Un pequeño clásico de culto ochentero y juvenil de la mano
de Spielberg que se ha convertido en referente ineludible del cine de aventuras, y una de las grandes películas dedicadas al gran detective Sherlock Holmes, creado por Sir Arthur Conan Doyle.
Un relato original, inspirado en las esencias de las novelas
de Sherlock Holmes escritas por Sir Arthur Conan Doyle, pero sin tener que ver
con ninguna de ellas. No tuvo el éxito esperado, sobre todo en América, pero ya
es un indiscutible título de culto.
“El secreto de la pirámide” es un nuevo ejemplo de esa
magia, esa atmósfera, ese mimo y ese aura especial que tenían las películas
ochenteras cuando se zambullían en los relatos de aventuras juveniles, que
aunaban la innovación de los nuevos tiempos con las esencias clásicas, efluvios de ambos mundos que se mezclaban y
daban la mano de forma fascinante y maravillosa, algo que en la actualidad, de
verse, lo hace con cuenta gotas. Y lo lograban sin extenderse en infinitas
secuelas ni producciones de varias horas. Esto se le debe en gran medida a ese
gigante que es Steven Spielberg, posiblemente el mejor creador moderno.
Y ese mimo se aprecia ya en la primera secuencia, esa que
marca el tono y que atrapa al espectador para la causa, donde se juega con el
misterio con toques fantásticos. Una brillante dirección de Barry Levinson que
logra una atmósfera perfecta, sensacional, alargando el momento del clímax de
la secuencia y poniendo al servicio de la misma todo lo que tiene a su
disposición, desde la fotografía hasta los efectos especiales pasando por las
inclinaciones de cámara.
Así, una sombra misteriosa, presagio de muerte, sigue en un
ambiente invernal y nevoso, perfectamente recreado, a un distinguido caballero que va a cenar
y al que alcanzará con un pequeño dardo venenoso que le hace ver visiones. Un faisán que vuelve a la vida recordando al Lynch de “Cabeza borradora” (1977). El caballero saldrá atemorizado del restaurante, momento en el que Levinson recurre
a marcadas inclinaciones de cámara que retratan la perturbación del personaje y
la tensión del momento, angulaciones crispadas al estilo Welles que siguen al hombre hasta su casa. Allí volverán las visiones hasta llevarle al suicidio
lanzándose por la ventana…. Cuando una película empieza así, la cosa promete.
En las alucinaciones se manifiestan los tormentos y
complejos más ocultos, con una imaginería terrorífica y expresionista, donde
destaca el momento con Holmes, acusado por su padre de provocar los llantos de su madre.
Una presentación excelente. Holmes (Nicholas Rowe) deleitará
a Watson con sus dotes de deducción, pero su carácter, juvenil, dista en
ciertos aspectos del que conocemos. Es visceral y pasional, algo que poco tiene
que ver con el cerebral y frío Holmes de la edad adulta. Ese pronto donde, tras
tres días de práctica, casi le lleva a casi destrozar su violín, es uno de esos
gestos y elementos sutiles que hacen grande esta cinta. También observaremos su
vehemencia, su enamoramiento y sus dudas y miedos, y como poco a poco va
superándose a sí mismo y asumiendo las enseñanzas de los que le rodean, además
de verse intensamente afectado por los hechos que acontecen, especialmente
desde lo personal.
Columbus manifestó que quería explorar el porqué Holmes se
hizo tan frío y calculador, cómo había llegado a ser así, porqué acabó pasando
solo el resto de su vida. El guionista y director explicó que ese fue el motivo
de retratarlo tan pasional, tan emocional, tan controlado por sus pasiones,
enamorado del que será el amor de su vida… En lo que aquí ocurre Columbus
encuentra la explicación de lo que sería más tarde.
Un Columbus que crea en esta película lo que pudo ser un
antecedente en estilo y forma de los Harry Potter de J. K Rowling, que él mismo
llevó al cine en las dos primeras entregas de la saga del joven mago, aunque
en esos casos desde la dirección, no desde el guión como aquí.
Las similitudes con Harry Potter son tremendas. El aspecto
de Watson con esas gafas, su timidez y su bufanda remiten al propio Harry; el colegio,
con esos pasillos y comedores, esos decorados, nos remiten a Hogwarts; los
duelos, donde las varitas sustituyen a las espadas o el niño malvado y albino,
Draco Malfoy-Dudley (aquí convertido en albino por un truco de Holmes); el trío de chicos
aventureros, donde dos son chicos y la tercera es una chica; el grupo de
profesores, las alucinaciones que parecen trucos de magia...
