El otrora nuevo enfant terrible del cine americano,
considerado por algunos como el sucesor de Quentin Tarantino, parece firmemente
asentado en el mainstream, y además cómodo en tal situación.
El hermano pequeño, Pop e hipervitaminado de Tarantino, se
beneficia de su frescura visual, comedido gamberrismo y agilidad expositiva
para convertirse en una voz poderosa y respetada a la hora de afrontar
proyectos taquilleros o potenciales sagas. Ahí tenemos la de Sherlock Holmes,
que tiene prevista una tercera parte, o esta que nos ocupa, de la que no será
raro haya más entregas. De hecho, el final da pie a ello con ese trío formado. Un nuevo equipo.
Un agente americano y otro ruso deben trabajar juntos para
impedir un ataque nuclear de una organización de tendencias nazis. Una
organización con vínculos nazis y el uso de bombas atómicas como misión. Basada
en la conocida serie de televisión “El agente de CIPOL”.
Un duelo URSS-EEUU, centrado en dos competentes y brillantes
agentes que colaboran contra el nazismo.
La primera escena es la mejor de la película, puro
espectáculo de acción al estilo Bond con buenas dosis de humor y magníficamente
rodada con el habitual vigor de Ritchie. Ninguna otra escena espectáculo está a
esa altura, pero la película encuentra otros elementos destacados en los que
triunfar.
Una introducción con espías competentes, seguimientos, chips
de localización, un ingeniero que trabajó para los nazis desaparecido, una
mecánica que es su hija y a la que el americano pide ayuda… y el comienzo de
una magnífica persecución cuando el espía ruso se sume al juego.
Una excelente secuencia de persecución maravillosamente
rodada, repleta de tácticas y trucos brillantes (el coche escondido y la
emboscada por la espalda, la evasión final...), donde el ingenio y la
inteligencia sobresalen, saliéndose de lo convencional en este tipo de secuencias,
a menudo escenificadas con pirotecnia y el piloto automático. Aquí sabemos
dónde está todo en cada momento, la situación de los personajes y su evolución
por los decorados. El momento final con la liana en la huida de Napoleon Solo
es brillante.
Un juego y duelo de ingenios que remite en cierta medida a
la saga de Sherlock Holmes, también de Ritchie. Del mismo modo, la presencia de
un tablero de ajedrez, que parece fetiche en Ritchie, nos remite a la saga del
famoso detective. Aquí vemos a Kuryakin con uno.
Estilo Ritchie.
Guy Ritchie tiene un estilo personal, que en su frescura y
libertad ha sido comparado con Tarantino, con el que tiene algunas semejanzas,
bien es cierto.
De igual manera, dentro de las similitudes, también hay
rasgos que los distinguen. Un estilo fresco y burbujeante que
obliga al espectador a digerir sus títulos sin darse cuenta.
Como a Tarantino, a Guy Ritchie le gusta mucho la
fragmentación narrativa, sin un sentido concreto, como muestra de libertad,
para dar agilidad y potenciar elementos de suspense, sorpresa o humor.
El inserto narrativo, esa fragmentación repentina, que era
muy Leone, es un uso recuperado y muy utilizado por Tarantino, que ha tenido
multitud de imitadores con el éxito del cineasta americano. Ritchie también lo
utiliza a menudo y en esta película tenemos muchos ejemplos. También el inserto
en forma de flashback. Uno de ellos al inicio, con esa interrupción narrativa que en plena escena de persecución nos lleva al adiestramiento de Kuryakin y la
información que se le da sobre Napoleon. Atentos porque David Beckham hace aquí un cameo.
Aunque muy tarantiniano, a Ritchie le gusta mucho el montaje
muy sincopado, los juegos de montaje, el ritmo acelerado ocasional, el frenesí
visual, los barridos... De hecho, el montaje paralelo será un uso habitual en
Ritchie, que aquí hasta divide la pantalla a lo “24”, la serie, por ejemplo en el
asalto a la isla. Montajes sincopados y musicales, paralelos, histriónicos…
Todo para dar un tono fresco al conjunto.
Del mismo modo, Ritchie jugará con las elipsis y las
fragmentaciones, silencios donde se nos omiten informaciones para sorprendernos
posteriormente con lo que allí se dijo, revelándonos lo que allí ocurrió. Un ejemplo lo tenemos en el coche con Gaby y su tío, luego cuando delate
a sus compañeros agentes. Es un truco honesto aunque pueda resultar
previsible por su explicitud.
Las angulaciones, los picados y los contrapicados para
sostener ese estilo visual llamativo y ritmo trepidante, pero eso sí, sin temor
a la sobriedad cuando es menester, son también rasgos distintivos del director.
