miércoles, 7 de octubre de 2015

Crítica: BABADOOK (2014) -Última Parte-

JENNIFER KENT









Amelia (Essie Davis) anhela a su marido en todas las facetas de su vida, en el cuidado de su hijo, pero también en el sexo, como en esa escena donde intenta masturbarse con un vibrador y su hijo la interrumpe, un hijo que ve como castrador.



Del mismo modo anhela el amor, el sentirse acompañada y protegida por la figura que añora, así queda retratado en esas ansiosas y nostálgicas miradas a parejas de enamorados.

La atmósfera enfermiza, la tensión y el terror se procuran de forma creciente, con imágenes extrañas, inquietantes, que son a la vez ejemplo de la mirada perturbada de los protagonistas, expresión exterior de su tumultuoso y traumatizado interior. Un ejemplo, la puerta cerrada que rasca el perro, marcando un cebo que tendrá interesantes ecos en la trama. Rasca la puerta del desván, que descubriremos como un santuario a la memoria del padre. De hecho, la figura de Babadook se va relacionando cada vez más con la del padre, una figura que se aparece de distintas maneras, como las prendas colgadas en el sótano que calcan la figura del monstruo que les atormenta y que pertenecen al padre. También apreciará la figura en la comisaría, al verla saldrá huyendo, es un mecanismo de defensa propio.




Cristales en la sopa, fotos pintadas tachando la figura paterna, gotas de agua creando atmósferas, luces intermitentes que parecen insinuar cada aparición de ese coco, de Babadook, armarios caídos… De todo acusará Samuel a Babadook. La llamada de Babadook es tan siniestra como impactante…




Un aspecto esencial en esa creación de atmósfera lo tenemos con el color de la película, escenarios caseros solitarios y llenos de grises, nocturnos a menudo, es una película sin apenas color, que bien podría haberse rodado en blanco y negro. Esto contrastará con la escena final en el jardín, floreciente, colorido y de aspecto vital.


Amelia sobrelleva su insomnio y falta de descanso viendo la televisión, películas y noticias de todo tipo, que acentúan su estado anímico. Su falta de descanso en el sueño queda maravillosamente retratada con las elipsis que muestran ese sueño en tiempo acelerado.





Esta paulatina desvirtuación se retrata con reflejos donde se distorsiona su rostro, un camino hasta el fondo del abismo.

Samuel (Noah Wiseman), por su parte, también va dando muestras de desequilibrio constante, algo que mejorará cuando su madre tenga que medicarle. Los niños, como siempre, en contacto directo con el más allá. Sus conversaciones con Babadook son poco edificantes. El pobre chico da mal rollo en muchas ocasiones. Sus grandes ojos, su mirada aterrada en ocasiones, perturban sobremanera. A veces parece poseído o deseoso de que algo lo posea…



¿Quieres morir?

Es mi padre, no es tuyo solo, ¿sabes?"

Samuel siente que su madre se apodera de la figura de ese padre que no conoció, pero al que quiere y anhela de igual manera. Si bien en un principio Samuel parece amenazante, una actitud ambigua que no sabemos si se aliará a ese monstruo llamado Babadook, lo iremos descubriendo como una víctima de ese entorno enfermizo, donde todos le acusan y atacan, donde se siente completamente solo y asustado. Pasará de supuesto conspirador contra la madre a su protector sin fisuras para ayudarla a pasar página.





El libro.

El contenido del libro que Samuel encuentra no puede resultar más macabro. Es aterrador. Un libro que es una simple metáfora, una manifestación del tormento y la oscuridad interior, la maldad que surge de la madre por su depresión. Una expresión que busca salida. Aunque lo esconda volverá a aparecer, aunque lo destruya el libro regresará, como sus tormentos. Un recurso narrativo. Podría interpretarse que lo escribe la propia madre, pero esto resulta indiferente, la idea es mostrar su vínculo con ella y sus pulsiones interiores.




Es por ello que aparecerá a pesar de haber sido destruido, porque el trauma no está curado ni enfrentado, pretende ocultarse, pero es inevitable que se escape por las fisuras de la psique, ya que se va haciendo cada vez más grande y poderoso.

Jamás le enseñará el libro a nadie, lo destruirá, pero nunca intentará pedir ayuda o empatía a alguien. Quizá se deba a la frialdad de su hermana o viceversa…




El libro marcará las pautas que luego veremos seguir a Amelia, la amenaza, la muerte del perro, la del hijo y el propio suicidio, consecuencia lógica del tormento y trauma psicológico interior. Expresión de Amelia, de su psique perturbada.





