La seca dirección, con esos escuetos diálogos y esa acción
breve y sin adornos, queda perfectamente integrada en el paisaje, en esos entornos
sureños, esos desolados parajes texanos donde texto, contexto y exteriores
parecen fundirse con naturalidad y coherencia. También pasaremos por Oklahoma.
Lugares asolados, suburbiales, destrozados por la crisis y la pobreza, casi desérticos, donde apenas se ve a nadie por las calles. Cierres, casuchas, la necesidad del robo, alquileres, liquidaciones, petroleras por todos lados… Desolación, abandono. Hombres que se mueven entre lo agrícola y lo industrial, sin que parezca que pertenecen de verdad a algún sitio, como vagabundos en su propia tierra.
A todo ello lo acompañamos con varias transiciones musicales
Country montados en coches, poniendo más acentos amargos al conjunto mientras
se describe ese erial texano donde sólo parecen tener vida los desahuciados
carteles.
“Tres veces en Irak, pero no hay dinero para nosotros”.
Tanto los ladrones como los lugareños como los propios
agentes de policía considerarán a los bancos los verdaderos ladrones,
especialmente por su aséptica e inhumana falta de escrúpulos.
Mackenzie no sólo muestra con acierto los exteriores,
también lo hace con los interiores, esas cafeterías tan características y con
tanto sabor de las que América está abarrotada, donde se puede comer, desayunar
o cenar, donde te rellenan el café, como bien sabe Tarantino, y sus camareras
son un universo a explorar, como deja patente con esa simpática regordeta que
intenta proteger a Toby tras recibir una cuantiosa propina de 200 euros, o la veterana
camarera texana que sirve a Bridges y a Alberto (Gil Birmingham), que deja un
momento glorioso. Escuchen con atención a esa camarera y lo que no van a comer, porque aunque pueda asustar y estando allí quizá dieran ganas de salir corriendo, yo pagaría por tomar la mierda que sirva sólo para que me atendiera. Una escena que también parece salida del cine de los hermanos Coen.
Hay una interesante escena que no parece encajar con nada más allá de realizar una reflexión sobre los cambiantes tiempos en aquellos lares, sobre lo que fue el oeste y lo que es, sobre aquel modo de vida que fue levantando un país y cómo resulta ahora, lo que era habitual, obligado e incluso gustoso convertido en duro y sacrificado esfuerzo y trabajo poco atractivo para los jóvenes. Es cuando vemos a esos vaqueros apagando un fuego en sus tierras, mientras se quejan de que sus hijos no quieren realizar aquella labor por incómoda, como es lógico. La soledad de los vaqueros, su sufrida independencia y libertad. Esto adquiere otra lectura, en este caso comparativa, con esos dos ladrones convertidos en modernos hombres del oeste, pistoleros que no andan tan lejos de aquellos en su soledad, fundidos con el vasto desierto y las granjas, combatiendo contra cosas parecidas a las de sus antecesores.
“En pleno siglo XXI escapo de un incendio con un rebaño. Y
me pregunto, ¿por qué mis hijos no quieren dedicarse a esto?”
Así, la idea de legado y de pasado, como la de
independencia, son temas que se filtran con acierto en la historia y enriquecen
una película con mucha más enjundia de la que parece. Porque también habrá menciones
al pasado de los personajes, a esa madre que no perdonó a su hijo y murió bajo
los cuidados del otro, a ese policía que se retira tras perder a su familia para
quedar sólo, a ese mestizo que rememora a sus ancestros… A esa libertad que da
su granja a los hermanos, una granja que, como comenté, es un contraste en sí
misma.
Pasados desgraciados o felices, vinculantes, que hacen lo
que somos, que obligan a lo que seremos. Algo que queda simbolizado en esa
granja destartalada y sin futuro, que luego será solución a todo. Del mismo
modo, la visita a la caravana de aprovisionamiento del amigo de Tanner es un
viaje al pasado, con esas fotos de los hermanos y objetos prestados que sirven de consolador fetiche en la soledad, pequeño apego familiar.
