domingo, 31 de enero de 2016

Crítica: EL PUENTE DE LOS ESPÍAS (2015) -Parte 1/4-

STEVEN SPIELBERG










¿Serviría de algo?” Con esta frase, usada a modo de leit motiv por el espía ruso Rudolf Abel, maravillosamente encarnado por Mark Rylance, resume su estoica filosofía este personaje entregado al destino, ajeno a cualquier preocupación ya que asume que nada está en sus manos. Una sana filosofía que define a este extraordinario y entrañable personaje.



Toda persona importa”, será la de James B. Donovan, el abogado americano que lo defiende y que luchará contra ese destino. Porque las excelencias de toda una nación aparecen sólo en unos pocos hombres. En la película la lealtad pasa de las naciones a las personas y cuando aquellas tienen esto claro, sus sociedades suelen prosperar.



Son las personas las que forman y definen todo, esas que dan sentido a ese concepto abstracto de sociedad, que no es más que la suma de usted, de mí, del otro y del de más allá, la suma de individuos perfectamente diferenciados con sus diferencias, defectos y virtudes. Sobre esto se hace especial hincapié durante el metraje, no sólo por la trama en sí y sus reflexiones, sino por verbalizaciones expresas, especialmente del protagonista: “Yo estoy aquí y estoy hablando con usted; Debemos tener la conversación que nuestros gobiernos no pueden tener…).



Estas son las bases de esta humanista historia de espías donde lo que importan y se valoran son las personas, los individuos, porque son los que dan forma a todo lo demás. Ambos personajes acaban sintiendo una profunda complicidad y sincero afecto, una comprensión mutua y de sus circunstancias que trasciende cualquier disputa política entre sus países.




Steven Spielberg es, por influencia, repercusión, dimensión y calidad, uno de los mejores directores modernos si no el mejor. El digno y verdadero heredero de John Ford y el contenedor de todas las esencias del cine clásico más excelso. ¿Cómo no reconocer a John Ford en tantos momentos de “La lista de Schindler” (1993), “Salvar al soldado Ryan” (1998), “El color púrpura” (1985), “Lincoln” (2012) o esta que nos ocupa? ¿Y a William Wyler en su precisión y depuración técnica en cintas tan juguetonas como “Atrápame si puedes” (2002) o la increíble espectacularidad de sus aventuras tributarias de la magistral “Ben-Hur” (1959)? ¿Alguien ha dudado de la influencia de Frank Capra en ese especial y personal sentimentalismo y positividad spielbergiano o en realizaciones como “La terminal” (2004)? ¿A quién si no a Howard Hawks está dando la mano cuando se enfrasca en trepidantes aventuras con Indiana Jones? ¿No es fácil reconocer en muchas angulaciones y juegos con la profundidad de foco, el barroquismo de Orson Welles?  ¿Cómo no ver a Hitchcock en sus maravillosos momentos de suspense, por ejemplo en "Minority Report" (2002) y su idea de falso culpable, así como en el uso del encuadre y el punto de vista? ¿No es tributaria de “Lo que el viento se llevó” (1939), sobre todo estéticamente, así como de ciertas concepciones del cine de Anthony Mann, una obra tan alegórica como “Caballo de batalla” (2011)? De la película “Dos en el cielo” (1949) de Victor Fleming, director de “Lo que el viento se llevó”, hizo Spielberg un remake con “Always” (1989)… ¿Cómo no entender que Tom Hanks se ha convertido en el James Stewart de Capra o Hichcock para el gran Steven Spielberg, su actor fetiche para héroes cotidianos?






Y ojo, todo ello con un estilo absolutamente propio, clásico pero personal y reconocible, un sello indiscutible e inimitable, que lo ha convertido en el mejor y más influyente director moderno.

Spielberg ha entrado en una fase de depuración clasicista excelsa, aunque quizá incomprendida por muchos. Quizá la sobriedad de esta cinta ayude a entender la dimensión de esa obra maestra que es “Lincoln” (2012) y que algún otro despistado cuestionó.

