Los personajes de “Spotlight” son casi robóticos, neutros, no
hay apenas diferencias entre ellos y sus personalidades, apenas esbozadas y
marcadas más por el carisma de cada personaje y el tono que pretende el actor
que por situaciones de guión, que los limita a su trabajo de investigación, con
lo cual es difícil desarrollarlos, evidentemente. Lo único que importa es la historia, el escándalo y su investigación. Una apuesta válida, pero que
lo limita todo bastante. Además, los amagos que se hacen para desarrollar
ciertos conflictos en alguno de los personajes acaban resultando casi
contradictorios, ya que si se pretendía la distancia y el carácter férreo de
los periodistas, distanciados de los hechos, esas escenas que nunca llegan a
ningún sitio donde se intuye o pretende resaltar vagamente cómo les afecta el
caso, dejan insatisfechos, quedando todo a medias, como un desarrollo
dubitativo o vago, sin saber hacia dónde tirar.
Liev Schreiber interpreta a Marty Baron, el nuevo editor del
Globe, un personaje que es la pura tranquilidad y parsimonia, la seguridad. Extremadamente
educado y con una peculiar forma de convencer. Cambiará hábitos con educación. Él
plantea una reestructuración en el periódico, que podría incluir un recorte de
personal, un medio que funciona bien pero que quizá está acomodado y necesita un impulso, que Baron vendrá a dar. Será él el que focalice los esfuerzos de
“Spotlight” en el tema del cura abusador, que había sido tratado con
indiferencia por el periódico. Un periodista de gran prestigio que estuvo en el
“Times”. Jim Sullivan insinuará una posible homosexualidad de Baron, por ser
judío, no gustarle el béisbol y mantenerse soltero… Es el personaje mejor
tratado visualmente.
Mark Ruffalo interpreta a Mike Rezendes, el escritor, y nos
deja la encarnación más destacada. Es el más apasionado, visceral y decidido,
el más entusiasta con el proyecto y en el que se centrará más el director para
mostrar cómo afecta el caso desde un punto de vista personal a los periodistas…
aunque vagamente. El personaje que aparece más humano. Su gesto con la boca, que
mantiene durante todo el metraje, es su sello de identidad, perfecta imitación de su referente.
Michael Keaton interpreta a Walter “Robby” Robinson, el
líder del grupo “Spotlight". Un hombre equilibrado e inteligente, que mezcla
bien su vehemencia con su frialdad, pero su cualidad más destacada es que
tiene visión global y de conjunto, justo lo que le falta a Rezendes. Será él el
que pare la publicación con las informaciones sobre sacerdotes pederastas que
se conocen, para cumplir la idea dada por Baron, incluso ante el desconcierto
de éste, para así alcanzar a todo el sistema. Desde la cúpula hacia abajo. La
política de la iglesia de proteger y camuflar los delitos de pederastia
cometidos por sus sacerdotes. Keaton nos deja un buen número de sus habituales
tics espasmódicos, marca de la casa.
“Vamos tras el sistema”.
Periodistas y detectives.
La relación entre el periodismo y la figura detectivesca ha
sido muy bien aprovechada por el cine, son muchos los ejemplos, algunos de los
más destacados podéis encontrarlos en la lista que incluí al inicio. Una de las
más brillantes, donde la confusión periodista/detective es casi plena, es “Yo
creo en ti” (1947) de Henry Hathaway, que es a su vez una de las grandes
películas del excepcional director.
En “Spotlight” la idea detectivesca también queda plasmada
en el retrato completo del trabajo periodístico. Tendremos entrevistas
concertadas, trabajo de documentación con recortes, sentencias, documentos
sellados (en juzgados y archivos), con recortes y documentación acumulada, el
trabajo de campo en la calle buscando testimonios… Un retrato exhaustivo y
preciso de la investigación que llevó a cabo el grupo “Spotlight” y del trabajo
periodístico en general, el de verdad, el que honra a la profesión.
