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martes, 20 de noviembre de 2012

Crítica: CORAZONES INDOMABLES (1939) -Última Parte-

JOHN FORD








 Todo son comienzos hasta ahora, una idea metafórica. La narración comienza con una boda, con una nueva vida para los protagonistas que inician su convivencia juntos, presenciamos la construcción del nuevo lugar donde vivirán los colonos y además tendremos el futuro nacimiento del bebé… En este momento todo eso se trunca con el ataque indio, la nueva vida queda interrumpida, la cosecha, el trabajo hecho es destruido y Lana abortará del futuro bebé. De los nacimientos y los inicios pasamos, metafóricamente también, a la interrupción y destrucción de lo creado. La vida y sus circunstancias poniendo a prueba a los pioneros. Aquí, como comenté, Ford  mostrará el espíritu de sacrificio y superación que tanto le gusta. La dificultad de los inicios. El aborto de Lana pareció presagiarse en el sutil gesto del médico al pedir a Colbert que sacara la lengua en una escena anterior.


Lana y Gilbert conversarán frente a las ruinas de sus antiguas posesiones. Los recuerdos, los fetiches (esa porcelana china que vimos al comienzo), los símbolos de lo nuevo que se estaba construyendo, donde se iban afianzando emociones, destruido. Una prueba de fuego para la moral, tanto que Gilbert titubeará, pero encontrará a su lado a una mujer cada vez más fuerte y consciente de su labor y objetivo. Colbert es el icono del nuevo comienzo que deberán emprender todos los colonos. Esta escena frente a las ruinas será rodada por Ford en un solo plano. Puro Ford.




La señora McKlennar (Edna May Oliver). Una mujer de armas tomar, completamente fordiana. Ella será la empleadora del matrimonio tras la desgracia sufrida. A Gilbert, como corresponde al machismo reinante, le perturba que su mujer sea empleada por otros, cada uno tiene su rol. Cederá. La decidida Lana impondrá su criterio. McKlennar dejará claro cuál es su modus operandi, sus principios y su forma de llevar las cosas. Representante del individualismo fordiano.


Hago lo que me da la gana

Esta escena acontecerá también frente a una chimenea, como la que presenciamos al inicio, es un nuevo comienzo. La aceptación del empleo será ante otra chimenea, esta vez apagada, por tercera vez, ésta seguida de la anterior. Esos detalles de Ford tan emotivos.



Ford también tendrá tiempo para la religión, siempre presente en su cine con reverendos de toda condición y que son guía espiritual. Aquí resulta muy divertida la homilía del reverendo Rosenkrantz (Arthur Shields), pasional y encendida que acaba pidiendo soldados para la guerra. Por supuesto Gilbert deberá ir.

La escena de la despedida, esos angustiosos momentos donde el matrimonio se busca desesperadamente con la mirada para conservar un último recuerdo de su pareja, un encuentro visual que no acaba de producirse y en el que Ford nos deja bellísimas estampas románticas con grandes paisajes. Como el último plano de la escena con Colbert, solitaria, en lo alto de la montaña.






Colbert sufrirá en silencio la espera, una mujer dura sobrellevando con estoicismo las dificultades y la inquietud sobre qué pasará con su marido. El regreso de los soldados, una vez más con un cambio de tono en el que todo desde la puesta en escena indica la desgracia y dramatismo de la guerra. Lluvia, heridos por todos lados, la noche, el andar cadencioso, arrastrando los pies, la desesperación de Lana por no encontrar a su marido entre los supervivientes… Todo esto tras asistir a ciertos episodios de humor como digresión para aliviar la tensión, como es costumbre en Ford.

El conflicto visto desde la perspectiva de las mujeres, siempre esperando. El tormento y consecuencias de la guerra queda maravillosamente retratado en el escalofriante relato de un herido Gilbert sobre lo que vio y tuvo que hacer en combate. Un gran alegato antibelicista. Toda esta escena tiene una imaginería realmente tenebrosa, casi terrorífica (la tormenta, la oscuridad, el relato de Fonda, la pierna que se debe amputar al general…).