El sensacional director americano nos entrega aquí una historia sobria y contenida en la mejor tradición del cine de espías en la Guerra Fría con una dirección tan precisa como depurada, poniendo en imágenes el guión de los hermanos Coen y Matt Charman, que recuerda las historias de Frederick Forsyth, John Le Carré o el primer Follett. Nos zambullimos en el año 1957. Una historia basada en hechos reales.

La depuración spielbergiana.

El puente de los espías” es una película brillante durante todo su metraje, pero que tiene un inicio y un último tercio sencillamente magistrales. Spielberg se convierte en un depurado cineasta de ideas y concepciones de tintes orientales, donde la sobriedad es la norma.

-El primer plano de la película, francamente sugerente, ejemplifica la categoría estilística del maestro Spielberg, capaz de exponer varios niveles de significación en un solo encuadre y con un sencillo manejo de la iluminación y los elementos del decorado. Un personaje que se está haciendo un autorretrato y es reflejado por un espejo, como un ego doble que desvela su doble cara. Es un espía.



Un contrapicado cogerá a Rudolf Abel (un maravilloso Mark Rylance) cuando salga a la calle, camino de su misión, y lo dotará de ciertos rasgos distintivos, como su aparente parsimonia y despiste, su absoluta tranquilidad y ese pañuelo que señala un posible catarro que también tendrá su significación en la trama en su relación con Donovan.


Una clásica escena de espías tratada de forma peculiar, casi cotidiana, con seguimientos en el metro, casi inconsciente, con incómodas coincidencias que desvelan posiciones, nuestro personaje pintando en el puente de Brooklyn y cogiendo una diminuta moneda disimuladamente, desvelando también su realidad, salvando brevemente la vigilancia…




La escena en el apartamento a la vuelta de Abel es deliciosa y remite al cine clásico más profundo. Un mimo y cuidado hipnótico para mostrar al personaje haciendo su labor, cogiendo la navaja, abriendo la moneda para sacar el mensaje que oculta, su lectura… Minimalista y clásico. Un detallista Spielberg.



Se retrata así a un personaje, Coronel, aparentemente disperso, despreocupado, aspirando por la nariz debido al catarro, pero inteligente y profesional, que sabe bien hacer su trabajo. Un saber estar y una tranquilidad que queda escenificada cuando oculta el contenido del papelito con las pinturas a las que dedica su tiempo.




Una maravillosa secuencia inicial, clásica, intensa, de notable suspense, sobria, pausada y minimalista… Y tras un fundido a negro nos vamos a conocer al gran protagonista de la función, James B. Donovan (Tom Hanks, que también está magnífico), nuestro héroe cotidiano.



-Un travelling de acercamiento nos llevará de un plano general a un primer plano de Alan Alda cuando aconseje y pida de Tom Hanks que acepte la defensa de Abel.



-La sobriedad general, con una puesta en escena basada en encuadres y movimientos de cámara muy medidos y discretos, queda en cierta medida contrastada con la libertad flotante de la steadycam en el entorno cotidiano de Donovan, en su casa. Spielberg rueda esta escena cotidiana con travellings y panorámicas integradoras, subrayando el círculo íntimo del héroe con planos amplios. La mujer, Mary Donovan (Amy Ryan), actuará de contrapunto al entusiasmo legal de Donovan, cuestionando que se plantee aceptar la defensa de Abel.



La conclusión de la escena es divertida con la aparición de Doug Forrester (Billy Magnussen), el chico que tiene una relación con la hija de Hanks, que desmantela inconscientemente la pequeña mentira de su jefe.


Ya la hemos aceptado”.









