En ese encierro y esa idea mencionada que nos remite en
cierta medida al "Mito de la caverna" de Platón y al pequeño salvaje, es evidente
que los personajes deben ir replanteándose su realidad hasta entender que es un
concepto carente de sentido. La madre llevará un sentido inverso a su hijo, ya
que le robarán su mundo limitándolo a una habitación. En cambio para Jack esa
habitación es todo su mundo, con lo que le regalarán un mundo entero cuando
salga de allí.
Jack tiene una concepción mermada de la “realidad”, su
“realidad" es otra, tan real y verdadera para él como cualquiera.
Así es con el “viejo Nick”, que en un principio para Jack, y
para nosotros, es una especie de deidad que suministra lo necesario a su
madre y a él mismo, para luego ir descubriendo la verdad.
Como ocurría en “Las vidas de Grace” (Destin Cretton, 2013), película con la que ya
comenté que esta tenía puntos en común, también protagonizada por Brie Larson,
las representaciones artísticas tendrán especial sentido, expresan el mundo
interior de esos personajes que viven una realidad escindida o secreta. Una
forma de evasión también. Jack hará pequeñas pinturas, representaciones de cómo
ve el mundo, como todo niño.
Jack, poco a poco, irá sintiendo la necesidad de lo tangible
más allá de lo que puede generar y crear en su cabeza, en sus inocentes
pinturas o animales imaginarios. Una necesidad inconsciente. Esa es la razón de
ser de su imaginario perro.
Inventará un perro que creerá real, se aferrará a ese amigo
imaginario visto sólo en la televisión. En este sentido la televisión juega un
papel muy importante como “amago de la realidad”, como sucedáneo de la misma,
el único acceso que tienen al mundo exterior.
“Estaba vivo. Era real”.
Otro animal será muy real para Jack, y esta vez con razón.
Un ratoncito que se cuela en la habitación y que la madre matará, aunque luego
le servirá para exponer la “nueva realidad” a su hijo, para generarle la curiosidad
necesaria sobre ese mundo que se expande fuera de las paredes de esa
habitación.
Cuando la madre tenga su encontronazo con el "viejo Nick” (Sean Bridgers) al
ver que se acerca al niño, le entrará el pánico, por lo que se verá obligada a
quitar la venda de los ojos a su hijo y convertirlo en su cómplice para huir de
allí. Para ello le contará su historia en honor a “Alicia en el país de las
maravillas” y el ratoncito que entró en la habitación.
Secuestrada y encerrada en ese lugar hace siete años,
confesión a su hijo de cinco… En esa diferencia de años las implicaciones son
terribles… Esto es demasiado para Jack, que debe asumir una nueva realidad de
difícil comprensión para él, con lo que se creará un conflicto que llevará a la
rabia y el enfado mientras se asimila (por las dos partes). Será pronto, porque
los niños no guardan rencor mucho tiempo.
La primera reacción de Jack será reivindicar su mundo y cada
objeto que hay en él, su “realidad”, lo que ha vivido, su habitación. Luego
veremos un plano fugaz y significativo que abre la puerta a la asimilación, es
cuando mira a través de una botella, escenificando el cambio de perspectiva
(justo antes Jack destrozará el coche que le regaló el "viejo Nick”). Acto
seguido hará figuras con la sombra que
hace su mano y fijará su mirada en la ventana del techo que deja entrar la luz
del exterior… Es el puro “Mito de la caverna” platónico reseñado con
anterioridad. Es el último paso en su aceptación.
El primer impacto de su nueva realidad vendrá con el
gigantesco cielo, tumbado en la furgoneta de su captor. Luego veremos otro
techo (las miradas al techo son habituales, son el límite a esa libertad
privada, luego conquistada), en un luminoso apartamento de un hospital, ya
liberados.
“He estado en el mundo por 37 horas”. “… y las cosas pasan,
pasan y pasan y nunca se paran”.
Lo desolador de esta idea, es que aunque la madre logra evitar el trauma al crío, a éste le queda mucha realidad cambiante por descubrir, entre otras cosas cuando sea consciente y asuma lo que ocurrió y quién es su padre...
Lo desolador de esta idea, es que aunque la madre logra evitar el trauma al crío, a éste le queda mucha realidad cambiante por descubrir, entre otras cosas cuando sea consciente y asuma lo que ocurrió y quién es su padre...
Se inicia una nueva realidad, porque ha pasado toda una
vida, 7 años. Un nuevo mundo para la madre, una vida llena de novedades por una
pausa vital obligada. Sus padres están separados, la madre tiene una nueva
pareja, han cambiado de casa, su padre vive en otro lugar… Observará fotos de
su infancia, de la vida que tenía y que sus amigas siguen teniendo, de la vida
que perdió… Una escena en la intimidad de su habitación decorada con posters de
“The White Stripes”.
