NICOLAS WINDING REFN
“Drive” tiene un gran número de escenas brillantes, de momentos extraordinarios, uno de los mejores lo tenemos en la escena donde finaliza la fantasía familiar de “El conductor”. Él está en casa de Irene, esperándola, mientras ésta se prepara para salir. El sonido del teléfono entra en escena mientras vemos a la chica acicalándose ante el espejo, el teléfono suena unos segundos mientras se mantiene el plano. Refn corta y pasamos al automóvil de “El conductor”, donde vemos a la pareja. Él intenta llamar la atención de Irene con miradas constantes, nerviosas, en un maravilloso ejemplo de ese idioma personal e intransferible de la pareja, basado en miradas. Miradas inquietas de él que pretenden una respuesta ante la evasiva de ella, sin palabras, es la forma que tienen de comunicarse, sobre todo él. Intuye que algo pasa, por eso insiste en mirarla sonriente buscando sus ojos. Ella en un principio no se da por aludida hasta que cede y nos explica el contenido de la llamada que oímos en la escena anterior. El marido vuelve a casa. La escena concluye de forma magistral con Gosling mirando al frente, a una carretera eterna que no se dirige a ningún sitio, a una carretera perdida que nos recordará a David Lynch, a una carretera que lo aleja de su fantasía y dirige a su vagar de inestabilidad de nuevo, sin destino. Una mirada perdida y decepcionada.
Una escena magistral resuelta de forma maestra.
Dorados y azules, un mundo gélido y solitario, sólo cálido para nuestro protagonista junto a Irene y su hijo.
El personaje de Gosling tenía dos opciones, desaparecer y renunciar a ese vínculo con la familia de Irene, que le facilitaba o saciaba sus ansias de raigambre, o aceptar la nueva situación. Elegirá la segunda opción y adoptará a esa familia en su desarraigo para protegerla y vengarla.
La aparición del padre del chico crea cierta tensión, no sabemos por donde va a desembocar la relación entre ambos hombres ni la de Gosling con Irene y su hijo hasta que un suceso imprevisto, servidumbres que trae Standard, (Oscar Isaac), el marido de Irene, de la cárcel hacen tomar una decisión a “El conductor”. Intentará ayudarle a resolver sus problemas con los mafiosos que le chantajean.
“El conductor” se ofrece a ayudar a Standard en el atraco para conseguir el dinero que el marido adeuda a los mafiosos y que luego le dejen en paz a él y su familia, la de ambos. Pero el atraco no sale como se esperaba.
La película da un giro imprevisto y se convierte en una exagerada espiral de violencia, la contención de la primera parte estalla por los aires.
Carey Mulligan, Irene, tiene un aire frágil, vulnerable e inocente, transmite esa necesidad de protección que el personaje de Gosling tiene a bien darle, un acierto de casting para un papel en el que ella está extraordinaria.
Christina Hendricks, famosa por su papel en la serie “Mad Men”, era la compinche que iba a ayudar a Standard en el atraco frustrado, además de “El conductor”. Ellos dos logran huir pero Standard es abatido por el dueño de la tienda que pretendían robar. Se ocultan en un hotel y en esa escena Hendricks es encuadrada sobre un enorme espejo, otra vez un espejo presente, que representa la doblez de la mujer, su mentira y falsedad.
La violencia se desata.
“El conductor” más que moverse por un código de honor se mueve por el deseo de lo que nunca tuvo, que además cree que es un ideal. Jamás quiere hablar de su delictiva dedicación, le hace sentir mezquino, sucio. Con la familia de “adopción” siente que integra y forma parte de algo puro que merece la pena, algo a conservar, un paraíso, un unicornio, como en Blade Runner, algo mítico que da sentido no ya a su vida, sino a la vida en general. La idea de poder aferrarse a la familia, por esa idea hará lo que sea, es lo que le impulsa a seguir… conduciendo.
