viernes, 24 de febrero de 2017

Crítica KUBO Y LAS DOS CUERDAS MÁGICAS (2016)

TRAVIS KNIGHT









Magnífica película de animación de la productora Laika, especializada en stop motion, que parece el nexo de unión de Disney con el cine de Hayao Miyazaki en Ghibli, aunque, por desgracia, tiene pocas opciones ante “Zootrópolis” de la propia Disney en los Oscar, que ya ganó el Globo de Oro.

Laika ha entregado varias películas interesantes, de distinto nivel, desde la brillantez de “Los mundos de Coraline” (Henry Selick, 2009), pasando por la diversión de “El alucinante mundo de Norman” (Chris Butler, Sam Fell, 2012) hasta llegar a la correctita “Los boxtrolls” (Graham Annable, Anthony Stacchi, 2014). Una productora bastante burtoniana en su concepción y estética que aquí apuesta por el stop motion mezclado con la animación tradicional y el CGI, la informática, para crear un fascinante y mágico universo en el Japón antiguo.



Kubo y las dos cuerdas mágicas” merece todos los reconocimientos, porque es una de las mejores películas del año (merecería tener nominación en esta categoría), profunda y honda, que trata temas nada infantiles como el perdón, la asunción de la muerte y la pérdida, la esperanza y la necesidad de los recuerdos. Una especie de “Mago de Oz” oriental en el transitar del protagonista que satisface plenamente. Una animación, la de Laika, francamente madura que, esta sí, satisface a adultos y niños, donde lo siniestro suele ser pieza clave y la imaginería terrorífica a menudo está presente.





Kubo es un niño que vive en una montaña junto a su madre, que padece un extraño encantamiento que sólo le permite raptos de lucidez durante la noche. El chico tiene orden estricta de volver a casa antes del anochecer. Un día, tras alargar su labor de contador de historias, se retrasará incumpliendo ese mandato, despertando a un espíritu vinculado a su familia que le busca desde el día de su nacimiento. Desde ese momento, Kubo se verá obligado a una desenfrenada y continua huida que le llevará a descubrir los secretos de su familia con la sola protección de una mona y un escarabajo samurái parlantes. Kubo no debe salir de noche y llevar siempre una figura de un monito como protección, reglas un poco a lo “Gremlins” (Joe Dante, 1984).



Cultura oriental.




El director, Travis Knight, nos presenta un universo mágico lleno de dioses y espíritus, de magia y pasados familiares escabrosos en la rica cultura oriental, en un viaje fascinante y fascinado por aquella cultura, por el Japón antiguo y mítico, ancestral. Se recrea en muchos elementos de la cultura oriental y japonesa. Desde la comida que vemos preparar a Kubo, los vestuarios, con los kimonos, los yukatas… El shamisen (instrumento de tres cuerdas que se toca con una uñeta llamada bachi) que usa Kubo como instrumento para recrear sus historias; el origami… Damos un buen paseo por esa fascinante cultura oriental, nipona, por su mitología y gusto por lo fantástico, con sus personajes característicos y seres extraordinarios, samuráis aventureros, dragones, espíritus… Comerán pescado crudo, atravesarán largas llanuras decoradas con derruidas estatuas de samuráis, contenedoras de un pasado casi extinto. También hay alguna en pose de meditación. Garzas que transportan las almas de los difuntos; el dragón, que no podía faltar, y que aparecerá para el clímax... Ni que decir tiene que hay muchas metáforas o elementos simbólicos o alegóricos que deben interpretarse desde cierta perspectiva oriental. Así, los animales que salen y protegen a Kubo tendrán un sentido. Desde la mona y el escarabajo parlanchines hasta la ballena donde la mona resguarda a Kubo de la nieve tras huir de sus despiadadas tías. Una ballena que tiene hasta reminiscencias bíblicas y simboliza la claridad emocional, perfecta guía por las emociones confusas, ambiguas, para lograr la calma y la serenidad, la lucidez, en las situaciones de mucha responsabilidad, algo que tiene pleno sentido con la aventura que va a acometer Kubo en ese nuevo comienzo. El escarabajo, en Egipto, representaba al sol naciente, símbolo de la resurrección en la mitología egipcia. La mona remite a “los tres monos sabios”.






