También habrá momentos para las vidas familiares y
personales de las protagonistas, aunque de Dorothy Vaughan (la nominada Octavia
Spencer) no sabremos apenas nada, más allá de verla en alguna fiesta. Katherine
tiene tres hijas, está viuda, y mantendrá una relación con el coronel Jim
Johnson, con el que se casará en segundas nupcias y pasará el resto de su vida
tras unos primeros pasos con malentendidos. En la iglesia, en esa comunidad
meritoria y cristiana, surgirán las primeras miradas de ambos.
Mary Jackson (Janelle Monáe) está casada. Su marido es poco optimista con
sus ambiciones y procedimientos, más defensor de la toma de los derechos civiles
por la fuerza. Ese será el conflicto personal de ella, que se solucionará
fácilmente y con brevedad cuando logre que la acepten en la universidad, en
clases nocturnas de un estado segregado. Deberá rendirse al talento y méritos
de su chica.
“Así que no tengo otra opción que ser la primera”.
Habrá varias fiestas donde se desarrollarán o forjarán relaciones. Momentos de evasión para esa ultrajada comunidad afroamericana: Tras la
misa; baile y bebida de las tres amigas; la que elimina las reticencias de
Katherine con Jim…
Dorothy será la principal encargada de programar el súper
ordenador IBM, la última innovación, para hacer cómputos más rápidos. En
realidad, ese ordenador es competencia directa de nuestras protagonistas, pero
sabrán adaptarse. Dorothy conseguirá además que todo su grupo pase a encargarse
de la programación... y el puesto de supervisora. Nadie logrará poner en marcha ese enorme
ordenador salvo ella. ¡Cómo hemos avanzado!
Mary Jackson se quedó en la NASA y fue la primera ingeniera
aeronáutica mujer afroamericana estadounidense. En 1979 se la nombró encargada del
programa para la mujer en Langley.
Dorothy Vaughan fue la primera supervisora afroamericana de
la NASA. Especialista en FORTRAN, en la límite con la informática electrónica,
considerada una de las mentes más brillantes de la NASA.
Katherine Johnson participó en la misión Apolo II a la Luna
y el trasbordador espacial. En 2016 la NASA le dedicó el edificio computacional
Katherine G. Johnson en honor a su trabajo pionero en los viajes espaciales. A
los 97 años recibió la medalla presidencial de la libertad y celebró su 56
aniversario junto a Jim Johnson.
La frontalidad es uno de los rasgos estilísticos más evidentes
en la película, una frontalidad que se mantendrá durante toda la narración.
Desde el mismo inicio, con ese coche averiado que servirá para presentar a las
tres protagonistas, que rezuman ironía, buen rollo y una extraordinaria complicidad
que veremos desarrollada a lo largo del metraje. Hasta harán de alcahuetas con
Katherine. En la fiesta, en los baños, en la sala de IBM, en el lugar de
trabajo de Katherine, en su casa… en todos los escenarios la frontalidad hace
acto de presencia.
El otro rasgo que más me ha llamado la atención es el de los travellings de retroceso. Lo ha hecho porque suelen tener sentido positivo, alegre, en contra de lo que suele ser habitual. Normalmente denotan discreción, distancia, pero aquí se usan tras momentos de alegría, esparcimiento o emoción: En la fiesta improvisada de las tres amigas; cuando se incluye a Costner en plano poco antes de que se permita a Katherine acceder a la información clasificada gracias a los méritos de la científica, logrando conclusiones incluso con datos censurados; en la primera comida de Jim en casa de Katherine, junto a las niñas; el último plano de la cinta, cerrando el círculo con Stafford, Harrison y Katherine Johnson en perfecta comunión…
También se concluyen escenas felices con planos lejanos, sin
travellings, como en la reconciliación de Mary con su marido o en la petición de
matrimonio de Jim a Katherine.
Hay un buen uso de las elipsis. Brillantes, como en esa
transición que nos lleva de la llegada de las protagonistas a la NASA a un
cohete que se eleva. O esa que lleva de la alumna Mary en la clase nocturna a la
maestra Katherine explicando los datos a sus compañeros. También, en una
tendencia que se extiende, la elipsis neutra, donde de un plano para otro, con
leves cambios en la continuidad (raccord) se escenifica el paso del tiempo, por
ejemplo en el trabajo de oficina de la protagonista.
