Frank Oz, un director que siempre ha apostado por la
comedia, nos regala una de sus mejores obras con esta comedia negra
tremendamente inspirada. Una estupenda y divertidísima cinta en la que Frank Oz demuestra,
una vez más, su talento para el slapstick.
La muerte del padre de una familia inglesa reúne a los hijos
y demás familiares. Poco a poco irán apareciendo secretos y personajes de una
doble vida bastante inesperada del difunto, a la par que rencillas familiares.
Muchos de los actores cómicos americanos más reconocidos han
trabajado con Frank Oz. Ahí tenemos a Steve Martin, al que vimos en un
memorable papel secundario en una de las joyas del director “La pequeña tienda
de los horrores” (1986), y que ha trabajado en multitud de ocasiones con él,
“Un par de seductores” (1988) junto a Michael Caine, “Esposa por sorpresa”(1992) o “Bowfinger, el pícaro” (1999) junto
a Eddie Murphy. Bill Murray protagonizó junto a Richard Dreyfuss “¿Qué pasa con
Bob?”, película que me desquicia por momentos, y Kevin Kline protagonizó la
exitosa y divertida “In & Out” (1997).
Oz ha tocado otros palos con títulos como “The Score” (2001),
un thriller, o “La llave mágica” (1995), una fantasía infantil.
Oz usa todos los recursos disponibles para la comedia, donde
prima el gag y las situaciones rocambolescas más que los diálogos ingeniosos.
Un humor negro que toca todos los palos, desde bromas sexuales, escatológicas,
drogadictas y numerosos gags visuales, sacando todo el partido a las
situaciones planteadas, que son muchas y realmente divertidas.
Totalmente alocada se disfruta desde el mismo inicio con las
partes más sutiles, con las dialogadas y con las de peor gusto, todas son
divertidísimas. Un humor negro sano y sin complejos, una gratísima sorpresa en
el mundo de las comedias que muy a menudo suelen decepcionar en estos tiempos
que corren. Con un subtexto más profundo y soterrado de lo que parece, como en
las buenas comedias, los gags son lo verdaderamente importante y todos funcionan.
Incorrecta, gamberra y sofisticada a la vez. Los actores, poco conocidos y que
transmiten elegancia y dignidad, acaban siendo un acierto más de la cinta.
La primera escena, con la confusión del ataúd para el
funeral, marca ya el tono. Una mezcla de seriedad y surrealismo que acaba por
convertirse en un tremendo acierto. El tono solemne del funeral queda tirado por
los suelos con el gag de la confusión.
Esta producción británica se beneficia de las acertadísimas
interpretaciones de sus actores, con Matthew Macfadyen a la cabeza. Él
interpreta al sobrio hijo del difunto y su seriedad contrasta con la locura que le
rodea, algo que vertebra esta comedia y es el gran acierto de la misma.
Alan Tudyk, como Simon, se lleva buena parte del lucimiento.
Son innumerables las situaciones cómicas que un drogado en un funeral puede
crear y Oz le saca el máximo partido.
Enanos y chantajes sexuales, bromas con paralíticos y su
necesidad de ir al baño, resurrecciones repentinas… De todo hay en esta
magnífica comedia.
Ver la reacción del escrupuloso y aprensivo Andy Nyman, que
interpreta a Howard, al ver que tiene excrementos en la cara o al enano (Peter
Dinklage) saltando en un clímax de felicidad sin límites en el sofá tras
haberse tomado unas pastillas de ácido, provocan la carcajada generalizada.
Son gran cantidad los momentos que hay para enmarcar dentro
de la comedia alocada, una de las comedias de las que se puede decir que hacen
gracia, y para ello no tiene complejos en recurrir a lo que sea.
Dentro de todo este humor negro Oz reflexiona sobre los
convencionalismos, el poder de las apariencias y su inutilidad, los prejuicios
y cómo la defensa de lo supuestamente correcto es absurda, sobre todo cuando
por su protección se acaban haciendo auténticas burradas bastante más censurables.
Ideas básicas muy bien tratadas y desarrolladas que permiten pasar un rato
tremendamente divertido.
El guión y los enredos están perfectamente creados. La
dirección de Oz es magnífica, sabiendo poner en escena a la perfección para
potenciar sus gags, desarrollarlos para que el clímax de cada uno resulte lo
más efectivo posible. Detalles tan sencillos como mostrarnos a un personaje,
Howard, tremendamente aprensivo, pasándolo mal por tocar cualquier cosa en una
situación donde debe acabar llevando a un abuelo en silla de ruedas al baño
para allí mancharse a base de bien, es el perfecto ejemplo de cómo planificar,
desarrollar y terminar un gag por todo lo alto. Si esa mancha en su cara fuera
a otro personaje no tendría el mismo efecto. Su uso del segundo plano a través
de notables encuadres es de lo más brillante de la puesta en escena.
De igual manera la resurrección de Peter, el enano, es una
auténtica genialidad, que no por esperada resulta menos efectiva.
Grandísimo guión y dirección.
Todos los personajes son mezquinos, tienen tantos defectos
como virtudes, gente de valores estrictos y demasiados prejuicios haciendo
barbaridades. Chantajes, sobornos, celos, mezquindades, mentiras, enanos
homosexuales, ocultaciones de muertes… Lo más negro de la naturaleza humana,
que como en toda buena comedia se saca de forma divertida y con humor muy negro
también.
“Un funeral de muerte” es una apología en contra de la normalidad,
de la formalidad, de las apariencias etc. cuando son utilizadas de forma inútil.
Aquí son totalmente pervertidas con oscuros secretos, dobles vidas y
caracteres desconocidos.
Neil LaBute hizo un remake americano en 2010 totalmente
prescindible.
Si buscas una comedia actual con esta seguro pasarás un buen
rato. Si no te ríes en algún momento seguramente tendrás una depresión grave…