En la escena entre Jill y Cheyenne el pistolero comerá un
poco, algo siempre presente en las cintas de Leone. Cabe recordar la
presentación de Lee Van Cleff en “El bueno, el feo y el malo”; la fiesta
familiar en “Por un puñado de dólares” (1964); la tensa escena del provocador
Klaus Kinski en una tasca junto a Lee Van Cleef en "La muerte tenía un precio" (1965); la que vemos al aire libre y
al inicio en el tren de ¡Agáchate, maldito!” (1971)… hay goce y delectación por
la comida en el cine de Leone.
Como he comentado cada personaje tiene su canción, su tema o
su sonido (la armónica para Bronson), pero la cosa no queda ahí, las variaciones
de tono para resaltar estados anímicos o situaciones concretas dentro de la
narración acaban situando a esta banda sonora, repleta de inspiración, entre
las más destacadas de la historia del cine. Posiblemente sea de las más
brillantes del propio Morricone, que tiene en sus trabajos con Leone algunas de
sus cimas, si no las más altas. Si las películas de Sergio Leone tienen algunas
de las bandas sonoras más extraordinarias de la historia del cine, ésta en
concreto estaría entre las mejores, sino es la mejor.
Como todos los duros del oeste, Robards se mantendrá
completamente seguro de sí mismo, dominador de la situación, tranquilo,
manejando la psicología e intenciones de Jill, por ejemplo en el suspense
creado con un cajón, un cuchillo y una sonrisa satisfecha… Calará a Jill,
hablará de dinero intuyendo sus verdaderas intenciones, justo cuando veamos la
maqueta de un tren, como siempre presente y clave, en la mesa, el símbolo de la
riqueza. El arranque de raza final de Jill acaba por rendir a Cheyenne, un amor
platónico acaba de nacer.
Cheyenne y Jill se sincerarán plenamente, recuerdos de
familia e ilusiones frustradas. Jill contará las suyas mientras mira la foto de
su difunto marido.
“Quien quiera que haya sido mi padre fue un hombre feliz…
durante una hora o un mes”.
El tren. El símbolo de la modernidad y el progreso.
El tren no dejará de aparecer de forma constante durante
toda la película, el tren o lo que tiene que ver con ello, vías, raíles,
estaciones… El tren lo es todo.
-Veremos a Armónica llegar en tren, también a Jill, veremos
McBain apresurar a su hijo para que vaya a recogerla a la estación. También
sabremos que pretende hacer en su terreno otra ciudad, estación incluida, que
es la clave que le hará enriquecerse. Veremos maquetas de este proyecto,
algunas apareciendo en momentos oportunos de forma simbólica, como cuando
Cheyenne habla de dinero con Jill o en la presentación de Morton (Gabriele
Ferzetti), en este caso una maqueta de tren dentro de un tren de verdad, el
hogar del gran empresario del ferrocarril, que tiene en una locomotora su
hogar, él y el ferrocarril son uno.
“El que muere se queda muy asustado”.
-Esta conversación en el vagón del tren entre Frank y Morton se plantea como una lucha de poderes. Por ello Leone moverá sus fichas con sentido y contenido, de forma que Frank acabará sentado en el sillón de Morton, el sillón del jefe, el sillón de mando, su ansiada y cada vez menos disimulada ambición. El dinero como el arma más poderosa, sustituyendo las pistolas.
-Tras la protección de Armónica, Jill y él pactan para que
ella se cite con Frank, momento donde volveremos a introducirnos en el tren. Es
un truco de Armónica para saber dónde se esconde su objetivo. Volverá a
aparecer como una sombra encima del vagón, esa deidad que toca un instrumento, una
deidad que no puede estar mejor representada al estar espiando lo que ocurre en
dicho vagón desde encima del mismo. Será descubierto por Frank, que es casi
otra deidad, es una lucha de dioses, de seres míticos atrapados en un tiempo
que los deja atrás.
-En un tren se producirá el primer encuentro entre Frank y
Armónica. El villano hace caer en la trampa a nuestro héroe. Oiremos el sonido
de la armónica sin que Bronson la toque, un sonido del pasado, un infierno
enquistado. Es por ello que será en este preciso instante donde comiencen a
aparecer los flashback, imprescindibles en los westerns de Leone. Un plano de
alguien avanzando, completamente desenfocado. El pasado regresando para
congeniarse, ajustar cuentas, con el presente.
-En esta escena acabarán los tres protagonistas, ya que poco
después aparecerá Cheyenne para rescatar a Armónica, en el vagón, aunque en distintos momentos.