Personajes. Napoleon Solo e Illya Kuryakin.
Henry Cavill, nuestro moderno Superman, interpreta al espía americano Napoleon Solo, mientras que Armie Hammer encarna al espía ruso Illya Kuryakin. El primero es sofisticado y elegante, inteligente, educado, poseedor de una divertida tranquilidad y seguridad que regala buenos momentos de humor. El segundo es visceral (se le va la olla a menudo y le cuesta contenerse), tiene impulsos psicopáticos, es poco sutil y comunicativo, es incontrolado y físicamente muy fuerte. El primero es follador, el segundo más bien puritano y tímido. El primero se desfoga con sexo, el segundo con violencia. Napoleon es liberal, Kuryakin es posesivo. La única coincidencia es que tienen un pasado que los atormenta de forma distinta. Polos opuestos. George Clooney y Tom Cruise estuvieron a punto de protagonizar la película, ambos para encarnar a Napoleon Solo.
De nuevo Ritchie apuesta por el conflicto de caracteres
antagónicos para vertebrar su cinta, en lo que es el mejor aspecto de este
entretenidísimo y acertado film. Es un James Bond pasado por las manos de Guy
Ritchie.
Aunque Hammer es un hombre alto y fuerte, lo cierto es que
se le nota algo forzadillo en las escenas de acción. Eso sí, respondiendo a esa fuerza, vencerá a Solo en un combate cuerpo a cuerpo, aunque
pillándolo por sorpresa. Este encuentro comenzará a sellar su relación.
Conoceremos más cosas de Solo en su conversación con su
jefe, en el piso franco. Ex convicto liberado con la condición de ayudar al
gobierno. Cumple condena realizando misiones, y enriqueciéndose mientras.
Solo es buen cocinero, un bon vivant, y experto en diversas
disciplinas, como la moda... Kuryakin también presumirá de conocimiento de moda,
aunque su gusto es algo menos sofisticado, del mismo modo que sus conocimientos
sobre arquitectura dejarán mucho que desear. Es muy divertida la escena donde
Solo y Kuryakin discuten de moda. También cuando el ruso pretende presumir ante
Gaby (Alicia Vikander) de sapiencia arquitectónica.
Aquí comenzará una entrañable relación entre Kuryakin y
Gaby, que fingirán estar prometidos. Una encantadora y romántica relación que
nunca llegará a consumar si quiera un beso, ya que en los momentos cruciales
siempre serán interrumpidos. Todo lo contrario ocurre con Napoleon, que no
desaprovechará las ocasiones en las que pueda “tapar boquetes”. Así lo hará con
la chica del hotel y la propia villana, aunque los encuentros con esta última
funcionan regular.
La broma en la terraza cuando los dos agentes hablan y se
lazan reproches, quedando solos en el lugar, es también simpática. Complejos,
pasados turbulentos, la competencia en su trabajo… los dos muy bien informados,
pero con Napoleon saliendo victorioso del envite. El humor funciona realmente
bien en la película.
“Los dejaremos para que se conozcan”.
La relación entre ambos personajes es uno de los grandes
puntos, una relación de vacile y provocación continua que va gestando una
amistad. Lo cierto es que se saca un gran partido a las relaciones entre personajes, lo que engrandece la película y la mantiene en alto en todo
momento, incluso cuando las escenas de espectáculo dejan de ser tan grandiosas.
Una desconfianza que regala buenos momentos de humor, como esa escena donde
ambos encuentran ingentes cantidades de micrófonos en sus habitaciones…
Sus duelos en las misiones conjuntas son divertidos, duelos
de mañas y habilidades, de tecnologías patrióticas, con un Bond americano
compitiendo contra un Bond ruso en comandita y lucha de egos.
Aún luchado de forma conjunta, la principal satisfacción de ambos es cuando pueden exhibir sus habilidades ante el otro, una autosatisfacción egocéntrica realmente divertida para el espectador. Esto tiene su punto culminante en la escena donde los dos agentes van a investigar a la fábrica de satélites en busca de uranio. Una escena que sin ser espectacular, sí resulta muy entretenida y original, sobre todo en su resolución musical, cuando Napoleon se dedica unos momentos a sí mismo para cenar y tomar una copa de vino en un camión mientras observa como Kuryakin se las ve y se las desea para huir de los malos antes de ir a salvarle la vida. Y es que en esa escena se confirma el vínculo, cuando Solo se arrepiente en el último momento y en vez de irse de allí acude en la ayuda de Kuryakin.
Y es que el gran triunfo de la película está ahí, en las
digresiones, los vaciles, las bromas y disputas de los tres protagonistas,
mucho más que en las escenas de acción, que también las hay aceptables.
