Dern está pletórico, matizado, perfecto, emocionante. Parece
eternamente cansado, toda su composición deslumbra, sus andares pesarosos, un
cuerpo encorvado… Agresivo, resignado, cansado, despistado, ausente,
satisfecho, decepcionado, feliz… Una interpretación matizadísima. Un hombre que
no quiere resignarse, que lucha contra la resignación al tener una nueva
ilusión. En un travelling de retroceso en su casa Payne mostrará su
solidaridad, recordemos que lo cobijo en su cámara, por lo que le veremos
sentarse resignado mientras oímos en off los reproches de su mujer y diálogos
digresivos sobre una lasaña.
David trabaja en una tienda de tecnológica. Su presentación
será interesante, dando explicaciones a sus clientes en una sala insonorizada,
resaltando así su incapacidad de comunicación, la que adorna a su familia, en
especial a su padre, y que irán corrigiendo en su viaje juntos a por el millón
de dólares.
Woody es tozudo, obstinado, arisco, alcohólico, parco en
palabras… como buena parte de su familia, a la que conoceremos posteriormente.
Ross Grant es el otro hijo, presentador de televisión y mucho menos comprensivo
con su padre que David, donde el segundo es indulgente y tolerante el primero
aboga por encerrarlo en una residencia. David, por su parte, parece comprender
las necesidades de su padre desde el principio y en todo momento. En esta
conversación Payne se mantendrá junto a Woody, una vez más solidario con él,
aunque no le veremos, mientras encuadra a distancia a los hermanos. Luego se
acercará para hacerles un plano-contraplano donde Ross comentará su sentir, sus
reproches, el pasado, donde nunca sintió el cariño de su padre. David cambiará
de tema inflando el ego de su hermano con elogios a su intervención en el
programa televisivo, otra muestra de sensibilidad y tacto de David.
Además David no es hipócrita, ya que en la siguiente escena,
efectivamente, le veremos viendo a su hermano en las noticias. En esta escena
se nos cuenta su relación con Nöel (Missy Doty), aspecto importante para
conocer a David con más profundidad, su falta de compromiso. Esa falta de
decisión es la que provocó su separación. David es inmaduro, acomodado, de ahí
que el viaje también le haga falta, le transformará.
Cuando Woody se vuelva a escapar Payne cambiará una
decisión, se quedará con el hijo en el encuadre en esta ocasión. La causa de
esto la tenemos en que es el momento donde David accede a llevar a su padre
hacia su ilusión, donde accede al reto de llevarle a Lincoln, en Nebraska. Eso
sí, la escena se inicia con un travelling de retroceso siguiendo a Dern al que
luego se suma Forte.
“Puedo conducir mejor que ese payaso”.
La quimera. La verdadera ilusión. El vínculo.
Así iniciamos la road movie, el viaje de madurez, el viaje
hacia una quimera donde un hijo ayuda a su padre a mantener una ilusión y ser
feliz mientras recomponen lazos. El boleto premiado es una mera excusa, un
macguffin usado con absoluta maestría para justificar ese viaje de madurez. Las
miradas al tren y la presencia de varios de ellos en la cinta, por ejemplo la
escena donde padre e hijo buscan los dientes del primero en las vías, ese
vínculo entre Woody y las locomotoras, es el símbolo de la vida que se le
escapa, por ello en esta primera parte Payne unirá a su protagonista con los
trenes de diversas formas. La nostálgica y curiosa mirada de Woody al tren se
une mediante un encadenado con David repostando, estático, cobrando energías.
Un detalle visual perfecto por su contraste y significación.
“La cerveza no es beber”.
Desmitificaciones y transgresiones.
La visita al Monte Rushmore a petición de David nos deja uno
de los elementos que predominan en la cinta y en el sentido del humor que
propone Payne. Las críticas a la obra de Woody la desmitifican, hasta el punto
de dejar al entusiasta David apagado por el realismo de la aseveración de su
padre. Aguando la ilusión de su hijo. Un humor sencillo, blanco y encantador.
Igual que la historia que cuenta.
-David: ¿Qué te parece, eh?
-Woody: Que está como sin acabar.
-David: ¿A qué te refieres?
-Woody: Parece como que se aburrieron haciéndolo. Washington
es el único que lleva ropa. Parece como un boceto. ¡Lincoln ni siquiera tiene
oreja!
-La escena del cementerio con Kate comandando la expedición es el mejor ejemplo del sentido del humor transgresor en la película. Hilarante.
Una de las borracheras de Woody le provocará un accidente
que nos lleva a una parte algo orgánica, puntos sobre una herida en primer plano
y pérdida de los dientes postizos en una vía. Comentar que el enfermero que
atiende a nuestros protagonistas es muy amable. La escena de los dientes es un
nuevo ejemplo del encantador sentido del humor de la película, la posible
dureza de la cinta o de algunos momentos queda soterrada por este sentido del
humor.
“…espera, ¡no son los tuyos!”
“Pues claro que son mis dientes, no seas imbécil”.
La broma que le gasta David a su padre es respondida con
contundencia con otra, pero que denota el carácter arisco de Woody, su
amargura… La progresión dramática del personaje es sublime, así como el trabajo
de Bruce Dern.
Hawthorne. El lugar de la reunión familiar en casa de la tía
Martha.
