Si por algo ha pasado el grandísimo Jacques Tourneur a la
historia ha sido por sus películas de terror y su capacidad para crear
atmósferas, ese estilo y aroma especial que desprendían y hacían especiales
todas sus obras. Esto, por supuesto, entre los cinéfilos más superficiales,
porque para los más exigentes, dedicados y sabios, Jacques Tourneur está por
derecho propio entre los directores más grandes de la historia, aparte de por
lo mencionado, por sus genialidades en todos los géneros, con mención especial
al negro, el género más completo junto al western de la historia del cine, donde realizó la que, posiblemente, sea la mejor película del mismo. Hablo de “Retorno
al pasado” (1947).
El terror fue el primer amor del director, allí forjó esas
cualidades estéticas que le harían grande, esa magia, el aura especial e
irrepetible, misteriosa, poética, sugerente y seductora, que harían de esos
títulos de serie B clásicos eternos que siguen siendo referentes. Una estética y
una sabiduría narrativa excelsa, vertebrada en su capacidad para la sugerencia
por encima de la explicitud, su dominio de la elipsis; del sonido, que manejaba
de forma magistral; del fuera de campo; de los juegos lumínicos; de los
contrastes de luces y sombras… sacando el máximo partido a la imprescindible
influencia del expresionismo alemán.
Nadie como Tourneur ha demostrado que el cine de terror es
el género más poético que tiene el Séptimo Arte, precisamente por esa capacidad de
sugerencia y potencia visual. En el cine de terror moderno, y no sólo de
terror, la evidencia, lo explícito, lo subrayado es la norma a seguir, como si
fuera el signo de los tiempos, donde hay que darlo todo mascado, tratarnos como
tontitos en la creencia de que pudiendo mostrar todo para hacerlo más
realista con grandes efectos especiales se logra transmitir más, cuando suele ser lo contrario. Lo mágico, lo fantástico, siempre es misterioso, intangible, es
ahí donde está la fascinación, eso es lo que nos perturba y aterra. Tourneur
entendía esto y por eso su cine es pura sugestión, pura sugerencia, pura
insinuación definiendo la esencia pura del misterio. Unas sesiones de Tourneur
a los cineastas modernos les vendrían muy bien, aunque lo mismo no captaban sus
enseñanzas o quizá las despreciaran.
Los trabajos de Tourneur para la RKO casi definen un estilo. Los que adoramos el cine clásico tenemos devoción y un cariño especial por esa
productora que tantos títulos mayúsculos nos regaló, y que de la mano, entre
otros, del productor Val Lewton apostaba por el talento y la imaginación. Su estética nos hipnotizaba y absorbía completamente, ver una cinta de la
RKO es una de las grandes gozadas estéticas para los amantes del Séptimo Arte.
La colaboración de Jacques Tourneur con la RKO está ya en la
antología de las grandes colaboraciones cinéfilas, una colección de títulos
inolvidables e imprescindibles para todos los amantes del cine, referentes
absolutos con el valor especial de su particularidad. Cintas de terror,
aventuras o negras… Por supuesto, Val Lewton fue el productor de muchas de estas
(“Yo anduve con un zombie” de 1943; “El hombre leopardo” de 1943 o la que nos
ocupa, de 1942…).
Así, tras varias cintas en Francia y dos títulos de intriga
detectivesca con el personaje de Nick Carter como protagonista: “Nick Carter, master Detective” (1939), un medio metraje, y “Phamtom Raiders” (1941); así
como la comedia francesa “Toto” (1933) y otro título poco reseñable como
“Doctors don’t tell” (1940), Jacques Tourneur empezó a desplegar su talento en
el cine de terror. Su primera incursión en el género no pudo ser más
deslumbrante, “La mujer pantera”, un título de referencia que aún hoy día es imitado
por su poética capacidad de sugerencia, de la que se han cogido todos y cada
uno de sus brillantes recursos para crear tensión e inquietud, para generar atmósferas, saqueándolos vilmente y en muy pocas ocasiones ejecutados con el
talento que podemos disfrutar en ella.