Periodistas que deben ir derrumbando barreras y limando
asperezas, convenciendo, usando ideas o cosas que a los otros puedan
interesarles. Negociaciones, al fin y al cabo, ayuda por información, por
ejemplo. La determinación de todo el equipo sin importar las consecuencias será
clave en la satisfactoria resolución del caso. Rezendes, “Robby” y Baron se
muestran encantados y convencidos en todo momento.
-Entrevista con Eric Macleish (Billy Crudup), donde el
abogado expondrá las dificultades del caso para el demandante contra el Cardenal Law y el asunto sobre la pederastia. Los tiempos de prescripción que
juegan en contra, el dinero (20 mil dólares) como fianza por un Estatuto de
inmunidad que protege a la iglesia, el poder de la institución… Habrá otras
reuniones entre “Robby”, Sacha y Macleish, donde el abogado apelará a los
acuerdos de confidencialidad -con planos cada vez más cortos-, y mediaciones
privadas con la iglesia para llegar a acuerdos.
“Tenemos dos historias aquí. Una historia sobre el clero degenerado y otra historia sobre un montón de abogados que transforman el abuso de niños
en una industria”.
-“Robby” se entrevistará varias veces con su amigo abogado
Jim Sullivan (Jamey Sheridan), y su relación se irá deteriorando según avancen
las investigaciones del periodista y presione al ambiguo letrado. En una de
ellas llegará a cortar la comunicación. El final será traumático en casa de
Sullivan, pero finalmente redentor y satisfactorio en una gélida noche.
-El intrépido Rezendes se colará para hablar con el abogado
de las víctimas, Garabedian (Stanley Tucci). Tendrá varias entrevistas con él y
le dará importantes claves. Es una relación difícil, debido al peculiar
carácter del abogado. Desconfiado, como es lógico. Tiene 84 demandas. El nombre
de “Spotlight” y el prestigio de la publicación, harán bajar la guardia al
abogado.
Rezendes tendrá que lograr que Garabedian vaya bajando sus
defensas y reduciendo sus reticencias. Un trabajo paulatino donde debe ganarse
su confianza. Bien desarrollado. Es aquí donde están las grandes virtudes del
film, lo bien expuesto que está el desarrollo del caso y la investigación.
Los veremos de nuevo reunidos en un restaurante, también de
planos más generales a más cortos, y finalmente en un banco al aire libre,
donde el abogado dará unas importantes claves sobre unos documentos, con la
misma planificación cinematográfica.
En el banco, Garabedian hablará del testimonio de un
sacerdote que avisó del abusador Geoghan, en 1962, a sus superiores, así como
del poder de la iglesia para que los documentos no vean la luz.
“Siga haciendo su trabajo, señor Rezendes”.
-Juez: ¿Dónde está la responsabilidad editorial sobre
publicar documentos de esta naturaleza?
-Rezendes: Bueno, ¿dónde está la responsabilidad editorial
en no publicarlos?
-El presidente de SNAP, Phil Saviano, una asociación para
supervivientes de los abusos de sacerdotes, se reunirá con el grupo “Spotlight”
y se frustrará ante la indiferencia que mostró el periódico cuando ya denunció
aquello cinco años antes, mandándoles la información que ahora le requieren… Expondrá
el caso de un niño de 11 años violado. Su dolor y rabia se hacen patentes. Sabe
lo que ocurre, pero le faltan pruebas al luchar contra un gigante. Sabe que ese
mal se expande por el país, por el mundo. Necesita apoyo, ayuda. Dará la pista
sobre 13 curas abusadores. Saviano se volverá a reunir con Sacha cuando la investigación
se tenga que interrumpir a causa del 11-S, con la consiguiente frustración
generalizada.
“Cuando un sacerdote te hace esto, te despoja de tu fe”.
-Entrevista entre Baron y el Cardenal Law, donde el periodista negará la colaboración de la iglesia ofrecida por el religioso
apelando a la necesaria independencia que debe mantener un periódico. El
Cardenal, sibilino, le regalará un catecismo católico al periodista judío.
