La familia, su pérdida, el pasado y la venganza, son temas
coincidentes en las dos películas sobre “Los casos del Departamento Q”
dirigidas por Mikkel Norgaard. Temas estructurales vertebrados en flashbacks
que relacionan ese pasado con el presente, en perfecta coherencia con la propia
concepción de ese Departamento Q, dedicado a resolver casos pasados a los que
no se ha podido poner solución.
La fragmentación
narrativa también está presente dentro de los flashbacks o en el mismo
presente, con divisiones en tramas y saltos temporales. El pasado también se manifiesta en visiones.
De alguna manera el
uso de fotos, que llevan a flashbacks, dan pistas o guían a los investigadores,
entronca también con la idea misma del Departamento Q, y son utilizadas en las dos
películas sobre el mismo, “Misericordia” y la que nos ocupa.
Uno de los más
destacados detalles visuales de la película son esas transiciones
presente-pasado usando elementos comunes (objetos, escenarios…).
El Departamento Q
reabre el caso de un salvaje asesinato a dos gemelos (a la chica además la
violaron antes), por el que se condenó a un lugareño del pueblo, aunque había
sospechas de que estudiantes de clase alta estaban involucrados.
Esto le llevará a tomarse el caso como algo personal, una
redención necesaria para compensar su sentimiento de culpa.
Un inicio con un toque “Seven” (David Fincher, 1995)
bastante agudizado. No en balde Fincher también adaptó una novela negra
escandinava, la primera parte de la saga “Millennium”, “Los hombres que no
amaban a las mujeres” (2011).
En esta segunda entrega de “Los casos del Departamento Q” se
sigue indagando en el carácter atormentado, desastrado y asocial de Carl Morck.
Un obseso del trabajo con muchos problemas para socializar, como vemos en la
fiesta a la que se ve obligado a asistir en el mismo departamento de policía. Sólo
parecen motivarle las mujeres, pero no tiene suerte, ni en la primera ni en
esta película. Una vida caótica.
Un hombre hastiado y amargado, que vive angustiado porque siente la impotencia de no poder resolver todas las desgracias humanas, sin darse cuenta de que abandona lo que tiene más cerca. Su familia. Incapaz de tomar buenas decisiones, obligado a una eterna redención por ello (esos errores citados al inicio de las dos películas). En esta “Profanación” tendremos buenos momentos que desarrollan la relación entre Carl y su hijo: Carl se comprometerá a pasar una noche con su hijo e invitarle a cenar, compromiso que no cumplirá, anteponiendo siempre su trabajo a su familia… Una nota del chico se lo recriminará, pero Carl no se atreverá a entrar en su habitación a dar explicaciones o pedir disculpas… En el último plano de la película le veremos en la misma situación, pero en esta ocasión sí abrirá la puerta.
Hay simpáticos
detalles que relacionan ambas películas. En “Misericordia” vimos como Carl
cuestionaba y se sorprendía de que Assad siempre fuera al mismo restaurante a
comer, pero en esta “Profanación” vemos que él sigue yendo y consumiendo pollo
frito, al que parece haberse aficionado.
Conoceremos al tercer miembro del equipo Q, una secretaria
elegida por Assad, Rose (Johanne Louise Schmidt), en un departamento que vuelve
a estar en las últimas.
Flashbacks nos llevan a un colegio privado donde conoceremos
a una parejita y un amigo de la misma, que es, precisamente, el que fue
condenado por el asesinato de los gemelos, aunque no parece muy amenazante en
dicho flashback. 20 años antes. Un grupo de auténticos psicópatas, que
encuentran en el abuso su razón de ser, su manera de reivindicarse, que creen
que tienen derecho a todo por ser quién son… De esto se distancia un poco
Kimmie finalmente, la chica, que encuentra atractiva esa actitud, esa manera de
comportarse, esa superioridad, porque además le sirve para sentirse aceptada,
ya que era una chica distante y solitaria. Cuando la cosa se va de las manos su
actitud tiene más que ver con la dependencia, un enfermizo romanticismo y amor
hacia Ditlev. La escena en la cancha de baloncesto, con el chico que vio a la
parejita encariñada, es puro sadismo de instituto.