Luego llegarían joyas indiscutibles del calibre de “Yo
anduve con un zombie” (1943) o “El hombre leopardo” (1943), inferior a las
anteriores pero muy apreciable. Lamentablemente el director abandonaría el
género y no sería hasta 1957 cuando retornaría a él con una obra maestra
mayúscula, de las mejores cintas de terror que se han rodado, “La noche del demonio”, con Dana Andrews en el papel protagonista.
Entre medias, cintas de todo tipo y de todos los géneros: aventuras, dramas, westerns y cine negro, que es donde logró sus mejores
títulos, en gran medida por su poderío visual.
Debo hacer mención especial a sus westerns porque todos
ellos son realmente especiales, no porque sean paradigmas del género ni obras
de referencia, sino por esa capacidad que tenía el director para las
atmósferas, ese tono lechoso, misterioso, poético, intrigante, que tenían sus
cintas, su fotografía… Son westerns con un aspecto fantasmagórico que los hace
especiales, distintos, muy atractivos y a tener en cuenta, rarezas
excepcionales de un director que debe ser considerado por todo cinéfilo como uno de
los grandes. “Tierra generosa” (1946), “Estrellas en mi corona” (1950), “El
jinete misterioso” (1955), “Wichita, ciudad infernal” (1955), “Una pistola al
amanecer” (1956) son westerns del maestro.
En el género de aventuras dejó películas inolvidables,
referentes del género, como ”El halcón y la flecha” (1950), y otras que se
disfrutan enormemente como “La mujer pirata” (1951), “Martin el gaucho” (1952),
“Cita en Honduras” (1953) o “Tombuctú” (1959).
El cine negro ha sido el otro gran género para Tourneur. Películas como “Berlín Exprés” (1948) o “Al caer la noche” (1956), una obra
excepcional que a buen seguro vio Tarantino, son ejemplos perfectos de su
talento; pero si hay una película que está por encima de todas estas, la mayor
obra maestra del cineasta, esa es “Retorno al pasado” (1947), la mejor y más
completa película que ha dado el género, con todos y cada uno de los
ingredientes y elementos que distinguen al mismo sublimados, estética y conceptualmente.
Además tenemos destacables y disfrutables intrigas, más o
menos acertadas, como “Noche en el alma” (1944), “Círculo de peligro” (1951) o
“Los intimidadores” (1958). Además, en otros géneros, “Días de gloria” (1944), un
bélico romántico; el drama “Vida fácil” (1949) con Victor Mature; o sus
colaboraciones con Vincent Price en “La comedia de los horrores” (1963) y “La
ciudad sumergida” (1965).
Un grande, sin más.
Metiéndonos en faena con la obra maestra que nos ocupa, lo
primero que tengo que señalar es que podemos encontrar a Mark Robson en los
títulos de crédito como encargado del montaje. Mark Robson, un estupendo
director que también realizó sus pinitos en la RKO junto a Val Lewton en el
cine de terror, un Val Lewton productor de la cinta.
Curiosamente la cinta se abre y se cierra con dos
intertítulos, el primero de ellos es realmente curioso, es de un tal Louise
Judd, doctor, que en realidad es uno de los personajes de la película, por lo
que el texto está creado ad hoc para ella. El segundo es un soneto de John
Donne.
Irena Dubrovna (Simone Simon), una atractiva mujer de origen
rumano, se enamora y se casa con Oliver (Kent Smith), un joven americano al que
conoce en el zoológico mientras observaba una pantera. Este amor y esta
atracción crean un conflicto interno en la joven, que vive traumatizada y
aterrada por una maldición ancestral de su pueblo. Una maldición que poco a
poco se demostrará muy real.
El talento de un maestro.
La dirección de Jacques Tourneur es de un talento
desmesurado en todas sus películas. Una capacidad para la sugerencia y la
creación de atmósferas fuera de rango. “La mujer pantera” es una eminente cinta
de director, por lo que los recursos de Tourneur son la clave de todo, los que
la han convertido en un clásico imitado hasta la saciedad. Un referente.
