No todo va a ser violencia. Tras la huida de Frank podremos
disfrutar con más atención del cuerpo mojado de Claudia Cardinale, que se frota
la espalda mientras los hombres alrededor suyo se matan. Una excitante y
desnuda espalda mojada.
La venganza de Frank no se hará esperar, una vez se ha
librado de la muerte no tardará en atar cabos e irá a por Morton. En el vagón
de Morton oiremos el sonido de los relojes, la muerte anunciándose por todos
lados, ya vimos el reguero de cuerpos sin vida fuera del tren. El tiempo como
espada de Damocles. Frank no se molestará en rematar a Morton, pero el director
le dedicará un frió plano “Leone”.
Otro rasgo estilístico usado por Leone en no pocas ocasiones
son los encuadres con un personaje o su rostro a un lado del mismo dejando
mucho oxígeno en el resto de la pantalla. El rostro de perfil apareciendo por
un lado del encuadre mientras el resto de la pantalla muestra el entorno que lo
contiene.
Cheyenne será rescatado y mostrará su complicidad con
Armónica. Uno visitará a Jill, con su canción de fondo, el otro espera su
ansiado duelo con Frank.
Más belleza musical acercándonos al clímax. La llegada de
Frank, su profunda mirada azul, su sonrisa despectiva, Armónica tallando
madera…esperando.
-Frank: Sí, pero el futuro no nos interesa.
Paralelamente a la preparación del duelo Jill y Cheyenne
charlarán, observando lo que se cuece en el exterior, sobre distintas cosas. El
hombre dará varoniles consejos a la mujer.
La música que nos lleva al duelo es pura magia épica. Otro
círculo, otra plaza. Como la de “La muerte tenía un precio” (1965) o “El bueno,
el feo y el malo” (1966), ajena al progreso. Pone los pelos de punta.
Enmarcado en el espectacular lirismo de la música, Frank
buscará el mejor sitio para el duelo, donde el sol no le moleste. “Planos
Leone” para Frank, zoom para los ojos de Armónica, primerísimos planos… Los dos
frente a frente. El sonido del instrumento que define las intenciones del
protagonista nos llevará por última vez al flashback y, tras un zoom al rocoso
rostro de Bronson, descubriremos que el hombre que se acercaba a paso lento y
difuminado en dicho flashback era un joven Frank. Tendremos la posibilidad, acompañados siempre por la música, de ver el suceso que marcó a Armónica de niño,
un acto de crueldad de Frank (de esos que ha mamado a conciencia Tarantino),
donde al no poder soportar el peso de su hermano, de pie en sus hombros y con
una soga al cuello, se rindió provocando involuntariamente la muerte de aquel.
Frank colocará una armónica en su boca antes de que caiga rendido, de ahí que
siempre la lleve consigo.
Armónica hará lo mismo con Frank una vez lo venza, le
colocará el instrumento en la boca para que recuerde quién es.
Este juego con la soga nos recuerda al final de “El bueno,
el feo y el malo” (1966).
Objetos.
Sergio Leone maneja todos los resortes narrativos con
virtuosismo y como los más grandes utilizará con brillantez los objetos. Aquí
una armónica será la clave y el vínculo que une pasado y presente y a los
personajes de Armónica y Frank. De igual forma el reloj de bolsillo tendrá la
misma utilidad en “La muerte tenía un precio" (1965). En “Érase una vez en América” (1984) el teléfono será el objeto que atormente en el presente a uno
de los protagonistas por un hecho del pasado.
El mismo mimo que el director muestra en los vestuarios y en
cada plano, casi veneración, lo logra con los objetos, los más significativos y
los aparentemente menos importantes. Recordemos las maquetas de tren en esta
misma cinta, los ponchos y sombreros, cómo se juega con ellos, las armas, las
sogas, la estrafalaria sombrilla que lleva Eli Wallach en “El bueno, el feo y
el malo”, las gafas, la dinamita y la moto en “¡Agáchate, maldito!”… Muchos de
estos objetos sirven de contraste, elementos estrambóticos que no encajan con
el entorno, como la mencionada sombrilla o el lugar donde James Coburn y Rod
Steiger negocian en “¡Agáchate, maldito!” (1971).
Tan rocoso como el rostro de Bronson es el triángulo
amoroso, o más bien cuadrado amoroso. Seco como el polvo del oeste. El amor de
los tres hacia Jill, cada uno de una forma distinta como ya comenté, sólo
parece tener una sincera reciprocidad. A Jill se le hacen los ojos chiribitas
con Armónica, pero él mantendrá su amor en secreto y lejos… no pertenece a ese
lugar que se está gestando y en el que Jill se integrará a la perfección. Para
volver allí deberá hacerlo transformado, distinto, aunque el duro Bronson
promete hacerlo.
