Los adjetivos sobrevalorado o infravalorado se usan con mucha regularidad sin explicar generalmente el porqué de su uso. Darren Aronofsky es un director sobrevalorado porque con una apariencia de originalidad y estilo independiente, básicamente es un imitador de otros directores de mucha mayor categoría, calcándolos, tanto estética como temáticamente. Poco hay de una voz verdaderamente propia en Aronofsky, algo hay pero poco. A pesar de ello tiene en su filmografía películas verdaderamente notables que si bien remiten a modelos claros, resultan estimulantes e interesantes.
Aronofsky se ha caracterizado en la mayoría de sus películas por realizar retratos obsesivos, con una cámara escrutadora que persigue al protagonista intentando meterse dentro de él y examinar su lado oscuro. En el caso que nos ocupa no iba a ser menos y Aronofsky persigue a su protagonista indagando en ese lado turbio, oculto. Esa indagación en los peores rincones del ser humano y esa forma de tratarlo es puramente lynchniana, uno de los referentes más evidentes del director.
Una de las grandes virtudes de esta cinta, y del cine en general de Aronofsky, es el escrupuloso respeto por el punto de vista, subjetivo, que tienen sus narraciones. Aquí es una de las más grandes virtudes y lo emparenta, además de con Lynch, con otro grande del cine y uno de los mayores maestros en el uso del punto de vista, Roman Polanski. Así tendremos un respeto estricto del punto de vista subjetivo y planos secuencia mareantes para ir introduciéndonos en una psique atormentada, lindante en la locura o inmersa en ella.
Es el retrato de una obsesión pero que además contiene un tema muy personal de Aronofsky, la vida por el arte, por esa obsesión. Este aspecto es uno de los más personales de la filmografía y estilo del director neoyorquino, sus retratos obsesivos están ligados a una pasión, un arte para el protagonista en cuestión, que no puede vivir sin él, es parte indisoluble de sí mismo, sin él muere y por él merece la pena morir, ya se trate de matemáticas (“Pi”), la lucha libre (“El luchador”) o el ballet (esta “Cisne Negro”). En “Cisne Negro” ese amor al propio arte, a la habilidad que uno lleva consigo, está ligado también al conflicto entre técnica y sentimiento. Lo que marca definitivamente la diferencia entre un artista y otro es la capacidad para transmitir, para que el que contempla o escucha se conmueva verdaderamente. Ahora en una época con acceso y mayor facilidad para todo, la expresividad y la espontaneidad, el verdadero sentimiento, queda mermado por los hijos de los conservatorios, que llegan a ser virtuosos técnicos pero que carecen de ese feeling genial, único, que sólo tienen los verdaderos artistas, poniendo un ejemplo musical. Así habrá más sentimiento en 3 notas tocadas despacio por un Jimi Hendrix o un Eric Clapton que por cualquier Guitar Hero moderno. Técnica mucha, e incluso interesante tenerla, pero lo esencial es el sentimiento en la ejecución, es lo que marca la diferencia, eso que te pone los pelos de punta sin saber por qué cuando escuchas o ves algo, y que en cambio te deja frío cuando está ejecutado por otro que hace, en teoría, exactamente lo mismo.
Los retratos subjetivos, obsesivos, son difíciles de mostrar, deben suponer un “tour de force” para el espectador que debe sumergirse en la psique de un personaje e identificarse con una obsesión, sufrimiento, lucha… Otra de las muchas grandes virtudes de la cinta es precisamente su poderío visual, la contundencia e intensidad de las imágenes y su frenético ritmo. Una película que transmite de igual forma los lados más oscuros de una bailarina así como el amor por el ballet. Este viaje duro, profundo, penetrante en los aspectos más íntimos y ocultos de los protagonistas en Aronofsky suelen ser, en la conclusión, liberadores. Si además tienes una actriz como Natalie Portman a la que le sale el talento por las orejas y lo da todo, desnudándose por completo ante la pantalla, el resultado siempre será bueno.
Si su anterior película, “El luchador” (2008), tenía las mismas contantes que ésta, y que en general toda su obra, pero no lograba sobrepasar el nivel de un mediocre melodrama de sobremesa sólo salvado por la mayúscula interpretación de Mickey Rourke, “Cisne Negro” sí logra la intensidad y profundidad de todas las ideas de Aronofsky, siendo junto a “PI” (1998), su mejor película hasta la fecha.
