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miércoles, 3 de abril de 2013

Crítica: BRAVE (2012)

MARK ANDREWS, BRENDA CHAPMAN, STEVE PURCELL










Cada estreno de la productora Pixar es un gran acontecimiento para los cinéfilos, su contrastada calidad y el gran número de obras maestras que han dado hacen de cada título una cita ineludible.

Pocas veces decepcionan y cuando lo hacen relativamente no tiene mucho que ver con que la película sea floja, sino con las expectativas creadas por la sublime calidad que nos ha regalado con sus obras maestras.




Esto ocurre con esta “Brave”, una cinta con un tono más serio, adulto, maduro, que puede ser un buen camino a explorar, pero que no tiene el dinamismo, la brillantez, chispa y genialidad de otros títulos Pixar.

Esta nueva cinta de Pixar conserva su reivindicación por los grandes valores tradicionales, el valor, la individualidad, la familia, la generosidad, la madurez, la responsabilidad, el amor, la libertad…




Una intrépida princesa prefiere la vida mundana y aventurera, disfrutar de su libertad y amor por la naturaleza, antes que someterse a las obligaciones de su rango, lo que le creará muchos conflictos con su madre. Encontrará la solución en una bruja que le concederá un deseo.

La familia y sus conflictos volverán a ser importantes en una cinta de la productora, en este caso una familia tradicional. La cinta se inicia con una escena cotidiana donde veremos a nuestra protagonista, Merida, de pequeña disfrutando junto a sus padres de un día en el campo. Ella es pelirroja, lo que ya da signos de su excepcionalidad, y parece preferir jugar con el arco de su padre más que cualquier otra cosa. En esta escena inicial aparecen muchos de los elementos que tendrán importancia en el futuro de la trama, el espíritu aventurero de Merida, su afición por el arco, los osos, los fuegos fatuos… tan sólo cambiará en el futuro la relación con su madre. De niña la relación con su madre es cercana y total (las dos creen en la magia al contrario que su padre), pero cuando se haga adolescente y las responsabilidades y educación debidas a su rango se hagan más necesarias las diferencias entre ambas mujeres aumentarán.


En su juego del escondite la madre dirá “me la voy a zampar en cuanto la encuentre”, algo que tendrá que ver con sucesos del futuro, un gran planteamiento desde el guión con esta escena aparentemente intrascendente como base.

Toda esta escena rezuma naturalidad, con un padre campechano y descarado y una madre mucho más formal, es ella la que mantiene las formas e intentará dar la educación que corresponde a una princesa, a su hija. El padre, que también debe obedecer a la reina, prefiere centrarse en la guerra y cuestiones más terrenales.

Un regalo por el cumpleaños de Merida, un arco que le trae su padre, un padre mundano que contrasta con la soñadora, idealista y romántica madre; un plano espía que avanza que algo va a ocurrir y el ataque de un oso que se llevará la pierna del padre, algo que sabremos tras el fundido en negro. El duelo del padre con el oso Mordú lo convertirá en leyenda y él no parará de contar su historia y pelea.


La madre se referirá a los fuegos fatuos como guías del destino, fatalidad incluida. Las reflexiones sobre el destino son una de las tesis de la cinta. El apego a la tierra y la naturaleza será otro de los temas.

La elipsis nos presentará a una Merida más crecida, preparada para un futuro matrimonio, el padre igual de guerrero pero con una pata de palo y tres traviesos hermanos deambulando por el castillo como presentación. Merida ha cambiado, sus ademanes son vulgares y poco cuidados, la feminidad no está entre sus cualidades y los esfuerzos de la exigente madre por depurarla crean conflictos. Clases y ejercicios para ser una buena princesa. La primera vez que veamos a Merida tras la elipsis será comiendo una manzana.



La reflexión sobre el destino se centrará en la idea de cambiar las cosas a las que se está guiado. El destino de Merida está escrito, es una princesa por nacimiento, pero ella se siente más libre en su único día de la semana que tiene para sí misma, es cuando se siente realizada. En ese día se nos mostrará su habilidad con el arco y el placer que siente en comunión con la naturaleza, algo que parece ajeno a su responsabilidad y rango.




En su liberador día de descanso oiremos una cancioncita, típico en las cintas de animación, “Volaré” de Russian Red. Además veremos a nuestra protagonista subir una empinadísima roca para beber agua de una cascada… lo que no se nos muestra es cómo baja… una elipsis lo soluciona todo.


El obligado matrimonio de Merida será la causa del conflicto principal entre madre e hija. Su padre se mostrará despreocupado con estos temas, prefiere contar batallas y combatir, ahí está más cómodo, es campechano y comprensivo con su hija. Su madre, por el contrario, es exigente y elitista, muy distintos. El diálogo entre ambas no funciona, veremos a las dos, en un montaje paralelo, decirles lo que piensan a Fergus, el rey, y a su caballo respectivamente, decirles eso que no se dicen la una a la otra. Posturas irreconciliables en apariencia.