En el último encuentro entre Jill y Armónica, Leone volverá a usar dos de sus rasgos estilísticos favoritos, el juego de miradas y la entrada en plano desde un lateral del perfil de uno de los personajes, en este caso Bronson. El “Leone” que le hace al rostro de Cardinale, sostenido al máximo, con su feliz sonrisa es memorable y la paulatina decepción que se le va dibujando a la actriz al darse cuenta de que su deseado pistolero no se queda, desoladora. La predicción de Cheyenne, atento a todo lo que ocurre, interviniendo también en ese juego de miradas, se cumple plenamente. La mirada de Cardinale a Armónica al verle entrar es de pícara inocencia melancólica. Un maravilloso plano y momento. La de Cheyenne será triste, resignada y enamorada. El respeto máximo a Jill.
-Jill: ¿Pasarás por aquí algún día?
Chayenne: Haz como si no te dieras cuenta.
Si seco es el amor igualmente seca y sobria, de una ruda,
varonil e intensa poesía, será la muerte de Cheyenne.
La solidaridad de Bronson, las miradas de comprensión y cariño de ambos, el apoyo silencioso, la complicidad manifiesta, varoniles gestos de amistad. Es bellísimo en su discreción el gesto de Armónica, como si de un desnudo de mujer se tratara, de darse la vuelta para no ver morir a Cheyenne, como éste le pidió. Sensibilidad exquisita. La música que acompañó siempre a Cheyenne cesará justo en el momento en el que muera, detalle maestro. La última vez que oiremos la melodía de Cheyenne será para despedir la película definitivamente.
La muerte de Cheyenne era obligada, ya no tiene cabida en
ese mundo que se gesta. Asesinado por el tren. De hecho será un disparo de
pánico de Morton el que acabará al final con su vida, el jefe del ferrocarril,
la idea perfecta. Para subrayar esto justo tras la muerte de Cheyenne se oirá
el pito de la locomotora, llegando imparable hasta Sweet Water. El tren, el
asesino de un mundo crepuscular, romántico.
Armónica, por su parte, es ajeno al tiempo, pero tampoco
pertenece a ese mundo, por ello se irá, desaparecerá.
Todo esto queda retratado y sublimado con un increíble plano final donde a través de una panorámica vemos primero la construcción del pueblo, Sweet Water, el tren llegando por fin, a Claudia Cardinale haciendo caso a Cheyenne, refrescando…y calentando a los trabajadores, para finalizar el movimiento de cámara en el lado contrario por donde Armónica se aleja con el cadáver de Cheyenne en su caballo. La vieja raza alejándose de un mundo nuevo que los desplaza, que no los entiende ni acepta, donde ya no encajan. En una simple panorámica Leone pone el resumen y rúbrica perfecta a toda esa idea. Adiós a la “nueva civilización”. Con el lirismo excelso de la música de Jill y luego con el tema de Cheyenne.
“Hasta que llegó su hora” es la cima de Leone (junto a “El
bueno, el feo y el malo”, ya sabéis), su reflexión más madura de los temas
principales de su obra. El tiempo, que como he ido comentando es vertebral en
la obra del cineasta, en la película que nos ocupa es un tema que se
desarrolla desde múltiples puntos de vista, en esa historia de venganza de un
pasado que siempre vuelve, un presente casi invisible y un futuro pujante que
acaba con toda una época. La muerte, siempre motivación principal de los
personajes o consecuencia lógica de la narración. La muerte de la familia McBain
al comienzo; la del hermano de Armónica que convierte la venganza de éste en su
único objetivo vital; la de unos personajes que ya no encajan; la de una época…
La venganza, que también es otra de las motivaciones principales de los
personajes de Leone, aquí la veremos obsesiva y tenaz en el personaje de
Armónica.
Armónica, Cheyenne y Frank son tres personajes que acaban
desapareciendo, como he comentado, porque pertenecen a otra época que está a
punto de morir. Armónica será el único que sobrevivirá gracias a ese aire
mítico, casi una deidad, que se mantiene fiel a sí mismo siempre. Cheyenne
muere como representante máximo del pistolero del oeste, no tiene cabida. Frank
correrá la misma suerte que Cheyenne, porque no puede coexistir con Armónica y además
traicionó los ideales del western clásico, su esencia y naturaleza.
Algunas curiosidades más.
-Clint Eastwood estaba previsto para el personaje de
Armónica, pero el actor renunció porque no quería un papel que tuviera el
mismo peso que otros, no quería compartir protagonismo ni tener el mismo tiempo
en pantalla que otros personajes. Leone llegó a proponerle un cameo junto a Lee
Van Cleef y Eli Wallach, haciendo de los pistoleros de la primera escena,
oferta que también rechazó. A Van Cleef y Wallach la broma le pareció muy
divertida y aceptaron, pero Clint puso como excusa que él no estaba dispuesto a
morir a manos de otro personaje en pantalla.
-Los contrastes estéticos que se ven en la obra de Sergio
Leone, como esa sombrilla mencionada en “El bueno, el feo y el malo” o
decorados de “¡Agáchate, maldito!”, están inspirados en Giorgio de Chirico,
pintor muy del gusto de Leone, fundador del movimiento “scuola metafísica”.
