La dirección de Felix Van Groeningen recurre a muchos
simbolismos e ideas alegóricas para atenuar la crudeza del drama, posible causa
de su éxito crítico. La dirección es inteligente y rica en detalles de este
tipo, lo que logra dar más enjundia y brillantez de la que realmente tiene la
película y la historia que nos cuenta. Además de estos aspectos que resaltaré
tenemos otros recursos que definen el estilo de la película y la dirección de
Groeningen.
-Hay multitud de planos detalle, planos cortos o escindidos,
de objetos. Una forma de retratar el entorno y las circunstancias con medido
tacto y frialdad. Un ejemplo, la inyección a la niña en la primera escena en el
hospital. Estos primeros momentos dejan detalles sutiles, como ese cambio en el
gesto de la enfermera que bromea con la niña antes de que el médico hable con
los padres.
-Maneja bien los encuadres y el decorado Groeningen con
sentido narrativo. Con ellos expresa vínculos o relaciones, define sentimientos
y momentos. Utilizará encuadres con Elise y Didier juntos en plano para
momentos de felicidad, mientras que en los conflictos o la crispación los
separa, utiliza los desenfocados o se niegan gestos y miradas. Una cama, la de
la niña enferma, separa a la pareja en un conflicto, pero se reconciliarán
uniendo las manos a través de ella. Incluso cuando se usan planos y
contraplanos para la pareja, estos son íntimos, retratando su complicidad.
-Cristales de todo tipo servirán de pantalla entre la cámara y
los personajes, matizando y atenuando los impactos dramáticos. En varias
ocasiones estos planos tras cristales serán sin voz. Un plano distorsionado de
Elise, de nuevo tras cristal, adelanta la noticia de su embarazo como un oscuro
presagio.
Cristales que son como pequeñas burbujas de dolor e
intimidad. Coches, furgonetas… donde expanden su rabia, donde hacen el amor,
donde exhiben su dolor. Cristales que los aíslan, que se escenifican como
barreras y
que los agobian, los frustran en su impotencia.
-Montaje inteligente que encadena ideas. Un polvo en una
furgoneta y una barriga embarazada en el plano siguiente, por ejemplo. En
montaje sincopado veremos el crecimiento de la niña: la vida misma, los
cumpleaños, los primeros pasos, el 11-S, las diversiones y actuaciones…
Montajes paralelos incidirán en la muerte del pájaro al
chocar con el porche y la operación de la pequeña.
En la parte final tenemos un bonito montaje de anhelos
pasados y recuerdos con ecos trágicos (la mano no cogida en el escenario que
ahora se agarra en la camilla, miradas amorosas ahora preocupadas…). Un momento
muy brillante. Montaje lisérgico y recurso poético.
-Los travellings también dejan muchos momentos expresivos y
con significación. Uno notable, el discreto movimiento de cámara en retroceso
dejando en soledad a ese padre mirando la lluvia desde la puerta.
-Los efectos de sonido también buscan impacto dramático,
resaltar puntos de vista y estados anímicos. También se hace con la imagen
(desenfocados, por ejemplo). Uno de los usos más socorridos en la película es
dejar la escena sorda, mostrando el ensimismamiento de los personajes, su
ajenidad o desprecio del entorno. Un ejemplo, la visita a la madre de Didier el
día de la madre con la cámara centrándose en Elise y sin que oigamos las
conversaciones.
-Los fenómenos meteorológicos también tienen sentido
dramático. Se centran en la lluvia y la tempestad. Una para la tristeza y otra
para la muerte de la niña. Simbólicas.
-Me incomodan ciertos saltos de eje de los que el director
abusa en demasía.
Si interesa el tema de la pérdida de un hijo y cómo esta
afecta a unos padres, debo recomendar la estupenda novela de Ian McEwan “Niños
en el tiempo”, muy por encima de esta película, por supuesto. Los reproches,
las culpas autocompasivas, autolesivas o al prójimo, la búsqueda de culpables,
de sentido, de explicación…
Conoceremos a la niña en el hospital, en tratamiento, feliz,
delicada, temerosa y débil. Un cáncer de médula. Son duros los momentos en el
hospital con las pruebas, el dolor, la pérdida de pelo, el malestar y
sufrimiento…
El look de los dos protagonistas es llamativo y carismático,
buscando salirse del estereotipo y lo convencional. Un barbado cantante de
Bluegrass y una tatuadora tatuada hasta las cejas.
Veerle Baetens y Johan Heldenbergh regalan dos interpretaciones
maravillosas llenas de emoción y frescura. Sientes, comprendes y compartes ese
amor que se profesa la pareja, logran traspasar la pantalla en todo momento. Su
relación funciona mucho mejor que el drama con respecto a la niña.
Su relación es un flechazo y la iremos conociendo en forma
de episodios fragmentados que nos llevan adelante y atrás en el tiempo. Nada más
conocerse tendrán sexo, muy bien retratado en una escena íntima con desnudos
desprejuiciados. Las miradas de la pareja siempre serán significativas. Lo
dicen todo.
