MAURICE
Pedaleaba velozmente por las calles de la ciudad sin imaginar el desagradable suceso que se produciría instantes después.
Maurice era músico “un buen músico” como él mismo se catalogaba, “pero los buenos músicos no estamos lo suficientemente valorados” pensaba montado en su bicicleta. Llegaba tarde, lo sabía, pero se había entretenido en una entrevista de trabajo como profesor de música, y aunque lo habían escogido, había decidido no aceptarlo “ya habría oportunidades mejores” se convencía a sí mismo mientras se dirigía su casa.
Iba tan rápido que le pareció que eran las calles y no él quienes se movían, imaginando por un instante que en cierta medida así había sido su vida, se había convertido en un mero espectador que había visto pasar por delante de sus narices las ocasiones de convertirse en un gran músico, en un triunfador, e incluso en llegar a aparecer en algún libro, sin que hubiese hecho nada para conseguirlo.
Maurice era un tipo extraño, algo excéntrico, que aunque hacía años había tenido algo de renombre, hoy en día, pocos lo recordaban; y a duras penas podía pagar el aquiler de su apartamento, teniendo que trabajar en una orquesta todos los días y empeñar sus bienes para poder adquirir la causa de su prisa: un flamante piano de cola.
-¡Malditas oportunidades!- dijo mientras agitaba la cabeza.
Sus amigos decían que siempre hablaba de las oportunidades y que aconsejaba no dejarlas nunca escapar, sin embargo, él nunca las aprovechaba. Estaba obsesionado con las opciones que la vida le presentaba y las consecuencias de las decisiones, ¡hasta sus composiciones hablaban de ello!, para Maurice lo más sencillo y lógico era dejarlo todo pasar y ponerse en manos del destino...
Miró el reloj, y aflojó un poco el ritmo, ya estaba cerca, los chicos de la tienda le llevarían el piano a las once, “suerte que Rose estaría en allí y podría abrirles los ventanales para que introdujeran en la casa el enorme piano.”
Aunque no era normal en él, en esta ocasión se había arriesgado, habia decidido, pujar en una subasta por un Welmar de roble y lo había conseguido.
Dobló la esquina, llegó a su calle y vislumbró al fin un piano de cola siendo izado hacia su apartamento, fue entonces cuando pensó, embriagándole una sensación de alegría, aún a riesgo de parecer vulgar “Quién no arriesga no gana”.
Lo que ignoraba Maurice era que esta vez, su vecino también se había arriesgado, pero a pasar por debajo del piano suspendido en el aire, y que no iba a ganar, sino más bien perder, puesto que lo único a lo que alcanzó a ver el músico antes de taparse los ojos como un acto reflejo fue el vuelo de su piano de cola sobre la cabeza del Señor Johnson.
Bien bien, un reto, la historia dará un giro total en la tercera me temo jajajaa. Muy bien guspísima.
ResponderEliminarMuy bien,sois unos primos geniales, y lo mejor de todo es,que os admirais mutuamente y eso os hace ser unas personas estupendas. besitos
ResponderEliminarMuy divertido! Enhorabuena! Estoy deseando leer el siguiente capítulo, como sigáis así los vendo por fascículos! Lo próximo, los cómics ;-) Ánimo! Saludos, Rikku
ResponderEliminarMuchas gracias por la parte que me toca. La siguiente la próxima semana jajaja
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