La evolución dramática en cada una de las presentaciones y
con respecto a la anterior es espléndida. En todas ellas repetiremos el mismo
patrón, con Jobs (Michael Fassbender) entrevistándose uno a uno con sus colaboradores, amigos o
familiares. Donde se alternarán reproches con declaraciones de verdadera
amistad.
-La primera presentación explicita la competencia entre el
Mac e IBM, que es la compañía líder del sector sin apenas resistencia.
Innovaciones técnicas y muchos errores, un producto mal acabado en el que la
demo de voz no funciona, su precio es muy alto y su memoria escasa.
En esta presentación conoceremos a todos los personajes que
tendrán importancia en la trama, muchos de ellos relacionados con el pasado de Jobs. Sus
compañeros, el ingeniero Steve Wozniak, su ex, su mentor John Sculley (Jeff
Daniels), el periodista Pforheimer (John Ortiz)… Se irá entrevistando con todos ellos para desarrollar sus respectivas personalidades, sus conflictos, para
conocer el pasado y proyectar el futuro.
Wozniak (Seth Rogen) tendrá una polémica acerca del
Apple 2, del que fue ingeniero, cuando pida a Jobs un reconocimiento y
agradecimiento público en la presentación del Macintosh, lo que nos llevará a
dónde comenzó todo. A un garaje debatiendo sobre si el ordenador debería tener
dos u ocho ranuras o si debería usar un sistema abierto o cerrado…
“La gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas”.
“Control absoluto. Totalmente incompatible con todo”.
“Ya nos enteraremos si eres Leonardo Da Vinci o sólo crees
serlo”.
Todas las relaciones evolucionan de una presentación a otra,
incluso dentro del mismo acto. Con Sculley, en un principio, todo serán
parabienes y confianza. Aparecerán ambos reflejados en las copas de vino del 55
que se tomarán antes de la primera presentación. Él es casi una figura
paterna y su relación va más allá de lo profesional. Hablarán de la adopción no
como un rechazo, sino como una elección, precisamente. Una relación que se
deteriorará por los negocios absurdamente.
“Debes mantener el control. No entiendo a la gente que
renuncia a él”.
Una primera presentación de un producto que será un fracaso,
que le llevará al despido. Del millón previsto en un trimestres a sólo 35.000
mil ventas en su primer mes. 500 Macs al mes, posteriormente.
“Next” y el “Cubo Negro”. Nueva empresa y nuevo proyecto
encaminado a la educación tras ser despedido. Un cubo perfecto que compite con
Apple, hasta el punto de que lo denunciaron. Es 1988 y Jobs queda ligado a
Napoleón a través del cuadro “Napoleón cruzando los Alpes” (Jacques-Louis
David) y a “La balsa de la Medusa” de Théodore Géricault.
En esta segunda presentación hay cierta resignación, con un
Jobs más comedido y precavido, aunque siempre seguro de sí mismo.
Las relaciones se han roto o deteriorado, los amigos y
antiguos compañeros hablan mal de él o se han distanciado, pero todos acudirán
a su presentación. John Sculley, por ejemplo, será presentado a través de una
sombra.
-Jobs: Los músicos tocan los instrumentos. Yo toco la
orquesta.
-Wozniak: Es algo que suena bien, pero que no significa
nada.
…
-Wozniak: ¿Qué es lo que haces? ¿Qué es lo que haces?... No
sabes escribir el código. No eres ingeniero. No eres diseñador. No sabes ni
clavar un clavo… ¿Cómo es posible que lea diez veces al día que Steve Jobs es
un genio? ¿Qué es lo que haces?
-Jobs: Yo toco la orquesta. Y tú eres un buen músico, estás
ahí sentado, eres el mejor de tu fila.
Wozniak, a pesar de su dolor, demostrará una sincera amistad
y cariño, incluso admiración, por Jobs.
“Estoy a tu lado porque ese cubo perfecto, que no hace
absolutamente nada, está a punto de ser el mayor fracaso en la historia del
ordenador personal”.
-Última presentación.
Dos fracasos seguidos, voluntario y consciente en el
segundo caso, pero consiguiendo que una menguante Apple volviera a contar
con él al comprar el sistema operativo de “Next”, el anterior proyecto de
Jobs, ya que del 30% de cuota de mercado pasó al 3’2%.
Estamos en 1998 y se presenta el iMac.
Aquí el tema personal y familiar de Jobs cobra más
importancia hasta que, por fin, se impone al profesional, quizá porque el éxito
ya llegó… Las entrevistas con Joanna y Hertzfeld sobre Lisa acaban
perturbándole. Una labor de padre que ha dejado que desear, le ha llevado a
enfados absurdos con su hija, a que Hertzfeld haga las labores de cuidador
pagando el primer semestre de la universidad que Jobs se negó a pagar por
orgullo… El ingeniero recordará la amenaza recibida en la primera presentación,
lo mal que le cayó Jobs siempre y que es amigo personal de la familia, incluida
la madre de Lisa, justificación a esas libertades necesarias que se tomó…
Es momento de la resolución de relaciones. En unos casos se
romperán definitivamente, en otros se arreglarán. También las habrá que
mantendrán sus constantes de amor/odio. Es la fase de redención.
-Jobs: Alan Turing. Ganó él solo la 2ª Guerra Mundial y
encima inventó la informática, pero no será parte de la campaña.
