Cuando alguien se derrama plenamente, se vierte y vacía en
otro, en alguien completamente vulnerable que es uno mismo, se entrega en todos
los sentidos hasta la obsesión, hasta aceptar prescindir de la propia vida
incluso… estamos ante la maternidad. Madre es ser guía y protección. Una
entrega que se manifiesta de todas las formas posibles. Es derramar amor,
enseñanzas, dulzura, sacrificio, conocimientos, lucha, desvelos… en un
recipiente puro, desvalido, anhelante de todo, surgido de nosotros mismos, tan
dependiente como independiente. Exprimirse para llenar un recipiente vacío que
emprende un camino.
De esto habla “Room”, entre otras muchas cosas, del amor y
de la maternidad en su misma esencia, en estado puro y sin ambages. El “viejo
Nick” recordará al personaje interpretado por Brie Larson cómo y por qué tuvo
ese hijo, de donde sale; su propio padre, abuelo de la criatura (William H. Macy), no podrá
mirarlo a los ojos sabedor de su origen, sin lograr superar ni aceptar lo
sucedido, rechazando a ese ser inocente… Pero su madre jamás dudará, jamás
titubeará, lo dará todo por él a pesar del sufrimiento, de los hechos y de su
propia inexperiencia e inmadurez. Toda madre es una heroína.
“No olvides cómo lo conseguiste”.
Brie Larson, que felizmente ganará el Oscar por esta interpretación con un poco de suerte (ya ha conquistado el Bafta y el Globo de Oro, entre otros), está conduciendo su carrera de una manera tan brillante como coherente, en la que podemos rescatar determinados aspectos conceptuales que la dotan de un rigor extraordinario en sus proyectos más personales. Como ya ocurriera con la sensacional y majestuosa “Las vidas de Grace” (Destin Cretton, 2013), con la que la cinta que nos ocupa tiene bastantes puntos en común, Larson encarna un personaje que se enfrenta a la maternidad para reflexionar sobre sus dificultades y dolores, sobre sus miedos y anhelos, desde una perspectiva indirecta, fuera de lo convencional. Si en una era una madre sin hijos con miedo a tenerlos, en esta es una madre obligada que querrá a su hijo por encima de todo. Por eso en los títulos de crédito no se pone su nombre, sino "mamá", como una abstracción de la maternidad.
Lenny Abrahamson nos regala la mejor película del año y la
más notable de las nominadas, aunque su carácter pequeño, minimalista y poco
comercial reduce mucho sus posibilidades en los Oscar, con la salvedad de la interpretación
femenina para Larson. Meritorio es ya que esté entre las nominadas, con toda
justicia. Lamentablemente poco más podemos esperar. Al menos este tipo de
películas reciben sus nominaciones y, en ocasiones, se llevan premios creativos, al
guión o en alguna interpretación, como ocurriera con “Her” (Spike Jonze, 2013) o “Whiplash” (Damien Chazelle, 2014), no así
con “Nebraska” (Alexander Payne, 2013) o la maravillosa y antes citada “Las vidas de Grace”.
“Room” se divide en dos partes muy bien diferenciadas, de
las cuales la primera ha recibido encendidos elogios como lo mejor que se ha
visto en mucho tiempo. La segunda, menos llamativa, es igualmente notable y
desarrolla la psicología de los personajes con sensibilidad y talento, muy
intensa, pero desde el drama. Ese inicio es un thriller poderoso e impactante,
minimalista y tenso, escabroso y duro, claustrofóbico, con momentos de un
suspense extraordinario, abarcando la primera hora. El último tercio es un
drama psicológico que tiene el gran mérito de mantener la cinta en pie con el
riesgo que ello supone al cambiar de tono y de género, llevando la película de
las emociones fuertes al sosiego.
Se estructura la cinta a través de pequeños nacimientos o
renacimientos, progresiones, como escenificaciones de partos. Precisamente en
el inicio la voz de Jack (Jacob Tremblay), el niño protagonista, nos presenta
la película y su situación, su despertar mañanero como un nacimiento, una
salida del vientre materno en el día de su quinto cumpleaños. El siguiente
renacimiento será cuando la madre desvele a Jack la causa del encierro y le dé una
escueta explicación del mundo, del mundo exterior que le es ajeno y
desconocido. El siguiente paso será físico, cuando salga de la habitación, como en un parto ficticio. El último lo tendremos cuando el chico deba asimilar ese
nuevo mundo y adaptarse a él, cuando lo acepte y disfrute. En todos ellos
sentirá el impacto y reaccionará ante él de distintas maneras. Abrahamson
acierta convirtiéndonos en ese niño, haciéndonos descubrir todo a la vez que
él, poniendo su mirada constantemente en su punto de vista.
