lunes, 14 de noviembre de 2011

Crítica: LA ÚLTIMA PELÍCULA (1971) -Parte 1/2-

PETER BOGDANOVICH





American Graffiti” (1973), “La ley de la calle” (1983), “Rebeldes” (1983)… “La última película”, son títulos que retratan a la perfección a la juventud americana, o de cualquier otro lugar, especialmente en su paso a la madurez, y generalmente en pueblos normales. En todas ellas hay nostalgia, melancolía, humor, y cierto tono crepuscular, el fin de la adolescencia, el paso a la edad adulta, la pérdida de la inocencia. En “La última película”, que es una película crepuscular, la televisión juega el mismo papel que el ferrocarril en el western para el final y cambio de una época.

En los 70 comienza el cine moderno y con ello estilos visuales muy diferentes que ya venían desarrollándose en los 60 y aunque en “La última película” hay detalles de éstos lo cierto es que es sobria y bastante clásica.




Personajes bien descritos en un ambiente bien retratado donde los jóvenes se divierten y entretienen como pueden al no haber excesivos medios para hacerlo, y donde no ven un futuro esperanzador salvo saliendo de allí, algo que no todos podrán hacer. Un pueblo pequeño donde todos se conocen y donde no hay secretos. La imposibilidad de salir de muchos, su frustración e impotencia son algunos de los múltiples temas de este gran fresco. El descubrir de la sexualidad, la traición, la amistad, la falta de intimidad, la cobardía en la pertenencia a un grupo, la falta de honestidad, la inmadurez, ya sea para afrontar responsabilidades o comportarse como es debido, el aburrimiento, la ausencia de figuras paternas o referentes, la búsqueda de los mismos, el sentimiento de ausencia, de pérdida… Todo esto y más se va haciendo patente en la historia de los jóvenes y no tan jóvenes personajes que Bogdanovich nos muestra.





Un grupo de jóvenes empiezan su despertar sexual y en la vida en general, tienen sueños e ilusiones, amistades que mantener o que se romperán, parejas que no durarán, unos se quedarán, otro se irán a la guerra o cogerán cualquier opción para salir de allí. Una historia de ilusiones frustradas y de férreas relaciones que se tambalean, de la pérdida de la inocencia y la entrada en la “madurez”.



La película pasa de entrañable y nostálgica a sumamente amarga, ese final que me parece que marca la diferencia y hace de la película algo notable, también tiene su “pero” en un exceso de desencanto. Si bien ese desencanto del paso a la madurez es lógico, esa falta final de ternura o de algo más de amabilidad con respecto a la vida en ese pueblo y los que allí están la hace algo maniquea. Es el único matiz que la pondría, cierta falta de romanticismo.

Los principios de los 50 con su conservadurismo, que en realidad era respetado sólo en ocasiones, y la dificultad para divertirse y superar el aburrimiento por parte de los jóvenes, llevaban a todo tipo de situaciones, mezclas y cotilleos, como en todos los sitios. Uno de esos entretenimientos es el cine, un mundo de sueños donde se podía uno evadir de su vida y soñar con cosas mejores. Se homenajean dos películas “El padre de la novia” (Vincente Minnelli, 1950) y “Rio rojo” (John Ford, 1948). También un cartel de “Arenas sangrientas” (Allan Dwan, 1949), Winchester 73 (Anthony Mann, 1950)...



Si hay un tema realmente sobresaliente y destacado en la película es el de los recuerdos. Todos recuerdan y ven en ese pasado sus mejores momentos, es allí donde muestran más ilusión, donde sus rostros se hacen más alegres y soñadores, un pasado que no volverá pero que si volviera no rechazarían en absoluto, todo eso contrasta con la falta de planes para el futuro de los personajes, que viven al día básicamente, salvo el personaje de Cybill Shepherd, que por consejo de su madre irá mariposeando la mejor manera de tener otro futuro.


La última película” trasciende, como gran película que es, el mero retrato de época, es un estudio de la condición humana, antropológico y universal.
Un inútil y simbólico acto comienza y casi cierra la película, un chico mudo barre las calles de polvo, un polvo que, en ese pueblo sureño semejante a los pueblos del oeste donde sopla el viento, siempre volverá a posarse casi al instante (referencia al mito de Sísifo, referencia que resalta el infierno que nos quiere sugerir y mostrar Bogdanovich en ese pueblo americano). Vemos los grandes entretenimientos del pueblo, unos billares, el cine, el bar… alguna fiesta. El hijo del dueño del bar y Sonny (Timothy Bottoms), tienen una relación de hermanos casi, no en balde al chico mudo lo interpreta su hermano, y tiene una afinidad especial remarcada en ese gesto de colocarle la gorra al revés que Sonny tiene con el chico. Sonny y Duane (Jeff Bridges) son los mejores amigos y vemos como evolucionará esa relación, su fidelidad que se torna en traición por una chica Jacy (Cybill Shepherd), su perdón…




Sam el dueño del bar y figura paterna elegida por Sonny, está magníficamente interpretado por Ben Johnson. Es un personaje esencial en la película. Representa todo lo que fue una vez aquel pueblo, es dueño de varios establecimientos y una fuerza moral. El rememorará lo que pudo ser y no fue en una historia de amor y se verá reflejado en esos chicos que van a su billar y su cine. La mirada perdida y su silencio cuando se despide de los dos chavales que van a pasar un fin de semana a Méjico lo dice todo. Sonny llegará a comentar que nada fue igual desde que Sam murió. La ausencia de esa presencia que daba sentido a todo, deja sin espíritu a todo el pueblo, a todo el entorno de los que le apreciaban.



Dedicada a Capaldi.





2 comentarios:

  1. Espero impaciente la segunda parte!! A veces una mirada a esa época de la vida no viene mal para comprender claves del hoy.

    Qué guapa ahi Cybill Shepherd!!!

    Gracias x tu trabajo siempre enriquecedor y hasta la 2/2!!!

    Besos,

    R

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  2. Muchas gracias R, sí, aunque la época sea distintas las cosas que pasan o se sienten son las mismas, universales. Muy guapa sale la verdad. Mañana hasta desnuda...

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