El sexo lo envuelve todo en la cinta, el miedo a él, las
ganas de él, su represión, su desbocamiento… La sexualidad latente, contenida y
deseada impregna cada fotograma con una sutileza metafórica ejemplar, con las
panteras como principales protagonistas.
-Ese miedo al sexo es manifestado por Irena (Simone Simon) al rechazar el
beso de Oliver (Kent Smiht), con su reticencia al matrimonio, a la consumación de ese
matrimonio, a tener que acostarse, a ceder a sus impulsos, un miedo al sexo
ilógico, una represión entroncada con un sentimiento de culpa ancestral.
-La represión de Irena se vincula a la religión cuando la
vemos santiguarse ante las palabras de la mujer que parece un gato. La llama
hermana.
-El rugido que se oye y hace rectificar a Irena cuando iba a
abrir la puerta de Oliver para mantener una relación sexual con él es el aviso
de su represión. Esa puerta, leída en clave sexual, es su propia virginidad, su
vagina, la cual no abre por miedo a lo que puede desatar tener sexo. Una bella
escena. Poco después sabremos que la pareja lleva un mes casada.
-La llave de la jaula de la pantera también tiene un
componente de simbolismo sexual evidente. Es la llave de la virginidad, de sus
impulsos, la que mantiene encerrados sus instintos. Además este aspecto se
vuelve a manejar con maestría desde el guión, primero poniendo un cebo con el
olvido del cuidador, al que pone remedio Irena, y luego cuando la roba en un
nuevo olvido de éste. Con todo, puede resultar excesivo ese segundo olvido tan
seguido por parte del encargado de limpiar las jaulas.
-La pesadilla de Irena está repleta de símbolos sexuales,
algunos fálicos, como la espada del rey Juan; otros femeninos, como la llave que
simboliza su virginidad, la liberación de sus instintos más ocultos e incluso
oscuros…
-Por supuesto, el bastón del doctor Judd es otro símbolo
fálico, que además recuerda a la espada del rey Juan mencionada con
anterioridad. Como curiosidad cabe decir que en la escena donde el doctor
vuelve a recuperar dicho bastón, no parece recogerlo exactamente de donde lo dejó. Como hay sombras supongo que le facilitarían la misión para dar agilidad a la
escena.
Dos escenas magistrales.
El análisis de estas dos escenas podría ir en el apartado de
la capacidad de sugerencia que tiene Tourneur y la película, o de su talento
como director, pero son de tal maestría que prefiero dedicarles espacio aparte.
La primera es el seguimiento que Irena hace a Alice (Jane Randolph) tras
llamarla al estudio y luego descubrirla junto a Oliver en un bar. Primero se
usará un montaje paralelo de las dos mujeres saliendo a la calle, destinadas a
encontrarse. Veremos luego a Irena reflejada en un cristal espiando a la
pareja, los celos embargándola, la transformación a punto... Un cristal que
explicita su dualidad.
A partir de aquí la escena es puro cine del máximo nivel, de
ese que se ha imitado hasta la saciedad. El sabor del cine clásico y de terror
en su máxima expresión, especialmente en blanco y negro, que para mí tiene un
sabor especial. Las luces de las farolas en la densa noche; las sombras
inundándolo todo; el fascinante sonido de los pasos en el asfalto mojado; los
planos de los tacones pisando ese asfalto; ese plano general que muestra el
paso de Alice pero no el de Irena, que supuestamente la iba siguiendo, generando
una inquietud y tensión extrema, quizá convertida ya en otra cosa; algo
moviendo los matorrales; la luz lechosa…
La conclusión de la escena es la excelencia de la
sugerencia: cuando Alice se sienta a salvo en el autobús, un autobús de
aparición abrupta que provoca el susto, recurso imitadísimo, Tourneur colocará
unos planos de la pantera, de un leopardo y de unos inofensivos corderitos,
algunos de ellos muertos. Sin palabras, con planos cortos y sin más subrayados,
el espectador entiende que Irena ha desfogado sus impulsos, que iban dirigidos a
Alice, con esos corderos, que nuestra protagonista se ha entregado a eso que
temía sacar, “lo demoníaco que lleva dentro”. El travelling sobre las húmedas
huellas que se transforman de pantera a tacón de mujer en el asfalto es
absolutamente sublime. Quintaesencia de la excelencia. Pura poesía terrorífica
y poderío visual sin mostrar explícitamente nada.
