Es la película más romántica, encantadora y entrañable de
las nominadas este año a los Oscar, pero de las menos brillantes. De hecho, en
ese aspecto romántico y emotivo, también sería superada por “Carol” (Todd Haynes, 2015), que nadie
entiende aún porqué se ha quedado fuera de la carrera en la categoría de mejor
película.
Es decir, estamos ante una buena y conmovedora película,
pero que palidece ante otros muchos títulos de este año, lo que no tiene
porqué suponer un desdoro, al contrario, se trata de una cinta que he
disfrutado mucho, que me ha llegado más que otras indiscutiblemente mejores.
“Brooklyn” es en su sencillez una reflexión sobre las
raíces, el hogar y el sentimiento del emigrante, que recurre a un alegórico
triángulo amoroso para desarrollarse. Una historia de madurez, crecimiento y
amor francamente bonita. Una adaptación de la novela de Colm Toibin a cargo de
Nick Hornby, que le ha valido la nominación al Oscar al autor de “Alta
Fidelidad”.
Eilis Lacey (Saoirse Ronan) decide emigrar a Estados Unidos para
ganarse la vida. La adaptación será dura y echará de menos a su familia y
raíces. Cuando todo se soluciona y empieza a sentirse cómoda en su nuevo hogar
la tragedia se cruzará en su camino, con lo que deberá elegir.
Dos hogares.
John Crowley muestra de manera magistral y haciendo gala de
la sutileza con la que narra toda la película, las diferencias entre la vida
irlandesa y la vida norteamericana, entre el carácter de sus gentes. Crowley
retrata cómo fue la inmigración en América. Buen tacto el del director.
En Irlanda todo es tradicional, pequeño, cotidiano, casi
pueblerino, todo el mundo se conoce, el cotilleo es la esencia misma de la vida
allí. Son de carácter más cerrado y puritano. Se nos muestra la rutina donde la
religión es básica, donde todos se ayudan a prosperar, incluso en el
extranjero, como comprobaremos, donde la misa es obligada. Son educados y respetuosos.
América es luminosa, el país de los sueños, un lugar
acogedor y abierto, como corresponde a una nación que recibe inmigrantes y que
creció gracias a ellos. Sus gentes son abiertas, divertidas, campechanas,
extrovertidas...
Eilis trabaja en Irlanda en una panadería que regenta una tirana dogmática, la señorita Kelly (Brid Brennan), una
solterona amargada que va dando lecciones de moral y dignidad a todo el mundo,
juzgando desde su púlpito y sirviéndose del respeto y educación generalizados,
porque piensa que es superior moralmente. Además es clasista y prepotente. Ella
espoleará a Eilis en sus dudas involuntariamente al final de la película.
El mundo irlandés parecerá conspirar en pleno de forma sutil
para que Eilis no se vaya una vez ha regresado. Primero con la boda de la amiga, obligándola a
retrasar su vuelta una semana, luego con quedadas de amigos donde se le
presenta a Jim Farrell (Domhnall Gleeson) y con los favores laborales en la
contabilidad en el puesto que ocupaba su hermana… Una presión silenciosa,
creándola una vida a medida para evitar su vuelta, un chantaje sutil donde se
usa el recuerdo de la hermana y el apego familiar. Todo esto la hace sentir
culpable y querer no pensar en su vida americana.
En Eilis tenemos la visión del inmigrante que regresa al
hogar, su evolución, manteniendo un respeto máximo a sus raíces, por las que no cambia su
consideración, opinión y cariño a pesar de todo.
Cundo Eilis anuncie su marcha a América, la señorita Kelly intentará chantajearla
moralmente, despreciando sus ideas soñadoras. El impacto que supone el cambio
de continente y de vida para Eilis será brutal y le costará gestionarlo. Se
sentirá sola e incomprendida.