-“Robby” con Pete Conley (Paul Guilfoyle), en la que el
segundo hablará de los beneficios de la iglesia como argumento y lo perjudicial
que podría ser para "Robby" el caso en un futuro…
“Marty Baron sólo intenta dejar su huella. Estará aquí un
par de años y luego seguirá adelante, como hizo en Nueva York y en Miami. ¿A
dónde irás tú?”
Y no se escatima en crítica al periodismo por sus intereses
comerciales (el problema de que el 53% de los lectores del periódico sean
católicos) o falta de iniciativa o servicio público. Su pasividad, pasotismo. Sentimientos
de culpa. No serán pocas las veces que se haga hincapié en que la noticia
estaba revoloteando por allí, en que el
periódico fue informado y avisado con anterioridad sin que hicieran caso. Lo
hace el presiente de la asociación de víctimas, Saviano, lo hace Macleish y lo
sabe el abogado que interpreta Stanley Tucci, Mitchell Garabedian.
Sacerdotes que son encubiertos y traslados, rotando de un lado
a otro según surgen escándalos, excusándolos por falsas enfermedades (en vez de
los 7 años habituales pasan por cada sitio tan solo dos o tres)… todo con el
conocimiento del Cardenal Law… El escándalo.
Las excusas: “Permiso por enfermedad” o “Sin asignación”.
Buscar la lista de curas con esas anotaciones es el paso a seguir, que yo
hubiera dado mucho antes…
Habrá dudas, temores, miedos, la tentación de dejarlo, el peligro de
precipitarse… Un miedo que se manifiesta de dos formas, a la institución por
las represalias en el caso y a los hechos que encubre la propia iglesia, miedo
por los niños. Tres escenas marcan este último miedo: El plano donde Sacha mira
un parque infantil con una iglesia al fondo, donde algo que nunca debería dar miedo
adquiere un nuevo sentido. El pánico que le entra a Matt (Brian d’Arcy James)
al saber que hay un centro para reformar a sacerdotes cerca de su casa y sus hijos.
La tercera es otro plano, Sacha mirando la calle llena de niños y un autobús
infantil cerca de la casa del cura abusador que entrevista brevemente.
Un miedo que se extiende a los afectados y sus familias y
que queda muy bien explicado, unas veces por el puro desconcierto, otras por lo
que es la iglesia para ellos, por su significado. Quedan en una encrucijada
cruel y dolorosa.
“Spotlight” mide y define muy bien sus objetivos y su
denuncia, no pretende ser una apología anticlerical, sino exponer con claridad
cristalina los hechos. No hay complacencia con la iglesia ni un ataque
gratuito, todo está tratado con respeto ejemplar.
Tanto el personaje de Rezendes como el de Sacha, son los
únicos personajes que manifiestan sus dudas y conflictos internos a causa del
caso. A Sacha la veremos ir a misa junto a su creyente abuela, pero luego
manifestará que dejó de hacerlo porque no se veía capaz tras descubrir todo el
asunto. Ella advertirá de que el caso puede afectar en lo personal. Rezendes
dirá que se alejó de la iglesia porque la veía hipócrita, pero que en su fuero
interno creía que volvería a ella en algún momento. Lo expondrán ambos en una
conversación que mantendrán en la terraza de la casa de Sacha. Es lógico que
afecte personalmente, sobre todo cuando se tiene honestidad moral y ética.
“El conocimiento es una cosa, pero la fe… La fe es otra”.
Casi todos los periodistas se declaran católicos, aunque de
relajado catolicismo. La iglesia, por su parte, expondrá los beneficios,
indudables, que da a la sociedad como argumento para ser laxo o flexible con “sus
defectillos”, en un ejemplo mezquino y despreciable que atenta contra lo que debería ser su
guía absoluta, la moral, la integridad y la ética. El ejemplo.
Es duro ver a la abuela de Sacha leyendo el artículo investigado
por su nieta, un bofetón al amor y respeto que siente por esa institución que
encubría maldades injustificables. Cuando una jueza católica falle contra la
iglesia todo se irá aclarando y podrán dar el último paso para publicar todos
los datos.