Un chico, Bjarne, que se autoinculpó protegido por sus amigos millonarios, donde sus coartadas parecen ser correctas, que ya fue liberado. Así conoceremos a Ditlev (Pilou Asbaek), un millonario cornudo con muchos contactos y un punto sádico (como comprobaremos con el subidón que le provoca dar enmascarado una paliza al amante de su mujer), que es el chico de la parejita que conocimos en el flashback que nos hizo retroceder 20 años y que protege a Bjarne (Kristian Hogh Jeppesen). El retrato de la aséptica mansión de Ditlev es acertado. Su mujer, que le está engañando, es retratada tras cristales o ante espejos, reflejando esa falsedad. La idea se hace previsible: este hombre rico financió la defensa al pringado Bjarne, que accedió por amistad a protegerles, logrando que saliera en libertad tras una condena de 3 años por violación y asesinato.
Una sórdida historia de sexo, venganzas, dependencias
obsesivas y perturbadas, psicopatías y el poder corruptor del dinero, que alcanza a todas las esferas sociales, o
mejor dicho, cómo alguien malvado con dinero puede llegar a casi todas las
esferas y estamentos (policía, política…) y corromper, empieza a
desvelarse.
Víctimas inocentes producto de un enfermizo amor juvenil,
como un profesor falsamente acusado de violación o desafortunados alumnos que
son testigos de lo que no deberían… El ataque al amante de la mujer de Ditlev
será tapado como un atentado de unos
inmigrantes, siempre recurrentes para encubrir escándalos…
El retrato de la chica joven del flashback, el componente
femenino de la parejita, Kimmie (Danica Curcic), es excelente. Una chica que tiene algo del
fatalismo de la Lisbeth Salander de la saga “Millennium”. Alejada de la
sociedad, coqueteando con la locura, en ambientes marginales, drogadictos y
alcohólicos, hablando sola… con el cadáver de su hijo recién nacido, guardado
en una bolsa que lleva a todos lados, en un truculento detalle. Termina
convertida en una especie de “Nikita” (Luc Besson, 1990). La conversión de una chica extraña y
perturbada en una víctima de la locura romántica. Embarazada, abandonada, apaleada
y violada… Buena evolución.
Se forja un extraño y sugerente vínculo entre Carl y Kimmie.
Ninguno parece tener motivos para vivir, a él tan sólo le queda su trabajo,
pero su tormento es por angustia vital, es un protector por vocación.
Hay ciertas torpezas en la puesta en escena con algunas
escenas de acción, como ya ocurriera en “Misericordia”: ¿Por qué el esbirro de
Ditlev no mata a Kimmie de entrada y sólo se decide a sacar la pistola al
final? No jugará muy bien sus bazas Carl una vez ha localizado a Kimmie, en la
escena del callejón, teniendo todo a su favor y una total superioridad en ese
momento, renunciando a ella para terminar apaleado con una tubería… Por el
contrario, el flashback de la trágica noche donde el grupito asesinó a los
gemelos y violó a la chica, resulta escalofriante.
El final es triste y muy oscuro, un buen final que parece
tener algo de redentor para el protagonista, como vemos en el último plano,
entrando en la habitación de su hijo, aspecto ya comentado. Un magnífico
retrato de esa fría sociedad en la que germinan las más crueles, terroríficas y
oscuras historias.
Todo el reparto está excelente, con mención para los
protagonistas, Nikolaj Lie Kaas como Carl, y Fares Fares como Assad, que
coincidieron en una reciente producción de Hollywood, “El niño 44” (Daniel
Espinosa, 2015). Danica Curcic y Sarah-Sofie Boussnina están magníficas
encarnando a Kimmie en sus edades adulta y adolescente respectivamente.
Atmósferas frías, claroscuros, ambientes sucios y tétricos,
tramas retorcidas, una depurada dirección, elementos que
entroncan con David Fincher, sobre todo en el acercamiento del directo
americano al Noir escandinavo. Estos son algunos de los placeres de
“Misericordia” y “Profanación”, las dos entregas de “Los casos del Departamento
Q”. Sobrias y entretenidas, donde quizá esta segunda, “Profanación”, gane
ligeramente a los puntos. Buenas opciones si quieres ver una película
estimulante.
En 2016 se estrena la tercera entrega de esta serie, llamada "Redención" y con cambio de director. Hans Petter Moland será el encargado.
En 2016 se estrena la tercera entrega de esta serie, llamada "Redención" y con cambio de director. Hans Petter Moland será el encargado.
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