Jack tendrá varios momentos de crisis que gestionará como
buenamente pueda, de formas distintas, con la adaptación clásica de los niños,
según vaya recibiendo revelaciones y asistiendo a esos drásticos cambios en su
mundo. Es un “pequeño salvaje” y un “hombre de la caverna” platónico a la vez.
Jack sería la personificación de un personaje spielbergiano que sale de la
caverna platónica, el niño salvaje que comienza un viaje iniciático desde una
tardía y distinta salida. Una especie de “caverna platónica” minimalista y
realista filtrada por Spielberg y
Hitchcock a la vez.
El punto de vista infantil, nuestro punto de vista.
Abrahamson nos convierte también en niños spielbergianos, en
niños de la caverna y pequeños salvajes situándonos en el punto de vista de
Jack. Niños más viciados y pervertidos, que intuimos lo que ocurre, pero que al
colocarnos en el punto de vista de Jack nos obliga a ir descubriendo la
situación al mismo ritmo que él. Además Jack irá puntuando la narración con
pequeños y lúcidos discursos sobre su visión del mundo, en otra maravillosa
muestra de lo bien retratada que está la psicología infantil en la película.
El retrato del encierro y su cotidiana y placentera rutina
es magnífico y desconcertante. ¿Qué ocurre? ¿Por qué están encerrados? ¿Es
voluntario o involuntario? ¿Se trata de algún trauma o algún peligro? ¿Ha
ocurrido algo fuera que los obliga a ese encierro? Una exposición que se irá
tornando truculenta, oscura.
Deporte, apariencia de felicidad, una tarta de cumpleaños,
cariños, diversión, un poco de televisión, nanas nocturnas para dormir… pero se
insinúan carencias, como velas para la tarta, cosas que se deben pedir a un tal
Nick, lo que va haciendo la narración intrigante, sin que entendamos por qué están
encerrados ni quién es ese Nick que se supone les proporciona lo que consumen y
necesitan, la comida, la electricidad…
Cuando la calefacción deje de funcionar la extrañeza y la
inquietud aumentan, desconcertando al espectador ignorante de lo que sucede
fuera de esa habitación. Cuando el tal Nick prescinda de las vitaminas el enfrentamiento
violento llega con la madre.
Todo esto se muestra mezclando el punto de vista objetivo
con el punto de vista subjetivo de Jack, con el que se nos vincula. Así vamos
descubriendo a ese misterioso personaje que sólo aparece en las noches -quizá
sea el tal “viejo Nick” (Sean Bridgers)-, desde el punto de vista de Jack, encerrado en su
armario que le sirve de microdormitorio. Primero le oiremos trayendo la comprar
y manteniendo silenciosas relaciones sexuales con la madre. En la segunda noche
saldremos fugazmente del armario del crío para ver el rostro desenfocado de
Nick en la cama de la madre. Será cuando le traiga el coche teledirigido de
regalo. En la tercera aparición por fin veremos plenamente el rostro de ese
hombre, primero a través del armario bajo el punto de vista de Jack y, una vez
visto, desde fuera, cuando manifieste que lleva 6 meses en paro. En esta tercera
aparición del hombre hay un acercamiento donde él pretende invitar a un
caramelo a ese chico que se esconde en el armario, pero su madre lo impedirá
con otro “caramelo”, el del sexo.
Nick se va descubriendo como alguien irascible, violento y
frío. Veremos moretones en la madre tras tener encontronazos con él, por
ejemplo cuando Jack sale una noche de su armario a explorar y despierta al tal
Nick. Es ahí cuando el personaje interpretado por Brie Larson se ve en la
obligación de movilizarse para intentar escapar. Abrirá los ojos a su hijo e
ideará un plan, que dejará unos momentos de suspense, tensión y dramatismo de
primer orden, con la sensación de que para salvar a su hijo es posible que no
vuelva a verlo, que tendrá que sacrificarse, quedarse y, quizá, morir en esa
habitación.
El primer plan fallará, fingir una fiebre para que su captor
se lleve al niño al hospital y que allí éste pida ayuda. Con todo, esa primera
tentativa le servirá para idear la segunda, desesperada, donde lo que fingirá
será la muerte del niño. Fingir, actuar, para sobrevivir. Lo enrollará en una
alfombra, en otros insoportables momentos de suspense, hará prometer al
psicópata que no mirará el cadáver y logrará que saque el paquete de la
habitación para llevarlo a un bosque en furgoneta, momento que el niño debería
aprovechar para desenrollarse y saltar para pedir ayuda.
El momento en el que el psicópata Nick se para y duda en su
camino, nada más salir de la habitación (el primer momento donde salimos de
ella a los tres cuartos de hora), es terrorífico. Lo mismo ocurre cuando el
niño huye y es capturado de nuevo por el villano, al que le atenazarán el miedo
y los nervios y lo soltará ante la presión de un ciudadano que le interpela
extrañado…
Soberbias escenas de suspense que serían el clímax deseado
de cualquier thriller de la máxima calidad.