Son recursos y elementos comunes y característicos del universo de Aronofsky el uso en la mayoría de sus películas, o en todas ellas, de las mutilaciones o laceraciones corporales que manifiestan el caos interno del personaje, su lucha interna, su transformación en algo, su evolución, esto lo entronca con la que es la principal influencia de este cineasta, David Cronenberg, al que casi calca. Las había en “El luchador” con esas grapas, por ejemplo, que permitía que le hincasen en alguna de sus luchas el protagonista, en “Pi” y el taladro en la cabeza, en “Réquiem por un sueño” y, por supuesto, las hay en ésta, de todo tipo. Tenemos arañazos auto infligidos, heridas en dedos que desaparecen, pellejos de los que tirar, uñas cortadas secamente... Como si de una piel que se muda o una transformación se tratara. Una transformación en progreso mostrada de forma física, lo que dota de una incuestionable potencia visual a la cinta, si bien no es para paladares delicados.
Los paralelismo con “El luchador” son evidentes, ésta es más visual la otra más esquemática, ésta más efectista la otra más desnuda.
El personaje de Winona Ryder (Beth) es un cisne caído, como el de Natalie Portman (Nina) es uno blanco que se convierte en negro y el de Mila Kunis (Lily) uno negro. En el caso de Ryder su personaje se puede entender casi como un recurso metalingüístico, de metacine, con respecto a su propia carrera, una carrera que tras el éxito en la década de los 90 fue decayendo de forma estratosférica, merced a diversos problemas, y que ahora dirige dicha carrera hacia papeles más secundarios. El canto del cisne, en una película que va sobre el canto de un cisne.
Aronofsky mostrará la evolución de Nina desde todos los puntos de vista posibles, unos sutiles otros en extremo explícitos y, en general, en exceso redundantes. Entre los más sutiles veremos la primera rebelión de Nina con respecto a su madre y sus pequeños cambios de look, por ejemplo su peinado, que de recogido pasará a ser suelto.
Como puede intuirse, “Cisne Negro” está lejos de ser una película perfecta, pero resulta muy brillante e interesante en su imperfección. Entre los defectos más evidentes encontraremos el tema de la madre opresora (Barbara Hershey), que parece relacionarse con el motivo de la falta de decisión o carácter de la protagonista, algo que parece muy simplista y manido. También se usan metáforas que resultan excesivamente evidentes, como la referencia a “El lago de los cisnes” (Piotr Ilich Tchaikovski), los dobles, las menciones explícitas al sentimiento por encima de la técnica, el contraste cisne blanco-cisne negro, el juego de espejos para recalcar la doble personalidad, la ambivalencia que coexiste en el interior del personaje, el metafórico acto de tirar a la basura sus peluches como huida de esa infancia en la que parece o cree estar incrustado el personaje de Portman... todas ellas, o más bien en su reiteración, algunas se repiten varias veces, quedan en exceso evidentes, acaban simplificando la idea, reduciéndola.
Como rasgo expresivo de la dirección, Aronofsky suele usar la cámara en mano siguiendo muy de cerca a sus personajes protagonistas, un entomólogo. Planos sumamente cercanos invadiendo su propio espacio, dejando claro que lo que vemos es la psique de ese personaje, su universo íntimo, que sentimos sus sentimientos y vemos lo que ellos ven. Una cámara escrutadora que los sigue a donde quiera que van.
Se retrata verdaderamente bien todo el universo del ballet, su trabajo y sacrificio, con una fisicidad que lo hace impactante, cercano y muy realista al espectador, que se conmueve y entiende la enorme labor de esas bailarinas que hacen fácil algo sumamente complicado, forzando su cuerpo hasta lo imposible. Un bello y sentido homenaje tras todo el entramado visual que ofrece Aronofsky. Extrapolable a cualquier arte.
De momento vamos estando de acuerdo en casi todo :)
ResponderEliminarHe leído varias docenas de críticas en film affinity y es tremendo porque o se odia o se ama. Desde ser considerada ridícula a una obra maestra. Creo que podemos desechar los extremos.
Luego sigo.
Espero que la mía sea la mejor, y que además lo sea con diferencia jajajaja
ResponderEliminarBien, desecho los extremos, pero me inclino claramente: la película me gustó, me entusiasmó (incluso con sus 'cosas'). Me maravilló la prodigiosa Portman.
ResponderEliminarLas críticas más negativas se referían sobre todo a los excesos de Aronofsky, tales como los relativos a la transformación física de Portman y a sus visiones. No negaré que hay alguna escena que chirría y más propia de cine de terror japonés. O esa en la que se le quiebran las piernas. Pero, sinceramente, no me importa.
ResponderEliminarYo creo que Aronofsky toma un puñado de precedentes y nos ofrece algo que merece mucho la pena aunque solo tenga apariencia de originalidad. Pero coño, que todo está ya escrito. Claro que no es original; es que no podemos olvidar que está versionando un mito: coge de este autor, del otro... pero también aporta lo suyo. Dicen que es más efectista que profundo... pues a mí me emociona. En sus minutos más locos (los relacionados con el estreno, cuando inflinge la herida y se transforma sobre el escenario) prometo que si hubiera estado en la butaca del cine me habría costado contenerme para no levantarme y aplaudir. Me refiero al momento culminante en que se va convirtiendo en cisne negro a cada giro y le salen alas en los brazos. Brutal.