Como contraste Ford comenzará la siguiente escena de forma opuesta visualmente. Una cortina que se descorre para mostrarnos un paisaje luminoso y soleado. Desde la ventana abrirá el plano para que veamos el panorama repleto de heridos en la casa de McKlennar, pero todo resulta más esperanzador. Ford vuelve a usar la alegoría y los simbolismos para mostrar el cambio de suerte de los personajes. Así la luz del día y la luminosidad, aunque queda contrastada por la muerte del general, significará el renacimiento de la comunidad y de las esperanzas de la pareja protagonista. Los colonos progresan con sus trabajos para establecerse, Gilbert se empieza a recuperar y Lana confesará que vuelve a estar embarazada, un embarazo que en esta ocasión, como cabía esperar, sí llegará a buen puerto.

Me siento como si empezara a vivir de nuevo”.

Yo soy la resurrección y la muerte”.


Vida y muerte como contraste, la muerte del general y el anuncio de un nuevo embarazo. La espera de Gilbert (Henry Fonda), al nacimiento de su hijo vuelve a ser un episodio de entrañable humor con el que distender la tensión de las escenas anteriores y disponernos para encarar el final. Tiernos momentos.



He hablado del costumbrismo y la vida cotidiana en las películas de Ford, un aspecto imprescindible de su cine. A Ford le encanta mostrar a sus personajes en sus momentos de trabajo u ocio, disfrutando, esos tiempos muertos que muchas veces no vemos en las películas. Esto le ayuda a definir y matizar más aún a sus personajes de forma que puede examinarlos no ya en sus momentos de tensión sino en los de distensión. Son pequeñas digresiones, generalmente, en tono de humor, anticlimáticas, para aliviar tensiones o prepararnos para ellas. En este sentido tendremos la escena de la fiesta donde los colonos bailan y festejan en perfecta camaradería. Ahora es época de nacimientos, buenas cosechas, victoria en la guerra…


Ford, como el más grande maestro que es, se adapta a la perfección a las novedades y las innovaciones, que ha capitaneado en muchas ocasiones, así la fotografía a color y las bellísimas estampas, donde saca todo el partido pictórico, son otros de los alicientes que tiene la cinta.

Antes del clímax final, de la batalla que sumergirá a la narración en el más puro cine de aventuras, tendremos otra de escena de humor. El ataque de dos indios a la casa de la terca señora McKlennar. Una escena que mezcla tonos de una forma francamente ejemplar, es el inicio que desencadenará la batalla final y, en cambio, está tratado como si de una comedia se tratara, con dos indios que pretenden quemar la casa de la señora McKlennar y a los que ésta encomienda a sacar su cama de su habitación antes de que hagan lo que vayan a hacer… con ella encima. Fonda verá la casa quemándose desde la lejanía en unos magníficos planos generales.


La señora McKlennar, que se añade a la narración bien entrada la misma, pasa por ser uno de los mejores personajes de la cinta. Su muerte es uno de los momentos más emotivos, donde mostrará toda su generosidad. El reverendo Rosenkrantz motivará, con su intensidad habitual, a los soldados antes de la batalla, aquí Ford nos deleitará con más grandes planos generales y movimientos de masas. Una gran puesta en escena. La batalla, la defensa del fuerte de los ataques indios e ingleses, dejará momentos épicos de altura, de aventura y de gran dramatismo. Uno de los más destacados es la muerte de Joe, al que el reverendo evita morir incinerado vivo con un tiro de gracia.


Una de las escenas más recordadas y destacadas de la cinta es la heroica carrera de Fonda, contrarreloj, perseguido por tres indios. Una espléndida escena de aventuras, épica, y donde Ford se recrea con unos espectaculares paisajes naturales. Un auténtico maratón.

El clímax final en el fuerte es bastante bueno, con un grandísimo número de extras, multitudinario, aunque algo confuso y acelerado en su resolución. Contiene momentos de buen suspense, como el ataque que sufre Lana de un indio y del que no sabremos el resultado hasta el final. Como el gran maestro que es Ford usará un objeto y una elipsis para hacernos saber qué ocurrió con Caldwell, el desdibujado John Carradine. Lo hará a través de Blue Back, que se pondrá el parche del inglés como trofeo. Un detalle genial.