Amelia no puede llevar todo adelante, está cansada, no puede con su trabajo, lo que dará pie a la entrada, fugaz, de otro personaje, un compañero solícito y generoso que extenderá toda su amabilidad ante ella buscando una relación que no conseguirá. Curiosamente, aunque parece hastiada de su trabajo, su mirada será tierna cuando se dirija a algunos de los ancianos que cuida.




La locura se dispara, por lo que Amelia medicará a Samuel y se zambullirá completamente en el dolor, dejándose “poseer” por Babadook, lo que se resalta visualmente en una posesión por la boca. El no tener que ocuparse de su hijo y alejarse de su hermana propicia ese estado. Tendrá visiones, cucarachas que inundan la casa, que salen por agujeros para desaparecer poco después, encontrará desquiciante al perro, cada vez más presente, tendrá sentimientos homicidas hacia su hijo... Su imagen ante los servicios sociales no puede ser más desoladora, por supuesto.



Noches en vela, también retratadas con elipsis aceleradas, donde ve a Babadook cada vez más cerca, en la casa de la anciana vecina de enfrente, en los propios programas que ve, como un personaje más. Se va gestando un estado de ánimo homicida frente a su aletargado hijo, víctima de la medicación. Un comprensible carácter cada vez más irascible por la falta de descanso. Con esto se confirma que Samuel era el que mantenía a flote a su madre, la mantenía activa, pensando en otra cosa, evadiéndose en cierta medida, y aunque no era suficiente para curarla, si evitaba que cayese a ese abismo en el que se sitúa al quedar Samuel fuera de juego por culpa de las pastillas. Abrazando la completa depresión y la locura desquiciada.



Amelia se aparece a nosotros cada vez más “ida”, con visiones constantes, en el coche, con cucarachas y la silueta del monstruo, ignorando a su anciana vecina, bañándose vestida junto a su hijo, reaccionando airadamente con su hijo al tocar un violín que seguramente perteneció a Oscar, su difunto marido… Al borde del colapso. Ahora es decididamente Amelia la que resulta amenazante, terrorífica, sorprendiendo a su hijo intentando pedir ayuda a la vecina, cortando el hilo telefónico, su juego con el cuchillo, sus chillidos, obligando a medicarse a su hijo para tenerle a merced, aunque el listo chico fingirá hacerlo, sus caricias siniestras… Todo su desequilibrio y trastorno se manifiesta también en sus visionados frente a la televisión, completamente perturbados, filtrando en las imágenes su psique enferma, lobos como ella que persiguen a su presa en dibujos animados, madres que apuñalan niños, fugaces apariciones de Babadook, viéndose a sí misma como asesina de un hijo de 7 años… hasta llevarla a la visión de su propio hijo asesinado en el sofá y el perro asustado con sus truculentos mimos.




Se cumplirán tus deseos”. “Despierta, mami”.


Uno de los grandes aciertos de la película es la ausencia de música, provoca un impacto más real y desnudo, más descarnado. También es interesante el uso de los efectos especiales, rudimentarios, artesanales, que hacen que el homenaje a Méliès cobre pleno sentido.

La nueva aparición de Babadook, convertido en un falso marido que pide en tributo a Samuel, desencadena la parte final del film. Así se da un paso más con el seco asesinato del pobre perro y se sacará su dolorida muela, a lo “Aflicción” (Paul Schrader, 1997), metáfora del futuro asesinato de su hijo, una decisión tomada. Poseída, momentos impactantes acentuados con sonidos insectívoros.





No te imaginas cuantas veces he deseado que hubieses sido tú y no él el que murió”. “A veces sólo quiero estamparte la cabeza contra la pared, hasta que se te salgan los putos sesos”.



Samuel no se achantará y se nos descubrirá plenamente consciente de lo que le ocurre a su madre, así que dará la cara y se enfrentará a ella. En esta parte final deja al niño de “Solo en casa” (Chris Columbus, 1990) en completo ridículo, apoyando a su madre en su lucha interna.







Han pasado un par de semanas y los males cesaron. Es el cumpleaños de Samuel, los servicios sociales comprueban un hogar feliz, el entorno es colorido y luminoso, Babadook está dominado, controlado, pero latente. El paso del tiempo también curó la herida de la pierna de Amelia. Amelia ya no se escandaliza de que su hijo diga lo que se le ocurre sin filtros, al contrario, le recuerda al padre y lo acepta con cariño.