-La primera conversación entre Abel y Donovan será un ejemplo de puesta en escena sobria y basada en el encuadre. Una conversación en plano-contraplano que se hacen más cortos con las preguntas del ruso. Una planificación de ida y vuelta, ya que se acerca y aleja, de planos más generales a más cortos y de más cortos a más generales según la conversación se haga más íntima o seria. También se juega con la angulación, del ligero contrapicado al ligero picado. El inicio se la conversación será con un ligero picado en los planos y contraplanos, luego descenderá, con la repentina irrupción de un primer plano de Donovan cuando Abel le pregunte si ha defendido a espías, para su sincera contestación. Otro primer plano para Abel ante su aceptación, la angulación desciende, ya es frontal. El contrapicado aparece en la conversación que viene acto seguido con las instrucciones de Hanks a su cliente, en la mayor confianza, descendiendo la cámara en sus angulaciones en cada encuadre, sin movimiento alguno. En algunos contraplanos sólo se ve al ruso. La angulación volverá a subir, pero acto seguido vuelven los primeros planos, es cuando Abel intenta la complicidad y el vínculo con Donovan pidiendo material para pintar, lo hará quitándose las gafas, en primer plano, escenificando su completa sinceridad. Es aquí donde el vínculo entre ambos personajes queda sellado, aunque habrá una escena posterior donde quedará completamente afianzado.



Habrá otro momento donde Abel se quitará las gafas para hablar a Donovan, será cuando le pida que tenga cuidado, confirmando un afecto y preocupación sinceros por ese hombre que se la está jugando por él, algo de lo que el ruso es plenamente consciente. Ante la música de Shostakovich.



El encadenado que nos lleva del rostro de Abel al del piloto americano, quedando por breves instantes los dos rostros juntos en el encuadre, pasando el polígrafo, es un brillante rasgo estilístico de anticipación, ya que surgirá cuando Abel explique a Donovan que él querría que los presos americanos en Rusia fueran bien tratados, y ese piloto será preso ruso poco después, precisamente. Es el talento de un director excelso con los mínimos elementos.

-Pilotos reclutados para una misión de espionaje por la CIA, de ahí las pruebas del polígrafo. Son los más brillantes. Es el conflicto nuclear. En el momento que el jefe de la misión explique en qué consiste, se le encuadrará en primeros planos. Serán pilotos de un modernísimo avión capaz de volar tan alto que, en teoría, nadie podrá detectarlo, y hacer fotos de grandes parcelas de terreno.





-Un espejo escenifica la pantomima de justicia a la que se enfrenta Donovan. El mismo juez dará a entender que el acusado ya está condenado, que todo eso es puro formalismo de cara a la galería. No será la última vez que un espejo se relacione con el juez: cuando Donovan vaya a su casa para intentar convencerle de que no condene a Abel a la pena de muerte, lo veremos reflejado en varios constantemente, pero en esta ocasión Donovan se suma para quedar también reflejado, en otro rasgo simbólico que los sitúa en el mismo lado… El juez huye de espejo en espejo acosado por Donovan. Por supuesto Donovan logrará convencer al juez.



En su segundo encuentro con el juez, cuando defienda la ilegalidad de ciertos procedimientos en la detención de Abel, Spielberg mostrará a Donovan en contrapicado en los contraplanos desde el lado del juez, engrandeciendo la figura del héroe, mientras que usará el picado cuando se ponga en el punto de vista del abogado, acentuando su mayor categoría moral. El juez, en cambio, sólo podrá alegar que se amenaza la forma de vida americana para justificar esos hechos.


-Una de mis escenas favoritas, con la que reconozco se me cayó la baba, es la del seguimiento nocturno bajo la lluvia del agente de la CIA a Donovan, que además tendrá una divertida conclusión. Una magnífica escena de suspense, llena de atmósfera, tempo y precisión, rodada como los dioses en planos generales para que veamos a ambos personajes en cuadro… Una gozada visual y cinematográfica.




-En la primera escena donde vemos a Donovan en un metro, la lección de encuadre de Spielberg es soberbia. Un periódico que baja y nos deja ver el rostro de nuestro protagonista, distraído, desde el punto de vista de un anónimo, que en el contraplano descubriremos es una señora de mirada recriminadora… Lo mismo ocurrirá con otros pasajeros que lo acompañan en el viaje.





-Abel pintando un cuadro en la cárcel, Donovan le consiguió los materiales, tapado por el lienzo mientras escucha lo del accidentado avión del espía americano y la no revocación de su condena.