Cómo varía la forma de gestionar las cosas según la edad, la
flexibilidad de un niño, la excesiva consciencia de un adulto… De igual forma,
es más fácil destrozar la sensible y débil mentalidad de un niño si no se sigue
una evolución natural que la de un adulto. Todo esto se sugiere en la cinta. El
sentimiento de culpa, la depresión…
Hay un elemento que une a madre e hijo en los momentos más
difíciles de la cinta. Es el diente malo que se saca la madre y da como
recuerdo a su hijo a petición de éste. Ese diente que la madre da como un
recuerdo sin más, Jack lo dotará de alma, el de su madre, cuando no esté con
él.
La madre siempre mete en su cama a Jack una vez Nick se ha
marchado. Ese armario es una mera protección.
La mentira se hace necesaria para que la mentalidad infantil
asimile mejor lo que le toca vivir, para conservar su pureza, su ingenuidad y
su buen desarrollo. Por eso cuando la madre le dice a Jack que grite con la
intención de que alguien los escuche, a él le cuenta que sólo llaman a los
extraterrestres, algo divertido que no le perturbe. Una madre que lucha por
conservar la inocencia de su hijo y diluir una bestial realidad para defender
dicha infancia, ingenuidad y pureza.
La madre es consciente de la mermada “realidad” de su hijo y
del necesario viaje de iniciación que irá emprendiendo.
Los niños son mucho más flexibles y capaces de adaptación, pero también más vulnerables a posibles efectos negativos y perturbaciones externas, vulnerables porque son seres más puros y es fácil destruir su inocencia, pero si esta se salvaguarda tienen una mayor capacidad para pasar página, como aquí se demuestra. Con todo, Jack, en primera instancia, querrá volver a la seguridad de su habitación, abrumado en la inmensidad del mundo, y es algo que echará de menos varias veces durante la narración, aunque se irá desvaneciendo. Esas miradas al armario en la habitación de su madre señalan ese anhelo que se debe ir…
En el hospital, Jack será puro desconcierto, un nuevo paso en
el descubrimiento del crío en su recién lograda libertad. Su madre normalizará
las cosas, creando pequeñas diversiones, enseñando cosas inauditas y
desconocidas para su hijo, como la ducha. Eso sí, con los desconocidos, como es
lógico, se comportará con timidez, algo escenificado en planos subjetivos.
Observaremos la paulatina adaptación de Jack de forma muy
sutil, con tacto y sensibilidad, con detalles explícitos y otros más
encubiertos y excelentes.
El caso más sutil y que más me gusta, es la reacción de Jack ante los juguetes que encuentra en casa de sus abuelos. Lo primero que hará será rechazarlos, se negará durante un tiempo a jugar con ellos, en una sutilísima referencia a aquel coche teledirigido que le regaló ese hombre que los mantenía encerrados, para finalmente jugar con normalidad. Hay una escena especialmente significativa, ese travelling que se acerca a Jack mientras hace una construcción con legos que se aleja mientras la desmonta. Jack ya juega con los juguetes, pero esa forma de hacerlo escenifica sus sentimientos y los de su madre, liberada pero trastornada, hecho que hará añorar al niño la habitación.
Todo esto es otra demostración del sensacional retrato del mundo infantil que hay en la película y de la esplendorosa y sensible exposición de su psicología. Ver cómo Jack menciona de pasada al perro de Leo (Tom McCamus), del que oyó un fugaz comentario antes, es un detalle exquisito, como los niños toman nota de todo… Y como va perdiendo el miedo y la timidez, cogiendo confianza en cuanto se siente querido y seguro, en cuanto hay un capricho al que uno no puede resistirse, cuando gusta o interesa algo… La expresividad de Jacob Tremblay, el niño protagonista, es extraordinaria, asombrosa, conmovedora y enternecedora. Desprende autenticidad por los cuatro costados. Fijaos en su incontenible sonrisa cuando ve el ansiado perro que trae Leo, una sonrisa que vemos antes de que se nos muestre a dicho perro.
Si la evolución de Jack es positiva, la de la madre no será así. Pronto comenzará a sufrir las consecuencias psicológicas de su encierro, entrando en depresión y culpabilizando al resto y a sí misma de todo. El terror y sentimiento de culpa por no saber si hizo lo mejor para su hijo. Es fácil sentir la sensación de que te abandonaron, de que cuando pararon tu vida el resto no te espero, y aunque resulte absurdo son sentimientos incontenibles. Culpará sobre todo a su madre, en una magnífica escena dramática que usa el plano general ocasionalmente, así como cierta lejanía en los planos y contraplanos.