Hay cierta reiteración narrativa en muchas ideas, un vaivén
que lastra también el ritmo dando vueltas sobre los mismos aspectos. Con todo, en
la parte final se logra cierta emoción, muy tibia, con la escena donde los
teléfonos de “Spotlight” suenan sin parar con llamadas de víctimas de abusos a los
que el artículo liberó de sus miedos y complejos, de sus ataduras, para contar
su testimonio.
“Spotlight” publicó 600 historias sobre abusos desde 2002,
con 249 sacerdotes acusados de abuso sexual en la archidiócesis de
Boston y más de 1000 víctimas. Todo ello provocó la renuncia del Cardenal Law,
que fue trasladado a la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, un importante
puesto... Se han descubierto graves casos de abuso en 206 lugares tras el
escándalo destapado por “Spotlight”. Un hito periodístico.
“Spotlight" es densa, de interiores y diálogos, que si no
logra atraparte con su historia se puede hacer morosa, pero está bien narrada, muy
detallada, contando un hecho tan terrible como apasionante, puro periodismo en
celuloide sin subterfugios de suspense, algo que sí tenía y aprovechaba “Todos
los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), por ejemplo, y sin apenas
drama, lo que termina lastrándola emocionalmente. Es casi un documental de
hechos escandalosos y escabrosos, una necesaria denuncia.
Hay un aspecto sutil que me pareció especialmente interesante
en esta fría y detallista película, y es que en su aséptica ausencia de
sentimentalismo, en la mayoría de las conversaciones que vemos, nunca van al
grano de inmediato, siempre hay varias frases de cortesía antes, cierta
digresión respetuosa, sencillas apelaciones personales, sin profundidad, pero presentes,
lo que normaliza y humaniza, hace tangible, el trabajo periodístico que tan exhaustivamente
retrata la cinta, ese que se nos escapa en los medios, y que matiza la robótica
sensación general.
Esa desesperada huida del sentimentalismo queda verbalizada
en el relato que el personaje interpretado por Michael Keaton hace de su
entrevista con un amigo suyo que recibió abusos. Nosotros vimos dicha
entrevista, pero lo que cuenta Keaton es que su amigo se derrumbó y rompió a
llorar, algo que no vimos, que se nos omitió, precisamente.
La tradición del cine periodístico ha dejado muchas obras
maestras, unas para retratar la mezquindad despiadada y sin escrúpulos de la
profesión, otras para hacer un retrato más global, otras como mero subterfugio
para exponer una realidad social y otras para homenajear una dedicación
imprescindible y necesaria en toda democracia que se precie. La prensa libre.
“Spotlight” correspondería a esta última tendencia, la
reivindicación y utilidad del periodismo como pilar indispensable de la sociedad
para desmantelar y denunciar los desmanes sociales, políticos o de cualquier
tipo.
Son muchas las películas que han reivindicado la profesión
periodística, y muchas de ellas grandes obras cinematográficas, imperecederas.
“Yo creo en ti” (Henry Hathaway, 1947), “La mujer del año” (George Stevens,
1942), “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976), “El cuarto poder” (Richard Brooks, 1952), “Corredor sin retorno” (Samuel Fuller, 1963,
“Mientras Nueva York duerme” (Fritz Lang, 1956), “Philomena” (Stephen Frears,
2013), “Buenas noches y buena suerte” (George Clooney, 2005), “El desafío: Frost contra Nixon” (Ron Howard, 2008), “El dilema” (Michael Mann, 1999)…
Otras, en cambio, han puesto su mirada en sus defectos, en
sus mezquindades, en su lado negativo, morboso, frívolo, despiadado y sin escrúpulos. “El
ojo público” (Howard Franklin, 1992), “Trágica información” (Phil Karlson,
1952), “Sed de escándalo” (Mervyn LeRoy, 1931), “Nightcrawler” (Dan Gilroy,
2014), “Network (Un mundo implacable)” (Sidney Lumet, 1976), “Más dura será la
caída” (Mark Robson, 1956), “Juan Nadie” (Frank Capra, 1941), “Chantaje en
Broadway” (Alexander MacKendrick, 1957), “La dolce vita” (Federico Fellini,
1960), “El gran carnaval” (Billy Wilder, 1951), “Luna nueva” (Howard Hawks,
1940), “Ciudadano Kane” (Orson Welles, 1941)...
