“Los tiempos han cambiado”.

El encadenado posterior une los rostros de los dos
antagonistas y amigos, otro detalle magistral que anticipa al flashback donde
se nos contará algún importante episodio de la amistad y relación que ambos
tuvieron. Este recurso del flashback, y su forma de usarlo, es muy de Leone, un
director que salpicaba sus obras con flashbacks que definían a los personajes y
daban claves básicas para la película. Flashbacks y encadenados sobre los rostros
para remarcar un vínculo irrompible entre estos dos personajes, condenados a
enfrentarse.

Magnífica reflexión sobre el orgullo entre Dutch y Pike, una
conversación que pasa de planos medios cuando hablan en general y se permiten
verlo como defectos de otros, a primeros planos cuando hablan de sí mismos y
aplicarse el cuento. Siempre me admira el sencillo talento de los grandes
maestros.



El código de honor de esa gente sin aparentes valores es
resaltado en la conversación entre el veterano Freddie Sykes, interpretado
magníficamente por Edmond O’ Brien, y Pike cuando le pregunta por su nieto. Pike
cae en la cuenta de que ese nieto es el psicópata, que vimos al inicio, que dejó
como custodio de los rehenes, al cual casi sacrificó, sintiéndose algo mal por
ello. Lo único que le importará al anciano es si su nieto se portó
valerosamente y no huyó. Ahí está el código de honor y de pertenencia a un
grupo, casi su única guía. Un breve flash nos mostrará a quién se refiere
Sykes.
Agua Verde, el pueblo de Ángel presentado con un plano de un escuálido perro que se abre en un zoom de retroceso. Se inicia aquí una de las escenas más recordadas y míticas de la película. Allí el grupo de Holden será informado de los conflictos políticos que asolan México, con Pancho Villa como protagonista. La llegada del grupo será observada, como en tantas ocasiones durante el film, por la mirada curiosa de una niña.

“Ángel sueña con el amor y Mapache se come el fruto”.
“Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores de
nosotros… tal vez los peores más que nadie”.
Peckinpah presenta al pueblo mejicano como un refugio, un
lugar idílico, paradisiaco, casi onírico e irreal.
La golondrina.
El momento de la despedida de Agua Verde es el momento más recordado de la cinta. Pura poesía de un lirismo extraordinario, donde la despedida acaba significando algo más que un adiós a unos amigos. De alguna manera sentimos que nuestro grupo se va para no volver jamás, que se dirige hacia una aventura de la que no regresarán. Esa magia intangible que produce la escena sitúa por si sola a Peckinpah en el Olimpo de los grandes.

El plano de una madre dando el pecho con una canana puesta y
un zoom de retroceso que nos muestra el nuevo entorno donde se van a
desenvolver nuestros protagonistas, es un brusco contraste con la escena que
acabamos de contemplar. La presencia de un automóvil, otro signo del irrefrenable
progreso que ha dejado fuera del mundo a esos pistoleros, nos sitúa aún mejor en
la acción.

Un funeral y la planificación de un robo de armas a un
ferrocarril. Todo en el mismo lugar, lo grotesco muy presente. Nuestro grupo de
mercenarios trabajará para México y el traidor Huertas, como lo llamó el sabio
del poblado de Ángel. No hay patriotismo, ni respeto por la vida, ni
generosidad, abunda el desprecio por todo ello y el egoísmo. Falta de
escrúpulos, afectos, ideales y vínculos como norma… salvo entre nuestro grupo
de amigos. Unos mercenarios que tras ser recibidos acogedoramente en el pueblo
de Ángel se pondrán a las órdenes de los que aquellos odian. Luego jugarán a
dos bandas en una amoralidad total.
Todo se redimirá en un final majestuoso.

En casa de Mapache el grupo se purifica en un ritual de vino
y sexo, pero también de agua y sauna, así comenzará su redención, aceptando
ayudar a Ángel dándole una de las cajas de armas que piensan robar.

Durante toda la película hay referencias al retiro, son
veteranos que siempre ven en el último golpe el definitivo… pero nunca llega.
La escena del asalto al ferrocarril es simple y llanamente
puro cine. Sin apenas palabras, con una dirección soberbia, perfectamente
estructurada y regulada, no perdemos detalle de nada, se sabe perfectamente
dónde está cada personaje en cada momento en ese tren, construyendo un suspense
de primer nivel. Un asalto que es puro ingenio e imaginación en todos los
sentidos, con una puesta en escena asombrosa. Se le saca buen partido a la
acción, a la tensión que produce el sonido del tren. Eso sí, podían haber dejado
corriendo el tren hacia delante para despistar en vez de volverlo por donde
vinieron, hubieran ganado tiempo. La pasión por la destrucción del ferrocarril
podía más.
Son asombrosas las perrerías que se les hacían a los
caballos antes, aquí no hay más que ver la escena de la explosión en el puente.