Tenemos varios homenajes cinéfilos, Mario Bava y su film “Black Sabbath” (1963), cortos de Georges Méliès; "La maison ensorcelee” (Segundo de Chomón, 1908), “El extraño amor de Martha Ivers” (Lewis Milestone, 1946)…


Sin duda, “Babadook” es una película inteligente en su propuesta, muy en la línea de “La semilla del diablo” (Roman Polanski, 1968) en ese subtexto que contiene, la película que mejor ha retratado los miedos urbanos, pero lamentablemente aquí no acaba de funcionar como película de género como cabría esperar. Buenas intenciones que funcionan sólo a medias.








Dedicada a la bella Pearlsbu.

7 comentarios:

  1. Ay la mente…capaz de llevarnos a la cima o al infierno.
    Esta parte da más escalofríos…
    Como decía en el comentario de la primera parte, y como explicas tú, como cinta de terror no serà muy allá, pero como estudio psicológico acierta; muchas veces las peores jugarretas de las mentes que uno mismo no sabe controlar, se frenan gracias a los hijos. Sea por intercesión suya, sea por responsabilidad nuestra. Ellos, como piedra angular del proceso vital, que bloquean algunas cosas para desatar otras. Y que los sentimos tan nosotros, siendo a la vez ajenos. Con sus sentimientos y sus luchas. Y sus victorias.
    En fin, lo dicho, que no pasaré miedo con esta peli, pero muchas gracias por analizarla tan bien. Me ha parecido muy interesante. Y, como siempre, he disfrutado leyéndote/charlando contigo.

    Ah! Y un beso a Perla. Bonita e inteligente mujer.

    Bss, Sambo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, yo no tengo hijos, pero me parece evidente, porque lo veo a menudo, que son piedra angular en la vida de sus padres de muchas formas distintas. Los hijos son parte de nosotros y eso a veces se entiende mal, porque se tiende a instaurar nuestra personalidad e ideas sin entender esa individualidad que crece. Es decir, que hay padres que se frustran porque no son una copia de ellos (esos que pretenden calmar sus frustraciones a través de sus hijos exprimiéndoles jugando al tenis y cosas así jajaja), pero a su vez en ellos se destila a menudo lo mejor de nosotros, nos frenan, nos hacen madurar, nos obligan a renunciar a nuestro ego, a reflexionar y a sacar lo mejor... Porque podemos ser mezquinos y engañarnos a nosotros mismos cuando no hay más responsabilidad que con nosotros, pero cuando se debe dar ejemplo la cosa cambia. (Hablo como si tuviera hijos como mero recurso, aclaro jajajaja).

      Los hijos tan esenciales, tan importantes... Los padres, tanto o más...

      Eliminar
  2. Cuando vi la película, me desconcertó el final y acudí a ti, como pozo de sabiduría cinematográfica que eres, supongo que por eso me has dedicado la crítica. ¡¡Millones de gracias!! Me ha hecho muchísima ilusión.

    Mi comentario contiene SPOILERS.

    La peli termina con un final feliz, madre e hijo superan la pesadilla, pero cómo interpretar la escena en la que la madre alimenta al monstruo encerrado en el sótano. Efectivamente, coincidí contigo en que el monstruo es una simple metáfora del dolor, trauma y frustraciones que asolaban a esa pequeña familia disfuncional.

    Sin embargo, no estoy de acuerdo cuando dices que el libro es también una metáfora, un recurso narrativo. Y ese es el principal defecto que le atribuyó a la película. Da la sensación de que buscaban hacer adrede, por entender que tal vez dejaría más poso, una película ambigua, que admitiera diferentes interpretaciones, en la que el pobre espectador saliera desconcertado del cine, como yo, habiendo entendido algo completamente distinto a lo entendido por su compañero de butaca.

    ¿Es una película de monstruos? Como hay tantas, sin ir más lejos la efectiva Sinister, en la que un monstruo sobrenatural también acecha a familias, hasta poseer al hijo pequeño y conseguir que asesine a sus padres y hermanos de la forma más terrorífica que cabría imaginar. Si ese es el caso, la escena final tiene difícil encaje.

    Si, por el contrario, como creemos los dos, estamos ante una metáfora, el libro es un recurso tramposo que busca engañar al espectador. Efectivamente, puede ilustrarlo y escribirlo la propia madre -creo recordar que en la escena en la que conversa con las amigas de su hermana dice que le gustaría dedicarse a escribir libros para niños-, pero luego lo encuentra, lo lee con su hijo, lo esconde, vuelve a aparecer, lo quema y ¿lo vuelve a escribir?