El vínculo entre los dos personajes, Napoleon Solo e Illya
Kuryakin, será el reloj que le regaló el padre al segundo, con el que tendremos
un bonito detalle al final. Una resolución donde ambos personajes usan espejos
(retrovisores) para ver qué sucede a su espalda.
El humor aparece para fusionarse con la muerte, humor negro,
en la escena de la tortura a Napoleon. Un torturador (Sylvester Groth), el tío
de Gaby, despiadado, que relatará la historia de su vida, su mediocridad y su
talento.
“¡Vaya! Me he dejado la chaqueta ahí dentro…”
“Operación UNCLE” tiene algo de rendido homenaje a la figura
de Audrey Hepburn como estrella inmortal e icono de la moda. Son muchos los
guiños a la actriz o a películas suyas como para que resulte una casualidad.
Esa moto que recuerda a “Vacaciones en Roma” (William Wyler,
1953). Esas gafas con las que Gaby se marca un Tom Cruise en “Risky Business”
(Paul Brickman, 1983), en la simpática escena de atracción, borrachera, pelea y
sueño, así como los sucesivos looks que la vemos.
¿Cómo no recordar “Desayuno con diamantes” (Blake Edwards,
1961) o "Cómo robar un millón y..." (William Wyler, 1966) en las gafas citadas y las escenas en tiendas de lujo o junto a Peter O'Toole? O “Charada”
(Stanley Donen, 1963), con ese juego continuo de engaños, falsas apariencias e
identidades… De hecho, la chica, Gaby, haría aquí más las veces de Cary Grant
en la cinta de Donen, que las de Audrey.
Gaby (Alicia Vikander) es una miniAudrey manipuladora y
mentirosa, como bien escenificará Ritchie con un espejo en su habitación de
hotel mientras mantiene una conversación telefónica. Una traidora, en
apariencia, a sus amigos, que se descubrirá agente secreto británica.
La bondniana escena de intriga en la fiesta a la que asisten
nuestros tres protagonista para hacer contacto con los villanos, deja estupendos
diálogos con segundas intenciones, casi siempre sexuales, y bromas varias. La
jefa, el tío, el heredero nazi… una completa reunión en la fiesta. Allí se nos
presentará a Waverly (Hugh Grant), al que veremos fugazmente a la llegada para
que Napoleon le robe su invitación.
-Napoleon: A veces, pero nunca cuando robo.
-Victoria: ¿Qué es exactamente lo que cree que puede hacer
por mí?
“Especialista en adquisiciones complicadas”.
La película recurre a artificios para hacer más efectivas
sus sorpresas, a menudo camuflados en rasgos de estilo, como esas elipsis o juegos
donde se omite el sonido en conversaciones clave. Me incomodó el
envenenamiento en la bebida a Napoleon, ya que si yo sospeché de esa copa, un
agente cualificado debería haberlo hecho más aún…
En ese conflicto entre agentes de distintos países, sus
naciones, sus mentiras y falsas identidades, subyace una interesante reflexión
que reivindica el individualismo. Países sin lealtades, pero individuos con
ellas. Países que manejan a su gente a su antojo, sin mirar en nada, e
individuos contenedores de valores a reivindicar.
La persecución final es la otra gran escena espectáculo de
la película, bien rodada, y donde destacan los planos generales para mostrarnos
por donde va cada vehículo, muy bien acompañada por la rítmica música. Esto
nos lleva a una simpática resolución o clímax, original, aunque sin acción ni
espectáculo, a distancia, con una bomba lanzada, una conversación y usando el
truco de las elipsis y los diálogos omitidos.
Muy entretenida. Una desenfadada cinta de espías que nunca
se toma especialmente en serio, clave de su triunfo como uno de los mejores y
menos reivindicados blockbuster del verano de 2015.
Dedicada a mi amiga madridista, BeaQ (@Beaquf).
Pues igual este verano voy a ver la peliculilla esta q has presentado muy bien.
ResponderEliminarGuy se volvió pop y mainstream en la época en q estuvo casado con Madonna. Y es q la pasta es la pasta, pero quien tuvo, retuvo…
Gracias sensei.
Bss
Sí, yo creo que pasarás un buen rato. Jajajaja pues mira, es muy posible, de hecho creo que concuerda en el tiempo!
EliminarGracias, a ti, Reina.
¡Ains, dedicada y todo, muchas gracias! Me encantó la película y me ha encantado la crítica. Resaltar una vez más lo bien que funciona la banda sonora (https://open.spotify.com/album/5To8bGtJgY9gMYvK21Dym0)
ResponderEliminarMe alegro, Beatriz! Sí que queda bien, suelen ser un acierto.
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