Peckinpah demuestra un absoluto desprecio por los cazarrecompensas
y por los del ferrocarril, no tiene el más mínimo gesto positivo hacia ellos,
en cambio lo tendrá hasta con los traidores a la revolución, representados en
Mapache. Una soberbia escena donde el general heroico demuestra su valor y esa
hombría que tanto gustaba en el western y a Peckinpah, ante la mirada admirada
de un niño, otra vez un niño y éste de especial importancia en la trama. Dibuja
así a un personaje despreciable con rasgos admirables.

Un barrido y unos prismáticos que actúan de zoom, veremos lo
que ven y luego a quién los usa. Pike y los suyos vigilan los pasos de Thorton,
multitud de líneas narrativas abiertas.

Ángel también se mostrará honesto con sus compañeros
pudiendo apoderarse de todas las armas con la ayuda de los de su pueblo.
La fotografía y el partido a los exteriores son magníficos.
Dedicada a Kufisto y Rústico que seguro se emocionan con la escena de la golondrina.
FELICIDADES MAESTRO¡¡¡¡
ResponderEliminarOjala sigas durante muchos años diseccionando tan fabulosamente bien las peliculas.
Muchas gracias Taillon, si logro mantener seguidores como tú, lo haremos.
ResponderEliminar¡¡¡Qué preciosidad!!!
ResponderEliminarY seguro que costó menos que el prometeus de los cojones.
La golondrina hecha por el maestro Sam con la punta del nabo debería sonrojar a todos estos pseudo directores de ahora.
Es lo que le falta al enorme Tarantino: poesía. Intenta ponerle algo de lirismo a su violencia, pero no le queda bien. Pero al menos lo intenta.
Antología del cine, sin duda.
ResponderEliminarEl pueblo feliz e inocente no acabo de verlo. El que los recibe y agasaja confiesa ser como ellos y ¿ no es el mismo que esta al lado de Sykes al final, cuando invitan a Thorton a acompañarles porque tienen algunos trabajitos?
ResponderEliminarLa ingenuidad de todo el poblado es manifiesta, como son por aquella zona, así como su idealismo, que en el fondo es lo que son los protagonistas. Todo es es independiente de la actitud o pulsiones individuales de cada uno, de las necesidades que puedan tener en cada momento. El retrato es de un lugar paradisíaco, donde refugiarse y descansar, bastante evidente.
EliminarAnte todo mi consideracion por verte pendiente de tu blog. Te confieso que he visitado varios antes de atreverme a poner mis reflexiones y he elegido el tuyo porque te lo curras y eso se agradece.
ResponderEliminarPermiteme que incida en el pueblo porque tiene mucha miga. No consigo comprender el recibimiento que se le hace a unos gringos que llegan sin un duro y saben en el pueblo que son atracadores de bancos. La presencia de Angel es un punto pero no creo que suficiente. No consigo ver idealismo por ningun lado. No puedo ver idealistas a los protagonista. Para nada. Llamo idealistas a los entregados a luchar por causas nobles y a estos no les veo nobleza por ningun lado. Algunos de ellos ni siquiera pagan a la prostituta lo acordado. La bajeza moral la veo muy a menudo. Es cierto que hay comportamiento honorables ( como apuntas, en el cumplimiento de los acuerdos, de la palabra, se la den a quien se la den) pero el objetivo nunca consigo verlo honorable e idealista. Incluso el intento de liberacion de Angel esta precedido de un reconocimiento de cansancio de ser perseguido de Pyke
México es fascinante en las tramas del oeste y del cine negro, refugio de aquellos que huyen, donde encuentran alivio y nadie que les juzgue, donde gastaban sus ganancias... Esa frontera es tierra de corrupción y de inocencia, una sugerente mezcla que siempre me ha encantado.
ResponderEliminarYo sí lo aprecio en ese final abnegado, el idealismo, donde deciden sacrificarse por un ideal, una idea, más allá de cualquier consideración. Es cierto que son delincuentes cínicos, pero en ello rezuma una oposición a lo establecido, que creen no merece su respeto. Desde luego no son ejemplos a seguir, pero sí tienen ese punto.
Un placer recibir tus aportes y reflexiones, con las que estoy convencido muchos se sentirán identificados, además de para incentivar el sano debate! Un saludo!