Esa desesperada huida del sentimentalismo queda verbalizada
en el relato que el personaje interpretado por Michael Keaton hace de su
entrevista con un amigo suyo que recibió abusos. Nosotros vimos dicha
entrevista, pero lo que cuenta Keaton es que su amigo se derrumbó y rompió a
llorar, algo que no vimos, que se nos omitió, precisamente.
La tradición del cine periodístico ha dejado muchas obras
maestras, unas para retratar la mezquindad despiadada y sin escrúpulos de la
profesión, otras para hacer un retrato más global, otras como mero subterfugio
para exponer una realidad social y otras para homenajear una dedicación
imprescindible y necesaria en toda democracia que se precie. La prensa libre.
“Spotlight” correspondería a esta última tendencia, la
reivindicación y utilidad del periodismo como pilar indispensable de la sociedad
para desmantelar y denunciar los desmanes sociales, políticos o de cualquier
tipo.
Son muchas las películas que han reivindicado la profesión
periodística, y muchas de ellas grandes obras cinematográficas, imperecederas.
“Yo creo en ti” (Henry Hathaway, 1947), “La mujer del año” (George Stevens,
1942), “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), “El cuarto poder” (Richard Brooks, 1952), “Corredor sin retorno” (Samuel Fuller, 1963,
“Mientras Nueva York duerme” (Fritz Lang, 1956), “Philomena” (Stephen Frears,
2013), “Buenas noches y buena suerte” (George Clooney, 2005), “El desafío: Frost contra Nixon” (Ron Howard, 2008), “El dilema” (Michael Mann, 1999)…
Otras, en cambio, han puesto su mirada en sus defectos, en
sus mezquindades, en su lado negativo, morboso, frívolo, despiadado y sin escrúpulos. “El
ojo público” (Howard Franklin, 1992), “Trágica información” (Phil Karlson,
1952), “Sed de escándalo” (Mervyn LeRoy, 1931), “Nightcrawler” (Dan Gilroy,
2014), “Network (Un mundo implacable)” (Sidney Lumet, 1976), “Más dura será la
caída” (Mark Robson, 1956), “Juan Nadie” (Frank Capra, 1941), “Chantaje en
Broadway” (Alexander MacKendrick, 1957), “La dolce vita” (Federico Fellini,
1960), “El gran carnaval” (Billy Wilder, 1951), “Luna nueva” (Howard Hawks,
1940), “Ciudadano Kane” (Orson Welles, 1941)...
También merecen reconocimiento las dedicadas al periodismo
de guerra, del estilo de las estupendas “El año que vivimos peligrosamente”
(Peter Weir, 1983) o “Los gritos del silencio” (Roland Joffé, 1984).
Una película muy detallista y concienzuda esta "Spotlight", que tiene en muchas de sus virtudes también sus peores defectos, esa distancia pretendida para no caer en demagogias o mensajes equívocos, ni en sentimentalismos, que la acaba haciendo excesivamente fría. Lo interesante es la historia en sí, porque Thomas McCarthy no logra hacer apasionante la película. Hay frescura porque la historia es atractiva y las conversaciones no se eternizan, pero todo se mantiene demasiado lineal, sin la garra y emoción necesarias.
Los amagos e insinuaciones acerca de los sentimientos de los personajes resultan vacuos, no aportan nada porque carecen de desarrollo, parecen pegotes repentinos, indecisos, a medio camino. Si la idea era limitarse a “la historia” se debería haber prescindido de esas insinuaciones o elementos personales que se esbozan vaga y ocasionalmente, porque al incluirlos hacen perder coherencia y tampoco logran conmover debido a la global frialdad y concepción de la cinta, a la distancia marcada de inicio en la propuesta. Un difícil equilibrio en un tema tan escabroso y delicado.
Es en ese detallismo donde están las grandes virtudes del film, la precisión y exhaustividad con las que están mostrados los desarrollos de las investigaciones del caso. Investigación profunda, caminos cerrados que obligan a ir hacia atrás y buscar otros nuevos, errores, rectificaciones…
“Spotlight” es una narración casi documentalista, fría y aséptica,
del magnífico trabajo periodístico ganador del Pulitzer, desde finales de 2001
hasta entrado el 2002, que destapó toda la trama pederasta acontecida en Boston
con la condescendencia y ocultación de la mismísima Iglesia Católica, del
equipo “Spotlight” del periódico Boston Globe, una sección sobre casos de
investigación. Basada, por supuesto, en hechos reales.
Una obra que reivindica la profesión periodística, pero que
tiene su problema en el exceso de distancia buscado, lo que hace su narración
tremendamente fría, contada como si fuera un prospecto.
Estilo invisible e inocuo.