-La escena en la CIA es puro encuadre, con el encargo de la agencia a Donovan de que viaje a Berlín para rescatar a los presos americanos. Hay dos, el piloto y un estudiante, el segundo sólo les sirve de medida de presión, pero no les interesa en realidad, tan solo les interesa el militar por lo que puede desvelar… Por supuesto, Donovan (Tom Hanks) no dará prioridad a uno por encima del otro, no negociará si no es por los dos, un héroe al que se retrata en esta escena con un encuadre que se acerca cada vez más a él para su decisión.



-En la embajada rusa, con la negociación entre Donovan y el encargado ruso, los planos se irán haciendo cada vez más cortos sobre los rostros de ambos conversadores. Puro estilo clásico. Ocasionales planos frontales para ambos intervinientes.




-Interesante recurso de montaje expresivo conceptual, donde sale a relucir el humor e ironía de los Coen. Vemos al juez entrar en la sala, pero los que se levantan no son los asistentes al juicio, sino unos alumnos de una clase para hacer el juramento a la bandera. Acto seguido se encadena un plano de una explosión nuclear.







*Esa mirada infantil, siempre presente en Spielberg, al video sobre bombas nucleares, se entronca con el tema de la familia, siempre esencial en el director. El director americano tocando todos los aspectos del tema a tratar, sacando partido a todo, concepción esencial de todo su cine, incluyendo especialmente su puesta en escena en los títulos de aventuras o acción. El miedo y la amenaza real filtrándose en la familia, un estado de paranoia retratado en las medidas de precaución del crío, extensible a toda la sociedad. Allí debatirá con su hijo y recibirá los reproches de éste, que no entiende que defienda a un ruso que amenaza a América… Ese ámbito familiar se ampliará a lo social, siempre de forma minimalista, donde las escenas en los metros dejarán todo esto patente.




La familia y lo cotidiano, en una película realista y minimalista de espías, está presente en todo momento, por ello Donovan conversará con su mujer, que le pide un tarro de mermelada, mientras negocia en Berlín, protegiéndola con una mentira. La familia será el reducto y el objetivo final a conservar, lo que hace que merezca la pena, siempre básica en el cine de Spielberg.



-Por supuesto, tendremos excelentes ejemplos del primer plano spielbergiano, ese que se acerca al rostro del personaje en ligero contrapicado para momentos donde se pretende resaltar su figura o sus actos. Dos ejemplos: en la aceptación de Hanks al encargo de mediador y en la simbólica historia que cuenta el ruso sobre un “hombre firme”.










2 comentarios:

  1. Tengo ganas de verla. Muchas. Hanks es uno de mis FAV. Y me entusiasma lo q describes y lo q he podido apreciar en trailers y fotos (gracias d nuevo, me ayuda mucho a fijar mejor lo q explicas, ya sabes): esa sobriedad, esa estilística depurada, donde nada sobra, donde todo encaja con la precisión de un reloj suizo.
    De un tiempo a esta parte, y pese a q disfruto mucho con cine de aventuras, con los efectos especiales y esas cosas, el leanstyle en dirección, término técnico q por supuesto me acabo de inventar, me relaja, me hace disfrutar de una cierta forma, q no sabría definirte, plena y tranquila, pero intensa.
    No sé si viene a cuento, pero te dejo algo q recordarás por tus lecturas d filósofos, y q me ha venido a la cabeza al leer tu introducción, hablando de "la sociedad" q no es otra cosa q la suma de sus individuos, verdaderos responsables d que sea próspera, honrada, creativa, etc: " el hombre es la medida de todas las cosas", el postulado de Protágoras.
    Esperando con ganas el resto de posts, q quiero ir a verla con los apuntes estudiados!!!
    Gracias sensei, y besos!!!

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    1. Qué gran comentario. Has visto que me codeo con los griegos ya!! Creo que alguna de las siguientes partes, con aspectos técnicos, te gustará. Ya me dirás.

      Un beso, Reina.

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