domingo, 9 de octubre de 2016

Crítica REGRESO AL FUTURO (1985) -Parte 6/7-

ROBERT ZEMECKIS











PreClímax.

La preparación del clímax es tan excelsa como el clímax en sí mismo. Zemeckis colocando sus fichas en perfecta posición y con varios escenarios a la vez desarrollando distintas tramas. Una atmósfera perfecta en una noche cálida a la que llegará una tremenda tormenta repentinamente. Una tensión creciente aligerada por el humor.

Los preparativos para el clímax ya marcan la diversificación de tramas que se irán sucediendo a la vez. Una atmósfera tensa que se va creando con ejemplar acierto. La amistad, el baile, los preparativos para el plan científico, la calurosa noche, las dudas sobre la venida de la tormenta…


Tras la escena en el coche entre Marty y Lorraine llega la sorpresa, esperamos a George, pero el que aparece es Biff, en una idea de guión tan lógica como brillante e imprevisible. Desde aquí se inicia el desenfreno. Dar más y más, forzar más y más, en un crescendo delirante e implacable. El desenfreno trepidante, frenético, delirante y perfecto comenzando con la aparición de Biff en el baile sacando a Marty del coche donde está con Lorraine.




Marty encerrado en el maletero del coche con las llaves dentro; George acudiendo a su cita para cumplir con el plan, pero encontrándose a Biff en lugar de a Marty, lo que resulta ideal para mejorar el plan previsto; el violento y acomplejado Biff, un psicópata macarra que pretende humillar y maltratar a George por interrumpir su intento de violación…






George dará la cara por Lorraine, convirtiéndose en lo que desea la chica, un hombre vulnerable pero valiente y firme. El flipe de George (Crispin Glover) tras dejar K.O a Biff es tronchante. Este hecho convierte repentinamente a George y Lorraine en una feliz pareja de entregados enamorados. El empujón de Biff a Lorraine remite a "Historias de Filadelfia" (George Cukor, 1940), con Cary Grant haciendo lo propio a Katharine Hepburn.

¿Ese es George McFly?




Una vez la pareja está encaminada seguiremos aumentando el suspense, aunque minimalista. El juego con Marvin Berry; la foto de la que siguen desapareciendo los hermanos, incluso Marty comienza a desaparecer físicamente; la guitarra y el ansiado beso redentor… suman elementos al preclímax.



La música cobrará especial importancia, con temas lentos y suaves para momentos amorosos, como el “Earth Angel”, y otros rockeros, para que Marty cumpla su sueño al ritmo de "Johnny B. Goode”. Del "Johnny B. Goode" hablaré luego, pero quiero hacer hincapié en esas breves y suaves notas de la banda sonora cuando George ha tumbado a Biff y da la mano para levantar amorosamente a Lorraine. Precioso.




La banda sonora de Alan Silvestri es eterna, mítica absolutamente. El juego que le saca es excepcional, cambiándole el tono, de la épica en los momentos más intensos y aventureros, a la romántica, como en la escena anteriormente citada en el puñetazo de George a Biff. Una banda sonora, la de Silvestri, que no aparece hasta los 18 minutos de metraje presentando al Delorean.

El traidor de “El club de los poetas muertos” (Peter Weir, 1989), Dylan Kussman, robará momentáneamente a Lorraine de las manos de George, en un nuevo ejemplo de cómo forzar más las cosas. El beso generador de vida salvará la situación, haciendo recobrar las energías guitarreras a Marty, rematando con una grúa al final del tema.

Precioso, aunque los giros son algo bruscos y forzados en esta parte del baile, una vez estaba todo más o menos resuelto. Al no haber elipsis para mantener la intensidad, resulta algo precipitado el beso, así como la reacción con ese drástico cambio en George, convertido definitivamente en lo que Lorraine deseaba, un hombre firme y determinado. Se intuye que Marty ha tocado más tiempo del que vemos.



El momento con Marty tocando el “Johnny B. Goode” de Chuck Berry es antológico, así como la broma donde se sugiere que esa actuación es la que inspirará al mítico músico para su creación rockera.

Todo rockero y guitarrero entiende el flipe y el desfase de Fox en el escenario. Uniendo a Jimmy Hendrix, Chuck Berry, The Who, Bruce Springsteen, AC/DC y Van Halen en la misma actuación. Se marca hasta un tapping con la guitarra en el espectacular solo. Observad la mirada de Marvin a la guitarra cuando Marty se la entrega, como pensando “¿es posible que esto saque ese sonido?”






¡Chuck, Chuck! Soy Marvin… ¡Tu primo, Marvin Berry! ¿Recuerdas ese nuevo sonido que has estado buscando? Pues escucha esto…”

Supongo que no estáis preparados para esto… pero les encantará a vuestros hijos”.