Theodore Melfi también usa planos y escenas documentales con
las pruebas fallidas, o no, en varias ocasiones, para dar mayor verosimilitud al relato. También de
Kennedy. Vamos pasando del 5 de mayo de 1961 con el lanzamiento de Alan Shepard
al 21 de julio de 1961 con la recuperación de Gus Grissom, hasta el 20 de
febrero de 1962 con el lanzamiento de John Glenn.
Hay otros dos personajes interesantes en el film. Vivian Mitchell, interpretada por Kirsten Dunst, un personaje ficticio que pretende aglutinar muchos de los comportamientos y opiniones que muchas mujeres blancas en puestos de dirección tuvieron en aquella época. Mitchell tendrá una especie de redención en un baño, ya no segregado, en el que esboza una especie de disculpa, explicándose por unos prejuicios que cree no tener, pero que tiene, aceptada por Dorothy, ante un espejo, quitándose caretas. Lo mismo ocurre con Paul Sttaford, interpretado por Jim Parsons, otro personaje aglutinador, ficticio, que refleja el comportamiento de muchos de los ingenieros del grupo de trabajo de Katherine Johnson. Es gracioso ver a Parsons, el genio de “The Big Bang Theory”, eclipsado por otro genio en esta película, que ni siquiera es capaz de reconocer, debiendo someterse a la realidad. También él tendrá una redención en el último plano de la película, cuando traiga amablemente un café, ese café que antes los separaba, a Katherine, aceptando además su firma en los informes sin problema alguno.
Como en la buena narrativa clásica, los momentos dramáticos, muy atenuados (los desplantes racistas), conviven en perfecta compañía de un sano humor (ese tacón que se atasca en la prueba con la cápsula en el túnel, ese libro robado por Dorothy justificándolo con los impuestos tras aleccionar a sus hijos sobre hacer las cosas bien...) y escenas emotivas. Entre las últimas destacaré el precioso momento de la petición de matrimonio del amable coronel Jim Johnson (Mahershala Ali), al que vimos también en “Moonlight” (Barry Jenkins, 2016), con toda la familia de Katherine (Taraji P. Henson) presente.
Hay en ellas una perfecta asimilación de la realidad social
y racista que viven, plenamente conscientes, usando la ironía para criticarlo,
como con ese agente algo corto al que logran poner de su parte al inicio del film. Una escena que
plasma una de las tesis del film, resumen de lo que veremos durante el
resto de la película: Tres mujeres despreciadas que se llevarán el respeto de
esos que las infravaloran por su color gracias al mérito y su trabajo.
El clímax es forzado y antinatural, poco creíble, como un patético intento por generar una tensión que no existió durante toda la narración y al que se le ve el cartón. Además resulta estereotipado: En el último momento, antes del crucial lanzamiento, resulta que los números no cuadran. Se informa de tal circunstancia a John Glenn justo antes de subir a la nave para afrontar la hazaña de realizar tres vuelos de siete órbitas, lo que aprovechará para pedir que los números los revise Katherine… Es un clásico, pero no se sostiene… Es cierto que Glenn mencionó el nombre de Katherine como revisora, a la que llamaba “the girl”, pero lo hizo mucho antes de que todo esto comenzara, un cálculo que la llevó día y medio, de una tremenda precisión, y que confirmó datos obtenidos con anterioridad, dando confianza a todos en el nuevo sistema informático IBM. Unos momentos que permiten cierto suspense para un clásico clímax espectáculo con final feliz que tan bien hacen en Hollywood.
Es curioso analizar las similitudes de muchos de los
personajes protagonistas de las películas nominadas. Tenaces, obsesivos,
determinados a conseguir su sueño y su objetivo, competentes y brillantes en
sus trabajos, fieles a sus principios, luchando contra un entorno hostil…
No puede faltar, estamos en Cinemelodic, la referencia a
Kevin Costner y su relación cinematográfica con Kennedy. No sólo en esta
película el bueno de Costner vive sus aventuras inmerso en la política de
Kennedy, ya lo vimos intentando resolver su asesinato en “J. F. K.: caso
abierto” (Oliver Stone, 1991) y “Trece días” (Roger Donaldson, 2000). Costner
es dado a repetir temáticas, como esa afición suya a las películas de deporte,
una de sus pasiones. Kevin Costner, que aquí come compulsivamente chicles,
suponemos que por haber dejado de fumar, nos regala su habitual tic, el
esnifado, el sorbido de nariz.
Película correcta a la que se nota demasiado su factura de
diseño. Eficaz, sin aspectos destacables o reseñables, falta de tensión, con
elementos forzados, pero entretenida y necesaria finalmente.
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