Una cinta con un análisis técnico que es gloria bendita. Es
un deleite comprobar lo bien dirigida y cuidada que está la película.
-La primera escena es un buen ejemplo. Plano de una pantera
encerrada en una jaula, expectante, insinuante, que mediante un travelling de
retroceso se vincula con una mujer que la está pintando, Irena (Simone Simon)…
Un sencillo movimiento de cámara que genera un vínculo, un elemento intrigante
y otro cotidiano. El primer plano perfecto para la película.
-No termina aquí la cosa. Ahora, usando el montaje, Tourneur
crea el vínculo entre Irena y Oliver (Kent Smith). Ella lanzará un papel pero
no acertará con la papelera, caerá al lado del chico, que aprovecha el suceso
para acercarse a la atractiva mujer. Es decir, se han generado dos vínculos
distintos de dos formas distintas, usando el lenguaje cinematográfico con
significación. En el primer caso un vínculo en un solo plano, una
relación íntima, secreta, inseparable, la de la pantera y la mujer; en el
segundo caso se usa el montaje, cortes, es una relación sentimental,
susceptible de separación y problemas que conforme avance la narración se
confirmará, una relación que no es íntima ni irrompible. Sencillo y perfecto,
es el lenguaje clásico en su máximo esplendor.
-Tourneur usa un objeto para el vínculo, el papel, el
cuaderno, primero como creación artística, mientras pinta a la pantera, luego
hecho un ovillo, arrugado, para su encuentro con Oliver.
No puedo evitar comentar que entiendo a Irena y Oliver y su
impulso irrefrenable de lanzar un papel a la papelera. Existe una íntima y
ególatra satisfacción cuando lo encestamos, aunque nadie nos vea.
-La poesía visual, la capacidad de sugerencia y la creación
de una atmósfera extraña, enrarecida, no tarda en comenzar. Otra hoja, ahora
mecida por el viento, nos muestra el dibujo que hacía Irena: una pantera
atravesada por una espada. La evolución psicológica del personaje ha comenzado…
Irena no tarda en mostrarse descarada y lanzada, un tanto "guarrilla" en todos los sentidos (la vimos lanzar papeles al suelo y eso está
feo), y se insinuará sin remilgos a su nuevo amigo, aunque luego veremos su
contención sexual. Son llamativos los broches que lleva Irena en la película.
-En el paseo de Irena y Oliver hacia la casa de la chica
tendremos otro ejemplo de lenguaje cinematográfico clásico y sencillo, un
travelling que salta de un plano general a otro más corto en el preciso momento
en el que la conversación se vuelve íntima con la invitación del galán a la
bella dama.
Sorprende la magnitud del apartamento de Irena, una chica
coqueta y pizpireta, de exótica procedencia, es serbia, que hace diseños y a la que deben pagar mejor de lo que nos hace suponer viendo donde vive. Es simpática
su pícara sonrisilla ladeada hacia el lado derecho.
“¡Nunca dejará de maravillarme lo que puede haber dentro de
la cabeza de una mujer!”.
Esta frase la pronunciará nuestro protagonista justo cuando
suben las escaleras, justo cuando van al lugar íntimo de Irena, como si fuera a
introducirse en su psique.
-La estupenda, y barata, nieve que cae en la escena en la
que Irena le pide tiempo a Oliver resulta además simbólica, un elemento perfectamente adecuado para la situación de pausa en su relación, gélida en lo sexual.
-Tourneur también era un maestro del encuadre… con los que
lograba generar también esa atmósfera tan personal y especial suya. Uno de los
mejores ejemplos lo tenemos en ese plano donde vemos el dibujo de la pantera en
el biombo de la casa de Irena como encerrada por la sombra de la jaula del
pajarito que le regaló Oliver. Una pantera enjaulada de nuevo, instintos
reprimidos. Del mismo modo es una imagen amenazante, ver la cabeza de la
pantera en la jaula da la sensación de que el periquito corre peligro, como si
fuera a comérselo, el deseo pujando por salir. Luego veremos la jaula real,
cuando Irena intenta coger al pajarito, pero una vez lo haga, muerto ya, la sombra
sobre el dibujo de la pantera habrá desaparecido, como si de un paso más en la
evolución para dejar salir esos impulsos que contiene se tratara.
