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viernes, 7 de octubre de 2011

Crítica: LA PRINCESA PROMETIDA (1987) -Parte 1/2-

ROB REINER






El arte de contar historias, de la forma que sea, es uno de los rasgos definitorios del ser humano, la necesidad de contarlas y la necesidad de oírlas, leerlas, verlas. Fascinarse, enamorarse, asustarse, vibrar con una historia, participar de ella, creerte que eres uno de sus personajes es esencial, innato casi, al ser humano que desde tiempo inmemorial ha sentido la necesidad de manifestarse artísticamente, de contar algo, de transmitir ideas, ya sea pintando rústicas figuras en las paredes de Altamira, realizando las más vistosas películas o escribiendo las más elevadas obras literarias.


Las artes plásticas lógicamente fueron antes, nuestros antepasados manifestaban así su día a día, su orgullo y necesidad de contar lo que hacían, sus gestas o rutinas, no era tanto la intención estética como la idea de contar algo, expresarse. Muy cinematográfico.
Me fascinaba cuando mi abuelo me contaba cosas de su juventud, de la guerra o de lo que fuera. Siempre nos fascinarán las historias, siempre nos emocionarán, por muy machotes que nos creamos y por muchos videojuegos que se creen. Así se siente el chaval, al ver aparecer a su abuelo (el estupendo y recientemente fallecido Peter Falk)  con un libro mientras se recupera de una enfermedad, de vuelta de esas cosas y esas historias fantásticas y románticas con besos, algo que al abuelo le da igual porque va decidido a realizar su cometido, transmitir su amor por las historias, por el arte en definitiva, por la imaginación.
El escepticismo del chaval (Fred Savage, visto en “Aquellos maravillosos años”) redunda en lo comentado y supone una sutil reflexión acerca de esta juventud actual que cree saberlo todo y que nada podrá sorprenderle, que tiene acceso a toda la información posible pero que, por mucho que crea, seguirá en muchas cosas por debajo de nuestros mayores, aunque tengan más formación. Así nuestro chaval, que cree adivinar todas las situaciones, va viendo como sus esquemas se van desvaneciendo y como en las sucesivas interrupciones que realiza al relato de su abuelo se muestra absolutamente absorto, identificado y viviendo la historia que le cuentan como si fuera personal, asumiendo poco a poco su rendición incondicional hacia esa extraordinaria historia que le ha descubierto su abuelo.
Lo fascinante de “La princesa prometida” es que es capaz, a la vez, de subvertir y sublimar todos los tópicos del fantástico en un derroche de imaginación, ritmo y humor sin igual.
La confrontación de la modernidad, representada en ese videojuego que ahora produce cierta gracia, con la esencia clásica, primigenia, pura del arte de contar historias, representada en el libro, una defendida por un crio y otro por un maduro, es uno de los puntos culminantes, esenciales, que enriquecen “La princesa prometida”, que subliman esta adaptación. El chaval tiene que acabar reconociendo, seguramente sólo de forma inconsciente, que los grandes valores y sentimientos son eternos y que emocionarán, impactarán y serán vigentes para todas las generaciones futuras que están por venir, de la misma manera que lo estuvieron en todas las pasadas. Una enseñanza que le da su abuelo, que consciente de su logro, se permite vacilar a su nieto negándole la narración del último beso, a sabiendas de que el chico querrá saber. Un último beso que es, como todos lo que hemos visto la película o leído la novela sabemos, el más puro y apasionado, superando a los 5 que así habían sido considerados hasta aquel momento, y que todos una vez terminada la cinta hemos tratado de superar en pureza, sinceridad y pasión. Todo esto visible en una sonrisa final del chico al relato de su abuelo, un pequeño gesto que alberga todo, la magia, la imaginación y los recuerdos imperecederos, que alberga lo que es capaz de producir una buena historia.