Como inicio de su protección “El conductor” se dirige a ajustar cuentas con el chantajista. La escena de la bala y el martillo, la bala que el mafiosillo de tres al cuarto dejó al hijo de Standard, está llena de contrastes. Refn sitúa la escena en una habitación repleta de espejos, otra vez espejos, con la mirada y actitud fría, casi gélida, de las chicas desnudas que allí trabajan, que no se inmutan ante la situación y la amenaza de “El conductor” de hincar la bala en la cabeza de su jefe. Todo lleno de dorados.
El personaje interpretado por Gosling es el vehículo para mantener la normalidad, la tranquilidad y bienestar de la gente que quiere, de la sociedad en suma, una lucha violenta y oculta que subyace para mantener las cosas que valen la pena de verdad. Es su sacrificio y a lo que decide entregarse. Un ángel guardián, un ángel vengador.
Otra de las escenas cumbres es la del ascensor, una mezcla de romanticismo, estética expresionista new age que desemboca en salvaje violencia, tensión que se masca y nuevo vuelco en las relaciones de los personajes. Una de las escenas definitorias de la película. Pasamos de ver el primer contacto físico de “El conductor” e Irene, rodado de forma expresionista, cambiando la iluminación que aísla a los dos personajes del entorno para, sin solución de continuidad, explotar en la violencia más explícita, mostrando la ambivalencia del protagonista y la lucha que ha llevado hasta ese momento para contener sus impulsos naturales, una violencia contenida que se le intuía, un ser perturbado que se controlaba como podía. Como Travis Bickle en Taxi Driver. Un personaje que encuentra en la conducción y la huida su fórmula de escape pero que al final no puede renunciar a su naturaleza. Es por ello que la conclusión de la escena vuelve a ser excelente con el plano sobre la espalda del protagonista, sobre su cazadora, donde vemos el escorpión que la adorna en primer plano, que nos remite a la fábula de Esopo, mientras la pareja es separada por la puerta que se cierra del ascensor.
“Drive” se convierte entonces en una cinta pura Pulp, un Hard-Boiled hiperbólico de violencia desmadrada en esta segunda parte.
Cuando el personaje de Albert Brooks, Bernie, va a ver a Shannon, interpretado por Bryan Cranston, sabemos que le va a matar, especialmente cuando le da la mano, ya que recordamos como le negó el saludo en la escena donde contrató a “El conductor”.
La ausencia de pasado y de nombre que da su carácter mítico al personaje está muy bien enlazado con la metáfora de la careta que usa para acometer el ajuste de cuentas que pretende, una careta sin rostro que define su falta de personalidad. Una metáfora que no por manida es menos interesante.
Redundando en el tema de las apariencias, la superficialidad, los cristales… la navaja que usa Albert Brooks para matar a Shannon es guardada en un lujoso estuche de cristal junto a otras lujosas navajas.
La iluminación mantendrá los mencionados focos de luz dorados hasta el final.
Es una lástima que Gosling acabe refiriéndose explícitamente a la fábula del escorpión que ya había quedado clara, un subrayado innecesario. Lo hace frente a un aparcamiento, como no podía ser de otra manera, y de espaldas, por teléfono a Bernie, dejando en primer plano de nuevo su cazadora con el susodicho escorpión.
Los montajes paralelos mezclando presente y futuro a los que se recurren en algunos momentos pueden recordar a Tarantino, así como la violencia exagerada, pero las intenciones de uno y otro cineasta son muy distintas.
En el final, con el duelo entre Bernie y “El conductor”, donde el primero intenta matar a traición al segundo que de alguna forma se arriesga conscientemente, porque da la espalda de forma inocente a su rival, Refn vuelve a recurrir a una estética expresionista mostrando las sombras de los personajes, sombras de muerte, un recurso muy usado en el cine clásico y que aquí se recupera y ve con agrado.
A nuestro protagonista no le gusta que le hablen de su fraudulenta y delictiva dedicación, le atormenta y perturba, y eso, junto al conocimiento de la violenta pulsión interna que tiene, le empuja a buscar la redención.
