Además de en el cine negro y el western, el género de
aventuras fue uno de los más frecuentados por el gran Henry Hathaway, y nos
dejó grandes títulos dentro del mismo. Su obra maestra es “Tres lanceros
bengalíes” (1934), con Gary Cooper, dentro del género de aventuras, una
película que me encanta, pero fueron muchas y todas extraordinariamente
entretenidas.
“Almas en el mar” (1937), con aventuras marinas, también con
Gary Cooper, o “El demonio del mar” (1949), otra soberbia aventura marina; “La
jungla en armas” (1939), en la onda de “Tres lanceros bengalíes” pero de
inferior nivel; “La rosa negra” (1950) o las más exóticas “Cuando muere el día”
(1941), “La hechicera blanca” (1953), “Arenas de muerte” (1957) o “El último
safari” (1967)...
Esta “El príncipe valiente” iría en la onda de “La rosa
negra”, que protagonizó Tyrone Power. Una cinta de aventuras medievales con
Robert Wagner en el papel protagónico encarnando a un príncipe cristiano,
Valiant, que es enviado a la corte del Rey Arturo para ser adiestrado y poder enfrentarse al tiránico, traidor y despiadado Sligon, que destronó a su padre.
“El príncipe valiente” es un clásico del cómic de aventuras
medievales, creado por Harold Foster, como se podrían citar “El capitán trueno”
o “El jabato”, referentes españoles. Para muchos el mejor cómic de la historia.
El manejo del plano general de Hathaway en esta cinta es
primoroso, y Wagner se lo pasa bomba dando brincos y nadando, en un papel muy
atlético.
Hathaway se manejaba en el color con la misma brillantez que
en el blanco y negro, donde dejó obras de estética excelsa como “Sueño de amor
eterno” (1935), “Yo creo en ti” (1947) o “El beso de la muerte” (1947).
Ese uso del color, de majestuosos verdes, se sublima en los
espacios naturales donde se ambienta buena parte de la película, por ejemplo el
inicio.
Se plantea el relato como una historia de iniciación,
forjando un héroe. Esa será la misión de Valiant cuando acuda a la corte del
Rey Arturo. Un hombre entre dos mundos, cristiano y vikingo, entre la piedad y
la valentía guerrera, que, al estilo de D’Artagnan, debe separarse de su amada
familia para acudir a la corte y convertirse en caballero.
La apariencia del villano no puede ser mejor, ese acorazado caballero negro con el que se batirá nuestro héroe más de una vez. La fortuna o la mala fortuna, hará que Valiant se entere de una conspiración vikinga al poco de iniciar su viaje a la corte, pero será descubierto con prontitud. Esto dará para buenas escenas de acción, pelea y carreras de caballos. Wagner se lo seguirá pasando pipa saltando entre los árboles para escabullirse de su perseguidor, usando también su ingenio (la pajita para respirar bajo el agua). Hathaway se luce en las escenas de acción, con planos generales para que todo se aprecie bien. Un deleite visual. El Cinemascope luce sobremanera con Hathaway. Esta artesanía se echa en falta en el cine de aventuras actual. No tendría mal remake si lo cogiera algún talentoso director de la onda de Spielberg, no olvidemos lo que hizo con Indiana Jones.
Por fortuna Valiant se encontrará con un caballero del Rey
Arturo que le llevará hasta él, tras una confusión de identidad. Así entrará
nuestro héroe con buen pie en la corte, contando sus descubrimientos sobre los
enemigos del monarca.
El gran James Mason será el gran traidor, el caballero
negro, que usa su armadura como disfraz para ocultar su identidad mientras
finge ser un aliado del Rey Arturo. Valiant deberá conformarse con
ser escudero de uno de los caballeros de la mesa redonda, ya que necesita hacer
méritos para pertenecer a la misma…
Escenas de adiestramiento para nuestro amigo Valiant: caballo, fusta, espada, hachas… Convirtiéndose en guerrero, depurando su
intrepidez y valentía para magnificarlas y hacerlas eficientes. Se comienzan a
plantear las primeras dudas acerca de Sir Brack (James Mason), por ejemplo
acerca de su origen, aunque apesta a sospechoso desde su presentación. El bueno
de Valiant, tras su convalecencia, empezará a aplicar la lógica, con lo que
aumentarán sus sospechas.
Valiant caerá en una emboscada, aunque se mantendrá en
secreto la intervención de Brack. Herido dará comienzo la trama romántica,
cuando sea rescatado por unas jóvenes, entre las que se encuentra la princesa
Aleta (Janet Leigh). Se plantea además un triángulo amoroso, porque aunque hay
un evidente flechazo entre Valiant y Aleta, el padre de la chica pretende que
se despose con Brack. Veremos besitos y compromisos pospuestos.
Sir Gawain, interpretado por Sterling Hayden, el caballero
del que Valiant es escudero, relatará su encuentro con el caballero negro, en el
que fue herido víctima de otra emboscada, cuando se disponía a rematar a su
enemigo, emboscada realizada por los mismos hombres que atacaron a Valiant. Estrechando la pista sobre Brack.