Sigo.
ResponderEliminarSe ha hablado mucho de las fuentes de las que bebe Aronofsky, pero a nadie he oído citar 'El corazón del ángel'. Quizá es una cuestión más de sensaciones, pero le he pillado cierta relación. Y no solo que la de Alan Parker estuviera protagonizada por el mismo actor que la inmediatamente anterior de Aronofsky.
En ambas hay un descenso a los infiernos, hay una búsqueda, desdoblamientos... no sé. Pensé en El corazón del ángel mientras veía El cisne negro.
Le achaca sambo cierta simplicidad en las metáforas utilizadas. Podría ser, no lo niego, pero al menos son metáforas visuales. No se han verbalizado ni se han explicado mascaditos. Mejor que tire los peluches a la basura a que le espete a la madre que ya no es una niña; mejor que de una imagen en el espejo de la Portman salga como por arte de magia la Kunis a que el guionista nos dé pistas con cuatro frases.
ResponderEliminarInjustamente infravalorada 'El corazón del ángel', por cierto. Una de mis pelis preferidas de todos los tiempos.
ResponderEliminarConcuerdo Osiris, siempre mejor lo visual, pero queda claro con una o dos, Aronofsky parec e inseguro y que necesita redundar para que nos enteremos, además de que muchas están algo vistas.
ResponderEliminarEsta no la he visto y no sé si lo haré, no me dice nada.
ResponderEliminarPero "Pi" sí que me gustó...rara, rara, rara...DE COJONES
Buena "El corazón del ángel", efectista pero con duende...¿Evangelina?
Cuando Rourke parecía que iba a ser el próximo de Niro
Por alguna razón Cisne Negro me recuerda a Showgirls, y eso que es bastante mejor...
ResponderEliminarRourke otro actor del método que incontrolado carga y desespera. Curioso el detalle que apunta Osiris sobre ese vínculo. No sé si te gustará Kufisto.
ResponderEliminarAnónimo jajajaja, hombre si buscas similitudes las tiene.
Portman es buena hasta haciendo tontás.
ResponderEliminarNo he visto Pi, pero estoy con Kufis y Osiris, el Corazón del Ángel tenía...algo; algo especial...que me hace tenerla presente habiendo pasado tanto tiempo, cuando Rourke prometía, al pensar en esta cinta que nos traes comentada hoy; sí...
Gracias por tu trabajo, es un placer leerlo, como siempre.
R
Gracias a ti R, siempre un placer. Portman es TOP en todo
ResponderEliminarpues a mi me pareció una película muy asfixiante o agobiante y perturbadora con escenas impactantes y una actuación increible de la buena de Natalie.
ResponderEliminarMe gusto.
creo que la crítica de mrsambo es justa con la película.
sólo decir que el director no me parece sobrevalorado. Creo que copiar no es tan fácil,y este copia,si,pero copia bien y para eso hay que tener algo de talento. No es un director revolucionario ni nunca he oido que lo sea pero sus películas siempre son bastante decentes y muchas son buenas tirando a muy buenas
De acuerdo a medias Chu4che, copiar para mí no es bueno, otra cosa es coger de tus influencias, que eso lo hacen todos, pero siempre hay que darle una voz personal, apenas se la veo. No es malo, el problema es que el 90 por ciento de la esnecia de su mensaje está en Cronenberg. Eso hace que sus pelis resulten más superficiales. Pero como bien dices tiene al menos un par de títulos muy notables.
ResponderEliminar¿Pero juzgamos a Arofnosky por su película o por haber inventado el cine?
ResponderEliminarSi te refieres a mí en ese comentario, se juzga a Aronofsky por su obra, que son películas de cine, y la suya no es una isla, se hace un análisis completo, de dónde viene y a dónde va. ¿Inventar o dejar de inventar el cine? Nadie lo ha dicho, pero exponer su copia y la labor de simple cambio de escenario no implica que se pretenda insinuar nada ofensivo, es la verdad guste o no. Por tanto se juzga la obra y la cinta de Aronofsky como obra y en relación al arte y artes donde se engloba. Se juzga su película y su trabajo teniendo en cuenta TODO lo posible.
ResponderEliminarA mí me encanto esta película, como casi todo el cine de Aronofsky. La actuación de Natalie Portman fue soberbia y el estilo visual hipnótico y absorbente. Una película que consigue su propósito de acompañar a la protagonista en su angustia y obsesión, que te atrapa y envenena dulcemente el alma. En fin, una delicia.
ResponderEliminarMiguel, muy de acuerdo, una película con grandes virtudes. El análisis tiene segunda parte por si quiere seguir leyendo. Un abrazo
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