En América, Eilis se verá sobrepasada por la amabilidad, carácter
abierto y directo, la indiscreción y picardía de los americanos, algo de lo que le
advirtió la repentina amiga que la ayudó en el barco de ida. Camareros
descarados, compañeras afables y curiosas…
En América Eilis trabajará en una tienda de moda, entre
cremitas, jabones y demás accesorios de belleza que entroncan con lo
superficial. Esto marca también una diferencia con respecto a Irlanda, que no
cuenta con esos lujos y esa variedad, centrados en lo básico (comestibles). En
América Eilis adquiere elegancia, glamour, confianza en sí misma y aprende a
vivir fuera de lo convenido o el puro rigor establecido. Aquí en España tenemos
la serie “Velvet” como retrato de la vida cotidiana en un centro comercial…
América es la tierra de los sueños, se resalta en ciertos
comentarios sobre referentes e ídolos cinematográficos, como Gary Cooper o “El
hombre tranquilo” (John Ford, 1952). En las citas y quedadas de Eilis y Tony
veremos que van al cine, a ver “Cantando bajo la lluvia” (Stanley Donen, 1952).
Amor alegórico.
El conflicto entre el desarraigo, las nuevas raíces, el
apego a los orígenes y la tradición, el deseo de una nueva vida, el atractivo
de la esperanza, la emigración dura y enriquecedora… son aspectos que quedan
simbolizados en las relaciones de Eilis y que cobran sentido en el último
tercio, cuando la historia se convierte en un triángulo amoroso. Las raíces,
las de nacimiento y las que creamos nosotros mismos, que son motivo de
conflicto.
Es en este tema donde encontramos la gran idea de la cinta
pero también uno de sus defectos. Y es que este triángulo amoroso funciona
aceptablemente en su carácter alegórico, con todas esas circunstancias y la
presión global de su entorno irlandés para quedarse allí obligándola a elegir
entre las raíces de su infancia y la nueva vida que ha comenzado a forjar en
América, pero en cambio, como drama romántico toda esta parte resulta forzada y
poco creíble.
De repente vemos que a Eilis se le va todo un poco de las
manos en su vuelta a Irlanda, especialmente con respecto a este Jim Farrell,
viéndole como opción teniendo un marido esperándola y tras recibir dos frases
amables sobre su hermana como toda relación (incluido un homenaje en forma de
premio en el club de golf de la madre de Jim).
Es Tony (Emory Cohen) el que cambia el carácter y actitud de
Eilis, el que trae su cabeza y pensamiento de Irlanda para iniciar una vida
plena, por fin, en América. El momento culminante en esa relación, quizá el
enamoramiento definitivo de ella, tiene lugar en esa mirada de Eilis a la
salida de sus clases a un distraído Tony, solo, esperándola, tenaz y amoroso…
Una mirada y un momento que lo cambian todo.
Él se mostrará entregado casi desde el primer momento,
demostrando un tacto y sensibilidad exquisitos, así como una sinceridad a
prueba de bombas. Ella, en cambio, será más fría, desconfiada, insegura, una
cuestión que tiene más que ver con lo cultural que con otra cosa. Ella quedará
abrumada por la pasión de Tony y su declaración de amor. Como chica precavida y
sensata que es consultará con una de sus amigas americanas, en un baño, los
pros y contras del matrimonio, antes de declararle también su amor al chico.
Una escena, la de la declaración, en estricto plano-contraplano que comienza y
concluye con planos y travellings frontales generales.
Su sinceridad es plena, no oculta de donde procede ni su
labor ni sus limitaciones. Un bonito momento, donde la narración se fragmenta
brevemente, lo tenemos cuando Eilis se ha ido a Irlanda y Tony, temiéndose lo
peor, le encarga a su hermano la escritura de una carta especial, reconociendo
su limitación intelectual o más bien académica. Se oirá el relato en over, con
correcciones del hermano menor, que será el único de la familia que irá a la
universidad.
Tony, que es absolutamente encantador, será su apoyo en los
peores momentos, con la muerte de su hermana. La consolará y estará siempre a
su lado para darle cariño. Su miedo a que no vuelva de Irlanda le impulsará a
presentarle un futuro juntos: Un solar lleno de sueños. Llegado ese punto sólo queda
que pierdan la virginidad y se casen. La escena de la boda resulta algo
forzada, donde Tony se maneja estupendamente con los niños, ya que coincidirán
con unos irlandeses, hecho que precipitará los actos al final de la película.
