miércoles, 24 de agosto de 2016

TUERCEBOTAS

FÚTBOL









Con esa palabra definía mi abuelo a todo el fútbol moderno, de improviso, sin anestesia, cuando menos lo esperaba, mientras veía distraído un partido en la televisión, un resumen o jugaba con mis muñecos distraídamente.

¡Tuercebotas! ¡Son todos unos tuercebotas!- decía, y yo quedaba tan perplejo como fascinado, con la boca abierta y, supongo, con cara de idiota, ante tan descriptiva palabra, captando más su sentido por su juguetona forma, su tono ridículo y, quizá, su contexto, que por la evidente realidad que escenificaba. Una palabra frívola, ligera y de prístina contundencia.

“Tuercebotas”. Sí, así los llamaba mi abuelo, para acto seguido recitar todas las alineaciones del Athletic de Bilbao de su época de carrerilla, una cosa siempre ligada a la otra, como si pretendiera invocar a aquellos jugadores talentosos para redimir el desastre actual. Para él eran “tuercebotas” todos los que no pertenecían a su juventud, sin excepción. No sé qué momento o fecha concreta, quizá una nebulosa temporal donde perdió interés por el fútbol, es la que marcó el límite para mi abuelo, pero está claro que en un momento de su juventud los jugadores pasaron de ser genios a “tuercebotas” para él.

Eso sí, también se sabía las alineaciones del Madrid de su época, para que no se diga...

Desde la grada, el banquillo o el salón de nuestras casas, la dificultad no existe. Un sentimiento ancestral, especialmente entre los que somos futboleros futbolistas, los cuales pensamos en nuestro fuero interno que lo haríamos mejor que cualquiera de esos profesionales, y cuando vemos algo reseñable asentimos con solemnidad y suficiencia, no porque se considere que lo ejecutado sea especial, sino porque ese futbolista ha hecho lo que nosotros, de estar en su lugar, hubiéramos hecho o, simplemente, por hacer lo que debía hacer.

Esto en el madridismo alcanza cotas extraordinarias, hasta fundar tribus, como los numerosos “piperos”. ¡Qué raros somos los madridistas!

Con el paso del tiempo y una mayor perspectiva, llega el momento de reivindicar esta denostada figura, la del “tuercebotas”. Esos jugadores que son cuestionados, criticados o zarandeados por sus limitaciones técnicas, sus errores o su bajo rendimiento, y que al final incluye a una gran mayoría de los que pasan por el Bernabéu. Yo reivindicaré algunas figuras que merecen estar en el Olimpo de los “tuercebotas” madridistas, porque en todo hay niveles y jerarquías. Un sentido homenaje para ellos, porque con el paso del tiempo la nostalgia y el cariño nos embargan y, al fin y al cabo, todos fueron madridistas.

Mi primer gran impacto con un “tuercebotas” fue con el fichaje de Vitor, el “nuevo Cafú”. Un fichaje improvisado de Ramón Mendoza que aseguraba que ese chico era aún mejor que la estrella brasileña (a la que no pudo fichar), y que subía la banda tan rápido como la bajaba. Cierto, la subió una vez y la bajó otra, porque tras jugar un par de partidos desapareció de la faz de la Tierra. Cuenta la leyenda que algunas personas lo han visto en el Tour del Bernabéu, desorientado, aturdido entre tanta copa y como buscando una salida. Yo, particularmente, nunca le vi al recorrerlo…

Pedrag Spacic, espléndido central serbio que marcó una época en el madridismo por su vicio a meter goles en propia puerta. Al menos pudimos disfrutar de su extraordinaria belleza... Ricardo Rocha enamoró al madridismo con su vigor y fortaleza, esa energía que hizo rememorar a Goyo Benito, lanzándose al suelo y deslizándose por el césped para rebañar cada balón. Un hombre de pelo en pecho y mostacho frondoso que debía asustar a los rivales con su aflautada voz de “castrati”.



Los centrales siempre dan juego como “tuercebotas”. Woodgate, un central con muy buena pinta que fichamos lesionado, esas cosas que nos pasan a veces... Samuel, “El Muro”, que fue llegar aquí y convertirse en coladero. Como “muro” sólo pareció conservar la velocidad. Nando, por el que nos peleamos con el Barcelona; Julio César, un central invisible… Iván Campo, partícipe en dos Copas de Europa y que fue famoso por sus esmerados y arriesgados intentos de sacar bien jugado el balón, para taquicardias de los aficionados; Heinze cumplió, pero llegó veterano. Jugó tanto de lateral zurdo como de central.





Los laterales tampoco están mal. Al mencionado Vitor añadiremos al bueno de Villarroya, que de estrella en el Zaragoza pasó a ser el estandarte del jugador torpe pero voluntarioso; Lasa, que llegó a meter un gol desde el mediocampo al Sevilla, aunque se ve claramente que es por no seguir corriendo hasta el área contraria... Drenthe, el “nuevo Ronaldinho”, que nada más llegar estampó su coche en las calles madrileñas… En el campo, como si de un logaritmo neperiano se tratara, le costaba mucho resolver la compleja cuestión de hacer bicicletas. ¿Y Secretario? Un auténtico mito entre los “tuercebotas” madridistas, muy recordado siempre. Faubert, el “nuevo Roberto Carlos” (nos encanta poner lo de “el nuevo algo” a todo el que llega), que aunque era diestro y algo rollizo tenía un color de piel que quizá…





Gago, “el nuevo Redondo” (un no parar); Celades, un ilustre miembro de La Masía que nos dejó “valors” y poco más; Pablo García, Flavio Conceiçao o Emerson para dar músculo al medio campo, destacados jugadores en sus equipos de origen que aquí desesperaron al personal. A Karembeu es difícil decirle algo, porque su palmarés no puede ser mejor, eso sí, con todas las cualidades del “tuercebotas” y convertido en socorrido ejemplo cuando se habla de jugador limitado pero exitoso. De Altintop siempre recordaré con cariño su maravillosa “barbitilla”, que no se sabía si era barba o patilla… Fulgurante fue la carrera de Federico Magallanes (2 partidos), pero le dio tiempo a lucir melenaza. Gravesen le cayó muy bien al madridismo a pesar de no ser muy brillante, incluso le perdonó sus rarezas con los medicamentos porque nos regaló maravillas como la “gravesinha” y un ímpetu sin igual. Un tipo afortunado que es multimillonario en Las Vegas gracias a unas acertadas inversiones.