También merecen reconocimiento las dedicadas al periodismo
de guerra, del estilo de las estupendas “El año que vivimos peligrosamente”
(Peter Weir, 1983) o “Los gritos del silencio” (Roland Joffé, 1984).
Una película muy detallista y concienzuda esta "Spotlight", que tiene en muchas de sus virtudes también sus peores defectos, esa distancia pretendida para no caer en demagogias o mensajes equívocos, ni en sentimentalismos, que la acaba haciendo excesivamente fría. Lo interesante es la historia en sí, porque Thomas McCarthy no logra hacer apasionante la película. Hay frescura porque la historia es atractiva y las conversaciones no se eternizan, pero todo se mantiene demasiado lineal, sin la garra y emoción necesarias.
Los amagos e insinuaciones acerca de los sentimientos de los personajes resultan vacuos, no aportan nada porque carecen de desarrollo, parecen pegotes repentinos, indecisos, a medio camino. Si la idea era limitarse a “la historia” se debería haber prescindido de esas insinuaciones o elementos personales que se esbozan vaga y ocasionalmente, porque al incluirlos hacen perder coherencia y tampoco logran conmover debido a la global frialdad y concepción de la cinta, a la distancia marcada de inicio en la propuesta. Un difícil equilibrio en un tema tan escabroso y delicado.
Es en ese detallismo donde están las grandes virtudes del film, la precisión y exhaustividad con las que están mostrados los desarrollos de las investigaciones del caso. Investigación profunda, caminos cerrados que obligan a ir hacia atrás y buscar otros nuevos, errores, rectificaciones…
“Spotlight” es una narración casi documentalista, fría y aséptica,
del magnífico trabajo periodístico ganador del Pulitzer, desde finales de 2001
hasta entrado el 2002, que destapó toda la trama pederasta acontecida en Boston
con la condescendencia y ocultación de la mismísima Iglesia Católica, del
equipo “Spotlight” del periódico Boston Globe, una sección sobre casos de
investigación. Basada, por supuesto, en hechos reales.
Una obra que reivindica la profesión periodística, pero que
tiene su problema en el exceso de distancia buscado, lo que hace su narración
tremendamente fría, contada como si fuera un prospecto.
Estilo invisible e inocuo.
Esta frialdad y asepsia también se manifiesta en un estilo
muy documental, sin apenas dramatismo ni elementos cinematográficos o de puesta
en escena reseñables. Todo es rígido, vertebrado en conversaciones, una
fotografía neutra, movimientos de cámara y encuadres muy objetivos en un
pretendido estilo invisible. Hay, con todo, ciertos aspectos interesantes en su
puesta en escena, que en general es académica, convencional, fría y objetiva.
-La primera escena es muy interesante y define el modus
operandi que nuestros protagonistas irán descubriendo. Una escena en una
comisaría donde el director coloca varios personajes inocentes, cándidos,
limpios… Estos son el joven policía y unos niños que han sido víctimas de
abusos. Nada se explicita. Se entiende todo con los mínimos elementos.
Un asunto que se resuelve clandestinamente, incluyendo la
presencia del asistente del fiscal, que pide discreción a la policía ante los
medios y donde un cardenal realiza un sutil chantaje emocional reivindicando
los beneficios de la iglesia a la comunidad. Pelillos a la mar.
Planos de unos niños, un cura hablando, otro, el abusador, al
que vemos fugazmente… No hace falta más. Sacerdotes con bula. Unos sacerdotes que
pasan de ser una imagen positiva a algo turbio, cuervos a la espera de sus víctimas para cometer tropelías protegidos tras su alzacuello y lo que representan.