Es evidente que es una cinta llena de virtudes pero ¿qué hay de nuevo viejo? El problema de "Drive" es que es un calco de "Taxi Driver". Sorprende que haya pasado este aspecto bastante desapercibido en las grandes críticas que está recibiendo la película. Un conductor solitario, asocial, inculto, aficionado a la televisión, como Travis Bickle. Que encuentra en lo que él cree puro una forma de redención, una familia o una niña prostituta, y por las que está dispuesto a sacrificarse para protegerlas, aunque tengan ciertos aspectos y motivaciones distintas, igual que Travis Bickle. Una catarsis final, de violencia hiperbólica, que casi lleva a la muerte al protagonista como sacrificio último para proteger a la familia, como Travis Bickle. Que antes de su ajuste de cuentas haga un ritual de cambio de look con la careta que usa, como Travis Bickle y su rapado indio. Que la chica, tras el shock que supone para ella el carácter patológico del personaje después de salir con él, tenga cierta intención de replantearse su decisión y haga un intento por reconciliarse, pero que nuestro protagonista decida marcharse, también lo vimos en la cinta de Martin Scorsese. El uso de retrovisores, espejos, cristales, con distintas intenciones simbólicas para representar la perturbación, escisión de personalidad, la mentira, también lo vimos en Taxi Driver. Nuestro protagonista también sobrevivirá a su sacrificio, como Travis Bickle, su carácter mítico se sublima en su entorno vital, su coche, donde parece recuperarse de sus heridas como por arte de magia.
Todo esto y más hacen de “Drive” una especie de Taxi Driver new age con adornos ochenteros.
Scorsese, Melville, Tarantino, Lynch, Sofia Coppola, Leone, Michael Mann… referentes nada mediocres los que tiene esta cinta. No es la multireferencialidad el problema, sino la copia del fondo y estructura del film de Scorsese lo que desmerece a la película en cierta medida.
Una interesante película, brillantemente dirigida y que podría saludarse como el Taxi Driver del siglo XXI, si no fuera porque es en exceso calcada.
Tenías razón sensei...mucha violencia para mi hoy x hoy. Demasiada.
ResponderEliminarMe admira tu atención al detalle; colores, sobretodo...y texturas, con las implicaciones y lecturas q haces de ello.
Me ha parecido q pese a las dotes de dirección q señalas en la primera parte, en esta segunda reprochas un poco ese referente constante de Taxi Driver (dos escenas a fuego: a'r' U talkin' to me y esa cuasiniña perversa comiendo el dulce).
La prota es muy delicada (gracias por la selección fotográfica); estoy contigo, fragilidad; y el prota a mi no m dice nada. Pero quizá ezo realza más ese desarraigo. El ser un tipo cualquiera, un pobre diablo, un misfit.
Detesto las redenciones a base de violencia. Me desazona!!!
Gracias de nuevo, y espero tu siguiente post.
(gracias x la recomendación , buscaré la peli...últimamente me llama mucho la atención en B/N y no hace mucho alguien m comentó con acierto q una peli sin sonido es donde un director se juega el todo por el todo..)
Besos!
Sí, es una película violenta, muy exagerada en su segunda parte. Sí, es el mayor reproche que le hago, por eso le bajo la nota, es brillante pero se limita a coger el fondo y estructura de la obra maestra de Scorsese, usa bien las referencias, pero su mérito se reduce, evidentemente.
ResponderEliminarSí, la chica transmite eso ¿verdad? Ryan Gosling tiene cara de panoli, es así, pero es un actor muy brillante. Dará que hablar.
Pues ésta es de esas de redimirse a base de violencia jajaj
Espero que te guste. Evidentemente el cine puro, imágenes en movimiento, es donde un director acaba demostrando todo su potencial, por eso los grandes maestros que venían del mundo tienen "EL TOQUE", esa magia. Con todo el sonido es normal, si no se usaba antes es porque no se podía, la cuestión está en saber usarlo.
Muchas gracias por todo. Un beso.