Y el amor por la lectura, los libros, su aprecio que va de abuelos a hijos y a nietos…
Por todo ello este recurso metalingüístico es un acierto total y absoluto, un recurso en el que se recrea el bueno de Rob Reiner y su guionista William Goldman, autor del libro, jugando con la narración a voluntad como en esa escena donde el abuelo se confunde y vuelve a leer algo ya leído (cuando Robin Wright Penn salta del barco para intentar huir de sus captores). Goldman usa recursos metalingüísticos, otros, en su libro, como hiciera por ejemplo Cervantes con el Quijote.
Un abuelo lee a su nieto enfermo la historia de Westley y Buttercup. En el mágico mundo de Florín, un país inventado, Buttercup va a contraer matrimonio con el despreciable príncipe Humperdinck, tras haber prometido 5 años atrás amor eterno a Westley, un humilde granjero. Obligada por el príncipe y creyendo muerto a su amado se resigna a su destino cuando es raptada por Vinzzini y dos secuaces, Fezzik e Íñigo Montoya. Cuando el rapto parece consumado un misterioso hombre de negro persigue a la banda de secuestradores.
Centrándonos en la historia en sí, tenemos una película de fantasía, aventuras, amor, acción, humor y originalidad inauditas, imprevisible y de ingenio sin fin.

Todos los tópicos se vuelven del revés a la vez que se es totalmente respetuoso con las claves del género. Así los villanos en muchos casos no lo serán tanto, el protagonista muere, el malo malísimo no muere, el héroe ha pasado tiempo siendo alguien poco respetable…
La primera parte es absolutamente perfecta, todo es asombroso, original e ingenioso, después de ese comienzo no puedes despegarte de la pantalla, es imposible, porque cualquier cosa puede suceder, el secuestro, la persecución, el combate a espada, la lucha cuerpo a cuerpo del caballero negro contra André el Gigante, el duelo de ingenio…

La introducción, con la parte romántica que tanto exaspera al nieto que escucha pacientemente la historia, es un ejemplo de las necesidades narrativas que harán que una historia sea buena o mala. Esa introducción que dibujará los personajes, su relación y que creará ese vínculo invisible con el espectador, su identificación con esos personajes y qué les pasa, es imprescindible y está brillantemente tratada con las quejas del chaval que se frustra porque aparentemente no pasa nada, no hay combates, ni espadas, ni deportes… Pero es precisamente esa parte la que hará que desde casi el mismo inicio el chaval, como todos los espectadores, se vean atrapados, fascinados y “preocupados”, como reconoce el chico, con los devenires de los protagonistas.

Luego la arrebatadora imaginación de la historia hará el resto. Si el rapto y la persecución son brillantes, el duelo a espada y todo lo que le rodea te deja alucinado, uno de los grandes duelos a espada, no ya por la habilidad de los contendientes, sino por el respeto mutuo que se profesan para iniciar el duelo, los juegos de manos zurdas o diestras que realizan los espadachines, el sentido del humor divertidísimo que tiene, y que es constante durante toda la película, y los diálogos, tanto antes de empezar a luchar, como durante la propia lucha.
Sobre el guión y el infinito ingenio que éste tiene decir que no se limita sólo a la historia. “La princesa prometida” tiene algunos diálogos y frases que se han hecho míticas en la historia el cine.
Frases como: “Como desees”, “Amor verdadero”, “Estabas tan borracho que no podías ni pedir otra copa…”, “Antes destruiría una vidriera de colores que a un hombre como vos, sin embargo, no puedo permitir que me sigáis.”, “La muerte no detiene al amor, lo único que puede hacer es devorarlo.”
Diálogos como:
 - Vinzzini: Supongo que os creéis muy valiente.
 -Buttercup: Según con quién me compare.
Este otro entre Buttercup y Westley:
-No sobreviviremos.
-¡Tonterías! Lo dices porque nadie lo ha logrado nunca.
El que tiene Vinzzini e Íñigo Montoya:
-Vizzini: Inconcebible.
-Íñigo Montoya: Siempre usas esa palabra y no creo que signifique lo que tú crees.
Otro más:
-Íñigo Montoya: Parecéis un hombre decente. Lamentaré mataros.
-Caballero negro: Vos también lo parecéis. Lamentaré morir.
Lo cierto es que aparte de estos ejemplos, cada diálogo es una joya de verdadero ingenio, que es uno de los motivos más indiscutibles de la calidad, lucidez y encanto de la cinta. Un sentido del humor que engancha y entusiasma. Rob Reiner, que es un magnífico director, siempre ha destacado por éste aspecto, grandes diálogos y un gran sentido del humor en sus películas, sean éstas más o menos acertadas.



Dedicada a Chu4che