Merida lucha contra su destino, es rebelde y visceral, como su padre, no quiere normas. Las escenas con los pretendientes, los primogénitos del resto de clanes, son realmente divertidas, lo más distendido de la cinta, que nunca renuncia al humor, aunque con un toque más maduro. En la presentación de esto veremos a Merida embutida en un estrecho vestido, encorsetado, apretado, incómodo, algo simbólico con el propio sentir de la muchacha. Su madre, en cambio, estará satisfecha. El mechón que deja salir Merida es un toque de rebeldía, siempre presente. Así tendremos en esta escena buenos gags con las variadas opciones casaderas, incluido un mastodonte musculoso que creará confusión. Este tono se mantiene en la siguiente escena, la de la prueba de arco, con un gran derroche de modalidades, juegos y detalles en la puesta en escena.




El tapiz que cose la madre representando a su familia también resultará simbólico, marcará con su desgarro la ruptura entre madre e hija. Posteriormente Merida creerá que recomponiéndolo se solucionará el problema del hechizo. En esta escena, donde Merida rompe el tapiz, se plantea el conflicto definitivo entre madre e hija, las obligaciones con los derechos, el deber contra la individualidad.





Tras la discusión Merida huirá e iniciará un viaje hacia la magia, seguirá a los fuegos fatuos, se encontrará con una especie de Stonehenge, muy adecuado al lugar donde acontece la narración, y se encontrará con la divertida bruja tallista de osos. Esta bruja, en una simpática escena, proporcionará un hechizo para cumplir el deseo de Merida, cambiar a su madre, un cambio que no será el que esperaba. Aquí radica una de las contradicciones de Merida, que será clave cuando se dé cuenta de ello en su evolución, a través del hechizo pretende cambiar a su madre, es decir, hacer exactamente lo que no quiere que su madre haga con ella, obligarla a ser lo que no es.



Por supuesto el hechizo tendrá un efecto secundario que será clave para la trama, para crear la tensión hasta el final. Un cebo. La transformación no consistirá en que la madre cambie de opinión con respecto al matrimonio de Merida, sino que la convertirá en oso.


Es necesario indicar, ya que aparecen constantemente en la historia, que el oso era el símbolo del conocimiento interior para los indios y del espíritu guerrero en los celtas, por ello es importante en este viaje de madurez y conocimiento propio que iniciarán madre e hija. Además el oso representará el salvajismo, su conversión en un verdadero oso contrastará con la civilización que propugna la madre, otro contraste.



Destacar las divertidas escenas de los mudos trillizos y el soberbio escote de Maudie, verdaderamente notable y con mucha presencia en la película. Los trillizos ayudarán a su hermana distrayendo a los rudos hombres en su persecución a un ficticio oso hecho de sombras. En esta persecución tendremos un sutil detalle de humor, en segundo plano, cuando oigamos al rey decir “¿por qué no te callas?”, frase que se hizo famosa gracias a nuestro monarca. Además, gracias a la ayuda de los trillizos, veremos una colección de culos guerreros bastante notable.




Otro divertido cebo lo tendremos cuando veamos a los pequeños descubrir el pastel con el hechizo… se cortará el plano justo cuando se acerquen a él, pero estoy convencido de que todo el que esté viendo la película en ese momento hará una pequeña exclamación o se le despertará una sonrisa cómplice.


Las claves están planteadas, Merida debe corregir su acto y para ello quiere ponerse en contacto con la bruja, que ya no está pero nos dejará una divertida escena con los frascos mágicos.



Para cambiar el destino busca en tu interior, restaura el vínculo que el orgullo rompió”.

El hechizo será permanente al segundo amanecer, el clásico recurso del tiempo limitado para acentuar la tensión. La lluvia recalcará el estado anímico de los personajes, su abatimiento y decepción.




La reina-osa se mantendrá distinguida a pesar de las circunstancias, pero acaba de iniciar también un viaje de madurez, como su hija, deberá aprender de la vida y conocerá mejor los intereses y habilidades de su pequeña, su apego a la naturaleza, algo que ella no tiene en su “exceso” de civilización. El gesto de quitarse la corona vuelve a ser simbólico, comenzará a buscarse la vida, la comida, cazar, pescar, mancharse las manos… La corona se vincula, por tanto, a la civilización que va perdiendo Elinor, la reina. Enseñanzas mutuas, ya que será la hija, en reciprocidad, la que enseñe a su madre a desenvolverse en ese medio. Todo esto une indudablemente a madre e hija, comparten momentos como no habían hecho antes, liberadas, acercándose a la naturaleza, al primitivismo, en su viaje de madurez. Siempre con la preocupación del limitado tiempo presente, de la transformación que avanza.