La segunda escena es una de las más recordadas, influyentes
y brillantes que ha dado el cine de terror, una escena mítica que está en los
primeros lugares de la antología del género. Una escena asombrosa, sugerente,
perfecta, llena de tensión, transmitiendo el terror y el miedo en su más honda
expresión, de la forma más abstracta y sencilla, con mínimos elementos. Es la
escena por la que se recuerda a este clásico imprescindible del género.
Una visita a la piscina; un gato negro en recepción que sigue a Alice hacia el interior donde pretende darse un baño; la mirada expectante de Irena que la va siguiendo; una piscina solitaria; el gatito temeroso y con el pelo encrespado mirando al vacío, a la escalera y a la sombra de los barrotes que se refleja en la pared; la oscuridad al apagar la luz Alice con un único foco lumínico, la escalera solitaria que miraba el gato; un contraste marcadísimo de luces y sombras; el rugido y la sombra que parece descender por esa escalera que ahora mira Alice; la sensación creciente de angustia de ésta; su pánico lanzándose al agua para protegerse; el reflejo del agua en las paredes; los rugidos como único sonido junto al del agua que mueve Alice, sola en medio de la piscina; las inquietantes y terroríficas sombras rodeando la piscina, oscureciéndolo todo junto a los incesantes rugidos… No se puede crear mejor una atmósfera sin que se vea absolutamente nada, con un juego artificial de sombras y la capacidad de sugerencia del poderío visual de Tourneur.
La conclusión de la escena no puede ser mejor: la aparición
de Irena, con su cuerpo de mujer, y la bata rasgada por unas garras, destrozada,
nos dicen absolutamente todo sin necesidad de mostrarlo. Magistral.
Todos los cinéfilos conocerán la anécdota de cómo se crearon
esas sombras que aterrorizan a Alice alrededor de la piscina. Las hacía el
propio Tourneur pasando su puño por delante de los focos. Probó cientos de
cosas pero no salía como Tourneur quería. Al final el puño fue la solución. El
director siempre defendió la improvisación en la realización de películas. Daba
soluciones tan brillantes como ésta, como decía él mismo.
Pocas cosas tienen más sabor que el sonido de los pasos en el cine clásico, especialmente en los relatos de terror y de suspense. Ellos mismos son capaces de dotar de atmósfera a una escena, de crear estados de ánimo, de marcar el ritmo o generar emociones. Ritmo, sabor, suspense, tensión, cadencia, miedo. Aquí un
sonido aterrador, con el que Tourneur juega de manera magistral, es lo único que
se oye, atormentando a Alice, desconcertándola, aterrorizándola. El mejor ejemplo lo tenemos en la citada escena de seguimiento, donde cada paso resulta estruendoso y terrorífico, así como la ausencia de los mismos. Tourneur encuadrará los pies, por supuesto.
La consulta de Irena con el doctor Judd (Tom Conway) se
salda con el coqueteo de él y su consejo para que se deshaga de todos los
retratos, figuras o esculturas de felinos que tenga en su casa. Irena rechazará
sus insinuaciones explícitamente. Acto seguido llegará la petición de divorcio
de Oliver, que confiesa el amor que siente por Alice… confirmando que los celos
de Irena eran justificados, aunque también es comprensible la decisión del
pobre Oliver, casado y con unas ganas tremendas de copular sin poder dar rienda
suelta a su pasión. Oliver no es del todo honesto con Irena.
Hay una broma metalingüística simpática con la música en la
escena donde el doctor Judd, Alice y Oliver esperan a Irena. La música que
creíamos extradiegética, es decir, externa a la escena, en realidad no lo es,
está dentro de la misma, es un tocadiscos.
La escena en el estudio de Alice y Oliver con la aparición
de la pantera es de nuevo excelsa. Asombra la modulación de la película, lo
bien elaborada que está y como va creciendo la intensidad y los elementos
amenazantes, de lo mínimo, pequeñas extrañezas, a situaciones de tensión,
amenazas y muertes. La penumbra de la oficina, una nueva llamada en la que ya
no habrá gato presente ni veremos a Irena al otro lado del teléfono y la alarma
de Alice contagiando a Oliver, aunque sin excesiva explicación de por qué
sucede. La mención al perfume de Irena es un eco del comentario que oímos al principio de
la película para que sepamos que, efectivamente, es ella la que ha aterrorizado
a la parejita.