Habrás dos comidas con los chicos, una primera con Tony,
donde él comerá mientras ella no para de hablar, saciando la curiosidad del
chico, que se minusvalora en su trabajo de fontanero. La segunda con Jim, donde
él cuenta sus tormentos mientras ella come sin pausa.
También hay dos baños en la playa. Uno concurrido en Coney
Island junto a Tony, donde la veremos con un moderno bañador, para la época, de
color verde para entregarse a los primeros gestos pasionales con su novio en el
agua. Otro junto a sus amigos irlandeses y su nuevo amigo, Jim Farrell, mucho
menos concurrido y donde envidiarán la modernidad de la moda y los ingenios
americanos al ver el bañador de Eilis.
“Es deprimente pensar que no se nos ocurren cosas como esas…
Quiero decir, ¿desde cuándo lo sabe? 100 años, probablemente…"
En Irlanda aparecerá Jim Farrell, al que pondrá leves
reparos iniciales debido a su secreto, pero con el que hará buenas migas
inmediatamente.
Presenciaremos como poco a poco va conociendo a ese chico,
de buena familia, adinerado, educado, un buen hombre que parece el polo opuesto
a Tony, sin estudios, un trabajador humilde y sacrificado, con muchos sueños y
una vida por resolver, pero bueno y sincero también.
“No había nada para mí aquí antes. Ahora tengo un trabajo
y…”. Forzadillo.
Eilis llegará a renunciar a la lectura de las cartas de
Tony, para no sufrir, sobrepasada por las dudas, sin saber cómo soltar las
cadenas que la amarran a Irlanda sin desvelar su secreto, que está casada en
América… Le costará mucho contestar, dar la cara, tentada por la idea fácil,
ceder al mundo irlandés que se lo pone sencillo, sin saber negar las indirectas de
la madre sobre su relación con Jim, o sin querer negarlas…
Hay un plano que remata esa planificación que se pretende
con Eilis, es en la boda de la amiga Nancy (Eileen O’Higgins), donde mientras
la novia dice sus frases desenfocada se encuadra a Eilis y Jim sentados
juntos al fondo de la iglesia, ella vestida de rosa.
Es evidente que Eilis siente afecto por ese buen hombre que
la ronda, sin saber cómo decirle la verdad. Uno de los puntos de no retorno lo
tendremos en un baile, donde Jim se declarará. Ella no sabrá responder ante el
comprensivo muchacho.
La elección de Jim, objetivamente, sería más
beneficiosa para Eilis, es de Irlanda, está bien situado con una economía
solvente, es un buen hombre, estaría junto a su madre… pero su corazón está en
otro lado.
Esta es la alegórica encrucijada de Eilis, que resolverá la
insoportable y mezquina señorita Kelly (Brid Brennan). Ella querrá incomodar a
Eilis haciéndola saber que le ha llegado la información de su matrimonio
americano (quizá los irlandeses que se encontraron en el juzgado), lo que
espoleará y hará reaccionar a nuestra protagonista, que reivindicará su
apellido italiano, su matrimonio y dejará las cosas claras a esa bruja
entrometida. Esto no evita el doble juego que se había traído la chica.
Se comportará con dignidad y dejará una carta a Jim, aunque
no se enfrentará a él cara a cara, regresando de inmediato ante su querido
marido, un deseado regreso. El abrazo con Tony, esperándole a la salida del
trabajo como él la esperaba a ella, sella su decisión vital y su futuro.
Un poco de romanticismo del de siempre…pues oye, me parece muy bien.
ResponderEliminarIrlanda. La dulce y verde Eire. Cuánto me gustan.
Gracias Sambo. Las historias sencillas y dulces también pueden dejar una luminosa impronta…
Esperando la 2/2.
Bss
Sí, es una película agradable y con sus puntos de interés, pero poco trascendente, me temo.
EliminarBesos.