-Un letrero en blanco ilumina a Jill, en un zoom que de primer
plano se acerca a “un Leone”, que se percata de lo que su marido pretendía
hacer en su terreno. “Estación”. Una estación de trenes, una ciudad, dinero a mansalva. El proyecto de McBain.
-La venganza de Frank por la traición de Morton será también
en el tren, como no podía ser de otra manera. Un extraordinario travelling
desde el suelo, mostrando los muertos a su alrededor a la vez que el paso del
villano por los sucesivos vagones buscando a su jefe desde el exterior, nos
llevará hasta la muerte de Morton, que a falta de mar agonizará en un charco. Un
piano acompañará a Morton antes de morir, así como el sonido de las olas. Soberbia escena sin diálogos.
-El charco es un esperpéntico sustituto del ansiado mar para
Morton, de la misma forma que la locomotora intenta compensar su inmovilidad.
La locomotora, su “respiración”.
-Veremos las vías extendiéndose, el ferrocarril siguiendo su
imparable construcción y avance. En este caso hacia Sweet Water.
-El final de la película no puede ser más expresivo, exponiendo
la tesis de la cinta con clarividencia y virtuosismo. Un duelo de dos leyendas
del western, dos hombre de otra época, la clásica del viejo oeste, destinados a
desaparecer pero no pudiendo contener su impulso y esencia, cara a cara, ajenos
a la obra del ferrocarril, el símbolo de ese futuro que los eliminará.
Henry Fonda compone un villano absolutamente memorable, lleno
de cinismo y crueldad, con un rostro despectivo y frio escalofriante. Su pasado
como héroe de película, siempre bondadoso, dentro del western en no pocas
ocasiones, dota al personaje de mayor enjundia y profundidad. Una sugerida
ambigüedad inducida al espectador que no es tal en realidad, simplemente la
cultura cinematográfica de la gente les puede llevar a esperar un gesto de
piedad o bondad, pero jamás verán recompensados dichos pensamientos, su
desprecio por la vida ajena es total y absoluto. Terrorífico, magistral.
Leone era un rendido admirador de John Ford, al que
consideraba el mejor director de la historia, otro más de la misma opinión. De
igual forma idolatraba a Henry Fonda. Por extensión el director italiano llegó
a manifestar que le gusta considerar al Frank que interpreta Fonda en “Hasta
que llegó su hora” como el hijo legítimo del personaje que interpretó el actor
en “Fort Apache” (1948) de John Ford, como ya comenté.
La nueva aparición de Armónica potencia su aura mítica, el
sonido del instrumento y su silueta hecha una sombra así lo confirman. Se
mostrará tan hábil quitando el encaje de Jill como tocando o disparando. Las
miradas al horizonte con tranquilidad de Bronson mientras sigue adecentando a
su gusto el vestido de la mujer son una gozada. Su aparición es protectora,
aunque sus modales parezcan indicar otra cosa. Impide que Jill se marche para
evitar que los hombres de Frank acaben con ella.
Así acabará con los dos matones que se disponían a atacar a
Jill, una contundente protección.
Son fascinantes los detalles de dirección y encuadre, como
ese donde vemos pasar el vagón donde están Morton y Frank y aparece de pasada
Bronson sobre el mismo, así como los planos generales donde se le ve.
Como todo maestro Leone sabe sacar el máximo partido a todas
las situaciones, ya sean dramáticas o de acción. Así que en el tren, con
Armónica retenido, hará aparecer a Cheyenne para que lo rescate, en una
magnífica escena de suspense e ingenio que da buena cuenta de las habilidades
del personaje interpretado por Jason Robards. El uso de su canción en la misma
escena es magnífico.
Armónica siempre se mostrará descarado, sin temer por su
vida ni cortarse un pelo. En ese tono hablará a Frank. La seguridad y la pose
de duro no pueden tambalearse en ningún momento entre los "dioses" del oeste.
-Armónica: Es bastante alta la mortalidad entre tus amigos,
Frank. Primero tres, ahora dos…
-Frank: Así que tú eres el de las citas.
-Armónica: Y tú el que no acude a ellas.
He señalado en varias ocasiones la idea y el tremendo
talento de Leone para crear personajes míticos. Ya lo hizo con Eastwood y su
“Hombre sin nombre”. Aquí el personaje de Bronson tampoco tendrá nombre,
refiriéndose a él por el instrumento que no para de tocar. Del mismo modo lo
veremos aparecer en sombras en varias ocasiones, aparecer en todos los lugares
cuando menos lo esperas y conocer todos los detalles sin que se nos explique cómo.
