“Es la opinión pública quien gana una guerra”. Comandante Dwight Eisenhower.
Los
periodistas de guerra, sus motivaciones, su mirada sobre el mundo, los efectos
de ese trabajo en sus vidas, LA verdad, SU verdad, la lealtad, el futuro, las
decisiones…De todo esto y mucho más es de lo que trata esta espléndida
adaptación de la obra del dramaturgo Donald Margulies (Brooklyn, Nueva York,
Estados Unidos, 1954) que se estrenó por primera vez en 2009.
La forma
La obra
narra el regreso forzoso de una fotógrafa de guerra de prestigio, Sarah
Goodwill (Clara Segura), y de su pareja, en la vida y la profesión, James Dodd
(David Selvas), que ha ido a buscarla después de haber sido herida de gravedad
en Irak, y lo que el obligado parón profesional trae en cuanto a secuelas
emocionales, reflexiones y futuro de ambos, como pareja y como individuos, en
un año de “tregua”, un tiempo que comparten con su amigo y jefe, el editor
Richard Ehrlich (Ramón Madaula), quien tiene en Mandy Bloom (Mima Riera) su
nueva y jovencísima acompañante.
Y es
que, una vez los protagonistas se asientan en la seguridad de su sofisticado
apartamento de Brooklyn para que Sarah realice su convalecencia, lejos de los
azares terribles de los episodios de guerra que han debido cubrir, surge un
conflicto vital en su seguro entorno de paz, pero completamente
desestabilizador para la pareja, que deberán resolver: su futuro, su proyecto
de vida, su vida y su profesión.
Mientras
Sarah se recupera, con discusiones de pareja (James descubre que el ayudante,
traductor, el “helper” local que murió en el accidente y que les acompañaba en
su cometido, era algo más que un colaborador para Sarah) y reconciliaciones
(que llegan a cristalizar en su boda) donde se trasluce (es digno de reseñarse)
una gran lealtad y un amor que va más allá del sexo (buen sexo que la
adrenalina de los conflictos propicia), entra en escena su viejo amigo y
editor, Richard, quien trae el proyecto de un libro con material fotográfico. Con
él llega Mandy, una “novieta” que podría ser su hija, naïf, encantadoramente
inocente, quien aportará el contrapunto a la similar mirada sobre el mundo y su
profesión que tienen Sarah, James y Richard. Lo plantea con actitud inocente y “frívolo”
realismo con sus preguntas: ¿por qué centrar las fotografías sólo en el horror?
¿No es igualmente lícito querer un mundo seguro, un futuro en construcción y no
destruido, fijarse en lo bello?
El
tiempo y la reflexión llevan a la toma de decisiones. Separarán a la pareja,
profesional y personalmente. Sarah que vuelve a primera línea, James que
trabajará en “retaguardia”, siempre leales en sus afectos, no obstante.
Llevarán a la otra pareja de la obra, Richard y Mandy, a “lanzarse a la
aventura” de ser padres, pese a la diferencia de edad. Y en todas las posturas
hay una verdad, una razón y un acierto.
…y el fondo
Uno de
los nudos de la obra reside en el dar respuesta al futuro y sus
contradicciones, tras un momento dramático que obliga a detenerse. Los
personajes protagonistas deben decidir qué hacer de ahora en adelante ¿Seguir
siendo fotógrafo de conflicto? Porque… ¿Quién es el fotógrafo de guerra en
realidad? ¿Por qué se elige fotografiar el horror? ¿Qué motiva a jugarse el tipo
por obtener fotos de un conflicto? ¿Ego? ¿Compasión? ¿Compromiso? ¿Es lícito
invadir de esa manera y sin pedir permiso a las personas que sufren para
fijarlas en una imagen? ¿Es lícito fotografiar sin intervenir? ¿Es lícito querer
bajarse de ese carro y ser sólo una sombra de esta especie de halo de “héroe”
moderno que parece tener un periodista de guerra y vivir una cotidianidad más
resuelta y tranquila? ¿Es instalarse en la frivolidad y el desapego?
La obra
no da respuestas a unas preguntas que aparecen, inevitablemente, cuando
reflexionamos sobre el periodismo de guerra (y que están presentes, por
ejemplo, en "Territorio Comanche", la obra más cercana a la biografía personal de
Arturo Pérez-Reverte en su época de reportero de conflictos para Televisión
Española); más bien deja abiertos grandes interrogantes, evidencia
contradicciones vitales a resolver, y eso es lo que la hace especialmente vibrante
en cuanto a contenido, porque obliga al espectador a darle una vuelta a sus
propios planteamientos al respecto. A mirar de frente las contradicciones, a
tomar partido.
Valoración
La
Villaroel es una sala genial, envolvente, en la que cualquier puesta en escena
resulta tan cercana que te “salpica” con los postulados de los trabajos que se
presentan allí. Nos pasa cada buena vez que tenemos la suerte de ver un
montaje.
Si a esto unimos el gran trabajo técnico
(escenografía, iluminación, sonido impecables y llenos de momentos marcados, sutiles -en las introspecciones de Sarah, señalando con canciones el paso
de tiempo-, o estruendosos –el recuerdo de los bombardeos, estallidos, ráfagas-),
además de una interpretación estupenda, bien declamada, con sus silencios, sus
momentos de humor, el sentimiento bien medido del texto (genial Selvas, sutil
Segura, seguro Madaula y entrañable Riera), la experiencia es altamente
gratificante. Y te deja con ganas de más.
En un
mundo en el que los conflictos, por desgracia, no dejan de sucederse y en el
que el periodista ha sufrido una evolución en su papel (del independiente al
“embedded”), siempre con el riesgo de jugarse la vida, los planteamientos de La
Treva son muy interesantes y de actualidad.
FICHA TÉCNICA
La
Treva (Time Stand Still) de Donald Margulies (Traducción al catalán de Cristina
Genebat)
Dirección: Julio Manrique
Intérpretes: Clara Segura (Sarah Goodwill), David Selvas
(James Dodd), Ramón Madaula (Richard Ehrlich), Mina Riera (Mandy Bloom).
Sala: La Villaroel; primera función 25 octubre
2016
Producción: La Brutal, La Villaroel.
@MENUDAREINA
No hay comentarios:
Publicar un comentario