El punto de no retorno psicológico será con la entrevista
televisiva, en la que una puntillosa entrevistadora, con poco tacto, insistirá
en la posible culpabilidad de la madre con respecto a su hijo por mantenerlo
con ella, así como la mención al captor/padre de Jack.
La distancia, la culpa, el peligroso silencio en el que va
cayendo la madre de Jack, la llevarán al hospital tras un intento de suicidio.
Jack le reprochará esto a su manera, acusándola de egoísmo, de abandono.
Encierro, seguridad, dictadura.
Que Jack eche de menos su encierro y su habitación, donde
fue feliz, es completamente lógico. A él le valía ese mundo, cumplía todas sus
expectativas y tenía todo lo que quería, se sentía seguro, inconsciente de que
sus derechos habían sido coartados. Esa es la idea de la dictadura, la cesión
de derechos a cambio de seguridad.
El anhelo de Jack se agudiza cuando su madre debe ser
hospitalizada, echa de menos aquella pequeña habitación, porque su madre
siempre estaba presente, siempre estaba con él, siempre le protegía y, por
tanto, nada podía fallar. Para él es una decepción, se siente rechazado.
Una maravillosa reflexión sobre la estrechez de miras que
nos limita, que limita el mundo, nuestros mundos, sobre la necesidad de
experiencias, de libertad, de peligro incluso, que en su carácter alegórico es
aplicable a multitud de ámbitos, ya sean políticos con esos nacionalismos,
sociales o vitales. Cuando la amplitud de miras es mayor, cuando la libertad
aumenta, esa “realidad” va transformándose radicalmente, drásticamente, incluso
traumáticamente…
Una película de múltiples lecturas que muestra hechos
horribles, duros, y a la vez bellos, donde incluso desde la psicopatía puede
surgir un ser hermoso.
La parte final es profundamente emotiva, de sentimientos
sinceros y desnudos, una redención necesaria, una superación y madurez
dolorosa. El momento más bello de la cinta, posiblemente, es ese “Te quiero”
que Jack dedica a su abuela (Joan Allen), que le está cuidando en ausencia de
su madre, para emoción de la mujer. Un momento que Abrahamson retrata a
discreta distancia, con pleno acierto. Uno de los momentos más bellos de este año.
La abuela cortándole el pelo para regalárselo a su madre y
darle fuerzas, algo que surtirá efecto, como toda la magia que desprende un
niño.
-Jack: Pero eres madre.
-Madre: Lo soy.
La escena final, con el retorno a la habitación para decirle
adiós y pasar página, es un final sencillamente antológico. Una petición de Jack
que, quizá, sea la última ayuda a su madre para dejar todo el trauma atrás. Una
visita al lugar que era todo el mundo para Jack, que parecía eterno e infinito,
gigante y acogedor, protector ante el miedo, que ahora se ve empequeñecido,
impersonal, insustancial, inofensivo, casi vulnerable…
Una despedida literal y simbólica de aquel trauma, un adiós
necesario que confirma la recuperación de su vida, purificados por la nieve que
cae sobre ellos, una nieve regeneradora y también alegórica de ese nuevo
renacimiento.
-Jack: Mamá, dile adiós a la habitación.
Además de película e interpretación femenina, “Room” está
nominada al mejor director y al mejor guión adaptado.
Mención aparte para Brie Larson, que está soberbia, otra
vez, magnética, en su vulnerable papel de madre inexperta, pero pura, y de
Jacob Tremblay, que es un portento. El niño se come la pantalla (debo reconocer
que creía que era una niña durante buena parte del metraje). El resto del
reparto, con Joan Allen a la cabeza, también merece reconocimiento.
Abrahamson factura una cinta impecable, que si no es la
indiscutible favorita es por su bajo perfil, su carácter pequeño e
independiente y su poca ambición comercial, pero que es el mejor y más sólido
trabajo de los nominados este año junto, quizá, a la obra de Spielberg. Una obra
sobre la vida, la libertad, la supervivencia, el amor y el arraigo. Profunda y
conmovedora.
Dedicada a las madres, las grandes heroínas modernas.
Genial!! Genial, genial!!!
ResponderEliminarEstupendo, sentido, profundo e interesantísimo análisis!!!
Gracias Sambo!!! Grandes momentos de disfrutar de tus palabras. Calidad y sensibilidad.
Bravo.
Bss!
Estoy muy contento con él. Lo cierto es que no lo recordaba tan completo, sabía que estaba bien pero creo que he profundizado bien en todo. Me alegra que te haya parecido lo mismo.
EliminarBesos, Reina.