Al salir a la calle la luz bañará a los protagonistas,
agobiados por esa inquietante presencia, la niebla. Mientras, en el
apartamento de Irena, será el humo el que bañe al doctor. La niebla debería ser
imprescindible en toda película de terror, me produce un auténtico deleite ver
niebla en pantalla, la atmósfera que logra es inenarrable, inquietante,
perfecta y sugerente. Una vez más pura poesía visual.
Lo cierto es que cuando Oliver y
Alice llegan al piso de Irena comprobamos que ese piso debe ser gigantesco y altísimo, porque tras oír el
grito a Irena le da tiempo a esconderse y la pareja no para de subir escaleras
hasta llegar a su destino… Una barbaridad.
No es baladí que sea un estoque, símbolo fálico, lo que
acabe matando a Irena.
El delicado gesto de Irena desde la escalera, mirando el
perfil de su enamorado, un gesto como de despedida que vemos en picado, es de
una tristeza, sutileza, desolación y poesía deslumbrantes. Quizá el momento más bello de la película. Su muerte, liberando
a la pantera, bañados por la niebla, es de una belleza desgarradora, una
soledad intensa e indescriptible que sólo nosotros, los espectadores, parecemos
comprender y sentir plenamente junto a Irena. Una muerte compartida junto a su
amiga, la pantera.
Un soneto de John Donne cerrará la obra maestra.
Lo cruel de “La mujer pantera” es que logra que te pongas de
parte de esa villana que en realidad no es más que un personaje desamparado y
trágico. Irena es encantadora durante casi toda la película, nunca repele al
espectador, que acaba comprendiendo su sufrimiento y la injusticia que la
rodea. No queremos que Irena acabe mal, estamos de su parte. Por eso resulta
tan perturbador que nadie parezca
comprenderla o darse cuenta de su sufrimiento.
“La mujer pantera” es una agudísima reflexión sobre las
pasiones, la forma de gestionarlas, su peligro y a la vez la necesidad de
dejarlas salir. El término medio a buscar, el peligro de entregarse de pleno a
ellas sin matices, sin filtros, las diferencias entre las distintas pasiones,
el placer de algunas y el horror de otras. El sexo, su importancia en las
relaciones, los instintos en relación con nuestro raciocinio, ese conflicto...
Simone Simon es una actriz francamente expresiva, tiene una
mirada risueña, alegre, que lo dice todo, muy pizpireta ella. Por lo que se ve
ella era una mujer muy pasional y promiscua, no le gustaba decir no. Una mujer
con grandes impulsos lascivos pero que al contrario que su personaje no los contenía.
El resto del reparto cumple solventemente.
Mención especial requiere el grandísimo director de
fotografía Nicholas Musuraca, quizá uno de los más grandes directores de
fotografía de todos los tiempos, pieza clave en las atmósferas oníricas de Tourneur,
con el que trabajó también en “Retorno al pasado” (1952), y de todo film en el
que participó, especialmente en el género negro o de terror. Atmósferas
oníricas, contrastes lumínicos profundamente marcados, luz lechosa… Sus
películas eran un portento visual que transportaba al espectador a otro mundo,
no hay mejor ejemplo que la cinta que nos ocupa. Lo hipnotizaba con el
arrebatador poder poético de sus imágenes irrepetibles… Deléitense con la
fotografía de “La escalera de caracol” (Robert Siodmak, 1945), “Encuentro en la
noche” (1952) y “La gardenia azul” (1953) de Fritz Lang; “La séptima víctima” (Mark
Robson, 1943), “El autoestopista” (Ida Lupino, 1953), “El extraño del tercer
piso” (Boris Ingster, 1940) o “La huella de un recuerdo” (John Brahm, 1946)
también en el cine negro…
“La mujer pantera” es el paradigma de la atmósfera y la
sugerencia en el cine, en especial el de terror, que tiene en estos dos
elementos dos de sus ingredientes indispensables, columnas vertebrales del
género.
Una obra maestra descomunal, lástima que el género de terror
no produzca más películas de esta categoría.
Tenías razón en decir q faltaba la traca final al análisis simbológico. Genial!!!
ResponderEliminarGeacias sensei, es un placer leerte.
Sí! Es mi parte favorita, creo. Me alegra que te haya gustado. Un besazo.
Eliminar