Marty, ha sido una música muy interesante”.

-Marty: Verás, debo irme, pero quisiera deciros que ha sido… muy educativo.

-Lorraine: ¿Marty, te volveremos a ver?

-Marty: Os lo garantizo.

¡Ah! Una cosa más. Si algún día tenéis hijos y uno de ellos, a los 8 años, accidentalmente prende fuego a la alfombra del salón… No seáis severos”.







Más música: “Night train”, “Pledging my love” de Johnny Ace, “Time Bomb Town” de Lindsey Buckingham, “The Ballad of Davy Crockett” de Fess Parker, “The Wallflower (Dance With me Henry)" de Etta James, “Heaven is one step away” de Eric Clapton y producida por Phil Collins






Clímax legendario.

El clímax más genial y magnífico del cine de entretenimiento. Imaginación a raudales, ingenio infinito, talento visual y narrativo, una dirección sublime, un montaje espectacular… Dar más y más, forzar y forzar con coherencia…

Un contrapicado sobre el reloj y Doc apareciendo en primer plano para escenificar su nerviosismo por la tardanza de Marty, que se retrasa por culpa de su ego musical y… ¡por cambiarse de ropa! Un detalle genial.
Un Doc que no parará de mirar sus múltiples relojes. ¡Hasta tres!

¡Demonios, demonios!” “¡Demonios, llegas tarde! ¿No tienes sentido del tiempo?





Una tormenta simbólica generadora de tensión y con función narrativa y de suspense. Faltan 7 minutos y 22 segundos para que caiga el rayo. ¡Y se cumple! Desde que se dice hasta que Marty parte hacia el futuro pasan poco más de 7 minutos. No faltarán los comentarios científicos, por supuesto.

Una sucesión frenética de sucesos y peripecias. La carta; una rama desenchufando el cable en lo alto de la torre; la precipitada subida de Doc al campanario para volver a conectar el cable  mientras Marty espera abajo con una cuerda para subir dicho cable; el vértigo de Doc y la tormenta cada vez más intensa; picados y contrapicados; la imposibilidad de decirle nada a Doc sobre su futura muerte por el estruendo de las campanadas; 4 minutos para la llegada del rayo, una innovadora cuenta atrás perfectamente integrada con la trama de viajes en el tiempo (una torre con un reloj); Marty deslizándose por el capó del coche para montarse en el automóvil, sin corte, donde Michael J. Fox demuestra su agilidad…



El hombre mosca” (Fred C. Newmeyer, Sam Taylor, 1923) redivivo. El homenaje al grandioso título de Harol Lloyd redunda en la idea de lo bien que asumieron la herencia clásica los Spielberg, Zemeckis o Cameron. Esa idea de complicar las cosas incluso de forma minimalista, aumentando sin límites las peripecias, era la columna vertebral de los clásicos, incluso en el mudo y en la comedia. Los Buster Keaton, Harold Lloyd o Charles Chaplin lo tenían claro y sabían generar suspense cómico de esa forma… ¡Qué decir de los Hitchcock, Hawks, Ford, Capra, Welles o Wilder…! Esos conceptos, bien asimilados, quedan plasmados en las obras de los grandes directores de entretenimiento de los 80, que terminaron, en muchos casos, convertidos en grandes autores y dignos herederos de sus maestros. Este clímax es ejemplo paradigmático.










Doc hará de Harold Lloyd en “El hombre mosca”, sufriendo en lo alto del reloj para lograr enchufar el cable que posibilite la conexión. Una cantidad de dificultades que sólo tienen la intención de crear la máxima tensión, sublimar el suspense y hacernos disfrutar como nunca. Una campana que casi tira al científico al vacío, que logra colgarse de una gárgola; sus problemas para alcanzar el otro extremo el cable con el enchufe; la cornisa se romperá; el cable caerá al vacío y se enganchará afortunadamente en el pantalón de Doc; los minutos pasan y Doc debe agarrarse a la manecillas, como Harold Lloyd, para no precipitarse; sus intentos para alcanzar el enchufe que se balancea cínicamente ante él; dos intentos y no logra alcanzar el dichoso enchufe (sensacional el momento en picado con la expectante mirada de Doc al cable que entra y sale de plano en su balanceo, esperando el momento oportuno para lanzarse a por él, lo que logrará a la tercera. Eso sí, en algún plano general no vemos que el cable se balancee, en un error de raccord); intentará rescatar el cable con mucho tiento de su cada vez más deshilachado pantalón que amenaza con dejarlo caer; la tormenta arreciando salvajemente; el pantalón desgarrándose cada vez más… y por fin, cuando todo parece solucionado y sólo queda enchufarlo… el cable no alcanza el enchufe… y los frenéticos tirones lo desconectan de la parte de abajo por culpa del árbol caído… ¡No me digáis que no es para ponerse de los nervios!