En esta misma línea irá la idea de que cuando Frank pregunta su nombre él
mencione a las víctimas de su antagonista, un símbolo del pasado, de los
muertos de antaño. Un pasado que regresa con un objetivo concreto, la venganza.
Venganza con particular banda sonora, de armónica.
El zoom es un recurso que Leone usa a menudo, aunque
ejecutado con elegancia y en los momentos oportunos, expresivo.
Armónica, como semidiós que es, conoce los documentos de la
ciudad que McBain pretendía construir, por ello se dispone a terminar el plan
del difunto, ya que si la estación no está terminada cuando llegue el
ferrocarril McBain y sus herederos perderían todo derecho.
Frank (Henry Fonda) se dedicará a otros menesteres más
placenteros… beneficiarse a la maciza Jill (Claudia Cardinale). Esta escena
encanta a los seducidos por las curvas y belleza de la Cardinale, verla lasciva
y deseosa de sexo no deja indiferente. Sabremos además que es una gran dotada
para las artes amatorias, ya que era prostituta en Nueva Orleans.
En un montaje paralelo veremos a Morton (Gabriele Ferzetti), su mirada perdida hacia la extensa llanura, el obstáculo que impide cumplir su sueño. Un piano, el cuadro de unas olas en el vagón, el sonido del mar… evocaciones al sueño de Morton, símbolos de su deseo, su anhelo… llegar al mar con su ferrocarril. El mar, otro lugar simbólico, el inicio de una nueva vida. Que Morton esté lisiado representa la inmediatez autodestructiva de la ambición desmedida. Morton es un superviviente, incluso estando en las últimas siempre parece tener un as bajo la manga, así en una falsa partida de cartas convencerá a los hombres de Frank para que acaben con él, una vez ha detectado que su ambición se desboca.
Unos breves diálogos entre Jill y Armónica para hacer
evolucionar su relación será la introducción para un nuevo encuentro entre el
último y Frank. Volveremos a oír la armónica, sin que Bronson la toque, que
como ya vimos antes también sirve de introducción, en este caso del flashback.
Ahora el difuso personaje que avanzaba se va aclarando, pero sin dejar ver su
rostro de forma clara. El pasado cada vez más próximo.
La conversación irá creciendo en intensidad, estirando los
tiempos, al puro estilo Leone, aumentando la tensión. Armónica observará a los
hombres de Frank en el exterior mientras éste suelta bravuconadas por el
revolcón que sufrió en la subasta. Le dará un dólar a Armónica. Del mismo modo
Armónica observará como los apostados hombres de Frank abandonan sus lugares, el
soborno de Morton surtiendo efecto.
Bronson será el ángel protector de Frank, se aliará con él y
lo ayudará en la encerrona que le han preparado sus propios hombres, un
comportamiento desconcertante si no supiéramos que Armónica es un hombre con un
solo objetivo, que solamente tiene una motivación en su vida, acabar él mismo
con Frank. De ahí que decida que aún no ha llegado su hora. Esto vuelve a
resaltar el carácter casi divino y mitológico del protagonista. Desde la
habitación de Jill, que se está dando un sensual baño en el piso de arriba,
decide quien vive y quien no, cuándo debe morir alguien y cuándo va a resultar
perdonado… Una deidad inmortal.
Armónica es un personaje sin fisuras ni coartadas
psicológicas o de cualquier otro tipo, un personaje de una pieza, alegórico. Un
solitario individualista invencible.
Es espectacular cómo está rodado este tiroteo, mezclando
planos generales que acentúan el suspense y muestran la situación de todos los
pistoleros, por ejemplo ese momento donde vemos a uno de los bandidos por un
tejado buscando sorprender a Frank detrás del reloj sin manecillas, planos
cortos, primeros planos, “Leones”, juego de miradas, picados, contrapicados…
Cierto es que los pistoleros traidores de Frank serán
profesionales, pero torpes, ya que se complican de una forma la vida difícil de
entender para hacer algo que en principio no acarrearía mucha complicación. Un
tiro cuando salga o sin que salga al bueno de Frank, que no se lo espera, y
asunto solucionado… En cambio ellos prefieren mostrar una actitud poco natural,
como haciéndose los interesantes, de la cual sospecharía hasta el más
despistado de los personajes. El respeto al villano principal.
Dedicada a Auseva, racial y cinéfilo amigo asturiano.
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