacuidad supina en general, intrascendentes, banales, hablan de chorradas, de dinero, de sueldos o cuando les pilla el toro del problema en cuestión y de cómo peligrarán sus trabajos. El director J. C. Chandor hace especial hincapié en la intrascendencia y superficialidad de los diálogos.
Es significativo que el director no haga un inserto en ningún momento a los monitores donde se muestran esas contabilidades y datos tan funestos para el banco y sus personajes, mientras que a la vez vemos a dichos personajes rodeados por todas partes de monitores, mesas y metal, incluso en los travellings en muchas ocasiones se verá a los personajes en un segundo plano tras el mobiliario. Una idea semejante aunque con menos rigor, potencia y profundidad de lo que se realizó en el “Crash” de David Cronenberg (1996).
Bastante escalofriante la escena donde vemos a un Kevin Spacey triste y lloroso mientras se sucede la masacre de despidos. Creemos que la situación le supera para, mediante el diálogo con Paul Bettany, saber que lo que ocurre le da igual, que su pena es por su perro enfermo. Una vez más la frialdad y desprecio al problema ajeno, la falta de empatía absoluta. Los datos preocupan, las personas no tanto. Un paralelismo que aunque eficaz resulta bastante grueso y burdo.
Las conversaciones sobre sueldos son recurrentes una y otra vez, sobre todo entre los personajes de Paul Bettany, Zachary Quinto y Penn Badgley. En una de las ocasiones ante la reiteración del tema, Peter Sullivan (Quinto) se lo hará saber a Seth Bregman (Badgley), para acto seguido fliparlo por los datos concretos de los sueldos mencionados.
Seth hablará de lo que cobra él, se preguntará lo que cobran las chicas del bar al que van, hablará de lo que cobra Peter, también de lo que cobra Will (Bettany), Sam (Spacey)…

No hay maniqueísmo, los personajes están bastante bien elaborados y no se cede a la frivolidad.
Los paisajes urbanos y metalizados se suceden durante todo el metraje, recalcando la idea de tesis mencionada. Por ejemplo, veremos en varias ocasiones como un personaje sale desenfocado al lado de un amplio paisaje urbano para posteriormente centrarnos en dicho personaje. También la planificación sitúa en numerosas ocasiones a los personajes a un lado del encuadre, encuadres cortos que los protegen y aíslan del resto del mundo, un universo limitado en los decorados y esos encuadres que les cobijan y acurrucan.
En medio de todo esto Chandor se saca un brillante plano-secuencia haciendo un travelling y una panorámica que atraviesa una de las zonas de trabajo solitaria, con los ordenadores encendidos y banderas americanas en las paredes, en penumbra, mientras la banda sonora con un estridente piano sube en intensidad hasta que llegamos al despacho de Sam Rogers (Spacey), que dormido se despierta alarmado en la butaca del despacho. Un ejemplo perfecto de todo lo comentado resaltado con la fría fotografía de tonos azulados. El decorado, los ordenadores como auténtico hogar de esa gente ajena al mundo. Los monitores y datos son sus verdaderas preocupaciones.
Veremos un plano de Peter paseando por la ciudad y por supuesto, llevará los auriculares puestos, todo el simbolismo necesario para ejemplificar esa burbuja en la que viven y que llevan a donde quiera que van, protegiéndoles de ese mundo que no va con ellos. Incluso en las escenas donde aparecen en bares, están solos y la cámara no se fija en nadie más, ni en otros personajes ni en el ambiente que los rodea. Sólo se relacionan entre ellos.
La incomunicación, que también es señalada con las mencionadas conversaciones triviales, se manifiesta además en la multitud de silencios que tiene la película y escenas de personajes en soledad.
Un exceso esteticista, en muchas ocasiones, que casi acaba por ser abstracto y resta de fuerza a un mensaje que pretende ser potente.

Los personajes en que se centra la película son un buen ejemplo de los incompetentes que albergan campos como las finanzas o la política, esos políticos que no tienen más mérito que estar al abrigo del partido y que sin ese abrigo están perdidos. Aquí estos financieros manifiestan su ignorancia en no pocas ocasiones, como el personajes de Spacey o el de Jeremy Irons (John Tuld), sin complejos. Personajes que mantienen siempre una espada de Damocles sobre sus subordinados en caso de caída y usarán a los más válidos para su beneficio siempre que les puedan ser útiles, como hacen con Peter al final de la cinta, manteniéndole en su trabajo, un trabajo que mantiene por la generosidad e interés de sus jefes.

No se relacionan con nadie, solamente vemos a los miembros de la compañía, llevan su soledad incluso fuera de la misma en esa burbuja que les protege y aísla, los acompaña siempre.
No hay referencias a sus familias salvo en una conversación, incomoda, entre Sam y Peter.

Gente apática, que se cree superior, autosuficiente, asociales, aislados, que se consideran otra clase.

Todos los miembros del reparto están muy correctos, incluyendo a Demi Moore y Simon Baker, este último en un papel que es otro ejemplo de incompetencia.
Buena, interesante pero que deja con hambre, un apetito no saciado en una obra que daba para algo de mayor calado, y que se pierde en la puesta en escena esteticista y vistosa, brillante, pero excesivamente por encima del fondo de lo tratado, que queda por debajo en todo momento. Manida, vista en otras ocasiones y que ni logra superar la reflexión más obvia, ni trasciende, ni muestra un punto de vista novedoso o profundo.