En montaje paralelo Marty tendrá sus propios problemas para ponernos a todos histéricos, recuerden el inicio de este análisis, que lo comencé con las sensaciones que siempre me ha provocado este clímax inolvidable.

Condensador de Fluzo… fluzeando…”

Cuando todo esté dispuesto para marchar, el coche se apagará… y cuando la alarma suene señalando el momento de arrancar nosotros nos desesperaremos… Un cabezazo desesperado y salvador hará reaccionar al coche.



Con el coche lanzado tenemos el cable enchufado por fin arriba, pero desenchufado abajo… A Doc no le queda más remedio que lanzarse hacia abajo, pero ¿cómo? Creando una tirolina. Lazándose en picado con Marty y el Delorean disparados en busca del rayo que está a punto de llegar… Cuando el coche con Marty en su interior llegue al cable sujeto entre dos farolas para hacer conexión, llegará Doc en rauda carrera para soltar el cable enganchado y conectarlo también abajo en el momento justo…



Extraña que Marty apure tanto retrasando sólo 10 minutos su retorno al futuro, tanto es así que no llegará a tiempo para advertir a Doc. Como él mismo dijo, tenía todo el tiempo del mundo, pero en vez de llegar 30 minutos antes para advertir a Doc lo hace tan sólo 10 minutos (en realidad son once por lo que vemos en el contador que marca la 1:24 A.M), quedando a expensas de cualquier eventualidad… También es raro, que hablando de gigovatios a Doc no le ocurra nada con la conexión al ser alcanzado por el rayo… o eso parece.






A esto se le llama puro cine de espectáculo. Saber jugar con el suspense y dar más y más al espectador hasta hacerle vibrar.


Toda la película es un ejemplo de imprevisibilidad, pero concretando en el clímax esto se sublima. Marty debe volver a casa, va a volver a casa, la lógica narrativa lleva a que lograrán hacerlo, pero a base de estirar el suspense y metiendo un sinfín de sucesos, elementos y peripecias, el espectador se olvida de toda lógica. Zemeckis logra que te metas en el instante, sólo en lo que sucede en la pantalla, sin plantearte nada más, viviendo y sintiendo cada momento extasiado y entusiasmado, vibrando y experimentando emociones genuinas sin más. Ahí radica la imprevisibilidad, lograr que el espectador lo viva tan intensamente que olvide la lógica narrativa y no sepa qué va a ocurrir. En pie.

La cuenta atrás del clímax funciona tan bien porque no sale un cronómetro y las consecuencias que el fracaso acarrearía no son universales. Si no logran el objetivo, no se acaba el mundo, no hay un cataclismo, sencillamente Marty acabaría atrapado en un mundo que no es el suyo, alejado de su vida, desorientado y desarraigado. Esa kafkiana idea es mucho más profunda, agobiante y asfixiante que las típicas salvaciones del mundo, porque logra una identificación mucho más intensa con el espectador, con el individuo. Dramáticamente es muchísimo más efectiva.

La elipsis que nos lleva de los 50 a los 80 es espléndida. Doc mira el reloj de la torre en los 50 y un helicóptero sale tras él, con lo que ya sabemos lo que ha ocurrido… La cornisa se mantendrá rota en los 80, no lo estaba en la primera ocasión. Cuando además vemos a un borracho durmiendo en un banco (el alcalde de Hill Valley en 1955, interpretado por Hal Gausman), no cabe ni una duda más… Hemos regresado a los 80.




Otro conductor borracho”.

Marty echa una miradilla por los 80: el mendigo borracho, la suciedad de la plaza, las salas X… y le parece que todo tiene un aspecto magnífico. Otra broma genial.

Que Marty choque contra una “Asamblea de Cristo”, parece un guiño a la resurrección de Doc que acontecerá acto seguido. Una resurrección precedida de ese sonido de sintetizador que simula el polvo de estrellas, que mencioné con anterioridad y que marca momentos significativos, casi mágicos. En esa misma calle, en 1955, antes de regresar al futuro, lo que vemos es un cine que pone “The Atomic Kid” (Leslie H. Martinson, 1954), una peliculita de ciencia ficción.



El despertar de Doc será también en segundo plano, incorporándose tras Marty, aunque antes le vemos con los ojos inertes en primer plano. Doc nos enseñará la recompuesta carta que le escribió Marty, ya amarillenta, como explicación al chaleco antibalas que le salvó la vida.

-Marty: ¿Qué hay de lo que decías de jorobar los acontecimientos futuros, la continuidad espacio-tiempo?

