La relación entre esos hombres y el tren se irá agudizando
poco a poco, dispuestos a dar su vida por él. Un ejemplo lo tenemos cuando los
tres deben llevar la locomotora averiada a la estación donde espera el tren del
arte para reiniciar camino. Un ataque aéreo interrumpirá el viaje y Didont (Albert Rémy) manifestará su frustración a través del propio tren, con un chirriante
bocinazo.
El tren casi acaba adquiriendo vida, sus ruidos parecen como
el palpitar de un corazón mecánico. Latidos de hierro. Siempre de fondo.
Así Lancaster será designado maquinista de ese tren del que
pretendía huir, un destino patriótico y sacrificado le vincula a esa misión.
Será en esta escena donde se nos presentará al otro gran personaje de la
película, Christine (Jeanne Moreau), a través de un espejo.
Frankenheimer usa todos los recursos estilísticos y técnicos
de los que dispone: una cámara al hombro, móvil, acompañará a Lancaster a su
habitación por un claustrofóbico pasillo… poco antes de deleitarnos con una
ágil huida de la misma. Burt Lancaster en plena forma.
-“El tren” está repleta de pequeñas misiones. Muchas de
estas recurren a esos largos planos secuencia para mostrarlas con todo lujo de
detalles. Vimos como nuestro grupo se las apañaba para retrasar un tren, vimos
como cambiaban la locomotora en una estación, los “sabotajes patrióticos”, así
como demostraciones de ingenio e inteligencia, como la de Waldheim para evitar
que se cancelará la salida de su tren del arte o la de Lancaster y los suyos
protegiéndose de un ataque de avión dentro de un túnel.
-Ahora tendremos otra espectacular escena rodada con una
perfección y depuración que hace pensar que Frankenheimer estaba tocado por la
varita al realizar esta cinta, otra pequeña misión. Es la escena donde
Lancaster sale de su habitación en el hostal de Christine (Jeanne Moreau) para
intentar hacer una llamada a su contacto. Un montaje perfecto, jugando con los
segundos planos, sosteniendo los encuadres para que veamos la acción a la
perfección, encuadres virtuosos y significativos, usando el punto de vista de
forma ejemplar, maniobras de distracción, imaginación en la puesta en escena,
cantidad de elementos jugando a la vez… Una tensión y un suspense modulado de
forma excelsa.
-En la estación de Rive Reine se provocará un
descarrilamiento. Nuestro trío protagonista se deshará del soldado alemán que
les vigila y lanzará su locomotora contra los vagones del tren descarrilado. La
manera en la que está mostrado, la complejidad de la situación y cómo está
resuelto todo, está sólo al alcance de un grande del cine.
-La última misión para salvar el tren consistiría en marcar los techos de los tres primeros vagones del “tren del arte” para evitar que se destruya en el inminente ataque aéreo aliado. La secuencia se inicia con una grúa que sigue a Robert (Christian Fuin), un chaval, por el tejado. Aquí vuelve a sobresalir la naturalidad con la que caen las tejas al paso del chico, de hecho una de ellas acabará delatándole, un nuevo ejemplo de autenticidad. Un zoom, siempre un recurso socorrido para Frankenheimer durante la cinta para subrayar momentos importantes o delatar secretos, remarcará el sabotaje en las alarmas. Todo a las 4:45 de la mañana. La táctica es la misma que para la misión de la llamada, cuando Labiche salió de su habitación: se usa una distracción que posibilite el verdadero propósito. Las alarmas facilitarán la coartada para que Labiche y Didont intenten pintar los tejados.
Impulsada por un sentimiento poco definido, por una afinidad
inexplicable pero sentida, Christine, la dueña del hostal donde se hospeda
Labiche, ayudará a nuestro protagonista. Además Lancaster disfrutó de la
colaboración de otro de sus contactos, el jefe de estación, que incluso se
amordazó él mismo… De esta forma, Frankenheimer extiende esa idea de unión
patriótica, incluso en la sombra, donde los que defienden unos ideales hacen
piña sin necesidad de palabras. Esta idea, el escenificarlo visualmente y sin
palabras, es la esencia de la metáfora de Frankenheimer. La mirada cómplice de
Lancaster al jefe de estación que lo ayudó, uno de sus contactos, mientras está
siendo interrogado a base de puñetazos, lo dice todo.
El póster que reza “Sabotaje” en la puerta del despacho del
jefe de estación es un sutil detalle irónico.
Viaje al infierno.
El viaje de ese tren se irá tornando cada vez más oscuro,
como un viaje al infierno en el que Joseph Conrad se da la mano con
Frankenheimer. Ya vimos como el vapor inundaba el encuadre al inicio del viaje,
como avisándonos de lo que iba a acontecer. En su transitar nocturno tras
sustituir la locomotora, pasaremos por varias estaciones que el tren se saltará,
algunas de ellas casi apocalípticas, destruidas por los bombardeos.
“Mantenga los ojos abiertos. Su horizonte está a punto de
ensancharse”.
Más misiones y trucos de ingenio, realmente excelentes. La falsa estación de Remilly, en realidad es la de Pont a Mousson, y los zooms enfáticos. Los zooms se van descubriendo como recursos que desvelan secretos o claves al espectador, además de dar énfasis. Los contactos de Lancaster van creando un recorrido alternativo, poniendo carteles falsos en sus estaciones para engañar al militar alemán. En St. Avold, que en realidad es Commercy, se retrata a Labiche y al cabo alemán tras cristales, en una escena muy divertida y entretenida que mezcla suspense y humor con los falsos soldados alemanes y la contraseña del “queso”. Un nuevo zoom nos desvela el nombre de la estación en un pequeño farol. Un plan perfectamente ejecutando ante la inconsciente satisfacción del vigilante soldado alemán.
Es un espectáculo ver el impacto de la locomotora contra el
tren descarrilado en plano general, sin maquetas ni trucos, sosteniendo los
planos con una seguridad narrativa y en la dirección inconmensurable. Todo sin
apenas palabras, puro cine. Cabría reprochar que no se deshicieran antes del
alemán que los vigila, pero esto queda explicado al haber otros en el tren ante
los que tiene que responder. Más cuestionable es la muerte de Pesquet (Charles
Millot), que apura su huida sin motivo aparente en exceso, lo que le lleva a
perecer acribillado. El trío convertido en dúo.
Paul Scofield hace una excepcional interpretación como el
militar alemán amante del arte. Su firmeza, inteligencia, tenacidad y determinación quedan retratadas en la frialdad de su mirada, que hace
comprensible el temor en sus subordinados, la obediencia de los mismos e
incluso su capacidad para convencer a sus superiores. Tras el exitoso plan de
Labiche lo primero que hará será ajusticiar a todo aquel sospechoso de
colaborar con él. Un Coronel con unas prioridades y valores muy claros.
“Todo lo que Von Roonsted puede perder son hombres. Este
tren es mucho más valioso”.
Jeanne Moreau es la protectora. Una firme y sigilosa mujer
sensible a las intenciones de todo silencio. Una mujer aparentemente vulnerable
pero heroica, valerosa e intrépida, dura incluso, que salvará la vida de Labiche
(Burt Lancaster) en varias ocasiones.
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