Levinson, que tuvo sus momentos de gloria, rueda de manera
notable, con planos largos y sin cortes salvo cuando es necesario, tarea que
seguro aprendió del aquí productor ejecutivo, Steven Spielberg. Eso sí, en
manos del genio de Ohio esto podría haber sido aún más grande. “El mejor”
(1984), "Good morning, Vietnam” (1987), “Rain man” (1988), “Bugsy” (1991),
“Acoso” (1994), “Sleepers” (1996), “La
cortina de humo” (1997), “Esfera” (1998)… son algunos de los títulos de
Levinson más exitosos.
La señora Dribb (Susan Fleetwood) será ese misterioso
encapuchado, la principal asesina del “Rametep”, y además hermana menor de
Rathe. Todo queda en familia.
Columbus juega en el guión con la idea de iniciación y
germen, mostrando de donde proceden tantas y tantas características
definitorias de estos personajes inmortales. La frase “Elemental, querido
Watson”, que Holmes roba del profesor Waxflatter, ya que éste se lo decía a él: “elemental,
querido Holmes, elemental”. Una frase que en realidad no aparece en los libros
de Sherlock Holmes. Sus primeras discusiones con Lestrade; su característica
indumentaria, primero la gorra, luego la pipa, que comprará Watson para
conseguir una dirección y finalmente regalará a Holmes, y su abrigo, que cogerá
de Rathe; su obsesiva puntualidad, adquirida por su drama amoroso, que le hará
cambiar drásticamente; el control de sus emociones para sacar lo mejor de sí
mismo en su labor detectivesca; su elegida soledad, aunque la temía, tras la
pérdida de Elizabeth…
De alguna forma, es evidente que Spielberg influyó mucho aquí, sobre todo sus Indiana
Jones. Es fácil reconocer la misma esencia, un héroe que sale de toda
dificultad y peripecia por su talento deductivo e ingenio, así como sus dotes
físicas. Lo mismo ocurre con esas escenas de rituales y sacrificios que
observamos en el film y que nos llevan a “Indiana Jones y el templo maldito”
(1984), por ejemplo. Del mismo modo, Spielberg recoge de aquí la idea de ir
definiendo a su personaje con los elementos que todos conocemos yendo a sus
orígenes, algo que hizo en la primera secuencia de “Indiana Jones y la última
cruzada” (1989). Si Holmes tiene su pipa, su abrigo, su gorra… Indiana tendrá
su sombrero, su látigo y su miedo a las serpientes… Además, ambos, Columbus y Spielberg, crearon la
historia y guión de “Los goonies” (Richard Donner, 1985), del mismo año que
esta y con evidentes paralelismos.
Watson (Alan Cox), por su parte, es retratado de una forma
algo burda. Un simpático bobalicón obsesionado con su futura carrera de
medicina, aunque de inteligencia cuestionable… Con todo, tendrá su redención en
la parte final, cuando rescate a un Holmes que ha quedado inconsciente y a
merced del fuego e impida la huida del villano, todo en un solo movimiento.
Las sombras reaparecerán con la presentación de otro
profesor, Rathe (Anthony Higgins), que dará además ciertas claves. Da clases de
esgrima, unas de las habilidades de Holmes, y combatirá con él, ya que lo
considera el mejor alumno, pero tras vencerle explicará que su pupilo perdió
por ceder a sus emociones, dejarse dominar por ellas. Esto viene a colación de
lo explicado antes sobre la personalidad del detective más famoso de la
historia y la visión que pretendía el guionista Columbus.
“No quiero vivir solo”.
Una de las escenas más recordadas es la del soldado de la
vidriera que amenaza al párroco en la iglesia. Y lo es porque fue una escena
revolucionaria desde los efectos especiales.
La habilidad del guión de Columbus radica en no dar descanso
con digresiones que resultan tan fascinantes o entretenidas como la propia
trama o caso principal. Un ejemplo lo tenemos con ese juego de
ingenio al que es retado Holmes y en el que debe encontrar un trofeo en 60
minutos. Holmes sufrirá las envidias de otro alumno, Dudley (Earl Rhodes), el retador del
juego antes mencionado, lo que le llevará a la expulsión del colegio.
Y es que Holmes es víctima de su talento, ese que no suelen
aguantar los mediocres, que piensan que con sus puestecitos justifican sus
méritos. Para ellos Holmes es engreído y prepotente simple y llanamente porque
demuestra su talento con contundencia. Son los casos de Dudley y Lestrade (Roger Ashton-Griffiths).