-Doc: Pues pensé: ¡Qué demonios!

Es una suerte que nadie robe la máquina del tiempo en forma de Delorean, porque Marty la dejó abierta y se puso a correr como un desesperado… Doc, por su parte, se largará al futuro, 30 años en el futuro, pero lo hace claramente a una velocidad que no es la adecuada, los 140 km/h necesarios, en la calle de Marty. Es más, a la mañana siguiente, Marty señala que en esa calle no hay suficiente carretera para alcanzar los 140 km/h, pero Doc dirá que donde van no necesitan carreteras…





Despertando de un sueño.

Coquetea Zemeckis con la idea de que lo visto sea un sueño. Un sueño que se iniciaría en la noche donde Marty viaja en el tiempo. Una idea sugerida al ver a Marty dormido en su cama en la misma postura que la anterior vez, tronchante postura, y mientras suena el “Back in time” de “Huey Lewis and the News” en la radio.



Un despertar para comprobar las consecuencias de los cambios producidos en el pasado en un redentor epílogo. Una casa mucho más lujosa; una hermana, Linda (Wendie Jo Sperber), que tiene éxito con los hombres, en contraste con la que vimos al inicio, y además trabaja en una boutique; un hermano, Dave (Marc McClure) trajeado, que lee Forbes, un empresario de éxito que contrasta con el empleado de restaurante de comida rápida (Burger King) del inicio…





En las tres casas familiares que vemos, la de los McFly en los distintos 1985 y la de los abuelos maternos de Marty, tienen pianos, pero en la nueva de 1985 no habrá televisión.

Un padre seguro de sí mismo, un matrimonio feliz y ardiente, que no ha perdido la pasión ni tiene problemas en mostrarla en público, como vemos en ese magreo en el culo que George propina a Lorraine… Su aspecto físico es impecable, delgados y deportistas. George además es un escritor de éxito al apostar por su pasión con relatos de ciencia ficción. Su libro: “A Match Made In Space”, tiene una portada exacta a la aparición que vivió de joven protagonizada por Marty. Una risueña Lorraine que estará encantada con Jennifer, la novia de Marty, que lo llamó poco antes para confirmar la excursión al lago, demostrando el radical cambio de pensamiento (antes veía mal que una chica llamara a un chico).




Como digo, la portada del libro de George es calcada a la aparición de Darth Vader que simuló Marty, por eso chirría más que no se acuerde del propio Marty… También recuerda que Biff, que ahora encera coches, en un nuevo eco, fue vital para que él y Lorraine se unieran…
-George: Bien, Biff. ¡Qué personaje! Siempre intentando engañar a la gente. He tenido que estar vigilándolo desde que íbamos a la escuela, pero si no hubiera sido por él

-Lorraine: No nos hubiéramos enamorado.



Se hace patente, por tanto, que recuerdan lo ocurrido, por lo que el olvido de Marty, ese misterioso desconocido que fue esencial para ellos, desconcierta tremendamente… Al menos Biff queda algo redimido, aunque manteniendo sus engañifas.


Si te lo propones puedes conseguirlo todo”. Una frase que es un leitmotiv en la película.

Jennifer también aparecerá en este epílogo feliz, lo mismo que Doc, de regreso del futuro con un look ochentero futurista que marca lo que será la excelente secuela. Un problema con los hijos de la parejita, por lo que Jennifer será invitada al viaje. El gran cambio será el Delorean, que ahora vuela y no necesita plutonio, se ha vuelto ecológico y con un poco de basura vale… Funciona bien el raccord, vemos la misma furgoneta en la calle detrás de ellos que la noche anterior.

¿Carretera? A donde vamos no necesitamos carreteras”. “Regresar al futuro”.





Viaje por América.

Robert Zemeckis se ha convertido por derecho propio y con unas pocas películas, en uno de los grandes cronistas americanos. Un cronista idealista y cariñoso. No son tanto viajes nostálgicos como cariñosos o entrañables, que no evitan la crítica pero siempre inciden más en el amor a su nación y su cultura. Crónicas y relatos que abarcan décadas, que son evolutivos, pero siempre vigorosos y vívidos.

Zemeckis retrataría la nostalgia en su verdadera esencia, no en la mera tristeza, sino en la felicidad pasada. La nostalgia desde su vertiente positiva. La nostalgia es el anhelo de la felicidad pasada, y el paseo que Marty hace por ese pasado de una América ingenua, pura y sana, es aventurero, vital y eufórico, tan entrañable como emotivo, tan vigoroso como auténtico. Y además es algo que no se pierde en los 80…  “Regreso al futuro” es, posiblemente, el mejor y más grande homenaje que se ha hecho a la cultura y forma de vida americana. Una nación joven que una vez descubierta y civilizada ha creado su propio estilo, que ha tenido un impacto en el mundo occidental absolutamente brutal. Elementos y movimientos de una influencia global y que “Regreso al futuro” retrata a través de sus tres capítulos.