Mordú, el oso que arrancó la pierna al padre de Merida, es otro elemento a incluir en esa reflexión sobre el destino que plantea la película. Él lo cambió y la fatalidad acabó llegando.




Hay muchas licencias en la puesta en escena, ya comenté el intrascendente detalle de la bajada de la roca de Merida solucionada con una elipsis, de igual forma que podemos mencionar la poca credibilidad de la escena donde la osa Elinor cruza por todo el salón del trono sin que nadie la vea, y eso que hay mucha gente, 3 clanes, y eso que está en el ángulo de visión de buena parte de ellos, y eso que un oso no es precisamente un ser de tamaño discreto…


De igual forma sorprende que Merida se dé cuenta, una vez está frente al tapiz, de que debe recomponerlo, de que ese era el significado de las frases antes reseñadas de la bruja, más que nada porque cuando fue rauda al castillo al espectador no le cabía duda de que era por eso por lo que iba…

Allí será el primer momento donde Merida ejerza de princesa, reivindicando los vínculos comunes entre los clanes, haciéndoles ver que en la unión radica su fuerza, su camino de madurez también le hace comprender cosas, ya que esa unión, con su familia, también le hará más fuerte a ella. La madre se mostrará comprensiva y asumirá que no debe imponer su criterio al de su hija, así como se mostrará orgullosa de ella al percatarse que sus enseñanzas en realidad han calado más de lo que podía suponer (Merida hace mención a una historia que le contó su madre como argumento ante los clanes). Así Elinor, la madre, da un paso en su madurez y conocimiento de sí misma y de su hija siendo más flexible y menos intransigente, y Merida hará lo propio siendo consciente de sus responsabilidades.


La tesis y desarrollo de la cinta ya habría concluido, la parte final será para entregarse al puro cine de aventuras. Una confusión, Fergus descubrirá al oso en el que se ha convertido su esposa Elinor y no creerá a su hija cuando insista en que es su esposa, hará que lo persiga junto con sus soldados y el resto de clanes para intentar matarlo. Elinor logrará escapar en primera instancia y llegará al círculo de piedras mencionado con anterioridad, semejante a Stonehenge.



En el momento culminante la hija protegerá a la atrapada madre, jugándose la vida, y ésta hará lo propio por su hija ante Mordú. Es el final del trayecto, el amor entre ambas venciendo cualquier circunstancia, por encima de todo.




Las dos hemos cambiado”.

Es muy bella la escena final, tanto desde el punto de vista emotivo como desde el punto de vista estético, el amanecer bañando la hierba para descubrir la transformación de la madre, que felizmente no se resiente en su físico de los golpes recibidos en su lucha con Mordú. También se transformarán los trillizos, que al probar el pastel se convirtieron en ositos, y volverán a su estado original, aunque no sabremos por qué. En el júbilo por la afortunada resolución, Fergus lanzará a uno de los trillizos al aire en una elipsis al estilo de “2001: Una odisea del espacio” (Stanley Kubrick, 1968).


Como es acostumbrado en las cintas Pixar las escenas finales cerrarán historias secundarias, algunas ni planteadas de forma sutil y en segundo plano, así veremos al musculoso miembro que confundimos con un pretendiente rondando a la tetuda Maudie, a uno de los primogénitos especialmente cariñoso con una incómoda Merida y la despedida amistosa de todos los clanes.


Nuestro destino está dentro de nosotros, sólo tenemos que ser valientes para poder verlo.”

La banda sonora tiene muchos elementos celtas y hay que mencionar que la gran Emma Thompson pone la voz en la versión original a Elinor, la reina y madre de Merida. Está dedicada, no es la única cinta que lo está, ya lo vimos con “John Carter” (Andrew Stanton, 2012), por ejemplo, a Steve Jobs. Hay una simpática escena extra tras los créditos, con la entrega del encargo de Merida a la bruja, por lo que es necesario quedarse hasta el final.


Una cinta correcta con aspectos interesantes y divertidos, un toque más adulto y maduro, serio, aunque lejos de las grandes obras maestras de la productora. Una cinta que reflexiona con acierto, aunque algo de esquematismo y falta del dinamismo habitual en Pixar, sobre la libertad; la libertad de elección; la individualidad; el deber; la responsabilidad; la independencia, en esa princesa que transgrede el tópico; el vínculo con la naturaleza; la familia; el amor... Una apología de todo ello. Una historia de madurez y comprensión mutua, de conocimiento del propio ser que se ve con agrado.