También a nivel estético hay que referir a Giovanni Battista Piranesi, el reputado
grabador de monumentos romanos del siglo XVIII.
-El personaje que estaba destinado para Eastwood se le llegó
a ofrecer a Warren Beatty, afortunadamente Leone llevó la elección por otro
lado… También se le ofreció a Coburn, Henry Silva y Bronson, que fue en el que
finalmente recayó.
-Leone dijo sobre Bronson: “Tiene un rostro fascinante,
sugiere todo un mundo a sus espaldas. Simboliza el destino. Parece un bloque de
granito, impenetrable pero marcado por la vida. Su presencia es capaz de parar
un tren y su expresión advierte al espectador que si persigue a alguien no
cejará aunque su enemigo se esconda en Groenlandia".
-Robert Ryan era otra debilidad del director italiano, pero
no pudo participar por tener otro compromiso en ese momento.
-“Hasta que llegó su hora”, como buena parte de la
filmografía de Sergio Leone, es bastante española, se rodó en Almería y Gadix
de forma principal, además de en Roma y Arizona para mostrar el Monument Valley.
-Jason Robards, como Lee Van Cleef, tenía problemas con el
alcohol, pero no afectó al rodaje en demasía. En cambio Al Mulock sí. El
síndrome de abstinencia parece ser que fue la causa de que se suicidara en
pleno rodaje, una auténtica desgracia que fue recibida con escalofriante
frialdad por Leone: “…la ropa, salva la ropa antes de que llegue la
ambulancia”. En la sala de montaje y debido a que el actor no pudo terminar su
trabajo el director manifestó su frustración de forma cruel: “Este gilipollas… ¿no
podía suicidarse veinticuatro horas después?”.
-Henry Fonda mostró sus reticencias sobre el proyecto, no le
gustaba el título, le resultaba prepotente viniendo de un director italiano, ni
su cambio de imagen. Según Eli Wallach fue él quien lo convenció.
-Algunos de estos detalles podéis leerlos en un estupendo
librito de Carlos Aguilar sobre el director en Cátedra (Cineastas).
“Hasta que llegó su hora” es una borrachera de cine de
calidad, exaltación máxima de un estilo, el mimo máximo a un género, a cada
plano. Un perfecto tributo. Un estilo operístico tanto en estructura como por
la predominante presencia de la música, aunque a Leone la ópera le gustara más
bien poco.
Temas para enmarcar.
“Once upon a time in the west” / “Jill’s America”, evocadora
y embriagadoramente lírica. La voz femenina es de Edda dell’Orso. “As a
judgement”. La inolvidable "Farewell to Cheyenne”, dedicada, como es lógico, a
Cheyenne (Jason Robards). “Man with a Harmonica” / “Death rattle” dedicada al
personaje que interpreta Bronson, arrítmica, que nos acompaña por los
flashbacks y de forma espectacular en el duelo final. Ampliación de “As a
judgement”… Casi nada.
Tras el inicial desprecio que sufrieron los “spaghetti
western”, Leone se ha ganado el reconocimiento de los cinéfilos de todo el
mundo, hasta colocar a una gran parte de su filmografía entre las mejores
películas de la historia. “Hasta que llegó su hora” es el máximo exponente de
su arte, junto a “El bueno, el feo y el malo”, y se sitúa sin ningún género de
dudas entre los mejores westerns que se han realizado, un western crepuscular de
mirada europea y aspiración clásica que desprende calidad y sentimiento desde
el primer fotograma.
Un obra de arte.
Dedicada a Auseva, confío en que si ha llegado hasta aquí le haya complacido.
Para amantes de Leone y curiosos en general, aquí pongo un enlace muy interesante sobre localizaciones de sus películas:
ResponderEliminarhttp://regis.cluseau.perso.sfr.fr/SergioLeone/index_US.html
Y este otro sobre uno de los lugares en que se rodó de El bueno, el feo y el malo:
http://rutabfm.blogspot.com.es/
Muchas gracias Raúl, muy interesante.
Eliminar*Fe de erratas
ResponderEliminar"También Ha nivel estético hay que referir..."
Fantástico, como de costumbre
Muchas gracias crack, se me escapó. Un abrazo!
EliminarPelicula con momentos liricos bellisimos apyados por una musica esplendida .Con los años adoro a claudia bellisima´.
EliminarMuy cierto, Tommy.
EliminarMe han encantado estas entradas sobre esta gran película de Leone. Todo es perfecto en esta película: los actores, que el bueno rebueno de Fonda pueda ser tan malo, o Charles Bronson (me encanta Clint Eastwood de la Trilogía del Dólar, pero no lo imagino haciendo de Armónica) la música de Morricone, y Claudia Cardinale, que está guapísima. Gracias por la entrada
ResponderEliminarBienvenido Alejandro, muchas gracias por tus palabras y me alegra que te haya gustado el análisis. Gracias añadidas por tomarte la molestia de leerlo entero. Eres un valiente. Compartimos pasión, esta cinta es una de las cimas de Leone.
EliminarUn abrazo.