Regreso al futuro” marca esa tendencia e interés de Zemeckis por la evolución en la historia moderna americana, sobre su cultura y su influencia e impacto en el mundo. Algo que parecía ocasional pero que el director retomó de forma directa (Forrest Gump) o indirecta (El desafío) en otras ocasiones.

·         Viaje por la cultura americana con Zemeckis.


Si en “Regreso al futuro” nos lleva a los 50, a una América todavía inocente antes de la Guerra de Vietnam, con un carácter ingenuo de nación joven y próspera que no se pone límites y lo cree todo posible, con sus defectos, que se agudizarían en décadas posteriores, como ese puritanismo del que muestra sus consecuencia en los 80, donde también expone hacia donde llevan los posibles excesos de libertad y la imprescindible necesidad de la misma, en una profunda reflexión sobre el pasado y el aprendizaje y conocimiento necesario de este para el futuro, en “Regreso al futuro 2” (1989) nos lleva a un posible futuro desencantado donde las desigualdades se extreman debido, precisamente, a esa cultura de libertades, progreso y prosperidad, donde se corre el riesgo de entregarlas a impresentables, corruptos o maleantes que se sirvan de ello. Un futuro más desencantado pero reversible desde el aprendizaje y conocimiento del pasado, de la historia, de nuevo. Peligros de la autocomplacencia, la comodidad y el abuso de la libertad por impresentables sin escrúpulos.



Y ese conocimiento del pasado nos lleva a la tercera parte de “Regreso al futuro”. Zemeckis no se resiste a viajar al oeste, aspecto básico y clave de la cultura americana, esencial. Esa aspiración de viaje al pasado para conocerlo y así saber de dónde venimos, de dónde viene todo. Allí, en el oeste, Zemeckis vuelve a exponer, siempre con mirada cariñosa y positiva, los pros y contras del estilo de vida americano, reafirmándolo a pesar de todo, en su tesis de protegerse del libertinaje y del uso de ese sistema por impresentables como “Perro rabioso Tannen”. En las tres partes de la saga, esa amenaza del abuso de las libertades que los americanos se dieron con la constitución de 1787, existe en los personajes interpretados por Thomas F. Wilson, los Tannen.




Zemeckis advierte de esos riesgos defendiendo siempre el estilo y cultura americanos. Esto continuaría con otra de sus obras maestras, “Forrest Gump”, donde desde otra mirada ingenua e inocente, la del entrañable Forrest, el director nos hace visitar muchos de los momentos decisivos y trascendentales de la historia moderna americana, así como muchos de sus elementos característicos, como en “Regreso al futuro”. La Guerra de Vietnam, el Watergate, la contracultura hippie, la muerte de Kennedy, el liberalismo sexual de Playboy, Elvis Presley, el fútbol americano…

Tras indagar en muchos de los aspectos de la sociedad americana (la obsesión por la apariencia en “La muerte os sienta tan bien”) o adentrarse en géneros típicamente americanos de forma original (el cine negro en “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”), tenemos en su última obra hasta la fecha, “El desafío”, un homenaje a otro momento significativo en la historia americana de forma indirecta, de forma alegórica, a la tragedia del 11-S. La aventura, que entronca a la perfección con la idea de “El sueño americano”, del equilibrista Philippe Petit, de colgar un cable entre, precisamente, las dos Torres Gemelas para cumplir su sueño, encierra un poderoso mensaje metafórico y reivindicativo de su nación.


Centrándonos en “Regreso al futuro”, Zemeckis nos muestra una América puritana, la de los 80, donde da vergüenza besarse en público y está mal visto que las chicas llamen a los chicos o queden a solas para ir de excusión a pasar la noche. Una América que fue haciéndose paulatinamente más puritana e hipócrita, cabría decir.


Pasaremos de la América decepcionada y algo cínica, hastiada, donde el Rock no tiene cabida y el sexo es tema tabú, donde parecen cuestionarse los sueños de la gente (actuar ante el público Marty, la afición a la escritura de George, una madre apagada y resignada, unos trabajos mediocres para los hermanos…), donde se reciben humillaciones y se tienen decepciones domésticas (el coche averiado, la indiferencia de George ante Lorraine…), donde se deniegan libertades condicionales y el romanticismo (Lorraine, Marty…) parece caer en saco roto (George, el profesor castrador Strickland)… a una América juvenil, alegre, vivaz, luminosa, inocente e ingenua, que cree en seres del espacio, idealista e ilusionada, donde el Rock está a punto de nacer, donde la televisión empieza a llegar a los hogares y todo sorprende, donde el romanticismo es normal y las ilusiones siguen vigentes… Dos Américas que se vinculan a dos edades, la juvenil y la madura.