En la parte final, Didier buscará a Elise con la mirada en
las actuaciones, su mejor manera de comunicarse, pero no serán
correspondidas.
El plano de Elise distorsionada antes de anunciar a Didier que está embarazada, además de funcionar como presagio, escenifica el miedo a ese hecho y a cómo se lo tomará su pareja.
Una vez asuman la nueva vida que llega, la pareja se
convertirá en abnegados padres, que sufrirán desgarradamente la enfermedad de
su hija. Algo con lo que se puede identificar cualquiera. Crearán un mundo lo
más normal y feliz posible para aliviarle el trance y que le sea lo más leve
posible mientras el tratamiento sigue su curso.
Unos padres que deben asumir la muerte, simbolizada en las
escenas de los pájaros que chocan contra el porche acristalado. La “quimio” no
funciona.
-Elise. Lo primero que destaca de Elise es su increíble
fortaleza en el inicio de la película ante las malas noticias, mucho más entera
que su pareja. Retratada de perfil, sola en encuadre, lo que enfatiza ese
carácter estoico que irá tambaleándose.
-Didier. En un principio parecerá más débil que su chica, ya
que llorará ante las perspectivas que el médico anuncia. Es músico y toca el
banjo porque le recuerda al Punk Rock que tocaba tiempo atrás. Adora el Jazz
acústico.
Didier y Elise son polos opuestos y complementarios que se atraen
irremediablemente. Ella es creyente y él ateo, rasgos clave de sus
personalidades; ella va tatuada (ha marcado su vida amorosa en su cuerpo),
marcando su cuerpo, él no, no le gustan los tatuajes en su cuerpo; él es un
romántico dicharachero y ella una silenciosa con mala suerte en el amor a la
que le gusta escuchar; ella es más realista, él soñador, sueña con ir a
América, tierra de soñadores…
La cotidianeidad de la pareja queda muy bien retratada, una
vida alternativa, independiente, un tanto bohemia. Un porche, filetes rusos,
amigos íntimos, una furgoneta/hogar, una casa y una familia en construcción… un
parto.
Tras la muerte intentarán pasar página, redecorar la casa y
su vida, eliminar recuerdos… pero nada será igual. Imposible. Incluso el sexo
resulta culpable.
La pérdida será insuperable e insoportable para ellos. Una
separación desembocará en cambios. Elise se cambiará el nombre, como símbolo de
su evolución, del paso adelante en su vida. Pasará a llamarse Alabama. Esto no
será aceptado por Didier, que lo entiende como un desprecio, un paso adelante
que lo deja a él atrás, y una inmadurez.
En la actuación, Elise aparece frente a un espejo mientras
Didier se burla de su decisión de cambiarse el nombre, anunciando que también se
lo ha cambiado él por Monroe, en honor a su artista favorito (Bill Monroe).
Un intento de suicidio… que tiene éxito.
Perdiendo el foco.
La crítica anticlerical desvirtúa en demasía la película,
metiendo con calzador unas reflexiones y unos discursos de mitin politiquero
barato repentinamente en el último tercio de la película como reivindicación
social. Un choque, el de la creyente Elise y el ateo Didier, que resulta
irresoluble. Una parte que no encaja con el resto de la historia.
Le falta desarrollo y sólo tiene sentido desde un punto de vista
dogmático y adoctrinador, fallido dramáticamente, con independencia de lo
que opines sobre el tema. Un mensaje político e ideológico que canta demasiado,
parece gratuito y mal integrado en el conjunto.
Ella dará esperanza a su hija con sus creencias, mientras
que él pretende negársela con reflexiones racionales. Creencias y fe como
consuelo, que Elise perderá por completo al sentir que no puede llegar a su
amado, que no rompe sus barreras ni respeta sus ideas. Su aceptación es
estoica, mientras que Didier se negará a aceptar esos hechos agarrándose a una
ciencia que permanece limitada por concepciones religiosas, a las que culpa.
De esta manera, él parece culparla a ella, creando una
ruptura total en la escena de la última canción conjunta, previa a su discurso
político.
Ese acto público provoca la separación definitiva y la
debacle de Elise. Reproches directos en una insufrible perorata entre teológica
y revolucionaria que rezuma intolerancia.
Hay insinuaciones con ese contraste entre las creencias de
ella y el ateísmo de él: las apariciones de George Bush en la televisión…
La película se convierte en una apología anticlerical y pro
células madre que no habíamos apreciado en ningún momento, girando por completo
sus conceptos y parámetros para insertar elementos ideológicos “mitineros” poco
sutiles. Una desviación del foco que desconcierta y desagrada, más allá de lo de
acuerdo que se pueda estar con sus tesis.
“Alabama Monroe” es
una buena película, pero no tan buena como se cree o pretende ser. Con todo, hay
momentos muy bellos y conmovedores, deja dos interpretaciones magníficas,
veraces y conmovedoras, así como muy buena música, auténtica.
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