Ancestros y posesiones, la tierra, que de los indios pasó a
los nuevos colonos y de ellos a los bancos, como reflexionará Alberto.
La soledad está presente, especialmente reseñable en los dos
protagonistas, que acaban solos, los encarnados por Bridges y Pine. Ese plano en
el casino de Pine escuchando el relato de la muerte de su hermano es la
perfecta escenificación de su soledad.
Es preciosa la escena de la
soledad de los dos hermanos jugando como cuando eran críos, antesala de la
fatalidad y una particular despedida, en plano general, con ellos en medio,
libres, con la inmensidad como telón de fondo, con la cámara a distancia.
La narración es notable, porque nos van informando del plan
y las circunstancias que lo provocan con cuenta gotas, sin un planteamiento
inicial que lo defina, poco a poco.
Se ha comparado este excelente
thriller con el universo de los Coen, más en concreto con “No es país para
viejos” (2007), cuando en realidad querrían compararlo con el universo de Cormac
McCarthy. No es así. Es cierto que estamos ante otra excelente unión de western
y thriller, los grandes géneros cinematográficos, los más completos, pero las
concepciones son distintas. No hay esa aspiración alegórica de McCarthy, como tampoco
tenemos el tono de los Coen, aunque es cierto que el toque humorístico del
primer robo, esos errores y cosillas que salen mal, sí recuerdan a los
magníficos hermanos, por ejemplo en “Fargo” (1996), así como otros momentos mencionados (esa camarera).
En el segundo robo también mostrarán torpezas, pero lo cierto es que el retrato de esos inexpertos ladrones (al menos Toby, Tanner sí es un experto ladrón), es francamente realista. Resulta divertida además la reacción de ese intrépido y temerario anciano que sale en defensa del banco. Un segundo robo donde pasamos al interior del coche, a diferencia del primero, donde nos manteníamos fuera. También tendremos conversaciones en ese coche en plano frontal, esa burbuja donde mantenerse a salvo, por ejemplo los hermanos hablando del hijo de Toby y la canción Country sonando. Las dos parejas desarrollarán sus relaciones en los automóviles.
Tiene su humor el tercer robo
inesperado, con un tranquilo Toby dejando una gran propina a una camarera
mientras su hermano roba por cuenta propia y sin avisar, teniendo que salir
apresuradamente.
En cambio, el último atraco ya no
será tan divertido. Un pueblo más concurrido, más grande, con demasiada gente
en el banco, y a más gente más dificultad y problemas. Una escena que precede
al clímax repleta de tensión, con un suspense estirado sin artificio alguno,
realista y veraz, elaborado, casi en tiempo real, de violencia seca. Excelente.
La accidentada y arriesgada
evasión de los hermanos de ese pueblo casi militarizado tras recibir aviso del
robo, la acertada deducción de Marcus una vez más, la persecución y el
memorable momento en el que Tanner, convertido en Rambo, atemoriza, metralleta
en mano, a todos sus perseguidores, son más ejemplos de buena dirección y
narración, camino del final.
Alberto morirá a manos de Tanner,
en un impactante momento, y Tanner lo hará a manos de Marcus en cumplida
venganza, dejándolo con un disparo en la cabeza convertido en una especie de
señor de las llanuras, sentado allí, con una serpiente a los pies…
En definitiva, hay más de
Steinbeck que de McCarthy, del mismo modo que, a pesar de ciertos paralelismos,
Mackenzie se aleja de Malick, más que nada porque se aleja de los recursos
poéticos y alegóricos de los otros.