    Por otra parte, es cierto que la película no termina de funcionar como peli de género (algo parecido a la fallida Mamá), aunque a mí me acongojó y asustó a partes iguales. El personaje del hijo está construido para causar rechazo en el espectador, al menos al principio. Un niño problemático y conflictivo, que causa continuos quebraderos de cabeza a su madre, que la aísla hasta de su propia hermana y no le deja tiempo para ella (véase la escena en la que la interrumpe cuando se estaba masturbando); pero conmigo no funcionó, sufrí por el niño desde el principio (me resultó desagradabilísima la escena en la que el niño tiene hambre y la madre le grita, colérica y cruel). Desde que tengo hijos lo paso todavía peor cuando veo que tratan mal a los niños, aunque sea en la ficción. Y también me dio miedo.

    En fin, pese a todo, una película apreciable y diferente.

    Millones de gracias otra vez y mil besos para nuestra Reina (que no es doña Letizia, a la que nunca reconoceremos:-) y para ti.

    Pearlsbu

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Por eso y porque te lo dije, que cuando la publicara te lo diría. Eso se convirtió en dedicatoria.

      Pues deberías estar de acuerdo. No entiendo muy bien por qué te cuesta ver el libro como metáfora, otro recurso fantástico más para retratar la psique perturbada de la protagonista, y no te cueste que vea agujeros de donde salen cucarachas que luego desaparecen, que madre e hijo hablen del monstruo encerrado y le den de comer, que el chico suba las escaleras por un ente invisible, que ella vea a Babadook y otras cosas en la tele o se ponga a dar brincos de gimnasta para reventar una puerta... ¡Son todo lo mismo!

      Son recursos alegóricos y metafóricos coherentes con la visión perturbada y la idea de cinta de terror. Por tanto, lo fantástico en la película existe y NO existe. Existe para ellos, pero se usa como mecanismo narrativo para contar una serie de cosas como un relato de terror (también coherente porque habla de infiernos mentales y psicológicos) sobre un hecho real y cotidiano... como todo buen relato de género.

      “La semilla del diablo” apuesta por lo opuesto, siendo un elemento real lo pretendidamente fantástico, la presencia demoniaca, se muestra desde la realidad cotidiana subordinado a un sueño.

      No es tramposo, por tanto, lo del libro, que hace lo mismo que la televisión, expresar lo que ronda la cabeza de Amelia, de ahí que lo que vemos en ese libro sea lo que va haciendo después y lo que intenta, como cuando oye en la televisión que una mujer mató a su hijo de 7 años y ella ve su cara. ¡LO MISMO! Quién lo escriba o cómo se manifiesta es irrelevante, es producto de la madre.
      Nadie más ve esos hechos porque sólo ellos sufren ese infierno, sólo ellos están perturbados y comparten esos terrores.

      Ambiguo sí, pero debe serlo si se apuesta por una cinta de terror con monstruo, porque además ese monstruo es manifestación alegórica, para el espectador, no para ellos, de su infierno interior.

      Sí, el chico están construido así, pero ya me comentaste que empatizaste enseguida con él, con lo que le sufrimiento sería mayor.

      Ha sido un placer dedicártelo y poder reflexionar sobre ella, que tiene mucho para hacerlo!!!

      Besos.

      Eliminar
  3. Sabía que me ibas a contestar eso porque... bueno, porque tienes razón. :-)

    No sé por qué me chirría tanto lo del libro y no todo lo demás. Tal vez porque la aparición del libro me parece el desencadenante de la locura que llevaba años gestándose. Me cuesta menos aceptar las visiones mórbidas de una madre enferma, desquiciada y agotada por la falta de sueño y de un niño aterrorizado y vulnerable cuando todo ha estallado, pero me resulta más difícil imaginarme a los dos en la calma que precede a la tempestad leyendo un libro que no existe o que ha escrito la madre antes de que todo se descontrolase por completo.

    Aunque, claro, contra lo anterior cabría argumentar que entonces tampoco tiene sentido que, superada aparentemente la crisis, se imaginen alimentando al monstruo.

    En fin, termino como he empezado: tienes razón.

    Muchos besos y buen fin de semana.

    Pearlsbu

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja qué grande eres, Perla! Muchas gracias por los aportes y reflexiones y muchos besos para ti también.

      Eliminar
    2. Por añadir, creo que es una brillante idea que sea a través de un libro. La locura debía empezar de alguna manera, por la afición de ella a escribir y porque es algo que hacen cotidianamente, leer un cuento... Que en esa cotidianeidad se filtre esa locura que comparten, es un aceptable punto de partida... tanto como cualquier otro, supongo.

      Eliminar