El origami, el papel, es una evidente metáfora de la creación y la transformación, con mucha presencia en la narración. Y es que todo se transforma en la película: los padres adquieren forma animal, los muertos pasan a ser espíritus y recuerdos, los papeles de Kubo adquieren múltiples formas para contar sus historias…

La familia.

Todo lo que relata “Kubo y las dos cuerdas mágicas” está relacionado con la familia y su esencia, en una obra de orfebrería del guión que integra este tema con todos los demás (los recuerdos, el pasado, la realidad y la ficción…) con plena coherencia y maestría. Esa familia que se va formando y va adquiriendo un pleno sentido conforme avanza la narración.


La madre contará historias de su padre, un gran y valeroso samurái, un padre amantísimo asesinado por el abuelo y las tías de Kubo. Una familia materna que representa el lado negativo, los villanos de la función, personificaciones del orgullo, la soberbia y la cerrazón. Malvados enemigos que nunca duermen, una idea fascinante. Él es el Rey Luna, explicación a que la madre prohibiera a Kubo salir de noche, ya que la Luna lo ve todo. Fueron ellos los que robaron el ojo a Kubo. Quieren el otro y que vuelva con ellos.

Es en esta dualidad donde la madre de Kubo sufre, tiene pesadillas, aparece perturbada, en el centro de una absurda guerra donde trata de proteger a la familia que ella creó de la familia de la que procede… Ella era la tercera hermana, vivía junto a ellas y su padre en los cielos, hasta que se enfrentó a un valeroso samurái que la enamoró porque la humanizó, descubriendo en su humanidad el antídoto contra la frialdad que reinaba su vida.

Tú eres mi misión”.

Y es que poco sorprende cuando se desvela que la protectora simia contiene el espíritu de la madre de Kubo, por lo que las sospechas hacia el escarabajo se agudizan, confirmándose poco después, como el contenedor del espíritu paterno.

La historia se dispara cuando Kubo incumple las reglas maternas, pero lo hace también por el lógico apego familiar, cuando la entrañable anciana del pueblo encamine al chico a algo demasiado tentador: comunicarse con su padre… Por supuesto, recibirá silencio.


Un chico en apariencia desarraigado que encontrará una disfuncional familia… no tan disfuncional. Dos protectores de roles casi opuestos que se atraen en cierta medida (en realidad son tres con ese guía samurái hecho de papel). Son evidentes los gestos de coquetería de ambos según avanzamos, en un excelente guiño. Representando una necesaria dualidad con la sobreprotectora mona y el alentador y positivo escarabajo. Una mona maternal que quiere que Kubo no corra riesgos y un escarabajo paternal que le anima a afrontar retos y aventuras, elogiando sus hazañas. Una maternal relación con la mona, que se intuye especial desde el primer momento, un divertido y encantador escarabajo desmemoriado (un poco como la Dory de “Buscando a Nemo”)... Derrochan un gran sentido del humor, muy particular, especialmente el personaje del escarabajo.

¿Sabes una cosa, Kubo? Cuando sólo contabas historias, antes de emprender esta gran aventura, ya entonces tenías mucho de héroe”.


La propia misión, planteada con ternura, sensibilidad y capacidad de fascinación, tiene algo de metafórico: Encontrar la armadura que fue de su padre para que lo proteja, como hace la familia. Una armadura que se irá formando conforme superen las misiones, pero que también se cobrará su precio. Espada, yelmo y casco.

Tú has salido más a tu padre, ¿no?

Es comprensible el sentimiento de traición que tiene el abuelo de Kubo ante los actos de su hija, renunciando a su concepción de familia, abrazando el amor y la humanidad, pero también denota un carácter autoritario e intolerante, enfermizo.

“… serás infinito”.

La familia y todo lo que ello conlleva como el verdadero legado.

Metalingüismo. Narración artística.

Se juega con el metalingüismo en base a una reivindicación explícita y marcada de la narración artística en todas sus vertientes, comenzando por el relato oral. Una introducción, que nos presenta la película insinuando aspectos mitológicos y mágicos con una madre que protege a su hijo de un desconocido enemigo, acaba convertida poco después en un relato de entretenimiento contado de madre a hijo y de ese hijo a todo el que quiera escuchar en el pueblo al que desciende para conseguir algo de dinero. Convirtiendo una realidad en leyenda.