Jeff Bridges encarna a un
brillante Sherlock sureño en una interpretación de arco delicado, al que el actor
dota de ciertas características peculiares, como esa boca que recuerda al
Marlon Brando de “El padrino” (Francis Ford Coppola, 1972), y no será raro que haya usado el mismo truco del algodón para lograrlo, que amenazan con resultar
paródicos, excesivos, moviéndose en el límite, en el borde, pero saliendo
indemne. No es la mejor interpretación del actor, pero, como siempre, está
estupendo.
Chris Pine, consiguiendo y
mostrando cada vez más registros, vuelve a demostrar que es un actor más que
competente, un gran trabajo el suyo también. Lo mismo cabe decir del resto
del reparto, especialmente sobre Ben Foster y su papel de hermano díscolo, que
es más llamativo que otros.
Dedicada a David John Mackenzie y Ursula
Sybil Mackenzie. Música de Nick Cave, no podía faltar, y un buen tema de Rock
cristiano que me ha costado Dios y ayuda encontrar, nunca mejor dicho: “For the
love of God” de Bellevue Suite.
Una estupenda película, de las que
merece la pena ver este año, especialmente para los amantes del western y el
cine negro.
Me ha encantado tu análisis!! Será una peli q vea. Mucho mejor habiéndote leído antes!!
ResponderEliminarGracias por traerla!!
Bss
Gracias, Reina. Quedé contento con el resultado! Besos!
EliminarHola Mister,
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu análisis. Comparto contigo mis reflexiones, que escribí tras ver la película:
"Hoy me he llevado a Vicent a ver una película Indie, "Comanchería" y ha disfrutado tanto como yo, porque esta película de bajo presupuesto podría ser la sorpresa del año. El film es una actualización de los western crepusculares de los 70, pero emplazada en la época actual, entre Texas y Oklahoma (la región llamada Comanchería -de ahí el título-), donde dos hermanos Toby y Tanner (Chris Pine y Ben Foster) van a ejercer de ladrones de bancos e intentarán escapar de los Rangers de Texas, Marcus y Alberto (Jeff bridges y Gil Birmingham).
Este antagonismo entre las dos parejas, sumado a las diferencias entre cada uno de los miembros, funciona fantásticamente, porque nos hace debatirnos hasta el final de la película, entre si queremos que triunfen los bandidos, o los policias.
Sumemos a esta idea, la riqueza de los dialogos, tanto los importantes como los accesorios, impagables las irreverentes burlas de Bridges sobre el origen mestizo de su compañero, que habría podido firmar el Tarantino de Reservoir Dogs o Amor a quemarropa, y los escenarios donde discurre la acción, una America profunda y desolada, donde cada plano da una imagen de mayor desesperación que la anterior. Fantástico uno de los primeros planos de la película con la pintada en la fachada de un Banco: "“Tres turnos en Irak, pero no hay dinero para nosotros” que ya nos hace adivinar quien es el verdadero malo de la película, los bancos.
Imprescindible, para todos los seguidores de los western, que saben (sabemos) que es un genero inmortal y muy recomendable para cualquier cinéfilo que disfrutará de cada plano, personaje, frase o diálogo de la película, porque está llena de joyas. Si no vais, podrías arrepentiros cuando dentro de unos años sea recordada como una de las mejores cintas de su década."
Como ves seguimos teniendo bastantes opiniones coincidentes.
Un abrazo Mister
Guau, la has clavado. Coincidimos en todo y rescatas detalles muy buenos dándole el mismo sentido. Me gusta que coincidamos en tanto. Y más que vendrán! Jajajaja
EliminarUn abrazo, amigo mío!!!
Vi la película el otro día y me gustó muchísimo, con especial mención de la fotografía y música. A destacar el sabor a western en la persecución del último atraco, hecha en pick-ups en vez de caballos. También la música estilo "tambores de guerra" que lo envolvía todo, haciendo presagiar en una gran batalla final.
ResponderEliminarEva
Hola, Eva. Grandísima película, de lo mejor de este año, un Noir-Western de la mejor tradición.
EliminarGracias por el aporte.