La agente de policía que atiende a Jack muestra una
comprensión y sensibilidad extraordinarias, una empatía e inteligencia de la
que carece su compañero y por la que logrará sacar la vital información del
chico, mucho más relajado en el coche, un lugar cerrado y pequeño. Así
llegaremos al emotivo reencuentro con la madre, liberada gracias a las pequeñas
pistas de Jack de manera rápida y competente.
Para retratar ese punto de vista del niño, Abrahamson utiliza
distintos recursos estilísticos, de los cuales algunos me incomodan, aunque analizados
tienen pleno sentido y están usados con rigor. No hay excesos estilísticos,
pero como digo, en alguno podemos encontrar el único punto débil de la cinta,
poco significativo.
-Los planos subjetivos desde el punto de vista de Jack son
numerosos, tanto en la habitación como fuera de ella, con lo que vemos el mundo
y sus descubrimientos a través de sus ojos, por ejemplo por las rendijas del
armario en el que duerme, pero también en su mirada al cielo al salir de su
encierro, en esa lluvia que golpea su rostro, en esa hoja seca que toca…
-Cuando Jack sale de la habitación destaca el recurso de las
cámaras lentas, que me incomoda en su abuso, para retratar lo que siente ese
niño, sobrepasado por la inmensidad del mundo que lo abotarga. Un mundo que
parece ir a un ritmo excesivo para él, acostumbrado a la quietud y los
estrictos límites de su habitación. Con todo, resulta un recurso excesivo y
gratuito en algunas ocasiones, más como un subrayado emocional que como una
exposición de punto de vista.
-Encuadres distorsionados, distraídos, poco definidos, que
vuelven a mostrar el estado desconcertado, aturdido, desorientado, confundido… de
Jack. También hay ciertos planos donde los barrotes de una escalera adquieren
importancia, como si Jack se sintiera en otro tipo de cárcel tras ser liberado,
psicológica, de la que poco a poco se evadirá.
-Hay una escena especialmente interesante. Un travelling de
acercamiento a Jack mientras construye un lego, que se aleja cuando lo
desmonta, con otro travelling entremedias que vaga por la solitaria casa. Es un
plano simbólico sobre los altibajos psicológicos del suceso. Planos que escenifican que la madre, aunque fuera, aún no ha salido de aquella habitación.
Hay varios referentes usados de forma inteligente y que
tienen perfecto sentido en la narración. Uno es “Dora, la exploradora”, que se
vincula a Jack, al cual le gusta mucho, ya que subraya la imprescindible e
inevitable curiosidad infantil. Otro es “El conde de Montecristo”, que subraya
ese encierro involuntario y la aspiración de huida. La última referencia es “Alicia en el
país de las maravillas”, una lectura infantil que impulsará a la madre a
sincerarse con su hijo contándole la dura historia de su vida y la verdadera
causa de su encierro.
Para todas las madres, especialmente la mía.
Esa sensibilidad tuya, Sambo…
ResponderEliminarQ bonito canto a la maternidad. Emociona.
Gracias. Como lectora de tus palabras. Y como madre.
Tu análisis, estupendo, como siempre son. Observación, detalles. Aunq me temo q es una película difícil, leyéndote me dan muchas ganas d verla…
Preciosa dedicatoria.
Un beso a tu madre, q orgullo tenerte como hijo. Y q satisfacción de ver el gran hijo q eres.
Un beso y un abrazo.
Gracias a ti, Reina. Me alegra que lo valores así.
EliminarSí, es una gran película :)
BESOS.
una cinta donde el amor de madre se convierte en el arma mas efectiva para superar malos momentos,la dinámica entre Brie Larson y su pequeño protagonista Jacob Tremblay (cuyo desempeño merecía ser nominado como mejor actor principal por los premios Oscar) logran sumergir al espectador en ese mundo tan simple y pequeño pero a la vez una perspectiva para comprender la situación que se encuentran madre e hijo, la preparación de Larson para ser la madre heroica fue desde encerrarse en un pequeño cuarto para saber la sensación de encierro y estudiar sobre los efectos del abuso sexual en las personas, una cinta para mirar y analizar cada minuto pero mas importante nos enseña el valor que tiene ese ser maravilloso que cada dia nos apoya para ser personas de bien,para finalizar se puede interpretar a la habitación como el reflejo de desesperación sin perder la esperanza,te deseo mucho éxito amigo Sambo y que dios te cuide.
ResponderEliminarGracias por tu aporte, amigo Kelvis. Me alegra que te gustara la película. Un abrazo.
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