La llegada de esa madre y ese hijo será a una orilla, tras superar imposibles olas, lugar simbólico de la vida o la muerte, de un nuevo inicio.





Relatos orales que son fundamentales para Kubo, que son su base cultural y casi espiritual, relatos que le cuenta su madre día tras día, que parece despertar por las noches en pequeños raptos de lucidez, saliendo del hechizo, plantando la semilla de su padre en Kubo. Siempre son historias de su padre, sus aventuras de samurái. De la familia en suma.

No sólo el relato oral aparece en la película. Es evidente el guiño al cine, en ese juego metalingüístico, cuando Kubo recrea sus historias con su instrumento mágico y sus figuras origami, que cobran vida a su son para entusiasmo de los lugareños a los que visita en el pueblo. Un contador de historias que omite el final o que no sabe cómo acabarlas, en una clara muestra de la insatisfacción y anhelo que siente por la ausencia paterna. El mismo abuelo, convertido en dragón, hablará de poner “final a tu historia”, en un evidente eco. Posteriormente le pedirá a Kubo que le recuerde su historia, una vez redimido.





El final de una historia no es más que el principio de otra”. Concepción de legado, continuidad.

Y es que lo mágico, en este cuento fascinante, tiene capital importancia, en perfecta coherencia con esa idea metalingüística, ya que realidad y ficción se mezclan y fusionan, donde lo fantástico acaba pareciendo real y lo real convertido en leyenda. Un samurái de origami guiando a los protagonistas; pájaros de papel sobrevolando el cielo, ese barco construido con hojas, ese escarabajo que confunde realidad y ficción, personificación perfecta de la idea (creerá, por ejemplo, que su lucha con el monstruo huesudo fue un sueño)...




Los ojos, vehículo hacia la inmortalidad.

El pasado y los recuerdos incentivan algunas de las más bellas y poéticas reflexiones de la película. Unos recuerdos que posibilitan los relatos que vendrán en el futuro, que a su vez han sido regados y nutridos con las propias vivencias y otros relatos pasados. El honor y respeto que merecen. Honrarlos, crearlos y conservarlos. Tanto los recuerdos como los relatos son indispensables en toda la idea y concepción del film, ya que a través de ellos se llega a la verdad, al conocimiento, a la familia, a la inmortalidad. Recordar, relatar el recuerdo y extenderlo es la forma de hacer inmortal nuestra vida y la de nuestros seres queridos, en ellos se contiene toda la gama de los sentimientos, se guarda la vida que se fue.

El Rey Luna pedirá a Kubo que le recuerde su historia, que ha olvidado. A Hanso, el padre de Kubo convertido en escarabajo, se le hurta su memoria, robándole los recuerdos, que es como la muerte en vida en la tesis de la cinta. Kubo sólo conoce relatos de su padre, pero a través de ellos llegará al pasado y a la verdad sobre él y su familia. En ellos vivirá, lo hará revivir en cada ocasión en la que él mismo relate las historias. Un pasado y unos recuerdos que a veces llevan a malentendidos o sentimientos negativos.

Tu historia jamás terminará. Será contada por él y por la gente con la que él la comparta… La cuestión es que tu historia seguirá viva en él". “Me parece que he olvidado mi historia. ¿Puedes ayudarme?” “Él le contará todas las historias que usted ha olvidado”.

Es aquí donde tienen vital importancia los ojos. Los ojos en “Kubo y las dos cuerdas mágicas” son el vehículo hacia la inmortalidad y la humanidad porque son los que capturan esos recuerdos. Es por ello que tendrán tanta presencia en la narración. En la mencionada escena introductoria veremos como madre e hijo aparecen heridos en su ojo izquierdo, de hecho a Kubo le falta ese ojo, ya que se lo robó su abuelo. El propio abuelo, cegado inicialmente, adquirirá la visión en un ojo, ¿quizá el que robó a Kubo?



La madre de Kubo explicará en su historia cómo las miradas a los ojos con su padre eliminaron la frialdad de su alma y la enamoraron, gestando así al propio Kubo. En cambio, el abuelo del protagonista quiere su otro ojo para evitar eso mismo, la conciencia de humanidad, conservando o adquiriendo una fría perfección alejada de lo humano.