No se debe pensar que la mirada a los 80 es negativa, está matizada. Por ejemplo, en uno de los múltiples juegos de espejos de la película, Goldie Wilson (Donald Fullilove) será camarero en 1955 y su jefe se burlará de él cuando manifieste su deseo de ser alcalde, como le dice Marty. Dirá: “¿Un alcalde negro? ¡Lo que hay que oír!”. El caso es que en 1985 ese camarero sí será alcalde… y un actor presidente… Evolución. Ciertamente este personaje, Goldie Wilson, resulta algo cargante.




El tema racista sufre una evolución, los comentarios, sutiles, desprecian a los negros en los 50 (los muchachos menospreciando a la banda de Marvin Berry en el baile cuando encierran a Marty en el maletero, por ejemplo), algo que cambia en los 80.


En los 50 se aprecian padres mucho más estrictos, mientras que en los 80 todo es más laxo. En los 80 lo que era una fascinante novedad se ha convertido en rutina y comodidad, lo que era un lujo se ha convertido en una convención. Esto queda ejemplificado con la televisión. Marty asistirá al estreno de la primera en casa de su abuelo mientras que en su casa tiene dos. También asistirá a cómo las cenas empiezan a cambiar, y cómo la fascinación por ese invento se convertirá en alienación futura cuando el aparato absorba todo el protagonismo.


Lo mismo ocurre con la libertad. En los 50 todo es más convencional, debido a una moral más rígida, aunque no lo parezca, y los matrimonios y las parejas apenas se conocen. Esto contrasta con los 80, donde aunque predomina el puritanismo en la generación anterior, los jóvenes ven las cosas distintas. En los 50 se gesta un matrimonio condenado a la infelicidad, como vemos en George y Lorraine, pero en los 80 Marty y Jennifer viven su amor de una forma mucho más cercana y liberal. Esa visión de la vida que llega desde los 80 a los 50 en la persona de Marty, provocará el esencial cambio en los padres del chico, como comprobaremos cuando “regresemos al futuro”. Se define así que no es cuestión de épocas, sino de personas, que hacen que todas tengan sus pros y contras, pero que dotan de sentido a la evolución y desarrollo década a década. Concluye Zemeckis en los 80 que América merece la pena, sólo falta quitarse complejos, ataduras absurdas y lastres del pasado.





La América de Zemeckis es grandiosa sin ocultar su lado oscuro, puro sabor que se ha extrapolado al infinito, con un universo que el resto del mundo occidental ha adoptado como propio. Un universo que define la estética, la vida y la cultura de una nación. Una reflexión final sobre su país donde Zemeckis parece querer decir que hay que recordar el pasado, ese que les hizo grandes, rectificar la malo, potenciar lo bueno, y que así lo serán más aún. Una reflexión que finalmente es individualista, que nos dice que cambiar y mejorar en América está en tu mano, que con determinación y seguridad “todo es posible”. Así se verbaliza en la película y así lo comprobamos, cuando los comportamientos de los 50 se manifiesten en los 80 de una manera negativa; pero tras el paso de Marty por el pasado y cambiar esas tendencias e insuflar personalidad a sus padres, hacerles sacar el potencial que llevan dentro, todo cambiará. Una profunda reflexión sobre América y su esencia.




El recorrido que Zemeckis acomete en la trilogía de “Regreso al futuro” es pseudo nostálgico, ya que lo es en concepto, en apariencia, con ese viaje al pasado, a los 50, en el centro de la inocencia americana, pero no tanto en ejecución, indagando en el pasado y su influencia, en el cambio desde aquella pura América. Es irremediable no sentir cariño a esa pasada e inocente época que nos presenta Zemeckis, los años 50.

¿Quién demonios es John Kennedy?

·         Estilo de vida americano.

En este viaje al pasado por la cultura americana, Zemeckis nos deja una cantidad ingente de elementos que dicha cultura puso de moda o donó a la humanidad, convirtiéndolas en universales, y que aparecen constantemente en el metraje de “Regreso al futuro”. Idealismo y cultura.

-El Burger King, icono de la comida rápida exportado a todo el mundo junto a McDonald’s. Las furgonetas con su almacenaje descapotable, esas que usa Marty para viajar más cómodo en su monopatín. El automóvil en la juventud, símbolo de independencia y atracción irremediable para las chicas, como ese coche destrozado por Biff que impediría a Marty ir de excursión con Jeniffer o ese 4x4 que añora nuestro protagonista. Incluso Biff tendrá uno para perseguir a Marty junto a su pandilla.