La bandera de la Unión se alza ante los allí presentes, sus trece barras y sus trece estrellas tras la rendición de Cornualles. Plano de orgullo patriótico exaltado por Ford. Cosas así le valieron al maestro ser tachado de fascista y cosas por el estilo…

La tenacidad de los pioneros, la voluntad de no rendirse jamás como filosofía y pilares de la nación naciente, admirados por Ford, sus valores fundamentales simbolizados en la pareja de Colbert y Fonda, que reemprenden la construcción de su mundo, sin desfallecer, de nuevo al final. Paralelismo con la creación de esa nueva nación.




Como curiosidad comentaré que secuencias enteras de esta película fueron insertadas en el montaje de Mohawk (Kurt Neumann, 1956), y algunos planos se usaron en “Las aventuras de Buffallo Bill" (William A. Wellman, 1944).


Adaptación de la novela de Walter D. Edmonds.

Sin ser una de las grandes obras de John Ford, es un más que apreciable trabajo que no decepcionará a los grandes cinéfilos.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Crítica: CORAZONES INDOMABLES (1939) -Parte 1/2-

JOHN FORD










John Ford, posiblemente el director más grande que ha dado el cine por repercusión, influencia, innovación… y principal referente del estilo clásico, el estilo paradigmático y más completo del cine, plenamente vigente, nos regala su primer título a color. Una obra muy correcta, lejos de sus grandes títulos, pero repleta de talento.

Un western ambientado en la Guerra de la independencia americana (1775-1783), en 1776, el western cronológicamente ambientado más primitivo de Ford. Un marco perfecto para que el director siga desarrollando su viaje por la historia americana. Aquí nos muestra las vicisitudes y dificultades, la lucha sin cuartel, de un matrimonio de pioneros, los que gestaron la nación. Esto le servirá para hacer una apasionada defensa patriótica, al carácter de aquellos pioneros y a su bandera. Una oda a la colonización y los valores tradicionales, como siempre en Ford.



En la cinta se pueden apreciar casi todas las constantes del director, que iré desgranando.


La primera secuencia, la de la boda, define perfectamente el preciso, depurado y clásico estilo de Ford. Varias posiciones de cámara, ni un solo movimiento de la misma, encuadres absolutamente perfectos, sin saltos de eje, mostrando lo necesario en cada momento para sacar el máximo partido a todas las reacciones y situaciones. Así, un plano detalle del ramo de flores que sostiene la novia, Claudette Colbert, se abrirá para mostrar el contexto de la situación, la boda. Ese travelling de retroceso es el único movimiento que tiene la escena. Planos generales que engloban a los novios, el reverendo, los familiares y asistentes, se mezclan con primeros planos de los novios al dar su consentimiento, el perfecto uso del primer plano para un momento esencial. Veremos un plano general frontal donde se encuadrará a los padrinos para que veamos su situación y su reacción ante los acontecimientos, un plano en el que se omite a los niños que están presentes frente a ellos y que veremos en un plano posterior, como si ese momento fuera desde su punto de vista. La boda transcurre en el este, en Nueva York.




Ford, aparte de su talento visual, conceptual y para las emociones… bueno para todo, es un fino observador de lo que le rodea, así se aprecia en el cuidado a sus personajes y sus comportamientos, como la timidez de los novios al iniciar su andadura como pareja.

La película presenta algunos defectos, una narración algo deshilvanada, en exceso episódica, y que no acaba de hacer confluir los sucesos históricos con las peripecias personales de los personajes. Falta algo de desarrollo o exposición del contexto histórico en el que se engloba la historia de los protagonistas (aunque bien es cierto que Ford no pretende hacer un fresco histórico, sino un homenaje). Es decir, les ocurren cosas por la guerra pero no se trata ni se explica qué provoca todos esos conflictos. Ford apuesta por el tono de western y aventura, así como por el retrato íntimo y costumbrista de esos colonos, pero la narración parece pedir algo más de profundidad. Esto se hace especialmente patente con el personaje de John Carradine, sin ningún tipo de desarrollo. Desde su presentación lo vemos misterioso y parece encarnar al antagonista, como así es, pero lo único que vemos de él es que se la tiene jurada al grupo de colonos liderados por Fonda sin más. Dice apenas tres frases sin trascendencia. Un maniqueísmo que hace cojear la película un tanto desde ese punto de vista. No hay una confrontación de motivaciones. Esto puede dar cierta sensación de que no es del todo compacta.