Esta frialdad y asepsia también se manifiesta en un estilo
muy documental, sin apenas dramatismo ni elementos cinematográficos o de puesta
en escena reseñables. Todo es rígido, vertebrado en conversaciones, una
fotografía neutra, movimientos de cámara y encuadres muy objetivos en un
pretendido estilo invisible. Hay, con todo, ciertos aspectos interesantes en su
puesta en escena, que en general es académica, convencional, fría y objetiva.
-La primera escena es muy interesante y define el modus
operandi que nuestros protagonistas irán descubriendo. Una escena en una
comisaría donde el director coloca varios personajes inocentes, cándidos,
limpios… Estos son el joven policía y unos niños que han sido víctimas de
abusos. Nada se explicita. Se entiende todo con los mínimos elementos.
Un asunto que se resuelve clandestinamente, incluyendo la
presencia del asistente del fiscal, que pide discreción a la policía ante los
medios y donde un cardenal realiza un sutil chantaje emocional reivindicando
los beneficios de la iglesia a la comunidad. Pelillos a la mar.
Planos de unos niños, un cura hablando, otro, el abusador, al
que vemos fugazmente… No hace falta más. Sacerdotes con bula. Unos sacerdotes que
pasan de ser una imagen positiva a algo turbio, cuervos a la espera de sus víctimas para cometer tropelías protegidos tras su alzacuello y lo que representan.
-Policía 1: Va a ser difícil mantener a los periódicos
alejados de la acusación.
-Policía 2: ¿Qué acusación?
El plano final de la escena es magnífico. Una panorámica
sigue a los sacerdotes que salen de la comisaría, pero se queda con el joven
policía, tras otra panorámica que muestra como se marcha el coche con los
religiosos en su interior, manteniéndose a distancia de éstos.
-Los travellings traseros, siguiendo la espalda de
personajes, es un recurso que aparece en la cinta en varias ocasiones. Lo vemos
al inicio en la comisaría, siguiendo a un policía; también en la redacción del
periódico, tras la escena donde despiden a un periodista que se jubila,
siguiendo a Sacha (Rachel McAdams) y Matt (Brian d’Arcy James). Siguiendo a Baron en la Gala Católica de Caridad. A Matt buscando la casa donde
se aloja a curas pederastas...
De esa forma se muestran los entornos, junto con los planos
generales. Una dirección tremendamente sobria que busca en su asepsia, en los
tonos y la fotografía neutra, en esa frialdad de la que no logra deshacerse,
ejemplificar una filosofía o código moral acerca de lo que debe ser el
periodismo.
También habrá travellings de otros tipos, sobre todo
siguiendo a personajes mientras pasean y dialogan, frontales. Planos largos y
escenas resueltas en un solo plano, como la conversación telefónica de Rezendes
con el psiquiatra en su casa, con la cámara acercándose sutilmente. Hay uno
desde un teléfono cuando el psiquiatra consultado y experto en la materia da
unos datos, un travelling o zoom de retroceso desde el teléfono a plano general. Un
psicoterapeuta ex sacerdote que fue amante de una monja.
Sólo el 50% son célibes, el 6% pederastas, aproximadamente 90
están en Boston…
Otra conversación telefónica entre Rezendes y el
psicoterapeuta termina de forma intrigante, cuando este último parece cortar
repentinamente la comunicación cuando llaman a la puerta del periodista y tras advertirle de que irán a por él a causa de su investigación… pero esto no lleva a
nada.
-Planos generales, semidocumentales en muchos casos, que
muestran la redacción y ejecutan escenas completas, como cuando vemos vagar por
allí a un curioso Mike Rezendes (Mark Ruffalo) al inicio. Planos generales de
situación, que no siempre inician la escena, por ejemplo en la reunión entre
Baron (Liev Schreiber) y Walter “Robby” (Michael Keaton), que lidera al equipo
de “Spotlight", donde debatirán el nuevo método de trabajo y lo contrastarán
con el antiguo.
-Uno de los rasgos de estilo que más llaman la atención,
quizá el único, es el uso del montaje paralelo, que aparece en varias ocasiones
durante el film. En distintos momentos el director toma la decisión de recurrir
al montaje paralelo, insertando una secuencia en medio de otra que está
aconteciendo, sin que quede clara la línea temporal, aunque es de entender que
suceden al mismo tiempo. No hay tanto un sentido simbólico o conceptual como
meramente narrativo.
·
Cuando Rezendes (Mark Ruffalo) vaya a hablar con
el abogado Garabedian (Stanley Tucci), lo veremos llegar y esperar, para irnos
a la primera entrevista entre "Robby" (Michael Keaton) y Sacha (Rachel McAdams)
con Macleish (Billy Crudup), y luego volver a Rezendes y su entrevista con el
mencionado Garabedian por fin.