De todos los centrocampistas, merece honor especial Makelele. De Makelele se comentaba (aparte de las dimensiones de su pene) que tenía el súperpoder de robar el balón al rival como si no costara para devolvérselo pocos segundos después, en un gesto de inusitada generosidad. No soy yo de meterme con aficiones ajenas, como esta de Makelele, pero esas cosas me dejaban patidifuso. Lo cierto es que cuando se fue se le echó, y mucho, de menos.

En la parte de arriba no han escaseado tampoco los “tuercebotas”. Otro de los más reivindicados es Perica Ognjenovic, “El Átomo”, del que vi varios vídeos y me dejó flipado con su regate, pero que ha terminado pasando a la historia del madridismo como uno de sus más nefastos fichajes y “tuercebotas” ejemplar. Munitis y sus musculadas piernas, con las que cascaba nueces de titanio, llegó al Bernabéu con el Racing, se regateó a todo el mundo, le fichamos y ya no se fue de nadie más… Saviola fue recibido como una súper estrella en Barcelona, pero se demostró un jugador limitado que pasó sin pena ni gloria también por el Bernabéu. Canabal, ¡nuestra versión de Julio Salinas!

Pedro León nos dejó muy claro que no era ni Maradona ni Zidane; Canales dejó claro que era guapete; Petkovic, más conocido como “Rambo”, no me disgustaba en absoluto, pero quizá su rostro de boxeador no le ayudó mucho.

Diogo, Congo, Bizarri… se suman orgullosos a esta selecta lista de “tuercebotas”.

Ha habido otros jugadores que, a pesar de su indiscutible talento y grandes perspectivas, resultaron un sonoro fracaso por ellos mismos o por no entrar en el equipo con una dinámica ganadora. Son los casos de gente como Prosinecky o Hagi, dos futbolistas que terminaron jugando en el Barcelona. El primero encadenó lesión tras lesión, frustrando lo que prometía ser una exitosa carrera. El “Maradona de los Cárpatos” era un magnífico futbolista que me gustaba mucho; un gran talento, muy chupón, que se convirtió en la estrella del equipo que perdió la primera Liga en Tenerife, donde incluso marcó.

De Anelka sólo parecía destacarse que era raro y taciturno, pero siempre se le recordará como pieza fundamental de la Octava; Baljic, de la escuela yugoslava, tenía un buen golpeo de balón, pero no le gustaba mucho correr. Vino de la mano de Toshack, que decía saber “lo que le gustaba al Bernabéu”; Dubovský, un eslovaco fichado por hacer brillantes partidos contra nosotros, también pasó desapercibido. Tristemente fallecido a la temprana edad de 28 años.

Sahin, con el que había muchas esperanzas al ser nombrado mejor jugador de la Liga alemana y que aquí resultó un desastre; Baptista, que siempre dio la impresión de que se le desaprovechaba; Freddy Rincón, otro que venía a revolucionarlo todo y liderar el equipo…

Posiblemente sea Kaká el caso más sangrante, un Balón de Oro del que se esperaba marcase una época y que aquí nunca rindió al nivel esperado.

Aunque algunos os reiréis de muchos de estos nombres, hubo un tiempo en que se pedía que “menos estrellas y canteranos inexpertos” y más “clase media”, que fue el término que se puso de moda en su época. Es más, todos estos eran buenísimos en sus equipos, reivindicados por medios y aficionados… hasta llegar aquí, por supuesto, porque como bien saben ustedes nuestro amado equipo tiene la extraña facultad de convertir en “tuercebotas” a todo jugador que llega.

Como seguro habrán entendido, esta lista busca la sonrisa y el tono lúdico para que se sumen ustedes y añadan sus favoritos, algunos olvidados u opinen sobre los elegidos, que siempre es un saludable ejercicio de madridismo histórico.

Puede sumar algunos de los que han pasado recientemente, ¿qué sé yo? ¿Illarramendi? ¿Alguno de la actual plantilla?


No sé qué pensaréis de los jugadores actuales. Yo, desde luego, los considero muy buenos a todos, pero sé a ciencia cierta que mi abuelo no dudaría ni un instante en aseverar con rotundidad que son todos unos “tuercebotas”.



2 comentarios:

  1. Jajaja!!!
    Isco, Isco…
    (Perdón! Igual ser culé no me da derecho a poner nombres en la lista…)
    Muy divertido!! Menudo repaso histórico. Ah! Ya lo sabrás, pero entre los culés, y por lo q decías d encadenar lesiones (pobre!) Prosinecky se apodaba Lesionecky…
    Besos!

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    1. Jajajajaja, te van a pegar! Lesionecky, así es! Aquí también se le conocía así, supongo que por contagio... El caso es que se le quedó al pobre. Eso sí, no impidió que lo ficharais luego jajaja.

      Claro que se permite!!!

      Besos!

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