Unos ojos marinos, fascinante imaginería, hipnotizarán a Kubo, ya que son contenedores de ese pasado, de esos secretos, de esa verdad que no conoce, en una metáfora que confirma todo ese sentido mencionado arriba. Un plano acercándose al dormido ojo de Kubo nos adentrará en su sueño, en el que conversará con su malvado abuelo. Un abuelo que será ciego y quiere arrebatar el ojo a Kubo para cegarlo también, convirtiéndolo así en un ser frío con el que compartir su reino. En las derruidas estatuas de samuráis destacan sus ojos, en algunos casos sólo uno está visible, como le ocurre a Kubo, y por uno de ellos el escarabajo lo secuestrará.





Estilo.

La dirección de Travis Knight rezuma elegancia, poesía y sensibilidad gracias a una gran capacidad alegórica y metafórica. Observad el uso que hace de las transiciones, francamente bellas y poéticas, resaltando el carácter de cuento y relato de la propia película. Se utilizan sobre todo en aparentes tiempos muertos, en el vagar de los personajes, cambios de plano que nos sorprenden al esconder el corte pero llevándonos a una nueva angulación una vez nos ha tapado parte del objetivo algún elemento del decorado. Esa luna real que recibe una gota de agua y nos lleva a otro escenario en una hermosísima y poética transición… Usa muy bien las angulaciones, los picados y contrapicados para los momentos más tensos, como las peleas.





La tierna escena de Kubo cuidando a su madre enferma, preparándole la comida, atendiéndola, mimándola, mirándola comprensivo y cariñoso en silencio, sin necesidad de palabras, dedicándose al origami a su lado e intentando hacerla reaccionar, es un ejemplo más de la exquisita sensibilidad que tiene esta película.



No sólo destaca la dirección de Knight por la poesía y los momentos más íntimos, también lo hace con la atmósfera y los momentos épicos y de acción. Sólo hay que apreciar y disfrutar de las impactantes y terroríficas apariciones de las tías de Kubo, esas voces en eco y ese look, con esa máscara neutra y sonriente que no deja ver su rostro, desposeyéndolas de identidad, haciéndolas más terroríficas. Su primer encuentro, en esa noche amenazante, pone los pelos de punta. Quizá son poco sutiles, pero imponen.





Además se impone la lógica. La madre saldrá al rescate, pero debemos recordar que Kubo siempre llevaba su talismán, la figura del mono…


Una de ellas volverá a aparecer para atacar el barco de los protagonistas, momento precedido de un intenso oleaje marino. Una brillante escena de acción con pelea en ese sutil barco entre la mona y la tía de Kubo, que termina con la victoria de la mona, aunque resultará herida.



La otra hermana terminará matando a los padres, y además sorprende que no aplicaran esos extraordinarios poderes en anteriores encuentros (esas cosas), pero muriendo a su vez. Cruel y dura pelea, también visual y dramáticamente impactantes.




La espectacular y divertida escena, un gran reto de los efectos especiales y la animación en stop motion, del monstruo huesudo al que nuestros protagonistas pretenden arrebatarle la espada irrompible. Un monstruo grande, aunque poco ágil y peligroso.





Es muy bella la forma que tiene el director de retratar la muerte a través de objetos: la máscara rota de la villana (lo mismo ocurrió en la pelea marina), la cuerda del arco del escarabajo, la figura del monito partida por la mitad, el origami agonizante… Y para poesía el final, con los padres, ahora sí, pasando a ser espíritus para llegar a donde corresponde, convertidos en recuerdos, en seres eternos gracias a su hijo.






Charlize Theron como la mona, Rooney Mara como las hermanas, Matthew McConaughey como el escarabajo, Ralph Fiennes como el Rey Luna, son algunos de los grandes nombres que aparecen en la película. No se pierdan los estupendos títulos de crédito en animación tradicional y cómo se creó el monstruo huesudo en stop motion con apoyo de la informática.


Una hermosa película, poética, profunda, compleja y adulta, superior a la favorita “Zootrópolis”. Una joya de enjundia que está entre lo más destacado del año.



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