·
Hay otro montaje interesante, con dos escenas
distintas donde se habla del caso en entornos lúdicos, en un partido de béisbol,
donde su jefe, Bradlee (John Slattery), amenaza a Rezendes con suspender el
caso, y con “Robby” jugando al golf con su amigo abogado, Jim Sullivan (Jamey
Sheridan), que se ocupó de un asunto de pederastia sobre el padre Barret y el
Cardenal Law (Len Cariou), del cual recibe la callada por respuesta. En este
caso no se trata de un montaje paralelo, sino lineal, pero que tiene en la
peculiaridad del juego su principal interés y paralelismo. En la escena del
golf iremos de planos generales a cortos, en el estilo clásico y sobrio de la
película.
·
Las dos entrevistas a víctimas de abusos se
harán en montaje paralelo. Un travelling desde la espalda, rasgo ya resaltado, seguirá a Sacha hasta su entrada en el bar donde tendrá lugar la entrevista con un
chaval tímido e inseguro. Esta escena se irá desarrollando en planos cada vez
más cortos. Sacha planteará una interesante reflexión sobre el lenguaje: Ser lo
más claro posible, no recurrir a eufemismos, no rebajar la crudeza ni suavizar
las cosas. Un duro relato sobre las contradicciones y complejos inevitables de
un niño gay manipulado por su guía que supuestamente le apoya y comprende, el
primero que le dijo que todo estaba bien y era normal… un sacerdote… La
consecuencia: problemas psicológicos, alcoholismo… Por desgracia esta
conversación se divide en dos tramos, esta escena citada y una poco después en
una conversación telefónica, una escisión de guión absurda, ya que podría haberse
ejecutado toda junta… Se intuye un poco cuidado y disimulado intento de dar
dinamismo.
Por otro lado tenemos a Rezendes reunido con Garabedian y
otra víctima de abuso a la que el abogado defiende. La sobriedad también
predomina en esta escena, en estricto plano y contraplano, con ausencia de
música (aunque las notas de Howard Shore en las transiciones son estupendas), que sólo se utiliza en transiciones, para no insinuar cualquier tipo de
sentimentalismo. Estilo documental de entrevista. Hay un añadido dramático, ese
inserto del brazo de la víctima que muestra señales de pinchazos,
explicando su duro pasado.
En ambas escenas los planos generales sólo se usan por
necesidad de la puesta en escena (la entrada de un camarero, algún personaje...).
·
De la fiesta de la Gala Católica de Caridad a la
entrevista en un restaurante entre Rezendes y Garabedian, de una a la otra y
vuelta en otro montaje paralelo.
·
Del juicio al que asiste Rezendes a la reunión
de “Robby”, Sacha y Matt en su despacho en “Spotlight”.
·
De Rezendes persiguiendo los documentos públicos
por los juzgados a la entrevista de “Robby” con los miembros de la escuela a la
que perteneció él mismo, su amigo abusado y el cura que lo hizo.
También hay varios montajes dinámicos que funcionan a modo
de transición, siguiendo el trabajo de búsqueda de documentos o con los periodistas
callejeando buscando testimonios. Uno de estos montajes dinámicos siguiendo a
distintos miembros de “Spotlight” es usado irónicamente al ser adornado con un
villancico navideño, es la época… Veremos a Rezendes escuchar a unos niños
cantores, que cantan dicho villancico, en el coro de la iglesia a la vez que
escribe la historia.
-El tratamiento visual al personaje de Marty Baron, que
interpreta Liev Schreiber, es otro de los sutiles y escasos recursos
estilísticos que deja la película. Su presencia es casi una deidad, un espíritu
que maneja los hilos de ese equipo que sacará a la luz un asunto turbio y
bochornoso, denigrante e inmoral, terrible y vomitivo.
Uno de los planos que más me gustan es un travelling que
sigue a “Robby” y Bradlee (John Slattery), con Baron al fondo del pasillo, casi
invisible pero presente, allí sentado, trabajando, el jefe de ambos.
Serán muchos los planos donde lo veremos al fondo del
encuadre, en plano general, en su despacho, como el sostén de toda esa
redacción. Casi no se le ve, pero ahí está. Hay un plano especialmente
llamativo desde el punto de vista visual. Baron en una cafetería tras un
cristal que refleja la salida de los feligreses de una iglesia a la que él mirará
atento. De nuevo la figura beatífica que llega a hacer justicia y exponer la
verdad.
Quizá ña frialdad es para dar mayor veracidad. No decantarse descaradamente por los "buenos" para q el peso de la maña acción denunciada quede más en evidencia…
ResponderEliminarNo se…
Me gustasn las pelis de periodistas y de tu lista he visto un buen puñado!!
Cómo pasa el tiempo!!! Keaton…
Gracias por traerla, esperando la 2/2!!
Bss
Los hechos deben desgarrarte, una de los periodistas lo expone así incluso, cuando dice a una víctima que no use eufemismos... Que un hecho así te deje frío, se preocupe de lo analítico sin más, le resta fuerza. No creo que TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE sea una película a la que le falte veracidad, por ejemplo.
EliminarBesos!