-Policía 1: Va a ser difícil mantener a los periódicos
alejados de la acusación.
-Policía 2: ¿Qué acusación?
El plano final de la escena es magnífico. Una panorámica
sigue a los sacerdotes que salen de la comisaría, pero se queda con el joven
policía, tras otra panorámica que muestra como se marcha el coche con los
religiosos en su interior, manteniéndose a distancia de éstos.
-Los travellings traseros, siguiendo la espalda de
personajes, es un recurso que aparece en la cinta en varias ocasiones. Lo vemos
al inicio en la comisaría, siguiendo a un policía; también en la redacción del
periódico, tras la escena donde despiden a un periodista que se jubila,
siguiendo a Sacha (Rachel McAdams) y Matt (Brian d’Arcy James). Siguiendo a Baron en la Gala Católica de Caridad. A Matt buscando la casa donde
se aloja a curas pederastas...
De esa forma se muestran los entornos, junto con los planos
generales. Una dirección tremendamente sobria que busca en su asepsia, en los
tonos y la fotografía neutra, en esa frialdad de la que no logra deshacerse,
ejemplificar una filosofía o código moral acerca de lo que debe ser el
periodismo.
También habrá travellings de otros tipos, sobre todo
siguiendo a personajes mientras pasean y dialogan, frontales. Planos largos y
escenas resueltas en un solo plano, como la conversación telefónica de Rezendes
con el psiquiatra en su casa, con la cámara acercándose sutilmente. Hay uno
desde un teléfono cuando el psiquiatra consultado y experto en la materia da
unos datos, un travelling o zoom de retroceso desde el teléfono a plano general. Un
psicoterapeuta ex sacerdote que fue amante de una monja.
Sólo el 50% son célibes, el 6% pederastas, aproximadamente 90
están en Boston…
Otra conversación telefónica entre Rezendes y el
psicoterapeuta termina de forma intrigante, cuando este último parece cortar
repentinamente la comunicación cuando llaman a la puerta del periodista y tras advertirle de que irán a por él a causa de su investigación… pero esto no lleva a
nada.
-Planos generales, semidocumentales en muchos casos, que
muestran la redacción y ejecutan escenas completas, como cuando vemos vagar por
allí a un curioso Mike Rezendes (Mark Ruffalo) al inicio. Planos generales de
situación, que no siempre inician la escena, por ejemplo en la reunión entre
Baron (Liev Schreiber) y Walter “Robby” (Michael Keaton), que lidera al equipo
de “Spotlight", donde debatirán el nuevo método de trabajo y lo contrastarán
con el antiguo.
-Uno de los rasgos de estilo que más llaman la atención,
quizá el único, es el uso del montaje paralelo, que aparece en varias ocasiones
durante el film. En distintos momentos el director toma la decisión de recurrir
al montaje paralelo, insertando una secuencia en medio de otra que está
aconteciendo, sin que quede clara la línea temporal, aunque es de entender que
suceden al mismo tiempo. No hay tanto un sentido simbólico o conceptual como
meramente narrativo.
·Cuando Rezendes (Mark Ruffalo) vaya a hablar con
el abogado Garabedian (Stanley Tucci), lo veremos llegar y esperar, para irnos
a la primera entrevista entre "Robby" (Michael Keaton) y Sacha (Rachel McAdams)
con Macleish (Billy Crudup), y luego volver a Rezendes y su entrevista con el
mencionado Garabedian por fin.
·Hay otro montaje interesante, con dos escenas
distintas donde se habla del caso en entornos lúdicos, en un partido de béisbol,
donde su jefe, Bradlee (John Slattery), amenaza a Rezendes con suspender el
caso, y con “Robby” jugando al golf con su amigo abogado, Jim Sullivan (Jamey
Sheridan), que se ocupó de un asunto de pederastia sobre el padre Barret y el
Cardenal Law (Len Cariou), del cual recibe la callada por respuesta. En este
caso no se trata de un montaje paralelo, sino lineal, pero que tiene en la
peculiaridad del juego su principal interés y paralelismo. En la escena del
golf iremos de planos generales a cortos, en el estilo clásico y sobrio de la
película.
