Crítica: LAS CRÓNICAS DE NARNIA: EL LEÓN, LA BRUJA Y EL ARMARIO (2005)

ANDREW ADAMSON

Primera parte de la heptalogía de C. S. Lewis sobre la imaginaria tierra de Narnia. Con múltiples aspectos en común con "El señor de los anillos", como la creación de un universo imaginario repleto de magia, criaturas mitológicas, lucha entre el bien y el mal etc. etc. y una esencia cristiana, es un clásico de la literatura infantil. Consta, como dije, de 7 libros, de la que esta "El león, la bruja y el armario" es la primera adaptación para la gran pantalla. Carece de la majestuosidad, la grandeza, la profundidad y la riqueza de "El señor de los anillos", pero aún así es una obra disfrutable por el público más infantil. Una especie de "El señor de los anillos" light.

Tras el espectacular, asombroso y esperado éxito mundial de la trilogía de “El señor de los anillos” que dirigió Peter Jackson era de esperar que empezaran a surgir productos similares, que empezaran a escribir historias de este tipo que sirvieran de base a nuevas películas, no en balde el éxito fue tal que el libro se volvió a convertir en el más vendido en la mayoría de países, un libro que es desde siempre uno de los más exitosos que se han editado, o que se empezaran a revisar viejos clásicos de la literatura fantástica que pudieran ser otra mina de oro.

Con este panorama estaba claro que “Las crónicas de Narnia” no podían tardar en adaptarse. C. S. Lewis era muy amigo de Tolkien y compartían muchas ideas, es fácil reconocer similitudes en sus respectivas sagas, como he comentado, el gusto por esos mundos fantásticos e imaginativos, la mitología, la influencia cristiana, católica, siempre presente... Dos autores de tremendo éxito y muchas cosas en común.

“Las Crónicas de Narnia” constan de siete partes todas ellas repletas de fantasía, criaturas extrañas, mundos originales… todo dedicado al público infantil. Quizá este aspecto es lo que más ha fallado en su adaptación cinematográfica. “Las crónicas de Narnia” es, quizá, un libro más infantil que “El señor de los anillos”, el cual podríamos considerar  más recomendado para el público juvenil. Esto no es problema porque la lectura de los libros es igualmente atractiva en los dos casos pero en la adaptación la diferencia acaba siendo un lastre. Si bien la adaptación de “El señor de los anillos” acaba trascendiendo cualquier catalogación, la de “Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario” siempre resulta infantil, pero infantil en el mal sentido. Le falta garra, fuerza y verdadera magia, le falta lo que sí tienen los libros.

Cuatro niños descubren un armario que resulta ser una puerta hacia un mundo mágico, el mundo de Narnia. Este país, Narnia, está congelado eternamente y además no tiene Navidad, todo ello producto de La Bruja Blanca, que lo tiene tiranizado. Estos cuatro niños y el león Asland deben ser los encargados, según las profecías, de devolver el verano a la gente de Narnia.

El mundo de Narnia puede entenderse como una evasión infantil por la guerra en la que están sumidos.

Esta primera parte del mundo de Narnia resulta ingenua, demasiado blanca, no hay emoción, todo es previsible y poco amenazante, todo es light y edulcorado, la tensión brilla por su ausencia y nunca acabas de identificarte con lo que se ve. Es posible que el público más joven y poco exigente la disfrute, pero incluso con ellos lo dudo.

El peor pecado es que además resulta aburrida. “Las crónicas de Narnia: El león, la bruja y el armario” carece del nervio narrativo de las cintas de Jackson, de su talento visual, de la maestría para sacar partido de los aspectos más cinematográficos y emocionantes, la película que dirige Andrew Adamson es lujosa pero parece andar con miedo, como cuando nos levantamos de la cama pensando mucho donde pisar para no despertar a los demás, resulta agarrotada e insegura.

Todo resulta frio, carente de emoción y se acaba haciendo algo largo, cuando acaba no estás deseando saber cómo continúa precisamente.

Con un poco más del talento de un Spielberg, por ejemplo, para retratar el mundo infantil, su fascinación, la película habría ganado muchos enteros, especialmente en el inicio, que es la clave de todo para sumergirse en ese mundo. En cambio ese inicio nunca resulta lo misterioso y subyugante que debería, la frialdad se impone de nuevo. Posteriormente hay momentos interesantes, pero nunca acaban de soltarse del todo y cuando llega la conclusión, evidentemente, no emociona.

Quizá la influencia Disney y su falta de atrevimiento tengan la culpa, el hecho de dirigir, en exclusiva, la cinta al público más infantil. La decisión no parece la más acertada y más viendo que es posible hacerlo llegando también al adulto.

La película se inscribe, como he comentado, en esta tendencia que no sabemos cuándo acabará, de sagas fantásticas, además de la mencionada y evidente “El señor de los anillos”, es posible que venga a la cabeza la de “Harry Potter”. Otras cintas de línea fantástica como “La historia interminable” (Wolfgang Petersen, 1984), la oscura “Dentro del laberinto” (Jim Henson, 1986), o “El mago de Oz” (Victor Fleming, 1939), incluso otras más alejadas como “El rey León” (Rob Minkoff, Roger Allers, 1994), son referencias fácilmente discernibles.

En el reparto podemos ver nombres como Liam Neeson, Tilda Swinton, como La Bruja Blanca, o James McAvoy entre otros.

Decepcionante obra, en definitiva, de la que se esperaba más, aunque su lujoso look y la historia pueden servir para complacer lo suficiente a los más pequeños.