-El mismo monopatín, que “inventa” Marty allí en los 50, anticipándose a todo (se va a poner a la venta en breve el monopatín volador que descubrimos en la segunda parte para consumo ordinario). Junto a las bicicletas, el vehículo de la juventud. Marty se encontraría en la frontera, entre la juventud y la edad adulta, pasando del monopatín al 4x4. Las gasolineras Texaco y su dedicada labor, donde sus trabajadores en 1955 no se plantean el autoservicio del cliente. Los parquímetros, que también surgieron en Estados Unidos y que vemos por allí.




-El cine y el teatro, un cine que evolucionará con la aparición de la televisión. Los clubes de striptease, que fueron apareciendo en décadas anteriores y que en los 80 estaban plenamente afianzados. ¡Cómo no! ¡Ver cuerpos desnudos no amarga a nadie! Los cines X, como ese que pone “Orgy American Style”…

-¡Y qué decir de la moda! Las cazadoras, las chupas, que tanto nos hemos puesto (procederían de los pilotos británicos de la 2ª Guerra Mundial)… y aún se ponen. Las cazadoras vaqueras, prenda recurrente incluso hoy día… De los pantalones vaqueros no digo nada. Las camisetas deportivas bajo la camisa, en estilo “casual”. Esos tirantes juveniles, que ahora también vemos en rollo retro, y no me refiero a Pedro J. Los calzoncillos violetas…


El plumas sin mangas, o con mangas que se podían quitar gracias a una oportuna cremallera, y que dará mucho juego en “Regreso al futuro” con bromas en 1955, cuando confunden esa prenda con un salvavidas constantemente… Bien abrigadito se iba con él.

-La ropa deportiva. Las zapatillas deportivas para uso cotidiano y con ropa de calle, unidas a los imprescindibles vaqueros, como vemos en el primer plano dedicado a Marty. La cultura de gimnasio, que poco a poco fue llegando a aquí y que vemos plasmada en las primeras escenas donde Marty pasea por Hill Valley. Las chicas con sus leggins de colores, sus mallas y sus calentadores en los tobillos, sus cintas deportivas para el pelo, que giran la mirada de Marty… Esa cultura de gimnasio que en América estaba bien afianzada y poco a poco fue llegando aquí. Vemos como Marty saluda a unas vigorosas muchachas mientras hacen sus ejercicios, y es que a nuestro protagonista le gusta la estética de gimnasio y las chicas sudadas, tanto que, como comenté antes, se le van los ojos… Aquí en los 80 vino Eva Nasarre a ejercitarnos y enseñarnos dicha estética.



-Las mochilas para ir a clase, siempre colgadas de un solo hombro porque daban un aspecto más “moderno”, aunque nos jorobaran la espalda. El reloj calculadora, que era "lo más" en nuestra infancia, con todos esos botoncitos debajo del marcador digital, y la alarmita que marcaba las horas… El que no tenía uno le faltaba ese plus de “distinción” social de instituto o colegio… ¡Especialmente si era “Casio”!

Los pins en la solapa, que ahora incluso se usan de forma conmemorativa, imitando las medallas militares. Las gorritas para protegerse del sol en la calle, que se han expandido por todo el mundo, sustituyendo a las boinas y sombreros…

-La casa con jardincito, un clásico de los barrios residenciales americanos. Los jardincitos y la colección de cubos de basura que serán recogidos por el camión a las horas adecuadas. Las dobles puertas, en plan mosquitera, tan típicas en las casas norteamericanas. Las cocinas diáfanas. El microondas y la cadena musical, que tuvieron su auge en los 70 y 80.



Los imprescindibles coches de policía, que tantas veces hemos visto en las películas, como ese al que Marty se engancha para llegar a su casa.

Los grafiti, decoración contracultural de toda ciudad que se precie, a menudo una guarrada hortera, que desde los 60 se desmadró hasta los 70 y, sobre todo, los 80, como bien manifiesta Marty al ver la fachada de su colegio limpia de ellos en los 50. Los neones.


La moda “sin”, de la que Marty es fiel seguidor, ya que le veremos tomar una “Pepsi Free Diet” y pedir Pepsis o Fantas “sin azúcar”. Ahora esto está a la orden del día. Los cereales en el desayuno, esos desayunos increíbles. Los Choco Krispies… Las cenas y comidas en familia… En "Regreso al futuro" son más de Burger King y Pepsi que de Coca-Cola y McDonald's.