·Las dos entrevistas a víctimas de abusos se
harán en montaje paralelo. Un travelling desde la espalda, rasgo ya resaltado, seguirá a Sacha hasta su entrada en el bar donde tendrá lugar la entrevista con un
chaval tímido e inseguro. Esta escena se irá desarrollando en planos cada vez
más cortos. Sacha planteará una interesante reflexión sobre el lenguaje: Ser lo
más claro posible, no recurrir a eufemismos, no rebajar la crudeza ni suavizar
las cosas. Un duro relato sobre las contradicciones y complejos inevitables de
un niño gay manipulado por su guía que supuestamente le apoya y comprende, el
primero que le dijo que todo estaba bien y era normal… un sacerdote… La
consecuencia: problemas psicológicos, alcoholismo… Por desgracia esta
conversación se divide en dos tramos, esta escena citada y una poco después en
una conversación telefónica, una escisión de guión absurda, ya que podría haberse
ejecutado toda junta… Se intuye un poco cuidado y disimulado intento de dar
dinamismo.
Por otro lado tenemos a Rezendes reunido con Garabedian y
otra víctima de abuso a la que el abogado defiende. La sobriedad también
predomina en esta escena, en estricto plano y contraplano, con ausencia de
música (aunque las notas de Howard Shore en las transiciones son estupendas), que sólo se utiliza en transiciones, para no insinuar cualquier tipo de
sentimentalismo. Estilo documental de entrevista. Hay un añadido dramático, ese
inserto del brazo de la víctima que muestra señales de pinchazos,
explicando su duro pasado.
“Es uno de los afortunados… Todavía está vivo”.
En ambas escenas los planos generales sólo se usan por
necesidad de la puesta en escena (la entrada de un camarero, algún personaje...).
·De la fiesta de la Gala Católica de Caridad a la
entrevista en un restaurante entre Rezendes y Garabedian, de una a la otra y
vuelta en otro montaje paralelo.
·Del juicio al que asiste Rezendes a la reunión
de “Robby”, Sacha y Matt en su despacho en “Spotlight”.
·De Rezendes persiguiendo los documentos públicos
por los juzgados a la entrevista de “Robby” con los miembros de la escuela a la
que perteneció él mismo, su amigo abusado y el cura que lo hizo.
También hay varios montajes dinámicos que funcionan a modo
de transición, siguiendo el trabajo de búsqueda de documentos o con los periodistas
callejeando buscando testimonios. Uno de estos montajes dinámicos siguiendo a
distintos miembros de “Spotlight” es usado irónicamente al ser adornado con un
villancico navideño, es la época… Veremos a Rezendes escuchar a unos niños
cantores, que cantan dicho villancico, en el coro de la iglesia a la vez que
escribe la historia.
-El tratamiento visual al personaje de Marty Baron, que
interpreta Liev Schreiber, es otro de los sutiles y escasos recursos
estilísticos que deja la película. Su presencia es casi una deidad, un espíritu
que maneja los hilos de ese equipo que sacará a la luz un asunto turbio y
bochornoso, denigrante e inmoral, terrible y vomitivo.
Uno de los planos que más me gustan es un travelling que
sigue a “Robby” y Bradlee (John Slattery), con Baron al fondo del pasillo, casi
invisible pero presente, allí sentado, trabajando, el jefe de ambos.
Serán muchos los planos donde lo veremos al fondo del
encuadre, en plano general, en su despacho, como el sostén de toda esa
redacción. Casi no se le ve, pero ahí está. Hay un plano especialmente
llamativo desde el punto de vista visual. Baron en una cafetería tras un
cristal que refleja la salida de los feligreses de una iglesia a la que él mirará
atento. De nuevo la figura beatífica que llega a hacer justicia y exponer la
verdad.