Holmes aplicará el mismo tratamiento del juego a un caso
mayor. Recopilará pistas, una palabra dicha por el moribundo Maxflatter (“ehtar”,
Rathe al revés, que ya podría haberla dicho al derecho...), la cerbatana con la que el villano enloquece a sus víctimas y
el sonido de un tintineo…
En la última media hora se desvela la identidad de los
villanos, encaminando un clímax donde veremos funcionar el artilugio volador de
Maxflatter y más juegos de sombras en la frenética persecución al malvado
Rathe. Un clímax que vuelve a recordar a “Indiana Jones y el templo maldito”
(Steven Spielberg), donde Sherlock y Watson deberán salvar a Elizabeth de morir
sacrificada. Un estupendo clímax donde Holmes sigue demostrando su
inteligencia, dotes deductivas y lucidez para solucionar problemas. Habrá
brillantes momentos de puesta en escena coreografiando la acción, al estilo
Spielberg, y la redención de Watson salvando a su amigo Holmes e impidiendo la
marcha del villano.
Aunque lograrán salvar a la chica en primera instancia,
Rathe volverá a secuestrarla. La volverán a recuperar, pero el villano
terminará matándola por error cuando la bella chica proteja a su amado del
disparo de Rathe. La película acusa esas reiteraciones en la parte final, pero
es un defecto menor. Es una cinta sencilla, un argumento bastante simple, pero
no incurre en graves errores y se mantiene estupendamente.
Es fascinante ver la imagen iconográfica del personaje de
Sherlock en la despedida, dotado de todos sus característicos elementos,
mencionados con anterioridad. El respeto en esta libre inspiración desde el
universo y los personajes de Sir Arthur Conan Doyle es absoluto, y así se
reconoce en unos títulos finales que explicitan la consciencia de la libertad
con la que acometieron el proyecto, siempre desde la fidelidad, y la contradicción
que supone ese hipotético encuentro entre Holmes (Nicholas Rowe) y Watson (Alan
Cox), que Doyle situó ya de adultos.
Como sucede en tantas películas ahora, no conviene
levantarse del sillón o la butaca hasta el final del metraje, porque hay una
estupenda sorpresa final.
Un guión estupendo, una acertada dirección, unos efectos
especiales que causaron furor en la época obra de Industrial Light and Magic
del amigo Lucas, con especial mención al hombre de la vidriera, un hito
absoluto del grupo Pixar (os sonará, y donde el nombre de John Lasseter aparece
en los títulos de crédito), y una música absolutamente maravillosa e
inolvidable de Bruce Broughton.
Hay sutiles referencias a algunas de las aventuras de
Holmes, desde el encuentro entre los dos amigos que se anticipa al oficial de “Estudio
en escarlata”; las visiones imaginarias o mal interpretadas por determinados
personajes remiten a “El perro de los Baskerville”, o los duelos con Moriarty y
las supuestas muertes que pueden recordar a “El problema final”, por poner
algunos ejemplos.
En su carácter artesanal tiene su principal virtud, que
debería servir de lección además. Inteligencia e ingenuidad, que lejos de ser
un defecto se alza en gran virtud. No se la pierdan, merece mucho la pena y es
una opción perfecta para ponérsela a los más jóvenes.
Esta peli está en casa y es una de las q hemos visto mil veces sin q pierda su frescura.
ResponderEliminarEntretenida, respetuosa, bien ambientada, imaginativa, trepidante. Me encanta como me gustan las de la saga d Indy, de la q es verdad q hay reminiscencias.
Estoy absolutamente de acuerdo con todo lo q dices, y creo q es una magnífica "precuela" del personaje de Sherlock Holmes.
Y desde luego, como dices, una fuente para la saga Harry Potter.
Seguro q la veré más veces!!!
Bss!!!
Es una de esas fijas, y cuando la ponen en la tele te quedas viéndola sin darte cuenta.
EliminarBesos, Reina.
hace poco compre el dvd por un dolar en un videoclub,y enseguida me regresaron 200 recuerdos juveniles de mi época de cuando la visioné la primera vez......es una pelicula encantadora
ResponderEliminarUn estupendo título para tenerlo original en nuestras colecciones, desde luego!
Eliminar"Watson (Alan Cox), por su parte, es retratado de una forma algo burda. Un simpático bobalicón obsesionado con su futura carrera de medicina, aunque de inteligencia cuestionable"
ResponderEliminarPor desgracia éste es el retrato casi "oficial" de Watson en el cine, muy distante del original de los libros. En los libros Watson es algo parecido a Holmes, pero no tan extremo (inteligente, pero no genial, con pocos amigos, mientras que Holmes no tiene ninguno salvo el propio Watson, y sobre todo no es el gordito torpe de las películas, sino un ex soldado en buena forma, aunque no tan buena como Holmes), mientras que en las películas Watson es una especie de anti-Holmes.
Así es, mi querido Anónimo. Estupendo comentario. Muchas gracias por el aporte.
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