Su rostro es puro cine estoico, recio, atractivo, pero esto
es casi lo de menos, aunque sea lo más conocido. Huele a viejo oeste, a vaca, a
arena, a cosecha y ganado.
Su afilado rostro enmarca una mirada que parece albergar
pozos de sabiduría reacia a las palabras, como si los silencios hablaran por él.
Un rostro que le permitía interpretar villanos o personajes solitarios y huraños, esos
héroes a los que se les escapa a duras penas la bondad por las hendiduras de
sus pétreos semblantes.
Un secundario de lujo que también lució en roles
protagónicos hasta convertirse en un fijo de nuestras pantallas, donde siempre
parecía tener un pie plantado en el oeste, digno heredero de los duros del
western, género en el que hubiera vivido a gusto, no en balde es un insigne representante
del neo western.
Sam Shepard era un hombre renacentista, talentoso en
variadas disciplinas, hasta el punto de ser considerado uno de los grandes
dramaturgos de la escena americana, lo que le llevó a conseguir el Pulitzer con
su obra “Buried child” con 36 años, aparte de estar nominado más veces, que se
dice pronto. Escribió más 40 obras de teatro, aparte de poesía y narrativa.
Tras Tennessee Williams es, posiblemente, el dramaturgo más
influyente y reputado de los últimos tiempos en Estados Unidos.
Fue escritor, guionista, actor, director, músico, tocó la batería, se
codeó con Bob Dylan y alcanzó la gloria en casi todas esas disciplinas.
Era un tipo guapo, misterioso, que prefería mirar y callar,
al que le incomodaba tener que abrir la boca si podía plasmar lo que sentía en
unas hojas. Conocido fue su noviazgo con Patti Smith, junto a la que parió “Cowboy
Mouth”, o con Jessica Lange, con la que estuvo durante tres décadas y tuvo dos
hijos tras conocerla en el rodaje de “Frances”, que se suman al de su relación
con su esposa O-Lan Jones.
Tremendamente familiar, apegado a sus raíces, era el mayor
de tres hermanos, pero vio como todo eso se venía abajo por el alcoholismo de
su padre. Aquella época en la que su padre, un militar que también enseñaba
español, cayó en el abismo, le marcó sobremanera durante su estancia en una
granja californiana donde disfrutaba de los rodeos y los caballos, hasta el
punto de definir muchas de sus claves en su obra literaria posterior.
Aquel tormento le hizo virar en sus intereses e inquietudes.
Salió a relucir un incipiente gusto por lo creativo, por lo artístico, que siempre
fue ligado a la escritura y la actuación, que compaginó desde sus inicios. Una
vocación arraigada y que le sirvió para catalizar lo bueno y lo malo de su vida
en la infancia y adolescencia. Se sumergió en el mundo del Pop, de los
beatnicks, del jazz y de las drogas, del mundo alternativo y el teatro ajeno al
circuito comercial... Un perfecto caldo de cultivo que también se apreciará en su
posterior obra.
Considerado uno de los autores teatrales más influyentes de su
generación, con obras que se estrenan continuamente en Broadway, en el circuito
alternativo y en todos los grandes teatros estadounidenses, Shepard comenzó a
entrar más en el mundo del cine, tanto como guionista como en su faceta
actoral, participando en obras de culto que deben mucho a su autoría y labor,
como “París, Texas” (Wim Wenders, 1984), para la que escribió el guión basándose
en sus “Crónicas de motel”.
El absurdo, la ironía, la sátira descarnada, el estoicismo y
arraigo a la tierra, la familia y sus conflictos, los sueños abandonados o
triturados, las soledades, el nuevo oeste no tan nuevo, los perdedores sin
norte, seres arrastrados y zarandeados por los grandes ideales, los mitos, las
leyendas que componen el universo americano, hasta aparecer desvalidos y
desprovistos de aquellos sueños en los descarnados y depauperados entornos en
los que los acoge en sus obras, retratan lo cotidiano del oeste americano en la
actualidad, en una casi imposible mezcla entre Beckett, autor de gran influencia
para Shepard, un poco de Carver y la tradición americana… entre otros cientos
de cosas.
Su prestigio fue gracias a la escritura, en especial a sus
obras teatrales, por lo que no fue hasta los 80 cuando la trayectoria cinematográfica
de Shepard comenzó a emerger de verdad.
En el cine empezó en los 60, como guionista, pero no fue
hasta finales de los 70 cuando comenzó a aparecer en pantalla, primero en “Renaldo
y Clara”, documental dirigido por Bob Dylan, nada más y nada menos, y luego en “Días
del Cielo”, la prestigiosa cinta de Terrence Malik, muy en línea con el universo
Shepard, ambas de 1978.
Luego llegaron “Frances” (Graeme Clifford, 1982); “Elegidos
para la gloria” (Philip Kaufman, 1983), por la que fue nominado al Oscar; “Locos
por amor” (Robert Altman, 1985); “Magnolias de acero” (Herbert Ross, 1989); “El
informe pelícano” (Alan J. Pakula, 1993); “Mi única emoción” (Peter Masterson,
1997); “Mientras nieva sobre los cedros” (Scott Hicks, 1999); “Hamlet” (Michael
Amereyda, 1999), dos títulos seguidos junto a Ethan Hawke; “El juramento” (Sean
Penn, 2001); “Operación Swordfish” (Dominic Sena, 2001); “Black Hawk derribado”
(Ridley Scott, 2001); “El diario de Noa” (Nick Cassavetes, 2004); “Llamando a las
puertas del cielo” (Wim Wenders, 2005); “El asesinato de Jesse James por el
cobarde Robert Ford” (Andrew Dominik, 2007); “Hermanos” (Jim Sheridan, 2009); “Caza
a la espía” (Doug Liman, 2010)… Nuestro paisano Mateo Gil lo dirigió en “Blackthorn.
Sin destino” en 2011. “Mud” (Jeff Nichols, 2012); “Out of the Furnace” (Scott
Cooper, 2013); “Agosto” (John Wells, 2013); “Frío en julio” (Jim Mickle, 2014)
entre otras muchas, sirven de resumen de su obra.
Incluso dirigió un par de películas con guiones propios: el drama familiar "Norte lejano" (1988), protagonizada por Jessica Lange, por supuesto, y "Lengua silenciosa" (1994), un western... Es decir, apegado a sus temáticas.
Se nos hace muy pronto que nos abandonara con tan solo 73
años, pero las complicaciones en su esclerosis lateral amiotrófica, la
enfermedad de Lou Gehrig, que padecía hace tiempo, no tuvieron piedad. Lo que
tengo claro es que con seguridad miró a la muerte con ese rostro suyo serio y
duro, para hacerla entender, sin mediar palabra, que ella no tenía nada que
enseñarle.
Nuestro tributo a un grande. Descanse en paz.
Qué gran panegírico.
ResponderEliminarPor cierto, debo decir q pondria tambien como referente d dramaturgo influyente y respetado a Arthur Miller…
Gracias por este trabajo.
Está escrito con una elegancia y sobriedad encomiable.
Muy cierto! Un olvido lamentable por mi parte, Miller también es de los incontestables.
EliminarMuchas gracias por el añadido y por tus palabras, como siempre, Reina.