-Pforzheimer: ¿Por qué no?
-Jobs: Porque me has preguntado quién era.
“A todo el mundo le cae bien Ringo”.
“No es binario. Puedes tener decencia y talento al mismo
tiempo”.
Con Lisa (Perla Haney-Jardine) tendremos las conversaciones claves, el clímax
dramático y de redención de la historia. Primero con un enfrentamiento en
público con reproches mutuos donde ambos darán sus razones. Jobs y sus muchos
defectos al desnudo.
-Lisa: Son más de las 9. Te vas a retrasar.
-Jobs: Ya… Me da igual.
Estilo.
Boyle lo entrega todo a un montaje ágil y dinámico, que haga cinematográfica la propuesta ideada desde el guión con esas reglas teatrales y
separación en actos, con cierta unidad de lugar en cada uno de ellos. Un
montaje que da dinamismo y matiza la narración recreando sentimientos,
realidades internas, contradicciones o ironías… En ahí donde Boyle puede
soltarse más en lo visual.
-Joanna: ¿Te has portado bien?
-Steve: Ya lo creo.
Mientras su ex llora desconsolada tras la conversación…
Cuando Jobs confiese la verdad sobre su venganza contra
Apple a Joanna, tendremos un efecto visual en la pared para su metáfora con el
satélite, en otro juego de montaje. Un maquiavélico plan creando una necesidad
en la empresa que fundó para volver junto a Avie Tevanian (Adam Shapiro).
Montajes emocionales, como en la presentación final, cuando
flashes de la hija se filtran en los pensamientos de Jobs tras varias
conversaciones sobre ella. Síntoma de un cambio en sus prioridades.
Boyle usará planos oblicuos ocasionalmente para enfatizar la
tensión y las emociones, en esta orgía estética que pretende aligerar la trama.
Un ejemplo: La escena del perdón entre Jobs y Sculley en el último acto.
“Lo que podríamos haber hecho”.
Los diálogos, el punto más destacado de la función, son
inteligentes, ingeniosos, vivaces, rápidos, salpicados con un montaje que en
ocasiones emigra a otros escenarios a modo metafórico o enfático. Es un difícil
equilibrio el que hay que mantener, sobre todo con esas limitaciones de espacio
y tiempo, para ir mezclando lo personal con los problemas profesionales y la
jerga técnica, de los problemas familiares tratados con su hija y su ex, a las
filtraciones a la prensa tratadas con Hertzfeld o Pforzheimer, de los problemas
con el pago a la universidad de su hija superdotada a la falta de un Sistema
Operativo…
Se logra en la mayor parte de los casos y, como digo, los
diálogos son lo más sobresaliente del conjunto, repletos de ingenio e
inteligencia, pero eso no evita que en muchas ocasiones esta mezcolanza, la
introducción de un conflicto u otro, el paso de un tema a otro, resulte artificial y forzado, especialmente en los momentos en los que se centra la
historia, los previos a unas presentaciones profesionales. Es la exigencia de aglutinar sus ideas en tres momentos concretos, tres
presentaciones, la que obliga a recurrir a trucos que resultan forzados. Cae en
ciertos artificios.
Los personajes manifiestan el conocimiento de informaciones
que sacan repentinamente sin que sepamos porqué lo saben o desde cuando, con lo
que se deben dar explicaciones extra, provocando en ocasiones falta de
naturalidad para que el espectador comprenda. Da la impresión de que las sacan
de la nada para justificar dichos diálogos, que esperan a las presentaciones
para hablarlo todo, lo que resulta, de nuevo, artificioso.
Los rostros inundan los planos en numerosas ocasiones, en un profundo indagar en las emociones y conflictos. Lo vemos con Jobs y también con Joanna Hoffman (Kate Winslet) en un principio. En muchos momentos esos rostros se reflejarán en espejos, sobre todo para Steve Jobs, en especial cuando habla de lo personal, de su hija, por ejemplo. Al final, en la última presentación, también estarán presentes los espejos. Y la nuca de Jobs.
Boyle juega con acierto con las alturas, que serán
significativas según avance la narración. Arriba encontrará Steve a su hija al
final del segundo acto, en la segunda presentación, y se creará un cebo con la
canción que escucha la chica (“Both Sides, Now”; de Joni Mitchell). Allí
tendrán su reconciliación, confirmada abajo cuando, antes de irse al colegio,
ella corra y se abrace a su padre mientras susurra “Quiero vivir contigo”.
La escena final, la del clímax, será en lo más alto del edificio. Allí asistiremos al perdón y la redención del protagonista, la asunción de prioridades donde su hija tendrá el primer puesto. Observad como juega Boyle con las distancias, marcándolas mucho de inicio, para terminar cercanos en la reconciliación.
Grandes diálogos, un buen montaje e interpretaciones, un aceptable guión... una buena película que tan solo tuvo dos nominaciones al Oscar (Fassbender y Winslet) y se fue de vacío. Infinitamente mejor que “Jobs” (Joshua Michael Stern, 2013), pero quizá las expectativas creadas y ciertos defectos en su desarrollo dramático, esa escisión o limitación de la vida de Jobs a tres presentaciones, ha decepcionado, al convertir una obra que muchos esperaban como el “Ciudadano Kane” (Orson Welles, 1941) de la tecnología en un impresionista retrato de autor comercial. En cualquier caso, merece la pena.
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