Es divertida la torpeza de los hombres en asuntos de amor,
contrastada con su habilidad en la guerra. No sólo lo vemos con la historia de
Valiant y Aleta, sino en la de Gawain y la morena Ilene (Debra Paget), llena de
timidez e incomodidad. Son las mujeres las más lanzadas. Los asuntos amorosos
ocuparán esta parte central de la película, con un conflicto a cuatro donde las confusiones
entre las dos mencionadas parejas son constantes.
Los caballeros solteros se jugarán el amor de Aleta en un
torneo, lo que dejará buenas escenas de acción y planos en la justa.
Brack no es un villano superficial, es sibilino y querrá
llevar a la perdición a Valiant haciéndole pasar por indigno y traidor, con
añagazas y artimañas, con inteligencia, en vez de usando simplemente la fuerza.
Si bien es superior en ciertas facultades físicas a Valiant por su
adiestramiento, se le muestra inferior a un caballero como Gawain. La
estratagema del anillo para que Valiant incumpla su promesa y escape de su
habitación a pesar de haber dado su palabra de que no lo haría, es brillante e
inteligente.
Si bien Hathaway se maneja como pez en el agua en exteriores
no lo hace peor en interiores. El uso del plano general y el plano medio o
americano con dinamismo en el encuadre son la columna vertebral de su estilo,
en unos maravillosos decorados de interiores, sensacionales y grandiosos,
recurriendo al primer plano muy ocasionalmente para subrayar algún aspecto
emocional concreto, es decir, lo contrario que en la actualidad.
Un ejemplo del mimo y detallismo de la dirección, de su
sobriedad, lo tenemos en la evasión de Valiant de la celda donde le encierran
los vikingos traidores, con planos sostenidos y un uso preciso del plano
general desde el exterior de la celda, junto a un acantilado. Veremos cada paso
de dicha evasión, cómo logra la cuerda, cómo quita los barrotes, cómo engancha
la cuerda para lanzarse hasta otra ventana y su incursión por la misma para
liberarse. Todo ello además vuelve a demostrar el ingenio, al estilo MacGyver,
del Príncipe Valiente, que ya vimos a inicio cuando también se escapó de la
persecución del Caballero Negro.
Lo más satisfactorio de ese uso de los planos generales en
los clásicos, está en la puesta en escena de las escenas de acción, para
lucimiento de extras y actores a nivel físico. Un ejemplo, el Príncipe Valiente
lanzándose a una cortina colgada para evitar ser descubierto en su huida, sin
trampa ni cartón. Las sombras serán avisos amenazantes en estas escenas,
siempre en plano general.
Es curioso, pero una de las últimas películas de aventuras
de espíritu clásico fue “La máscara del zorro” (Martin Campbell, 1998), la que
protagonizaron Anthony Hopkins, Catherine Zeta-Jones y Antonio Banderas, con
una puesta en escena muy artesanal para la acción que era una gozada.
Como debilidades podemos exponer que los vikingos que
descubren a nuestro héroe en su huida no den la señal de alarma e intenten
capturarlo ellos solos, aunque también es cierto que los vikingos eran más bien
brutos…
En esta fase, Wagner y su doble vuelven a lucir físico:
bajadas y subidas por cuerdas, peleas, carreras, un gran clímax que antecede a
la batalla entre vikingos, los partidarios del traidor Sligon y los del Rey Aguar
(Donald Crisp). Una gozosa batalla en el castillo perfectamente rodada. Boltar
(Victor McLaglen), el fiel aliado de Valiant y su padre, será una ayuda vital.
Un magnífico clímax, puro cine de aventuras al estilo
clásico. Pero la cosa no termina aquí, queda desenmascarar al Caballero Negro/Sir Brack (James Mason), lo que se resolverá en un duelo, como debe ser en todo
relato clásico de aventuras. Una coreografía perfecta, medida (dan los golpes
al escudo acertadamente) y satisfactoria, dentro de las limitaciones de la
época, para el duelo a espada. No puede estar mejor rodada, sin esos incómodos
planos cortos que no hacen más que estorbar, tan habituales en el cine moderno.
Valiant vencerá ante una simbólica cruz. Todo llega a un
final feliz, como mandan los cánones, tanto para la trama aventurera, con
Valiant nombrado caballero de la “tabla redonda”, como para la romántica, con
Valiant y Aleta emparejados así como Gawain e Ilene.
El reparto no puede ser mejor, de hecho es nuestro
protagonista, Robert Wagner, el que sale peor parado, entre otras cosas porque
es peor actor.
Mason encarna un excelente, taimado y elegante villano,
clásico suyo, que recuerda al que interpretó en “El prisionero de Zenda” (Richard
Thorpe, 1952); Janet Leigh es la bella dama de la función, mucho más atrevida y
lanzada que su pareja en cuestiones amorosas, resolviendo el papel con
solvencia. Sterling Hayden interpreta a Gawain, el caballero al que sirve
Valiant, con la contundencia acostumbrada por el estupendo actor. Wagner (ojo a
su peinado fiel al cómic) cumple físicamente, pero resulta blandito en todo lo
demás. El guión es de Dudley Nichols. Una adaptación fiel.
Una estupenda película de aventuras para pasar un rato más
que agradable, ya sea en una tarde veraniega o cuando más apetezca. Lo
convencional no le resta encanto.
“Sólo sobre la verdad es posible cimentar la dicha y la
felicidad”.
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