La familia.
La familia es el gran tema, o al menos uno de los pilares,
de la película. La familia como idea motivadora, movilizadora, más que como núcleo
concreto de relaciones complejas, amores y conflictos. Es una reflexión sobre
la idea de familia, la idealización de la misma como justificación vital, catarsis
necesaria, catalizador y a la vez motivo para acometer lo que sea necesario,
para sobrepasar los límites, estén donde estén estos. Familia y dinero, móviles difíciles
de frenar.
Esa idea desde puntos de vista opuestos, lleva a un especial
choque que confluye en el centro, en un punto de acuerdo que descubre las
similitudes y semejanzas de esas motivaciones y propósitos, el reconocimiento
del verdadero enemigo, aunque paradójicamente esos dos puntos de vista no
puedan reconciliarse… o sí. Es lo que representan los personajes que interpretan
Chris Pine y Jeff Bridges. Ese enemigo reconocible serán los bancos,
convertidos en opresores neutros y fríos que desencadenan el movimiento.
Así también tenemos dos opuestos, la positiva familia y su
protección y los opresores bancos y su asfixia, como los contrastados acicates,
motivos, de la acción de los personajes.
En un giro imprevisto, sabremos que la idea de los robos no
es del expresidiario y desfasado Tanner, sino del mesurado y sensato Toby, y
que su hermano está dispuesto a ayudarlo hasta el final, a dar su propia vida por él, por la familia y los hijos a los que apenas ve su hermano. Por su
familia. Sin más motivos. Por amor y cariño.
Un Tanner protector, que protegerá a su hermano en todo
momento, por ejemplo en el casino, tras doblar el dinero robado al póker,
alejándole de una prostituta que pretendía camelarse a Toby. Pero a su vez
recibirá la protección de Toby, por ejemplo en la gasolinera.
Compartirán todo, no habrá intimidad ni en los polvos, donde
Toby se tapará para dejar cierto espacio a su hermano con su ligue del casino.
Los dos luchan por su familia. Toby se ocupa de sus hijos,
mientras que Tanner lo hace de Toby. Por ello, en un momento dado, se separarán
para que Toby acuda a ver a su ex y sus hijos mientras que Tanner se ocupa de
otras gestiones funcionales en su plan maestro.
Marcus y Toby perderán a sus partenaires, morirán en la refriega.
Alberto a manos de Tanner y Tanner a manos del propio Marcus. La reacción a
esas muertes es estoica, firme y resignada. Marcus verá irse a su única
familia, ese mexicano que lo aguanta y con el que comparte el día y casi la
vida. Emotiva reacción.
Toby, por su parte, nos dejará una maravillosa escena en el casino,
escuchando el consabido destino de su hermano, que se sacrificó por él,
haciendo más palpable que nunca su soledad, sin mirar si quiera a la televisión
que da la noticia, dirigiendo la mirada hacia el dinero que espera a su lado.
Los dos hermanos vivieron de manera distinta su vida
familiar, acorde a sus caracteres. Un hermano comprensivo que cuidó a su madre
hasta el último momento y otro del que ella renegó cuando mató a su padre
maltratador de un disparo, un hecho que la mujer jamás perdonó. Relaciones complejas
donde Tanner, el ex presidiario, no puede evitar sentir amor hacia su madre,
aunque la relación fuera difícil y se niegue a sí mismo esa debilidad.
Es magnífica la escena donde se comienzan a contar sus
circunstancias, cuando Tanner visita la habitación donde su madre fallecida
pasó sus últimos y lastimosos días. Una escena sobria e intensa, donde la
protagonista es la ausente, precisamente, la difunta madre, y donde los objetos
adquieren una fuerza especial.
El pasado de una familia malavenida que se va describiendo
en esos escuetos diálogos en el inicio del film.
Buen estilo.
Buena depuración y estilo narrativo demuestra David
Mackenzie. Una seguridad y sobriedad que potencia la historia, a la que se suma
un gran gusto estético y una narrativa seca y escueta, que logra el éxito en el
contraste, precisamente. Depuración y sequedad.
No corta Mackenzie innecesariamente, no gusta de hacer
cortes si no es estrictamente necesario, como tampoco recurre a planos
secuencias virtuosos o forzados, apuesta por el clasicismo y la depuración
narrativa. Un magnífico ejemplo de esto lo tenemos en la primera secuencia,
donde se plantea todo con una panorámica circular y un travelling recogiendo al
coche de los hermanos protagonistas, sin que sepamos nada de ellos, y a la
empleada que va a entrar a trabajar en el banco justo antes del atraco. Un
plano largo y sin corte. El mismo atraco se vertebra en planos largos y con una
cámara ágil que revolotea sin excesos.