La matizada y sutil interpretación de Bruce Dern, la más
sutil y matizada de todas las nominadas este año, deja momentos de una enorme
emoción, por ejemplo esa felicidad que se intuye en su a menudo cansado, resignado
y hastiado rostro en algunos momentos del viaje cuando mira por la ventanilla o
recibe alguna noticia que le satisface.
Las escenas familiares ofrecen momentos de un talento
indiscutible y un humor muy logrado. Payne dividirá la casa en el mundo de los hombres
y el de las mujeres en varias ocasiones, cuando llegue la mayoría de los
familiares. Su escueta descripción de ambos mundos, con una sencillez pasmosa,
deslumbra. Los hombres son parcos en palabras, obsesos de los coches, la
velocidad y los deportes. Los planos de los hombres sobados en el salón son de
esos detalles sublimes de costumbrismo y autenticidad que no regala Payne. Las
mujeres prefieren cotillear sobre vidas ajenas o evadirse de la realidad.
-Woody: Nada
-Woody: Nada ¿y tú?
-Tío Ray: No mucho.
En estas escenas se sublima el mencionado estilo de Payne,
planos muy estáticos, sin movimientos de cámara, todo basado en los encuadres,
casi como filosofía oriental, y donde la frontalidad de los mismos es
predominante, muy geométricos. Siempre con ese tono entrañable y simpático que
rezuma autenticidad y profundidad se intuye un pasado soterrado de manera
tremendamente sutil. La televisión funciona de hipnotizador y de evasión
familiar. Nunca la veremos, pero casi siempre la están mirando.
Los diálogos de la película dejan auténticas perlas, por
ejemplo en las escuetas palabras de los hombres en las reuniones familiares.
“No es nada, sólo me duele”.
-David: ¿Todo lo demás va bien, tío Ray?
-Tío Ray: No creas.
Las dicharacheras serán las mujeres, por ejemplo la tía
Martha o la propia mujer de Woody, Kate, la inconmensurable June Squibb.
Conexión lynchniana.
Ya he mencionado “Una historia verdadera”, esa obra maestra
que el genio de David Lynch nos regaló en 1999, como referente para esta que nos
ocupa, pero ahí no terminan las conexiones de Payne y esta cinta con el
director de Montana, precisamente donde viven nuestros personajes
protagonistas. Payne es de Nebaska. Todas las escenas cotidianas en familia, en
casa de tía Martha, nos remiten al mundo lynchniano de forma irremediable. Esos
silencios, esa extrañeza, ese humor extravagante y comportamientos raros, esos
personajes estrambóticos y a la vez reales nos recuerdan a instantes de “Cabeza
borradora” (David Lynch, 1977) y las escenas de la cena familiar, por poner un
ejemplo. El mundo de Lynch está cerca en muchos momentos de esta cinta, aunque
su universo parezca opuesto al de Payne y esa sencillez narrativa, a la
sencillez de la historia y su minimalismo estilístico. Es evidente que estos
componentes relacionan “Nebraska” con “Una historia verdadera”, otra road movie
de historia emotiva, sencilla y con la familia como tema indispensable, pero
las relaciones van más allá en ciertos aspectos de tono, modulación de los
diálogos y las atmósferas, aunque donde Lynch suele crear inquietud Payne
resulta entrañable.
Payne va retratando a David como un guardián, un cuidador,
un custodio de su padre. Lo veremos en multitud de ocasiones ligeramente
retrasado observándole mientras pasean. Las miradas amorosas y sutiles de David
a su padre tienen una sensibilidad y delicadeza que sólo pueden captar
directores de verdadero talento, el que demuestra tener Payne. David vela en
todo momento a su padre, que esté y se sienta bien. Intentará protegerle
siempre (vigilante en sus paseos), aconsejándole (por ejemplo que no publicite
el tema del millón de dólares), cuidándole (cuando tiene accidentes),
ilusionándole (en el final…).
Hay mucha ternura, amor y cariño en ese hijo.
“Se lo vendí por 300 dólares”. “Antes conocía a todo el
mundo”. “Voy a beber con mi padre”.
La evolución de David es otra muestra de sutileza, sublime. Primero le veremos cómo alguien controlado, miedoso, comedido, en exceso prudente, que es incapaz de tomar iniciativas o arriesgarse, lo que le cuesta su relación con Nöel. Luego aceptará ir con su padre a regañadientes, yendo contra la opinión de su madre y su hermano, en lo que es un primer paso para su cambio. En el bar le veremos compartir una cerveza con su padre, un pequeño gesto que indica que conforme se acerca a Woody pierde otros miedos. Llega a decir que estaba dejando la bebida, pero accederá a beber una con su padre. En una escena posterior incluso le ofrecerá otra cerveza a Woody, cuando antes cuestionaba que las tomara. En una conversación íntima confesará sus problemas y miedos, sus inseguridades, a su padre. Tras investigar en el pasado de Woody el cambio de David se va haciendo patente, pero de forma tan real, tan auténtica y sutil, que son matices que pasarán desapercibidos a buena parte del público, pero que son los que definen la grandeza de esta obra maestra. Los últimos pasos los veremos ejemplificados con el golpe a Ed Pegram, donde vemos la transformación de David en primer plano, defendiendo a su padre, dando la cara y tomando la iniciativa, y con su decisión final de regalar a su padre la ilusión que buscaba, el legado. Sólo por cómo está tratada la evolución de este personaje esta cinta sería de obligado visionado. ¡Qué sutileza! ¡Qué inteligencia! ¡Qué autenticidad y sinceridad! ¡Qué emoción!
En la mirada de David hay amor sincero.
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