miércoles, 14 de octubre de 2015

Crítica: EL PRÍNCIPE VALIENTE (1954)

HENRY HATHAWAY











Además de en el cine negro y el western, el género de aventuras fue uno de los más frecuentados por el gran Henry Hathaway, y nos dejó grandes títulos dentro del mismo. Su obra maestra es “Tres lanceros bengalíes” (1934), con Gary Cooper, dentro del género de aventuras, una película que me encanta, pero fueron muchas y todas extraordinariamente entretenidas.



Almas en el mar” (1937), con aventuras marinas, también con Gary Cooper, o “El demonio del mar” (1949), otra soberbia aventura marina; “La jungla en armas” (1939), en la onda de “Tres lanceros bengalíes” pero de inferior nivel; “La rosa negra” (1950) o las más exóticas “Cuando muere el día” (1941), “La hechicera blanca” (1953), “Arenas de muerte” (1957) o “El último safari” (1967)...



Esta “El príncipe valiente” iría en la onda de “La rosa negra”, que protagonizó Tyrone Power. Una cinta de aventuras medievales con Robert Wagner en el papel protagónico encarnando a un príncipe cristiano, Valiant, que es enviado a la corte del Rey Arturo para ser adiestrado y poder enfrentarse al tiránico, traidor y despiadado Sligon, que destronó a su padre.






El príncipe valiente” es un clásico del cómic de aventuras medievales, creado por Harold Foster, como se podrían citar “El capitán trueno” o “El jabato”, referentes españoles. Para muchos el mejor cómic de la historia.



El manejo del plano general de Hathaway en esta cinta es primoroso, y Wagner se lo pasa bomba dando brincos y nadando, en un papel muy atlético.




Hathaway se manejaba en el color con la misma brillantez que en el blanco y negro, donde dejó obras de estética excelsa como “Sueño de amor eterno” (1935), “Yo creo en ti” (1947) o “El beso de la muerte” (1947).

Ese uso del color, de majestuosos verdes, se sublima en los espacios naturales donde se ambienta buena parte de la película, por ejemplo el inicio.



Se plantea el relato como una historia de iniciación, forjando un héroe. Esa será la misión de Valiant cuando acuda a la corte del Rey Arturo. Un hombre entre dos mundos, cristiano y vikingo, entre la piedad y la valentía guerrera, que, al estilo de D’Artagnan, debe separarse de su amada familia para acudir a la corte y convertirse en caballero.





La apariencia del villano no puede ser mejor, ese acorazado caballero negro con el que se batirá nuestro héroe más de una vez. La fortuna o la mala fortuna, hará que Valiant se entere de una conspiración vikinga al poco de iniciar su viaje a la corte, pero será descubierto con prontitud. Esto dará para buenas escenas de acción, pelea y carreras de caballos. Wagner se lo seguirá pasando pipa saltando entre los árboles para escabullirse de su perseguidor, usando también su ingenio (la pajita para respirar bajo el agua). Hathaway se luce en las escenas de acción, con planos generales para que todo se aprecie bien. Un deleite visual. El Cinemascope luce sobremanera con Hathaway. Esta artesanía se echa en falta en el cine de aventuras actual. No tendría mal remake si lo cogiera algún talentoso director de la onda de Spielberg, no olvidemos lo que hizo con Indiana Jones.








Por fortuna Valiant se encontrará con un caballero del Rey Arturo que le llevará hasta él, tras una confusión de identidad. Así entrará nuestro héroe con buen pie en la corte, contando sus descubrimientos sobre los enemigos del monarca.



El gran James Mason será el gran traidor, el caballero negro, que usa su armadura como disfraz para ocultar su identidad mientras finge ser un aliado del Rey Arturo. Valiant deberá conformarse con ser escudero de uno de los caballeros de la mesa redonda, ya que necesita hacer méritos para pertenecer a la misma…






















Escenas de adiestramiento para nuestro amigo Valiant: caballo, fusta, espada, hachas… Convirtiéndose en guerrero, depurando su intrepidez y valentía para magnificarlas y hacerlas eficientes. Se comienzan a plantear las primeras dudas acerca de Sir Brack (James Mason), por ejemplo acerca de su origen, aunque apesta a sospechoso desde su presentación. El bueno de Valiant, tras su convalecencia, empezará a aplicar la lógica, con lo que aumentarán sus sospechas.




Valiant caerá en una emboscada, aunque se mantendrá en secreto la intervención de Brack. Herido dará comienzo la trama romántica, cuando sea rescatado por unas jóvenes, entre las que se encuentra la princesa Aleta (Janet Leigh). Se plantea además un triángulo amoroso, porque aunque hay un evidente flechazo entre Valiant y Aleta, el padre de la chica pretende que se despose con Brack. Veremos besitos y compromisos pospuestos.



Sir Gawain, interpretado por Sterling Hayden, el caballero del que Valiant es escudero, relatará su encuentro con el caballero negro, en el que fue herido víctima de otra emboscada, cuando se disponía a rematar a su enemigo, emboscada realizada por los mismos hombres que atacaron a Valiant. Estrechando la pista sobre Brack.