Una cámara flotante, sin corte, presentará el rostro de los
dos ladrones, Tanner y Toby Howard, encarnados por Ben Foster y Chris Pine. Es
ahí además cuando confirmaremos que el coche que vimos al inicio en la
panorámica es el suyo. Magnífica planificación.
Hace un gran uso del plano general, generalmente con sentido
de la puesta en escena, pero también simbólico, englobando a los personajes en
los entornos que los abruman, que los empequeñecen o en los que acaban
fundidos. Una gran precisión en los encuadres, eligiendo con sentido cada
posición y ángulo de cámara. Un buen montaje ayuda a todo esto, realzando ese
buen sentido dramático-narrativo. También, en esos planos generales, Mackenzie
hará aparecer elementos característicos del lugar en un movimiento de cámara, o
encuadrando a sus personajes, fundiéndolos con el entorno, como mencioné.
Andrajosa civilización enmarcando una bella y caprichosa
naturaleza, planos de objetos o construcciones descuidadas, como intrusos, en
esa naturaleza incendiada o descansa, plácida y bella.
Una planificación que usa el plano general como norma y
utiliza una cámara moderadamente inestable, pero muy sutil, sin ser un recurso,
además, constante ni permanente. Un buen ejemplo del uso sutil de esa cámara
que se mueve ligeramente lo tenemos en la conversación en el bar entre los
hermanos, donde sabremos que Toby está divorciado, tiene dos hijos a los que
hace un año que no ve y que debe su manutención, donde la cámara va cerrando el
plano con discreción. Cuando pasamos a la planificación con montaje en plano y
contraplanos los rostros se encuadrarán cada vez más cortos según se adentren
en estas confidencias, estabilizándose la cámara además.
Usará las alturas, los picados, los contrapicados, en las
escenas más tensas, donde la amenaza está latente, como en ese primer atraco.
Mackenzie rueda las escenas de acción con rudeza y realismo.
Son escuetas, directas, secas y contundentes. Un planteamiento que podría extenderse
a los diálogos, también concisos generalmente.
Ejemplos de esto. La repentina violencia de Toby en la
gasolinera con los macarras provocadores, dando salida a una especie de ira
contenida.
Una escena magnífica, perfecto exponente de la concreción y
sequedad mencionada, no exenta de emoción y repleta de sinceridad. La visita de
Toby a su ex mujer y sus hijos. Observen como Mackenzie rueda la rudeza texana
en la conversación de la pareja, sin sentimentalismos, con planos generales
donde cada uno aparece en una punta de la estancia, distanciados. El hijo
aparecerá y reaccionará silencioso. Los diálogos son mínimos.
La ex mujer y el hijo recibirán la muerte de la madre de
Toby con indiferencia, rudeza y sequedad, con comentarios casi ofensivos por
parte de la ex incluso.
La conversación entre Toby y su hijo es excelente. Le
hablará de la granja, del petróleo encontrado en ella, de que nunca les faltará
el dinero y de que no lo adopten como ejemplo. Sin paños calientes, con
completa sinceridad. De nuevo iremos de planos generales a otros más cercanos
y en plano-contraplano.
-Toby: Tal vez escuches muchas cosas con respecto a mí y a tu tío. No seas como nosotros, ¿entiendes?
-Hijo: No creeré nada de lo que escuche.
-Toby: Sí, créelo. Hice todo eso. Tú sé diferente.
El momento con la cerveza, asegurándose de que su consejo de
padre surte efecto, es maravilloso.
-Toby: ¿No la vas a beber?
-Hijo: ¿Me dices que no sea como tú y me ofreces una
cerveza? ¿De qué vas?
-Toby: Buen chico.
La despedida de los hermanos, que es puro estoicismo y
sequedad texana…
Este realismo se mantiene en las escenas de acción, donde no
se fuerzan las situaciones ni se estiran gratuitamente, buscando la
verosimilitud y la autenticidad. Tan solo se enfatizará ese suspense, se
recurrirá a cierto artificio, en la escena del control de carretera, donde Toby se ve obligado a parar.
Es el único momento ambiguo y el más artificioso, sin que implique un defecto,
sólo una ligera inconsistencia con respecto al resto del film.
Las pausas, los largos silencios entre frases o en general,
las cervezas… dan un tempo y un sabor al film francamente excepcional,
rezumando naturalidad y realismo. Y es que lo cotidiano tiene importancia
fundamental en el film, que pretende ese verismo, ese realismo y esa
autenticidad. Lo vemos en las conversaciones de las dos parejas protagonistas,
en sus momentos de pausa, que abundan en el film, de reflexión… en ese desayuno
antes del último atraco…
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