Este encuadre además de simbólico actúa como presagio.
-Otra obra maestra del encuadre, que también podría estar en
el apartado de la capacidad de sugerencia de la película, lo tenemos en la
escena posterior a que Irena entregue el pájaro a la pantera para que coma. Un
plano aparentemente intrascendente que marca ya la relación de la pareja y como
será en el futuro. Oliver en la cocina preparando unas copas de Jerez y una
ligera panorámica que incluirá también en plano a Irena, al fondo del encuadre,
junto a la jaula, taciturna, preocupada. El encuadre está dividido por el
biombo de la pantera. No se puede decir más con menos. Hay una barrera entre la
pareja, como la puerta que vimos en una escena anterior y que Irena no abre,
una barrera relacionada con la pantera y con la jaula, sus deseos reprimidos.
En esta escena hablará de no sentirse libre y de cómo envidia a las otras
mujeres que sí lo son al lado de la mencionada jaula, que mantiene su
simbolismo y significación relacionado con Irena.
-La sesión de hipnosis es puro expresionismo, una
iluminación muy marcada que busca los contrastes bruscos entre luces y sombras.
Todo en tinieblas salvo el rostro tumbado y con los ojos cerrados de Irena
mientras el doctor realiza la sesión. Una iluminación y escena tremendamente
sugerente y visual, un maravilloso juego lumínico que marca la diferencia,
entre otras cosas, de esta película con respecto a otras.
-La forma de usar las luces en entornos en penumbra, los
claroscuros, los contrastes lumínicos marcados, una estética profundamente
enraizada en el expresionismo alemán, son claves en esa atmósfera que consigue
Tourneur. Hay infinidad de ejemplos en la película: las lámparas en la noche,
las sombras reflejadas en el apartamento de Irena (la jaula por ejemplo), y en
casi todos los decorados; el foco de luz en la penumbra en el estudio donde
Alice recibe la llamada; el seguimiento de Irena a Alice; la mítica escena de
la piscina… Las sombras están siempre presentes, enormes, incluso en las
escenas más luminosas… Lo que es saber crear atmósferas.
El perfume de Irena, Lali, es definido como algo que tuviera
vida, en otra intrigante sugerencia que de alguna forma sugiere un hábitat
extraño, su casa.
La truculenta historia del pueblo serbio que de cristiano
torna en satánico es la leyenda que genera el miedo en Irena. Siente estar bajo
esa oscura maldición de las mujeres pantera.
Un extremo picado en la escalera será el plano que Tourneur
usará para la despedida cordial de la pareja. Desde luego el enamoramiento es
rápido, incluso el matrimonio, pero desarrollar este aspecto no es
imprescindible en la historia, tan sólo afianzar la atracción y la relación
para hacerla evolucionar a partir de ahí con el conflicto interno de Irena y su
condición. Además, las elipsis están bien manejadas para sugerir el paso del
tiempo. Por ejemplo, tras el inicio y la propuesta de matrimonio nos veremos en
Navidad, con la cena de los amigos de Oliver y la mujer que se asemeja a un
gato, una escena que se inicia con varias cabezas de cordero en el escaparate.
Es una gozada leerte en estos análisis de clásicos icónicos. Aprender mucho de obras maestras gracias a tu maestría.
ResponderEliminarPor suerte nos quedan tres posts más para disfrutar!
Muchas gracias! Supone (y sabes) un punto seguro de placer en días complicados.
Esperando la siguiente!!
Bss
Estaba terminado desde hace mucho, como otros tantos, recuperarlo es interesante y satisfactorio. Es una película muy técnica y simbólica, y realizada con cuatro duros, o sea, pura creatividad.
EliminarEs lo que más me gusta, zambullirme en estos análisis jaja.
Gracias, Reina.