Por el contrario, uno de los aspectos más notables de la cinta es la evolución y desarrollo del personaje femenino protagonizado por Claudette Colbert. Un retrato de mujer típicamente fordiano. Fuerte, decidida, tan dulce como dura, capaz de soportar con total entereza las desgracias que sobrevengan, que puede curar y cuidar a su marido de la misma forma que hacer frente a cualquiera que amenace a los suyos rifle en mano. Un personaje que evoluciona desde su rechazo a su nueva vida por estar acostumbra a las comodidades a, tenazmente, ir adaptándose a ella, una vida mucho más modesta, y convertirse en una dura y tierna mujer del oeste. Un gran trabajo de guión y dirección. En la escena donde se encuentran con el misterioso hombre del parche, John Carradine, la mujer expresará sus pensamientos amorosos, que nada tienen que ver con la política, previos a lo verdaderamente importante, su noche de bodas.



En esa defensa por los valores tradicionales e intentando huir en cierta medida del maniqueísmo, Ford nos presentará a un fiel indio cristianizado, Blue Back (Chief John Big Tree), que aunque asustará a Lana (Colbert) e incluso aconseje zurrarla al bueno de Gilbert (Fonda), será un aliado en todo momento. La escena donde facilita un palo a Fonda para que dé buena cuenta de él con su mujer es muy divertida. Este uso del humor como contrapunto, como distensión, cambiando tonos, es uno de los rasgos característicos de Ford. El ataque de histeria que sufre Lana, y los intentos de consolarla y hacerla entrar en razón de Gilbert, que le hará desear volver a Nueva York, está rodado en un solo plano a la espalda de ambos de inicio, muy clásico de Ford, tan solo habrá un inserto del indio en su regreso.


Fonda es el clásico héroe fordiano, fuerte, decidido, un pionero abriéndose paso y camino por lo desconocido, abriendo nuevas vías, creando… y para ello tendrá a su lado a una mujer fuerte, que le dará aliento incluso cuando él mismo dude.

Aparte de la épica, Ford siempre se interesará, en otro de sus rasgos característicos, por la vida cotidiana y el costumbrismo de los entornos en los que se fija. Así veremos cómo es la vida en el fuerte, en el interior de las casas de esos pioneros, nos introduciremos en sus fiestas, sus rutinas, su trabajo… Uno de los grandes aciertos de Ford en la cinta... y en todas sus películas. En el fuerte conoceremos a Adam Hartman entre otros, interpretado por un imprescindible del cine de Ford, Ward Bond, fijo de su compañía.



Allí tendremos más ejemplos del uso del humor como distensión, como anticlímax. Lo cotidiano y costumbrista toman el protagonismo de la narración, nuestros protagonistas entablando relaciones sociales, darán a conocer que esperan un bebé para jolgorio de los presentes. Ese momento está magníficamente rodado por Ford, como es costumbre. De los planos más cortos con la confesión a otro general perfectamente encuadrado y moviendo a los personajes en él con precisión y naturalidad. La perfecta puesta en escena fordiana.

En el fuerte se marcarán las pautas para defender sus territorios, lograr la independencia en lucha contra los ingleses y los indios que éstos han convencido. La lucha de Nueva York y las 12 colonias por la independencia.


De la organización militar pasamos a la laboral y vital. Los colonos trabajando en completa colaboración y camaradería. La reivindicación de Ford a esos pioneros y su valentía sigue su curso. Aquí el director se recreará en ese gusto por el detalle y análisis costumbrista, por ejemplo veremos las envidias que genera la chica del este, Lana, en otras que procuran presumir de sus tesoros ante ella. En las escenas de labor Ford nos deleitará con su espléndida puesta en escena, repleta de figurantes y extras haciendo el trabajo de colonos, construyendo un nuevo mundo. Nuevo mundo que será atacado por los indios comandados por Caldwell, el maléfico John Carradine. Atacado y destruido. Todo lo construido y los progresos hechos tirados por tierra por los indios y los ingleses. Aquí es donde se pondrá a prueba el carácter de los pioneros, eso que tanto le gusta mostrar a Ford, con la buena de Lana liderando moralmente al grupo. Es el inicio de una batalla.




Los cambios de tono de Ford son legendarios, del drama al humor o de la acción al drama. La llegada al fuerte tras la persecución a los indios que atacaron su poblado será rodada con una iluminación apagada, nocturna, hasta los movimientos de los actores están acorde.