Es divertida la torpeza de los hombres en asuntos de amor, contrastada con su habilidad en la guerra. No sólo lo vemos con la historia de Valiant y Aleta, sino en la de Gawain y la morena Ilene (Debra Paget), llena de timidez e incomodidad. Son las mujeres las más lanzadas. Los asuntos amorosos ocuparán esta parte central de la película, con un conflicto a cuatro donde las confusiones entre las dos mencionadas parejas son constantes.






Los caballeros solteros se jugarán el amor de Aleta en un torneo, lo que dejará buenas escenas de acción y planos en la justa.

Brack no es un villano superficial, es sibilino y querrá llevar a la perdición a Valiant haciéndole pasar por indigno y traidor, con añagazas y artimañas, con inteligencia, en vez de usando simplemente la fuerza. Si bien es superior en ciertas facultades físicas a Valiant por su adiestramiento, se le muestra inferior a un caballero como Gawain. La estratagema del anillo para que Valiant incumpla su promesa y escape de su habitación a pesar de haber dado su palabra de que no lo haría, es brillante e inteligente.







Si bien Hathaway se maneja como pez en el agua en exteriores no lo hace peor en interiores. El uso del plano general y el plano medio o americano con dinamismo en el encuadre son la columna vertebral de su estilo, en unos maravillosos decorados de interiores, sensacionales y grandiosos, recurriendo al primer plano muy ocasionalmente para subrayar algún aspecto emocional concreto, es decir, lo contrario que en la actualidad.




Un ejemplo del mimo y detallismo de la dirección, de su sobriedad, lo tenemos en la evasión de Valiant de la celda donde le encierran los vikingos traidores, con planos sostenidos y un uso preciso del plano general desde el exterior de la celda, junto a un acantilado. Veremos cada paso de dicha evasión, cómo logra la cuerda, cómo quita los barrotes, cómo engancha la cuerda para lanzarse hasta otra ventana y su incursión por la misma para liberarse. Todo ello además vuelve a demostrar el ingenio, al estilo MacGyver, del Príncipe Valiente, que ya vimos a inicio cuando también se escapó de la persecución del Caballero Negro.




Lo más satisfactorio de ese uso de los planos generales en los clásicos, está en la puesta en escena de las escenas de acción, para lucimiento de extras y actores a nivel físico. Un ejemplo, el Príncipe Valiente lanzándose a una cortina colgada para evitar ser descubierto en su huida, sin trampa ni cartón. Las sombras serán avisos amenazantes en estas escenas, siempre en plano general.


Es curioso, pero una de las últimas películas de aventuras de espíritu clásico fue “La máscara del zorro” (Martin Campbell, 1998), la que protagonizaron Anthony Hopkins, Catherine Zeta-Jones y Antonio Banderas, con una puesta en escena muy artesanal para la acción que era una gozada.




Como debilidades podemos exponer que los vikingos que descubren a nuestro héroe en su huida no den la señal de alarma e intenten capturarlo ellos solos, aunque también es cierto que los vikingos eran más bien brutos…

En esta fase, Wagner y su doble vuelven a lucir físico: bajadas y subidas por cuerdas, peleas, carreras, un gran clímax que antecede a la batalla entre vikingos, los partidarios del traidor Sligon y los del Rey Aguar (Donald Crisp). Una gozosa batalla en el castillo perfectamente rodada. Boltar (Victor McLaglen), el fiel aliado de Valiant y su padre, será una ayuda vital.










Un magnífico clímax, puro cine de aventuras al estilo clásico. Pero la cosa no termina aquí, queda desenmascarar al Caballero Negro/Sir Brack (James Mason), lo que se resolverá en un duelo, como debe ser en todo relato clásico de aventuras. Una coreografía perfecta, medida (dan los golpes al escudo acertadamente) y satisfactoria, dentro de las limitaciones de la época, para el duelo a espada. No puede estar mejor rodada, sin esos incómodos planos cortos que no hacen más que estorbar, tan habituales en el cine moderno.

Valiant vencerá ante una simbólica cruz. Todo llega a un final feliz, como mandan los cánones, tanto para la trama aventurera, con Valiant nombrado caballero de la “tabla redonda”, como para la romántica, con Valiant y Aleta emparejados así como Gawain e Ilene.





El reparto no puede ser mejor, de hecho es nuestro protagonista, Robert Wagner, el que sale peor parado, entre otras cosas porque es peor actor.

Mason encarna un excelente, taimado y elegante villano, clásico suyo, que recuerda al que interpretó en “El prisionero de Zenda” (Richard Thorpe, 1952); Janet Leigh es la bella dama de la función, mucho más atrevida y lanzada que su pareja en cuestiones amorosas, resolviendo el papel con solvencia. Sterling Hayden interpreta a Gawain, el caballero al que sirve Valiant, con la contundencia acostumbrada por el estupendo actor. Wagner (ojo a su peinado fiel al cómic) cumple físicamente, pero resulta blandito en todo lo demás. El guión es de Dudley Nichols. Una adaptación fiel.

Una estupenda película de aventuras para pasar un rato más que agradable, ya sea en una tarde veraniega o cuando más apetezca. Lo convencional no le resta encanto.




Sólo sobre la verdad es posible cimentar la dicha y la felicidad”.



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