-El walkman y los cascos, que tantos momentos de placer nos han dado, aislándonos del mundo en nuestra juventud, para abstraernos del entorno y de los adultos, de sus recriminaciones y quejas. Con el volumen a tope para deambular por las calles o en los viajes sintiéndonos especiales. ¿Y las cintas, los casetes? Esas cintas para el walkman o la cadena musical, originales o grabadas, en las que hacíamos recopilaciones de todo tipo (temas de Rock, temas acústicos, baladas…), que se regalaban a novias para enamorarlas con nuestra sabiduría musical y sensibilidad, o se consumían como selección personal en nuestros reproductores… Esto inspiró las actuales listas musicales para los Ipods o Mp3… Marty saca una de Edward Van Halen, por ejemplo.




-Frases en plan slogan, recitadas por la juventud y que se ponían de moda, como: “¡Qué fuerte!”, que llama especialmente la atención al Doc de 1955…

-Marty: ¡Uoooh, qué fuerte!

-Doc: Otra vez la palabra “fuerte”. ¿Por qué son tan fuertes las cosas en el futuro? ¿Tenéis algún problema molecular?

-El Rock, siempre unido a la juventud, del que vemos su evolución (Van Halen y el grupo de Marty) e incluso gestación, con Marty enseñando a Chuck Berry cómo se hace “Johnny B. Goode”… Y el auge de la ciencia ficción en los 50, también muy bien destacada.

-En 1955 tenemos los graneros con espantapájaros, los anacronismos de los aparatos tecnológicos que Marty lleva consigo, como el citado walkman y el reloj calculadora. Los elegantes coches de la época, muy distintos a los de los 80. Coches de pandilleros de instituto, otro clásico.




La colada en el jardincito de la casa familiar, que tantas veces hemos visto en tantas películas.



-Las tiendas de vinilos, a las que Marty contrasta los casetes, antes de la venida del Cd y el Mp3… Las gramolas o jukebox en los bares, que ahora se disfrutan en plan vintage; las máquinas recreativas que tantas horas de vicio dieron... Los bares o cafeterías donde se reunía la juventud, con esos asientos de skay acolchados y los bailes que los jóvenes de los 50 se marcaban al ritmo de las citadas gramolas. Ahora también de moda en rollo retro. Los cafés a 5 centavos y las sodas, la inexistencia de productos “sin azúcar”… Los batidos, esos batidos de helado que son espectaculares y están riquísimos…



Y hablando de bailes, imprescindibles los bailes del instituto, que uno aquí tiene especial protagonismo en el clímax final. Toda la cultura de instituto y animadoras…





-Los juegos de la época, con el hula hoop y los muelles saltadores, además de los patinetes que Marty convertirá en monopatín. Las bicicletas con cesta para llevar, por ejemplo, el almuerzo o la compra.


-El cine era el principal entretenimiento social en los 50 y años anteriores, pero fue sustituido por el entretenimiento doméstico que supuso la televisión, que comienza a extenderse en los 50. Las gafas 3D con una lente roja y otra verde para las películas de los 50, fue uno de los reclamos que la industria cinematográfica usó para combatir el auge de ese nuevo invento, la televisión.



-Los vaqueros, que aunque patentados en 1873 por Jacob Davis y Levi Strauss, no se pusieron de moda hasta los 50, precisamente, por eso la joven Lorraine queda desconcertada al ver la marca de ropa interior de Marty, confundiendo su nombre con el de dicha marca. Esto es culpa de la versión doblada, ya que es de suponer que Lorraine al menos debía haber oído hablar de los Levi’s, pero encaja con la idea de que se pusieran de moda en esa época. El nombre que se usa en la versión original es “Calvin Klein”, compañía fundada en 1968. En Francia se usó el nombre de Pierre Cardin.



-Los sombreros de fieltro, estilo Bogart, que en los 80 serán sustituidos por las citadas gorritas. Las camisas de manga corta, y en muchos casos arremangadas incluso, para mostrar bien los bíceps. Los guantes sin dedos, que daban un aspecto más agresivo para las pandillas y tribus de la época. La gomina y los peinados a cepillo típicamente americanos…



Es una auténtica genialidad, porque la concepción de Zemeckis no es meramente nostálgica en su viaje a los 50 enseñando todas esas cosas, es que incide de igual manera en las de los 80 por contraste, diciéndonos que cuando pase el tiempo veremos esas cosas modernas con la misma nostalgia que se aprecian ahí las de los 50… Y así es, 30 años después, al observar todo ese mundo de los 80, los que eran niños en el estreno de “Regreso al futuro” sienten la misma nostalgia al ver los 80 retratados en la película que los adultos que la vieron en su estreno con respecto a los 50. ¡MAGIA!














2 comentarios:

  1. Buff, qué maravilla de análisis de esta obra maestra. Es usted un grande, Mr Sambo.

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    1. Muchísimas gracias, José! Ha sido muy trabajoso, pero estoy contento. Que te lo valoren en lo más! Jejeje.

      Un abrazo fuerte.

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