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jueves, 19 de enero de 2012

CORMAC McCARTHY: The Road

LITERATURA






"The Road" tiene una prosa áspera, seca, que encuentra poesía en la desolación y lo apocalíptico, en lo rudo, un estilo poético árido, crudo, sin concesiones, una poética sin alardes ni adornos que aparece en todo momento en un estilo fundido, cohesionado, de belleza devastada, asolada.
Encontrar una lírica no ya en lo que retrata, que no la hay, sino en la forma de narrarlo siendo tan seco y sin concesiones, es de un talento excepcional. Belleza literaria en el terror de lo retratado, belleza literaria en la propia falta de búsqueda de esa belleza.
El libro no tiene concesiones y desarrolla la relación de un padre con su hijo, y las opciones ante el desastre sin alardes. La esperanza, la lucha y el sacrificio, el modelo de pureza que representa el niño, la humanidad que se va perdiendo al perderse los referentes. Todo es de una complejidad extraordinaria que provoca el nudo en la garganta, un nudo arenoso y seco.
La recreación de un mundo post apocalíptico, devastado, donde los referentes morales y civilizados han muerto y sólo existe el “sálvese quien pueda”, es escalofriante y sombría. Tan solo la figura del chico, una luz de pureza, un dios, que aún conserva las enseñanzas que sus padres le inculcaron desde que era pequeño, conserva y es a la vez, referente moral de un mundo acabado, un referente que supone una esperanza y a lo que se agarrará ese padre, que le enseñó esos principios, cuando él mismo titubea en su humanidad.
El lúgubre, gris y deshumanizado mundo que recrea McCarthy sólo muestra atisbos de belleza en ese crio y en su relación con el padre, una belleza también literaria en medio de cenizas que no reconforta y se congela, o se quema, en el mismo instante de apreciarla.
Leer a Cormac McCarthy no es tarea sencilla, su peculiar forma de estructurar las frases, omitir elementos de las mismas, alterar el orden más tópico etc. hacen una experiencia gratificante y a la vez compleja de su lectura. Cada momento, cada línea, es una sorpresa que requiere completa atención y concentración del lector.
Una de las grandes novelas de los últimos años.
Los grandes temas y desarrollos están tratados en la crítica de la magnífica adaptación cinematográfica del año 2009, realizada por John Hillcoat. La obra literaria es más seca y ruda si cabe.




jueves, 12 de enero de 2012

Crítica: JAMES ELLROY: El Asesino de la Carretera




James Ellroy es uno de los mejores escritores actuales, una cita ineludible para todo el que le guste la novela negra y la lectura en general. Polémico, transgresor y de talento desmesurado, su estilo es absolutamente reconocible y personal y ha influido en numerosos escritores actuales que siguen su línea.
Su estilo ha evolucionado depurándose cada vez más, de una prosa más elaborada ha pasado a una escritura casi de telegrama. Frases cortas, concisas, eficaces, como cuchillos salvajes que se incrustan en el lector. Descripciones básicas sin adornos gratuitos, seca, dura y sudorosa. Cuando acabas una obra de Ellroy te sientes exhausto, pegajoso, como bañado en sangre, sudor y polvo. Un gustazo intenso y gratificante.
Aquí encontramos muchos de los rasgos característicos de su autor, aunque su estilo no esté tan definido como actualmente.
El libro, que nos ha llegado hace poco, no es reciente, es de 1986, con un Ellroy que ya mostraba su prosa y estilo duro, directo, contundente, sin lirismos pero más elaborado que lo sería posteriormente, cuando lo depuró de forma excepcional. Nos deja a demás un personaje extraordinario, el protagonista que nos cuenta sus memorias, Martin Michael Plunkett. Un asesino despiadado en un retrato magnífico de las interioridades de un monstruo y que dinamita, aunque algo confusamente, los postulados rousselianos.
Sin estar a la altura de sus mejores novelas al tratarse de una obra distinta, una novela de un único personaje en líneas generales, y la tardanza en llegar, que debido a la creación de novelas y películas posteriores que reflexionan sobre la psicología de los asesinos en serie (American Psycho, escrita por Bret Easton Ellis, “Henry: Retrato de un asesino” (1986) dirigida por John McNaughton…) puede perjudicarla,  lo cierto es que es una referencia pionera sin lugar a dudas. Destaca más por la evolución psicológica de su protagonista, excelente, que por el desarrollo narrativo de la historia, que es más lineal.
Su impacto ahora será menor del que pudo ser en su día debido a la proliferación de retratos de asesinos en serie pero no se puede discutir el talento literario y narrativo de Ellroy. Como ejemplo ese giro en la narración incluyendo un nuevo asesino en serie como personaje y un policía que sigue sus pasos.
Entre las cosas más llamativas, Ellroy nos deja una conversación entre su monstruo protagonista y Charles Manson, algo muy común en las novelas de Ellroy, la aparición de personajes reales.
Con profundas reflexiones sobre la maldad, su nacimiento o formación, si nace o se hace, lo que nos lleva a contradictorias refutaciones/planteamientos rousselianos, ya mencionados, y también a ciertas referencias nietzscheanas, “El asesino de la carretera” logra mantener la atención del lector hasta el final, un final profundamente perturbador.
Un final provocador, que pone la guinda al excelente estudio sobre la psique del asesino, de la patología, resultando además muy entretenido.
La bondad no tiene cabida en los universos ellroyianos, o bien está muy sometida por el entorno en que se mueven sus personajes que paradójicamente, si son los “buenos” de la función, a pesar de ser salvajes, brutales y despiadados son salvaguarda de ese “mundo normal” que es accesorio en Ellroy. Sus personajes a menudo miran a ese “mundo normal” con extrañeza. Los personajes positivos ocultan cierta bondad pero se mueven en la ambivalencia, en la cuerda floja y el límite en un mundo violento, amenazante, agresivo, brutal, verdaderamente salvaje, donde se ven obligados a minimizar su humanidad para sobrevivir. La única manera de sobrevivir en un mundo profundamente hostil.
Como todo Ellroy, muy recomendable.